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A Elon Musk le gusta describirse como un absolutista de la libertad de expresión, pero realmente
lo es, veámoslo.
Elon Musk ha comprado Twitter por 44.000 millones de dólares para, según él mismo dice, incrementarlos
con fines de la libertad de expresión dentro de esta red social.
Y solo ese propósito, ampliar la libertad de expresión dentro de Twitter, ha generado
una enorme preocupación entre unos gobiernos que ya han comenzado a amenazar a Elon Musk
con que no se pase de la raya, con que vaya con cuidado porque ellos están vigilantes
y también entre distintas asociaciones de activistas sociales que temen que la libertad
de expresión en Twitter sea perjudicial para la sociedad.
Por ejemplo, hace unos días podíamos leer grupos en defensa de los derechos humanos,
como la Asociación de Libertades Civiles de Estados Unidos o Amnistía Internacional,
han mostrado su preocupación por el discurso de odio en Twitter y el poder que Elon Musk,
una persona que se autodescribe como absolutista de la libertad de expresión, va a tener sobre
esta red social después de su adquisición, es decir que lo que preocupa a estas asociaciones
en defensa, en supuesta defensa de los derechos humanos y de las libertades civiles es que
haya demasiada libertad de expresión en Twitter, que se censure demasiado poco, lo que les
preocupa es que Elon Musk hondee la bandera de ser un absolutista de la libertad de expresión.
Y ciertamente a Elon Musk le gusta describirse así, como un absolutista de la libertad de
expresión, por ejemplo, a comienzos de marzo publicó el siguiente tweet. Algunos gobiernos,
no el de Ucrania, le han pedido a Starlink, su compañía de Provisión de Servicios de
Internet, que bloquee los sitios de noticias rusos. No lo haremos, salvo a punta de pistola,
siento ser un absolutista de la libertad de expresión. Personalmente también me considero
un absolutista de la libertad de expresión, es decir, una persona que considera que no
debería haber casi ningún límite a lo que una persona pueda decir. Si debe haber límites
a lo que una persona puede hacer, pero no a lo que puede decir. Y de hecho, en la polémica
que menciona Elon Musk, la censura a RT y Sputnik coincidió plenamente con él. En
un vídeo anterior ya expliqué, ya defendí por qué no debíamos censurar a RT o Sputnik
aun cuando los consideremos órganos de propaganda del gobierno ruso. Sin embargo, y a pesar
de que Elon Musk creo que hace bien, defendiendo que no va a censurar a RT o Sputnik, la duda
sobre si Elon Musk es realmente un absolutista de la libertad de expresión, si realmente
cree en una libertad de expresión irrestricta, esa duda es legítima. Y lo es no tanto por
algunas críticas que ha recibido Elon Musk durante los últimos días, que si bloquea
mucho en Twitter o que si ha despedido a algunos trabajadores que han criticado a Tesla, todo
eso puede entrar perfectamente en el ámbito del respeto a la libertad de expresión. Yo
respeto el derecho a que tú digas lo que quieras, pero no tienes por qué relacionarte con
mí. Si una persona bloquea a alguien en Twitter, no le impide expresarse, lo que impide es que
interactúe con él. Libertad de expresión no implica obligación a que interactúes
conmigo. Tú dí lo que quieras en tu ámbito, pero que tu ruido no llegue a mí. Si otro
quiere que ese ruido llegue a él, yo no lo voy a impedir, pero yo no quiero escucharte.
Eso es perfectamente compatible con la libertad de expresión. Pero hay otra cuestión que
quizá no lo sea tanto. Y me refiero precisamente al tweet que publicó Elon Musk para explicar
cuáles serán los nuevos límites de la libertad de expresión en Twitter. Así describe Elon
Musk que entiende él por libertad de expresión. Por libertad de expresión yo simplemente
entiendo aquello que tiene cabida dentro de la ley. Estoy en contra de la censura que
vaya más allá de la ley. Si el pueblo quiere menos libertad de expresión, tienen que pedirle
a sus gobiernos que apruebe leyes que impongan esa restricción de la libertad de expresión.
