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¿El ahorro es el primer paso para construir un patrimonio personal? ¿Y cómo puede ayudarnos
mentalmente en la llamada regla 50-30-20, ahorrar? Veámoslo.
Hoy, por cortesía de TradeRepublic, comenzamos una nueva serie de vídeos sobre finanzas
personales e inversión. A lo largo de los próximos vídeos dentro de esta serie, repasaremos
conceptos tan básicos e importantes como el interés compuesto, la diversificación,
la diferencia entre renta fija y renta variable, o la diferencia entre gestión activa y gestión
pasiva. El objetivo de este conjunto de vídeos es el de proporcionar unas nociones básicas
sobre cómo ir construyendo poco a poco un patrimonio personal a través de los mercados
financieros. Y el primer paso imprescindible dentro de cualquier itinerario para construir
ese patrimonio personal a través de los mercados financieros reside en el ahorro. Para amasar
un patrimonio personal es necesario invertir, es decir, adquirir aquellos activos que van
a integrar ese patrimonio personal. Pero para poder adquirir los activos que queremos que
integren nuestro patrimonio personal, es necesario ahorrar. Porque incluso en el caso de que
quisiéramos endeudarnos para obtener la financiación con la que adquirir esos activos,
para poder acceder a un cierto volumen de endeudamiento, necesitaríamos tener un mínimo
ahorro personal propio que le sirviera a nuestro prestamista como garantía de repago. Por tanto,
si queremos construir un patrimonio personal, sí o sí tenemos que ahorrar. Y el ahorro personal
no es más que la diferencia entre nuestros ingresos y nuestros gastos. Y por tanto,
para ahorrar hemos de tomar decisiones tanto con respecto a los ingresos como con respecto
a los gastos. En cuanto a los ingresos, los ingresos de una persona pueden ser tanto ingresos
derivados del trabajo, ya sea del trabajo por cuenta ajena, los salarios, o del trabajo por
cuenta propia, los ingresos profesionales de un autónomo, o también ingresos derivados del capital.
Por ejemplo, los intereses, los dividendos, los alquileres que pueda estar cobrando una persona,
forman parte de sus ingresos del capital. Así pues, si queremos incrementar nuestro
volumen de ahorros desde el lado de los ingresos, tendremos que incrementar o bien los ingresos del
trabajo o bien los ingresos del capital. Los ingresos del trabajo se pueden incrementar
o trabajando más horas, o tratando de obtener una mayor remuneración por hora trabajada. Y los
ingresos del capital se pueden incrementar o adquiriendo una mayor cantidad de activos,
para lo cual es necesario haber ahorrado previamente, o tratando de rentabilizar en
mayor medida el capital de que ya disponemos, es decir, efectuar una mejor selección del tipo
de activos que componen nuestra cartera patrimonial. Por tanto, ahorro es igual a ingresos menos gastos,
los ingresos pueden ser del trabajo o del capital, los ingresos del trabajo se pueden
incrementar o trabajando más horas o tratando de lograr una mayor remuneración por hora trabajada,
los ingresos del capital se pueden incrementar o adquiriendo un mayor volumen de activos que
proporcionen rentabilidad o logrando una mayor rentabilidad sobre cada uno de los activos que
integran nuestro patrimonio. Pero a su vez también podemos incrementar nuestro volumen de ahorros
desde el lado de los gastos, concretamente intentando reducir nuestros gastos para generar
una diferencia positiva entre lo que ingresamos y lo que gastamos. Y al respecto, una de las formas
en las que podemos clasificar mentalmente nuestros gastos con el objetivo puesto en reducirlos para
generar ahorro es entre gastos imprescindibles y gastos prescindibles. Obviamente podríamos llegar
al extremo de decir que ningún gasto monetario es enteramente imprescindible, pero la distinción
entre gastos imprescindibles o prescindibles es una forma de ayudarnos a detectar aquellos gastos
que más fácilmente podemos recortar. ¿Qué gastos se suelen considerar imprescindibles? Pues el gasto
en vivienda, el gasto en suministros básicos como electricidad, gas o teléfono, el gasto en alimentación
o el gasto en vestimenta, el gasto del transporte hasta el trabajo o también los gastos vinculados
con la educación de los hijos. Esas son las partidas genéricas de gastos que se suelen considerar
imprescindibles. No es que no pueda haber margen de ahorro en ellas, no es que no quepa recortar
nada en todas estas partidas para reducir gastos e incrementar el ahorro, sino que, como decía antes,
no pueden reducirse de manera muy significativa o no pueden suprimirse por entero. Son partidas,
por tanto, en las que en términos relativos hay poco que rascar. Puede que haya algo, pero no
muchísimo. Y siendo estas las partidas de gastos imprescindibles, todos los demás gastos entrarían
en la categoría de gastos prescindibles. ¿Así pues qué son los gastos prescindibles? Pues en primer
lugar los despilfarros puros y duros, es decir, aquellos gastos en los que seguimos incurriendo
periódicamente pero que no nos aportan ningún tipo de bienestar. ¿Y por qué, si no nos aportan
ningún tipo de bienestar, seguimos incurriendo en ellos? Pues por inercia, por algún automatismo,
por desidia, por habernos olvidado, quizá incluso de ellos, y son el primer tipo de
gastos que habría que suprimir. En segundo lugar, también se pueden incluir aquí aquellos gastos que
sí nos proporcionan bienestar, pero menos bienestar que el tener un patrimonio futuro.
