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¿Cómo podemos proteger nuestros ahorros del robo que constituye la inflación?
Veámoslo.
En los vídeos anteriores dentro de esta serie apadrinada por Freedom24,
explicamos, por un lado, qué es la inflación y por qué nos empobrece,
y por otro lado, por qué ese empobrecimiento es especialmente acusado entre los más pobres.
Pues bien, en el vídeo de hoy vamos a hablar sobre cómo protegernos frente a la inflación.
Si, como ya explicamos, la inflación es la pérdida de valor del dinero y, por tanto,
la inflación empobrece a aquellos que o tienen dinero o poseen derechos de cobro en dinero
que se revalorizan por debajo de la inflación, entonces la forma de protegernos frente a la
inflación será adquirir activos que no sean dinero y que se revaloricen por encima de la inflación.
¿Qué activos son esos? Pues una forma de dividir a todos los activos que existen es entre activos
reales y activos financieros. Un activo real es aquel activo que no es el pasivo de nadie más.
Un activo financiero es aquel activo que es, al mismo tiempo, el pasivo de otro agente.
Pues bien, ¿qué características han de tener los activos financieros y los activos reales que
debemos adquirir para protegernos frente a la inflación? Empecemos con los activos
financieros. Un activo financiero, en última instancia, es un derecho de cobro, normalmente
en dinero, frente a terceros. Pues bien, para que un activo financiero nos proteja frente a la
inflación, los flujos monetarios, los flujos de caja que percibimos a través de ese activo financiero
han de aumentar cuantitativamente más de lo que se está depreciando el dinero. Por ejemplo,
si yo le presto mil euros a una persona a cambio de que me los devuelva dentro de un año, yo he adquirido
un activo financiero, un derecho de cobro frente a mi deudor. Y si la inflación a lo largo del año es
del 5%, yo sólo podré conservar o incrementar mi valor patrimonial si esa persona a la que le he
prestado el dinero me devuelve, al cabo de un año, al menos 1.050 euros. Si me devuelve menos de 1.050 euros,
me habré empobrecido como consecuencia de la inflación. Por consiguiente, si queremos
protegernos de la inflación a través de la adquisición de activos financieros, deberemos
seleccionar activos financieros cuyos flujos de caja futuros se incrementen cuantitativamente más
del valor que pierde el dinero, es decir, más que la inflación. Y si por simplicidad dividimos los
activos financieros, por un lado, en aquellos que nos prometen un flujo de caja variable, y por otro,
en aquellos que nos prometen un flujo de caja fijo, o por simplificar todavía más, acciones y bonos,
deberemos buscar, por un lado, o acciones de compañías cuyos beneficios, cuyas ganancias
esperadas tengan la capacidad de incrementarse nominalmente en momentos de inflación, o buscar
bonos emitidos por empresas solventes que nos prometan un tipo de interés por encima de la
inflación esperada. En contra de lo que podríamos pensar, no toda empresa, en momentos de inflación,
tiene la capacidad de incrementar sus ganancias nominales. Las empresas cuyos productos tengan una
demanda muy elástica, es decir, productos cuya cantidad vendida se reduce mucho a poco que
incremente su precio, no suelen tener la capacidad de trasladar las subidas de costes que están
experimentando en un contexto inflacionista a los consumidores finales. Y por eso, esas empresas que
se enfrentan a una demanda elástica por sus productos, en momentos de inflación, suelen ver contraídos
sus márgenes de ganancia. De tal manera que puede llegar a suceder que sus ganancias nominales no
sólo no suban por encima de la inflación, sino que incluso caigan. Así pues, en términos generales,
no es el único factor que hay que mirar, pero en términos generales, en coyunturas inflacionistas,
las empresas que vendan mercancías con demanda elástica y cuya demanda de factores productivos
sea muy inelástica, son empresas cuyas acciones, en coyunturas inflacionistas, habría que evitar.
En cambio, aquellas otras empresas cuyos productos, cuyas mercancías, tengan una demanda muy inelástica,
sí tendrán capacidad de trasladar las subidas de precios que están experimentando sobre sus factores
productivos a los consumidores finales, sí tendrán, por tanto, la capacidad de incrementar sus ganancias
nominales al mismo ritmo que la inflación y, por tanto, sus acciones sí serán activos financieros
interesantes, adecuados, para protegernos frente a la inflación. Y en cuanto a la inversión en bonos,
en principio podría parecer que es sencillo seleccionar aquellos bonos cuyos tipos de interés
nominales superen la inflación esperada. El problema está en que si invertimos a muy largo
plazo va siendo cada vez más complicado prever la inflación a largo plazo. Invertir en un bono a 10,
15, 20 o 30 años nos expone a que dentro de 10, 15, 20 o 30 años la inflación sea mucho más alta
de lo que hemos previsto hoy y que, por tanto, engulla los tipos de interés nominales que hemos
pactado hoy. Si hoy pactamos un tipo de interés anual del 4% a 30 años y dentro de 15 años la
inflación se dispara estructuralmente al 5%, pues entonces, a partir del año decimoquinto,
nos estaremos empobreciendo año tras año como consecuencia de la inflación. Una forma de minimizar
este riesgo es invertir en bonos indexados a la inflación, de tal manera que los tipos de interés
que paguen fluctúen a la alza o a la baja según fluctúe la inflación. O, alternativamente,
otra forma que también tenemos de minimizar este riesgo es invertir en activos de renta fija,
lo que coloquialmente hemos llamado bonos, que sean a corto plazo. De tal manera que,