Por consiguiente, ir más allá de la ley es contrario a la voluntad popular. Básicamente
en este tweet Elon Musk está justificando su postura sobre los nuevos criterios de
moderación que pretende implantar en Twitter y que, según el mismo dice, consistirán
en algo muy sencillo. Todo lo que pueda decirse fuera de Twitter, todo lo que sea legal decir
fuera de Twitter, también se podrá decir dentro de Twitter. No va a haber una censura,
una moderación adicional dentro de Twitter a aquella que establezca la ley de cada país.
Y hombre, este criterio desde luego supondría en términos generales una ampliación de
la libertad de expresión dentro de Twitter. Sin embargo, lo que debemos plantearnos es
si esta postura realmente encaja con lo que él dice ser un absolutista de la libertad
de expresión. En esencia, lo que está diciendo este tweet es, yo no creo que tengamos libertad
de expresión frente a lo que dicten los gobiernos. Creo que los gobiernos, las democracias,
tienen derecho a establecer límites a la libertad de expresión. Por tanto, la libertad de expresión
no es una restricción a lo que un gobierno o una mayoría popular me puede hacer, sino
que es una licencia, es una concesión que un gobierno o la mayoría popular me conceden
para que dentro del ámbito que ellos me reconocen como legítimo yo pueda decir lo que quiera.
Ahora, si ese gobierno o esa mayoría popular deciden estrechar arbitrariamente ese ámbito
dentro del cual puedo decir lo que quiera, entonces Elon Musk estará de acuerdo al menos,
según la textualidad de este tweet, con que la libertad de expresión no debe prevalecer
sobre la voluntad del pueblo. Dicho otra manera, que si los gobiernos quieren que se censuren
más en Twitter, lo que tienen que hacer es aprobar leyes que censuren más fuera de
Twitter. Y si es así, pues Elon Musk cumplirá la ley y censurará más dentro de Twitter.
Pero a mi juicio no es ser absolutista de la libertad de expresión, eso es subordinar
la libertad de expresión a la arbitrariedad caprichosa de la mayoría.
Puedo entender que Elon Musk después de haber comprado Twitter y después de las amenazas
que ya está recibiendo por parte del gobierno estadounidense y por parte del gobierno europeo
utilice como táctica de distracción decir no, si nosotros solo vamos a cumplir la ley.
Yo voy a ampliar la libertad de expresión dentro de Twitter porque fuera de Twitter
la libertad de expresión es más amplia, es más generosa de lo que actualmente es dentro
de Twitter. Por tanto, no me pueden decir absolutamente nada. Yo voy a cumplir con sus
normas. Si son sus normas, no sé quéjen luego de que yo las cumpla. Entiendo hasta
cierto punto que Elon Musk esté utilizando esta táctica para colocar a los gobiernos
europeos y al gobierno estadounidense ante sus propias incoherencias. Pero seamos conscientes
de que esa táctica también es incoherente con su posicionamiento como absolutista de
la libertad de expresión. ¿Qué sería en cambio un absolutista de la libertad de expresión?
Pues aquel que considera que en términos muy generales las palabras no delinquen y que
en todo caso lo que delinque son los actos. Las palabras se contrarrestan con palabras
y los actos deberían contrarrestarse con los actos. Por eso si alguien me agrede personalmente
los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado o de la agencia que se encargue de proporcionar
seguridad deberían defenderme físicamente frente a esa agresión. Ahora frente a una
agresión verbal que deberían hacer, replicarle. Bueno, pues eso también lo puedo hacer yo
o lo pueden hacer otros. Eso no significa, sin embargo, que absolutamente todo se puede
decir. Hay palabras que pueden anunciar la comisión condicionada de actos ilegítimos.
