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¿Cuál es el auténtico fondo, cuál es el auténtico conflicto detrás de las recientes
amenazas de la Comisión Europea contra la red social X? Veámoslo.
En el vídeo de ayer ya comentamos que la Unión Europea ha amenazado a Twitter a X con censurarlo
por el hecho de que Elon Musk, a través de su perfil personal, haya emitido también a
territorio europeo la entrevista a Donald Trump. Al parecer, para la Comisión Europea,
entrevistar al candidato republicano a la presidencia de los Estados Unidos y emitir esa entrevista
dentro del territorio europeo constituye una llamada al odio y, por tanto, es algo que debe
ser acallado o recortado según dictamina la Ley de Servicios Digitales de la Unión Europea.
Una forma de censura abierta y descarada. Sin embargo, tengamos presente que existen
otras formas de censura más veladas y menos transparentes. Es decir, otras formas de censura
dictadas por el poder político, pero de cuya existencia ni siquiera llega a ser consciente
la propia población. Y es que hace apenas un mes, el propio Elon Musk, a través de su perfil
en X, reveló públicamente que la Comisión Europea estaba investigando a esta red social por incumplimiento
de las normas europeas, amenazando, como vimos ayer, con suspender temporalmente el servicio o con
imponerle una gigantesca multa, que la Comisión Europea estaba investigando a Twitter con el objetivo
de llegar a un pacto secreto con Elon Musk para que éste se encargara de censurar determinadas
opiniones o determinadas visiones ideológicas que le resultaban incómodas a la Comisión Europea,
a cambio de que la Comisión Europea no terminara sancionando a Twitter. Este fue el tuit que publicó
Elon Musk hace un mes. La Comisión Europea le ha ofrecido a X un acuerdo secreto ilegal. Si de
manera disimulada y sin decírselo a nadie censurábamos ciertos discursos, ellos no nos sancionarían. Hay
otras plataformas que han aceptado este trato. X no lo ha hecho. Y de aquellos polvos, estos lodos. El
odio visceral que le tiene la Comisión Europea a Twitter es un odio que deriva simple y llanamente
de que Twitter no está pactando con ellos, de que Twitter no está jugando al juego censor al que
quiere jugar la Comisión Europea. Es decir, que Elon Musk no está aceptando administrar internamente
Twitter como a la Comisión Europea le gustaría que se administrara para censurar ciertos puntos
de vista. Vamos, que los políticos europeos no están pudiendo comprar a Elon Musk y eso les pone
de los nervios. Claro, a un político le resulta mucho más cómodo que un empresario privado encargado
de gestionar su propiedad privada, su red social, su plataforma social, como pueda ser Twitter, Facebook,
Instagram, YouTube, TikTok, etcétera, a un político le resulta mucho más cómodo que los dueños de esas
plataformas sean quienes, apelando a su derecho legítimo a gestionar su propiedad privada como
gusten, promocionen ciertas opiniones y marginen otras. Eso es algo que un propietario privado puede
hacer, pero es algo que un político nunca debería poder hacer porque estaría utilizando la coacción
estatal para censurar aquellas opiniones políticas que no le gusten. Y claro, como al político le
resulta mucho más incómodo emitir un acto administrativo en el que se retrate como un
censor, lo que hace es chantajear a otras plataformas y llegar a acuerdos de tapadillo con ellas para,
a cambio de no ser sancionados, a cambio de no atracarte de manera sangrante con una multa que
debería ser radicalmente ilegítima, a cambio de no imponerte esta milmillonaria sanción,
tú encárgate de hacer el trabajo sucio censor fuera de los focos de la fiscalización pública.
Y como Elon Musk compró Twitter, ahora X, para posibilitar el libre debate público sin censuras,
sin filtros de antemano, como Elon Musk no quiere llegar a acuerdos con la mafia de la
Unión Europea para censurar el contenido de Twitter según les gustaría a los burócratas
de la Comisión Europea que se censurara, entonces ahora la Comisión Europea ya está pasando a las
amenazas abiertas. Si no te sometes, sanción milmillonaria o suspensión temporal del servicio.
Este tipo de acuerdos censores en la opacidad es algo que, por cierto, a buen seguro se fragó con
los anteriores propietarios y gestores de la red social Twitter. Porque la Comisión Europea jamás tuvo
ninguna queja sobre el funcionamiento interno de Twitter hasta que llegó Elon Musk y eliminó los
filtros censores que había internamente. A partir de ahí, cuando la Comisión Europea comenzó a perder
el control sobre lo que se publicaba o se dejaba de publicar en Twitter, es cuando la Comisión Europea
empezó a colocar el grito en el cielo, en una escalada cuyo último acto fue la carta mafiosa de ayer
de Thierry Breton. En definitiva, tengamos muy claro que no hemos ganado definitivamente la batalla por
la libertad de expresión y por la libertad de prensa. Aunque la censura pueda sonarnos, especialmente
en Estados Unidos o en ciertos países europeos, como algo del pasado, como algo pretérito, como algo
completamente olvidado, en realidad la censura es siempre y en todo lugar un impulso, una inclinación
natural de la clase gobernante. Porque controlando el discurso público son capaces de controlar o al
menos de incrementar la probabilidad de controlar a la población. Y si la clase gobernante aspira a
mantener el poder controlando a la población, obviamente la clase gobernante tendrá un apetito
insaciable por la censura. Que en Estados Unidos o en Europa no se censure más de lo que ya se censura
es simple y llanamente porque hay una masa notable de la población que, si es consciente de que los
políticos están recurriendo a la censura, se levantaría para protestar. Porque todavía hay una
masa muy importante de la población estadounidense y europea que no acepta la censura. Pero como
nuestros políticos siguen queriendo censurar, lo que tratan de hacer es buscar nuevas estratagemas
censoras que escapen del conocimiento y del escrutinio público. Por ejemplo, amenazar a los medios
de comunicación o a las plataformas de comunicación con sanciones pecuniarias, salvo que acepten una
política de moderación de comentarios o de moderación de contenidos que reproduzca los caprichos censores de
la clase política occidental. Las zafias amenazas de la Comisión Europea en contra de X simplemente por
haber emitido dentro de esa red social, y por tanto también en territorio europeo, una entrevista a
Donald Trump ponen de manifiesto que nuestros gobernantes estaban muy acostumbrados a ejercer
la censura incluso en ámbitos en los que no éramos plenamente conscientes que se ejercía. Ha servido para
que se quiten la careta como lo que son, unos enemigos radicales de la libertad de expresión y de la
libertad de prensa. Y en este punto es imprescindible plantarse y decir basta. Si
aceptamos tutelas sobre la libertad de expresión, estaremos aceptando tutelas sobre nuestra libertad
de pensamiento y, por tanto, y en última instancia, sobre nuestra libertad de acción.