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Juan Ramón Rallo

Laissez faire, laissez passer. Laissez faire, laissez passer.

Transcribed podcasts: 2280
Time transcribed: 38d 6h 22m 10s

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La oligarquía chavista no quería abandonar el poder en Venezuela y por eso han cocinado
unos resultados electorales que legitimen ante la opinión pública su permanencia en
el poder.
Veámoslo.
En Venezuela solo había realmente dos escenarios electorales posibles.
El primero, que la oligarquía chavista que controla todos los resortes del Estado venezolano
hubiese pactado con alguna potencia extranjera, por ejemplo los Estados Unidos, el abandono
ordenado del poder a cambio de un retiro dorado en el exilio.
Y la segunda posibilidad, que la oligarquía chavista que controla todos los resortes del
Estado venezolano no quisiera abandonar el poder.
En el primer escenario, las elecciones habrían arrojado una victoria de la oposición y una
derrota del chavismo para permitir esa transición pacífica y ordenada en el poder a cambio del
retiro dorado de la oligarquía chavista.
Y en el segundo caso, los resultados electorales arrojarían la victoria del chavismo.
Y finalmente, lo que hemos comprobado es que el segundo escenario era el correcto.
Es decir, que la oligarquía chavista no quiere abandonar el poder en Venezuela a pesar de haber
destruido por completo la sociedad y la economía durante las últimas décadas.
Démonos cuenta de que ninguno de los dos escenarios electorales que he planteado dependía
en absoluto de cuál fuera el sentido del voto de los venezolanos.
Porque en Venezuela lo importante no es quién vota, lo importante es quién cuenta los votos.
Y quien cuenta los votos en Venezuela es el chavismo.
Por consiguiente, si el chavismo no quiere abandonar el poder, simplemente contará e inventará
los votos que necesita contar e inventar para legitimar electoralmente su permanencia en el
poder.
Y eso es lo que ha sucedido esencialmente en Venezuela, porque desde hace muchos lustros
Venezuela no es una democracia garantista.
No es un estado donde el poder establecido, en este caso el chavismo, respete el resultado
de las urnas, sino que es un estado donde el poder establecido, es decir, el chavismo,
retuerce, manipula los resultados de las urnas para permanecer en el poder.
Y lo sabrá que ingenuamente piensen que quizá Maduro haya ganado limpiamente estas elecciones.
Que quizá la mayoría de los electores venezolanos sigue estando detrás del chavismo.
Pero si ya es complicado, no imposible, pero sí complicado, que una misma oligarquía política,
un mismo partido político, se mantenga durante 25 años en el poder, sin que el tamaño de
su oposición electoral vaya engordando, si esto ya es difícil, no imposible, pero sí
difícil que el partido, que consigue mantenerse durante más de 25 años en el poder, sea el
responsable de, primero, haber hundido la economía venezolana en un 75% durante los últimos 10 años,
hasta el punto de que el PIB actual de Venezuela es el mismo que tenía a comienzos de los 60,
es decir, 60 años perdidos. Segundo, es el responsable de que casi 8 millones de venezolanos
hayan abandonado el país durante los últimos años, el mayor éxodo de la historia de Iberoamérica y uno
de los mayores éxodos de la historia de la humanidad, sólo comparable a los desplazamientos
humanitarios por motivos de guerra. Y tercero, es el responsable de haber generado una de las
mayores hiperinflaciones de la historia de la humanidad. Imagínense que el gobierno de su país
hace retroceder sus ingresos personales, su calidad de vida al nivel que tenían hace 60 años, que además
provoca que el 20% de la población del país se marche al exilio y, por último, aniquila por entero el
valor de su moneda hasta el punto de dejarles sin ningún tipo de ahorro. ¿Ustedes seguirían votando de
manera generalizada y entusiasmada al gobierno de ese país? Si pudiesen votar en libertad, es harto
dudoso que fuera así. En otras palabras, que una oligarquía, que un partido consiga mantenerse durante
más de 25 años en el poder a través del apoyo real de su población, después de haber destruido la