Eso serían las amenazas. Si no haces lo que te estoy diciendo, palabra que hagas, te
anuncio palabra que te voy a agredir físicamente, lo cual es un acto ilegítimo. De ahí que
tenga sentido prohibir las amenazas creíbles, las amenazas verosímiles. Las amenazas
genéricas ni siquiera creo que deberían prohibirse, pero las amenazas específicas contra una persona
que además esa persona considere que es una amenaza y por tanto modifique su comportamiento
como consecuencia de esa amenaza son hasta cierto punto equiparables a los actos ilegítimos
que anuncian que van a cometer. Pero la gran cuestión no son, sin embargo, las amenazas,
que es algo bastante claro, bastante obvio, que queda fuera del ámbito de la libertad
de expresión. La gran zona gris en materia de libertad de expresión son aquellas palabras
que inciten, que puedan incitar a cometer actos violentos. En ese caso, las palabras no agreden
directamente, pero sí agreden indirectamente a través de aquella persona a la que esas
palabras han incitado que cometa un acto ilícito. De hecho, la justificación para prohibir,
para perseguir el llamado discurso de odio en última instancia es ésta. Hay palabras
que generan un clima de animadversión social contra determinadas personas o determinados
colectivos y ese clima de animadversión social puede conducir en última instancia a que
se agreda a esas personas. Por tanto, el discurso de odio debe ser prohibido. La explicación
puede tener cierto sentido, puede tener cierta lógica, pero fijémonos en que si no somos
muy restrictivos con la aplicación de este criterio prácticamente podríamos censurar
cualquier cosa. Los comunistas, por ejemplo, tienen un discurso de odio contra los ricos,
contra los capitalistas. Significa eso que debemos censurar a toda persona comunista,
que debemos censurar todos los textos comunistas, incluso porque apelan a la revolución social
violenta que derrumbe el orden social existente e implante, si es necesario con violencia,
el socialismo. Desde mi punto de vista no, al comunismo hay que refutarlo con palabras,
pero no censurándolo. Y también podríamos decir, por ejemplo, que las críticas sistemáticas
de Podemos contra Vox, calificándolo de extrema derecha, son un discurso de odio de Podemos
contra Vox. Un discurso de odio, que incluso en ocasiones, ha generado ciertas tensiones
cercanas a la violencia física. Por tanto, deberíamos prohibir toda crítica de Podemos
hacia Vox o toda crítica de Vox hacia Podemos, llamándolos comunistas, extrema izquierda,
enemigos de España, etcétera. Sinceramente, de nuevo, creo que no. Si prohibiéramos todo
eso, básicamente estaríamos prohibiendo el discurso político. De ahí que la censura
apelando al discurso de odio pueda tener una cierta lógica en el fondo, hay palabras
que pueden incitar actos violentos, pero al ser una zona tan amplia, una zona gris tan
amplia es un terreno totalmente abonado a la arbitrariedad. Esto lo califico como discurso
de odio que sí debe ser censurado, y esto, aunque también sea discurso de odio, no lo
etiqueto como discurso de odio y, por tanto, no lo censuro. Que ese es justamente uno de
los grandes problemas de Twitter. Twitter aplica una censura más o menos arbitraria.
Hay algunos comentarios que sí considera discurso de odio, por ejemplo los de los trampistas,
pero en cambio hay otros comentarios que no considera discurso de odio. Por ejemplo,
pongamos por caso los de los antifa. Entonces, esa censura arbitraria, esto es discurso
de odio o lo censuro, esto no es discurso de odio, no lo censuro, lo que genera es un
sesgo en la libertad de expresión. En este caso, la izquierda o la extrema izquierda
puede decir lo que quiera y, en cambio, la derecha o la extrema derecha no puede decir
lo que quiera, aunque, desde el punto de vista de la incitación a la violencia, de la incitación
potencial y a largo plazo a la violencia, los dos colectivos estén articulando un discurso
de odio. ¿Cómo debería resolverse, desde mi punto de vista, esta clara arbitrariedad
a la hora de definir, de determinar qué es discurso de odio y puede y debe ser censurado?
¿Y qué no lo es? Pues, en gran medida, el Tribunal Supremo de Estados Unidos ya lo
resolvió en la década de los 60 y cito al Tribunal Supremo de Estados Unidos, no porque
considere que, al ser el Tribunal Supremo de Estados Unidos, tiene una autoridad natural
a dictar las normas que limitan la libertad de expresión. No, lo cito porque considero
que el razonamiento que efectuó es de sentido común, es válido y, por tanto, podría servir
para resolver esta polémica. Y me refiero a lo que, desde los años 60, se ha conocido
como el Test de Brandenburg. ¿Qué es el Test de Brandenburg? En 1964, un líder local
del Cucusclán de Ohio pronunció un discurso público en el que arrengaba, de manera muy
genérica a las masas, a vengarse contra los judíos y contra los negros y a mandarlos
a todos ellos de vuelta a Israel y a África. Este líder del Cucusclán de Ohio, que se
llamaba Clarence Brandenburg, fue condenado por los tribunales a 10 años de cárcel por
considerar estos tribunales que su discurso incitaba a la violencia. Y el caso llegó hasta
al Tribunal Supremo de Estados Unidos que lo terminó eximiendo. ¿Y por qué lo terminó
declarando inocente el Tribunal Supremo de Estados Unidos? Porque formuló en ese momento
lo que, como digo, se ha conocido desde entonces como el Test de Brandenburg. Para que unas
palabras se equiparen a violencia física, esas palabras tienen que reunir dos requisitos.