si la inflación desborda mis expectativas, pueda rescatar el dinero invertido en ese activo
de renta fija a corto plazo y reinvertirlo, en ese momento, en otro activo de renta fija que esté
pagando un tipo de interés superior a la inflación que no había sido capaz de prever. Por ejemplo,
Freedom24, la entidad que apadrina esta serie de vídeos sobre la influencia de la inflación en
nuestro patrimonio, dispone ahora mismo de dos tipos de planes de ahorro. Un plan de ahorro diario,
la cuenta D, que está remunerado a un tipo de interés por encima de la inflación, del 5,31%
en dólares o del 3,89% en euros, que puede rescatarse en cualquier momento, porque los
intereses se devengan diariamente. O, alternativamente, también dispone de un plan de ahorro llamado a
largo plazo, pero que en realidad es un plan de ahorro a corto o medio plazo, a tres, seis o doce
meses, que están remunerados con un tipo de interés de hasta el 8,76% en dólares o el 6,42%
en euros, en ambos casos de nuevo por encima de la inflación, y que, por tanto, pueden ser rescatados
a tres, seis o doce meses si la inflación desbordara estos tipos de interés ofrecidos a cada uno de estos
plazos ahora mismo. Además, recordemos que tanto el plan de ahorro diario como el plan de ahorro a largo
plazo están protegidos por el Fondo de Compensación de Inversores de Clientes de Empresas de Inversión
de Chipre por un importe de hasta 20.000 euros. Si quieres obtener más información sobre estos planes
de ahorro de Freedom24, podrás obtenerla pinchando en el enlace que aparece en la caja de descripción de
este vídeo. Vayamos ahora con los activos reales, aquellos activos que no son al mismo tiempo el
pasivo de nadie más. El valor de un activo real depende de su utilidad directa o indirecta, es
decir, de la importancia de aquellos fines humanos que puede satisfacer directamente como objeto de
consumo, o de la importancia de aquellos fines humanos que puede satisfacer indirectamente como
factor de producción de mercancías que terminan siendo bienes de consumo. Expresado así, podríamos
pensar que para protegernos de la inflación hemos de invertir en activos reales que sean muy útiles,
que satisfagan necesidades humanas muy importantes. Pero limitar el análisis a esto sería un error,
porque lo que cuenta no es la utilidad general de un activo real, sino su utilidad marginal. Es decir,
la importancia del fin menos importante que una determinada oferta, una determinada disponibilidad
de activos reales es susceptible de satisfacer. O dicho de otra manera, si la oferta de un determinado
activo real es susceptible de incrementarse mucho en el futuro, su precio tenderá a caer porque las
múltiples unidades adicionales producidas sólo serán capaces de satisfacer fines muy poco importantes.
Y el valor de todo el stock de ese activo real depende de la utilidad de la última unidad existente,
es decir, de su utilidad marginal. Por eso, si queremos protegernos frente a la inflación invirtiendo
en activos reales, no basta con que seleccionemos algún activo real que creamos que es muy importante
para la humanidad, sino que hay que seleccionar un activo real que sea muy útil, muy importante
para la humanidad, pero cuya oferta sea bastante inelástica. Es decir, cuya oferta no sea susceptible
de incrementarse mucho a corto plazo ante aumentos de su precio. Porque si la oferta potencial de una
determinada mercancía es susceptible de incrementarse muchísimo en el futuro, su precio tenderá a
desmoronarse porque su utilidad marginal también lo hará. De ahí que activos reales que históricamente
hayan protegido a los inversores frente a la inflación hayan sido, por ejemplo, la vivienda,
los inmuebles, sobre todo inmuebles ubicados en buenas zonas de una ciudad cuya demanda por
habitar en ellos o por utilizarlos comercialmente no tenga avisos de desmoronarse, inmuebles útiles
cuya oferta tiende a ser bastante inelástica, en muchos casos por sobre regulaciones estatales que
impiden la construcción de nuevas viviendas, pero en todo caso por la lentitud de los plazos para
incrementar la oferta y también otro activo real que a largo plazo ha protegido frente a la inflación
ha sido el oro, cuya oferta de nuevo es bastante inelástica en el corto plazo, porque no es posible
multiplicar muchísimo el stock de oro existente en el corto plazo. En la actualidad y tras la emergencia
de bitcoin probablemente también podamos incluir a este nuevo activo bitcoin dentro de la categoría
dentro del conjunto de activos reales capaces de protegernos frente a la inflación en el largo
plazo, porque se trata de un activo real de oferta muy inelástica, de hecho la oferta máxima futura está
limitada y con la utilidad de permitirnos transportar valor en el tiempo protegidos frente al riesgo de
confiscación estatal. Así pues, si vivimos en una economía cuya unidad monetaria va perdiendo
secularmente valor, es decir, va sufriendo a largo plazo de inflación, la forma de protegernos frente
al empobrecimiento derivado de esa inflación es no mantener una porción significativa de nuestro
patrimonio en dinero, en un dinero que pierde valor, sino buscar adquirir activos financieros cuyos
flujos de caja futuros se incrementen cuantitativamente por encima de la inflación o adquirir
activos reales cuyo precio tienda a aumentar a largo plazo al mismo ritmo o por encima de la inflación
debido a que pese a ser útiles su oferta resulta bastante inelástica. Si no hacemos nada de todo esto,
la inflación nos empobrecerá. Lo que es lo mismo que decir que el Estado nos robará. Y justamente en
el próximo vídeo dentro de esta serie explicaremos por qué el Estado sale ganando a través de la inflación.