economía, después de haber destruido la moneda y después de haber desgarrado a la sociedad, es harto
inverosímil. Máxime si nos encontramos ante un régimen autoritario que se ha encargado de suprimir
cualquier resquicio de Estado de Derecho en cualquier ámbito de la vida política y social y, por tanto,
de un régimen que, si quiere manipular el resultado de las elecciones para mantenerse en el poder, puede
manipular el resultado de las elecciones. ¿Qué credibilidad cabe otorgar a unos resultados
electorales cocinados por la propia oligarquía que no quiere abandonar el poder y favorables,
casualmente, a esa propia oligarquía? El caso de Venezuela resulta enormemente ilustrativo para
recordarnos que una oligarquía extractiva, en este caso el chavismo pero podría ser cualquier otra,
puede perpetuarse en el poder aún destruyendo a la sociedad y a la economía a las que está parasitando.
La política no posee ningún mecanismo de autorregulación natural, en función del cual
los buenos gobernantes tiendan a permanecer en el poder y los malos gobernantes tiendan a ser
expulsados del poder. Al contrario, es perfectamente factible que los peores gobernantes se perpetúen en
el poder precisamente porque no tienen ningún escrúpulo para hacer todo lo necesario que les
permita seguir en el poder. La única forma de minimizar el riesgo de tiranización de una sociedad
no es confiando en que quienes alcancen el poder sean buenas personas. De hecho, la diferencia entre
Venezuela y España no reside en que los políticos venezolanos sean peores, tengan peores instintos,
sean naturalmente más autoritarios que los políticos españoles. Es más, tenemos un político español que
ha sido presidente del gobierno de España y que no tiene ningún tipo de problema moral con estar
legitimando la tiranía chavista en Venezuela. Estoy refiriendo, claro, a José Luis Rodríguez Zapatero.
Si Zapatero no pudo hacer en España lo mismo que ha hecho el chavismo en Venezuela, no es porque
Zapatero tenga algún tipo de restricción moral, de autocontrol moral, que le impida legitimar la
senda de tiranización de una sociedad. Porque esa senda de tiranización sí la está legitimando en el
caso de Venezuela. Si Zapatero no pudo hacer en España lo que el chavismo ha hecho en Venezuela,
es fundamentalmente porque las instituciones españolas todavía son más sólidas que las
instituciones venezolanas. Es decir, que los pesos y contrapesos existentes dentro de España todavía
son capaces de limitar el riesgo de tiranización en mayor medida de lo que pudieron hacerlo en Venezuela.
De hecho, una democracia sin esos pesos y contrapesos se puede convertir en la mayor de las tiranías
imaginables. Porque basta con que un tirano se vista con los ropajes de demócrata aún manipulando los
resultados de las elecciones para que luego a ese tirano se le consienta todo. Quienes defienden una
democracia ilimitada, es decir, una democracia que pueda hacer lo que le venga en gana con tal de
que tenga un respaldo suficiente de votos detrás, quienes defienden esa democracia ilimitada, basta
con que consigan generar la imagen, la ilusión de que cuentan con suficiente respaldo electoral para
legitimar cualquier acción, cualquier comportamiento, cualquier decisión del tirano que se ha vestido con
ropajes democráticos. Y por eso, como el caso venezolano ilustra a la perfección, no podemos
ceder ni un milímetro ante cualquier intento de nuestros gobernantes por ir desarmando el sistema
de pesos y de contrapesos que sirve para restringir su poder y, por tanto, para minimizar el riesgo de que
se tiranicen. Porque si nuestros gobernantes consiguen desarmar ese sistema político, social y económico de
pesos y contrapesos, nuestros gobernantes se tiranizarán. No es una pendiente resbaladiza optativa, sino
inevitable. Y por desgracia, en demasiados países como España ya hemos cedido demasiado terreno al respecto.
No hemos llegado todavía a un punto de no retorno, pero en Venezuela también creyeron en su momento
que no llegarían a ese punto de no retorno. Y hoy son totalmente rehenes de la tiranía chavista.