El primero es que esas palabras estén incitando a cometer un acto ilícito. Bueno, esto desde
luego es algo que las palabras de Clarence Brandenburg estaban haciendo. Este primer
criterio sí lo cumplían porque estaban instando a las masas a cometer violencia física contra
judíos y negros. Por tanto, algo totalmente ilegal. Pero, en segundo lugar, el Test de
Brandenburg también exige que esas palabras sean propensas a que esa acción criminal
se produzca de manera inmediata, en el corto plazo. Es decir, que si Clarence Brandenburg
estuviese diciendo, vamos a salir de aquí y a violentar los negocios de judíos y negros,
y eso arrengara a sus seguidores a cometer ese acto violento, desde luego, Clarence Brandenburg,
habría cometido un delito de odio, más bien habría sido el cabecilla de una acción ilegal
violenta contra estos ciudadanos. Ahora, si tú articulas un discurso que de manera muy
genérica carga contra determinados colectivos, contra determinadas personas no identificables,
y nadie hace un seguimiento inmediato de esas palabras, entonces, de acuerdo con el Test
de Brandenburg, tú deberías poder decir eso y, al mismo tiempo, otros te deberían poder
contestar que eres un sinvergüenza, que eres un peligro público y que todo lo que estás
diciendo es una insensatez. Palabras contra palabras. Si las palabras no se traducen o
no son propensas de traducirse, no tienen una alta probabilidad de traducirse en hechos
y lícitos, son mero bla bla bla, quizá un bla bla bla muy desagradable, muy dañino,
pero que no conducen a actos violentos, entonces, esas palabras no deberían ser censuradas,
de acuerdo con el Tribunal Supremo de Estados Unidos, desde la década de los 60. Pues bien,
ojalá fuera ese el criterio, el Test de Brandenburg, a través del cual se juzgara la licitud
o ilicitud de muchas expresiones fuera de Twitter y también dentro de Twitter. Si Elon
Musk fuera un auténtico absolutista de la libertad de expresión, lo que haría sería
censurar únicamente aquellos comentarios que, con una elevada probabilidad, fueran a superar
el Test de Brandenburg, es decir, fueran a cumplir los dos criterios que convierten unas
palabras en preactos violentos. Pero lo que nos ha prometido Elon Musk no es este absolutismo
de la libertad de expresión, sino más bien un absolutismo democrático. Aquello que imponga
la mayoría social, la mayoría democrática en relación con la libertad de expresión
es aquello que yo voy servilmente a cumplir dentro de Twitter. Aún así, todo apunta
a que este criterio de absolutismo democrático de momento supondrá una ampliación de la
libertad de expresión en Twitter. ¿Por qué? Porque las leyes que regulan la libertad
de expresión en sociedad son más laxas que los criterios de moderación de comentarios
actualmente vigentes dentro de Twitter. Y por eso los gobiernos están tan nerviosos,
porque quieren que Twitter censure más de lo que ellos formalmente dicen en su ley
que van a censurar. Pero con el tiempo y por desgracia los gobiernos si así lo quieren
aprobarán nuevas leyes que obliguen a Twitter a censurar más. Y llegado ese momento, y
si realmente Elon Musk cree en sus palabras, también puede ser que todo esto sea una maniobra
de distracción frente a los gobiernos, pero si realmente creen sus palabras de que él
por libertad de expresión entiende lo que establezca la ley, llegado el momento en
el que los gobiernos incrementen la censura legal fuera de Twitter y dentro de Twitter
entonces a Elon Musk no le quedará otro remedio que decir Sibuana.