Por tanto, son gastos que conviene eliminar, alcanzar el objetivo de construir ese patrimonio
personal futuro. En tercer lugar, también entran en esta categoría los gastos que sí nos proporcionan
un bienestar presente, pero que es un bienestar presente que podemos diferir en el tiempo. Pueden
ser gastos importantes, gastos que sí o sí queremos efectuar en algún momento en nuestras
vidas, pero ese momento no tiene por qué ser ahora mismo, puede ser más adelante. Y si diferimos el
momento del gasto, todo ese tiempo en el que no estamos gastando, estamos ahorrando. Y el ahorro
nos permite, durante ese tiempo, obtener rentas del capital que pueden ser adicionalmente ahorradas.
Y, por último, también podríamos incluir en esta categoría de gastos prescindibles los
gastos para conseguir estatus. Hay determinados gastos que solo nos sirven para diferenciarnos
de los demás, para señalizar ante los demás que tenemos un elevado poder adquisitivo o un elevado
tren de vida. Esos gastos pueden proporcionarnos bienestar, porque el estatus es algo que mucha
gente valora. Pero tengamos presente que es un bienestar vía estatus que compramos renunciando
a nuestra capacidad de construir un patrimonio personal propio. Y tener un patrimonio personal
propio también confiere estatus. Por tanto, aunque el objetivo de una persona sea conseguir
estatus, puede ser más aconsejable lograr ese estatus ahorrando e invirtiendo que no dilapidando
los ingresos en mercancías carísimas. Por cierto, y sobre esta cuestión, Trade Republic, que es la
plataforma de inversión que está impulsando esta serie de vídeos sobre finanzas personales, acaba
de lanzar en Alemania, y durante las próximas semanas se extenderá también a otros países como
España, su tarjeta Trade Republic Visa, que reintegra a sus usuarios el 1% de sus gastos y
lo invierte automáticamente a un fondo de inversión a elección del propio usuario, combinando así para
ese 1% ahorro y gasto. Podéis obtener más información sobre este producto en el link que aparece en la
descripción del vídeo. Pues bien, en finanzas personales suele hablarse de la regla 50-30-20
para marcar límites máximos a cada uno de estos tipos de gasto. Los gastos imprescindibles de
una persona no deberían superar el 50% de sus ingresos. Si los gastos imprescindibles de esa
persona superan sistemáticamente el 50% de sus ingresos, esa persona a medio plazo debería
replantearse un cambio en su estructura y en su tipo de vida, ya sea buscando más ingresos o ya
sea recortando gastos imprescindibles modificando el modo en el que está viviendo, por ejemplo,
el lugar en el que vive, el colegio al que lleva a sus hijos, etcétera, etcétera. Por su parte,
los gastos prescindibles no deberían superar el 30% de los ingresos. Esta, en principio,
debería ser la parte más fácil de conseguir, porque si los hemos calificado como gastos
prescindibles, eso, por definición, significa que los podemos reducir. Podemos prescindir de
ellos y, por tanto, si podemos prescindir de ellos, deberíamos evitar gastar en aquello en lo que
podemos prescindir hoy más del 30% de nuestros ingresos corrientes. Y si hasta el 50% va destinado
a gastos imprescindibles, hasta el 30% a gastos prescindibles, ¿qué es el otro 20% de los ingresos?
El ahorro. Esta regla del mundo de las finanzas personales aconseja ser capaz de ahorrar
recurrentemente alrededor del 20% de nuestros ingresos. Si no conseguimos ahorrar el 20% de
los ingresos, en primer lugar, habrá que recortar los gastos prescindibles hasta conseguirlo. Y si
ni siquiera recortando los gastos prescindibles para conseguirlo lo logramos, habrá que plantearse
un ajuste de ingresos y de gastos imprescindibles. Pero ese segundo ajuste ya es un ajuste más
complicado de hacer y que implica, como decíamos, cambios sustanciales en los estilos de vida a
medio plazo. De hecho, la regla 50-30-20 también aconseja considerar mentalmente el ahorro como
un gasto. Un gasto fijo y periódico en la construcción de un patrimonio personal a largo plazo. Es decir,
no ahorrar aquel residuo que a final de mes nos queda sobre nuestros ingresos después de haber
efectuado los gastos imprescindibles y los gastos prescindibles, sino imponerse la disciplina o
incluso la automatización de que cada mes se nos retire como gasto, como cuando pagamos los
suministros o pagamos el alquiler o pagamos la hipoteca, se nos retire alrededor del 20% de
nuestros ingresos como ahorro. Por ejemplo, si una persona tiene unos ingresos promedio de
2.000 euros mensuales, cada mes tendría un gasto en ahorro. En destinar un 20% de sus ingresos a
construir un patrimonio personal de cara al futuro, tendría un gasto en ahorro de 400 euros. Y por
tanto, en lugar de dejar que sea el ahorro el que varíe en función de nuestra disciplina o
indisciplina a la hora de controlar los gastos prescindibles, lo que hacemos es ajustar a final
de mes los gastos prescindibles a los ingresos que nos quedan después de haber atendido los
gastos imprescindibles y el ahorro imprescindible. Por tanto, como decíamos, el primer paso para
construir un patrimonio personal propio es el ahorro. Pero ¿hasta qué punto, con un ahorro del
20% sobre unos ingresos que no tienen por qué ser estratosféricos, seremos capaces de construir
un patrimonio personal significativo? Porque uno también puede pensar que si su capacidad de
ahorro es muy limitada, ¿para qué va a hacer el sobreesfuerzo de austeridad si al final no va
a obtener frutos en forma de un patrimonio personal significativo? Pero aquí es donde
entra el enorme potencial del interés compuesto. Y hablaremos sobre esto en el próximo vídeo.
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