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Juan Ramón Rallo

Laissez faire, laissez passer. Laissez faire, laissez passer.

Transcribed podcasts: 2280
Time transcribed: 38d 6h 22m 10s

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Las medidas de distanciamiento social han resultado ser claves en la lucha contra el coronavirus.
Si las personas no mantienen un contacto cercano entre ellas, la difusión del patógeno se
ve notablemente reducida y por tanto su transmisión comunitaria deja de resultar exitosa.
Ahora bien, dentro de la categoría general de medidas de distanciamiento social, existen
muchos mecanismos distintos y variados que pueden llegar a aplicarse para luchar contra
esta o otras pandemias. No es lo mismo confinar a todo el mundo en sus domicilios durante varios
meses que cerrar las escuelas, suspender los grandes eventos o cerrar el país a los vuelos
internacionales. Y por tanto, si las medidas de distanciamiento social que insisto son claves para
combatir la transmisión comunitaria del coronavirus son muy variadas, será necesario,
resultará importante ser capaz de discriminar cuáles de esas medidas son más eficaces a la
hora de detener la transmisión del coronavirus, dado que podría haber medidas de distanciamiento
social muy eficaces y poco costosas, es decir, muy eficientes a la hora de luchar contra el
coronavirus, y también podría haber medidas de distanciamiento social poco eficaces y
muy costosas a la hora de luchar contra el coronavirus. Las primeras, las eficientes,
deberían ser aplicadas de manera prioritaria. Las segundas, más poco eficaces y muy costosas,
deberían ser evitadas a toda costa porque no generan ningún beneficio ni sanitario, ni minimizarían
los costes económicos de luchar por esa vía contra el coronavirus. Evidentemente, cuando el
COVID-19 se presentó en nuestras vidas de manera más o menos repentina, la información que teníamos
acerca de cómo combatir más eficientemente el COVID-19 era nula. Era la primera vez que nos
enfrentábamos a este virus, era un virus muy desconocido y por consiguiente había muchísima
incertidumbre sobre qué medidas funcionaban y qué medidas no funcionaban. Sin embargo,
como durante los últimos meses, nos hemos visto forzados a experimentar con distintas
medidas de distanciamiento social para intentar, aunque fuera dando palos de ciego, tratar de
frenar la difusión del coronavirus. Hemos terminado testando cuál es la eficacia de medidas de
distanciamiento social muy diferentes en muchas regiones muy variadas del mundo a la hora de
contener la propagación de esta pandemia. Y, por tanto, ya contamos con una base de información,
con una base de datos amplísima de la que intentar extraer conocimiento acerca de qué
medidas de distanciamiento social son más eficaces y también más eficientes. Y este ejercicio,
el tratar de distinguir, el tratar de discriminar qué medidas de distanciamiento social han funcionado
y cuáles no. Es el que han realizado recientemente tres economistas, Nikos Askitas, Konstantinos
Tachidamos y Bertrand Verhaiden en un pay pertitulado a los Grand Strategies, Mobility, Patterson,
COVID-19. Estos tres economistas analizan la evolución de la pandemia durante los últimos
meses en 135 países del mundo. Según cada uno de ellos, fue aplicando diferentes medidas de
distanciamiento social para evidentemente tratar de constatar, tratar de estimar la eficacia de
cada una de estas medidas de distanciamiento social a la hora de contener la propagación del virus.
En concreto, los autores analizan la eficacia de las ocho siguientes medidas de distanciamiento
social. Primero, la restricción del tráfico aéreo. Segundo, el cierre del transporte público.
Tercero, la suspensión de grandes eventos. Cuarto, la limitación de las aglomeraciones,
de las grandes aglomeraciones de gente. Quinto, el cierre de escuelas. Sexto, la cancelación
del trabajo presencial. Séptimo, el confinamiento domiciliario. Y octavo, la restricción interna
de movimientos dentro de un país. Y lo que intentan conocer es cuál o cuáles de estas
medidas resultan más eficaces a la hora de contener la propagación del virus. Fijémonos
que la tarea no es tan sencilla como analizar cuándo se adopta una medida y cómo evolucionan
los casos de nuevos contagios a partir de ese momento, porque los países suelen adoptar
más de una medida de distanciamiento social a la vez. Imaginemos que un gobierno decreta
al cierre de las escuelas y la restricción del movimiento interno de ciudadanos el mismo
día. Y a partir de ese día o a las pocas semanas de haber adoptado esas medidas, el
número de contagios desciende un 50%. ¿A qué se debe ese descenso del 50%? A haber
cerrado las escuelas, a haber restringido el movimiento interno de personas, a las dos
a la vez, a una tercera causa que no estamos especificando y de la que no estamos siendo
conscientes. Pues bien, todos estos problemas son los que los autores intentan aislar y
solucionar en su paper para determinar cuál es la influencia específica en el conjunto
del planeta de esas ocho medidas de distanciamiento social que he mencionado antes, de manera
que no haya influencias pulsadas de una sobre otras. Pues bien, la conclusión final de este
paper es que las tres medidas más eficaces de distanciamiento social para frenar la expansión
del coronavirus han sido la prohibición de grandes eventos, la prohibición de las grandes
aglomeraciones de gente y el cierre de las escuelas. En un segundo grupo de medidas eficaces
pero bastante menos que las tres anteriores, encontramos la limitación del trabajo presencial
y el confinamiento domiciliario. Y por último, las tres medidas menos eficaces o no eficaces
en absoluto según estos tres autores fueron la restricción del tráfico aéreo, la suspensión
del transporte público y la limitación de los movimientos internos dentro de un país.
Fijémonos por tanto que el confinamiento domiciliario, que es la estrategia reforzada
que se tuvo que adoptar en España a partir del 14 de marzo, no es ninguna de las tres
medidas más eficaces para luchar contra el coronavirus. Repito, las tres medidas más
importantes, más decisivas a la hora de contener la expansión del virus son la restricción
o prohibición de grandes eventos, la restricción o prohibición de grandes aglomeraciones de
gente y el cierre, temporal, obvio de las escuelas. Es decir, que los niños dejen de
acudir a los centros de enseñanza. ¿Por qué esta conclusión es muy significativa?
En primer lugar, porque si en el futuro hubiese rebrotes del virus, ya sabríamos cuáles
son las tres medidas más eficaces que deberíamos adoptar. Nada de grandes eventos, nada de
aglomeraciones de gente y nada de educación presencial. Y tal vez, solo con estas tres
medidas conseguiríamos frenar de manera muy decisiva, sin necesidad de paralizar por
completo el país la transmisión del coronavirus. Pero en segundo lugar, estas conclusiones también
son relevantes para juzgar la responsabilidad de nuestros gobernantes.
Y es que un argumento que se ha utilizado mucho para exculpar de cualquier responsabilidad
al Gobierno de Peso de Podemos acerca de su pésima, de su desastrosa gestión de esta
pandemia, ha sido que nos encontrabamos ante un desastre novedoso que no teníamos información
sobre cómo combatir. Y, por tanto, que habría resultado muy dudoso que la población hubiese
aceptado, de buenas a primeras, el confinamiento domiciliar y lo más estricto para luchar contra
esta pandemia. Imaginémonos que el 1 de marzo, o incluso el 7 de marzo, no digamos
día en febrero, el Gobierno obliga a todos los ciudadanos a que no salgan de casa, prohíbe
a los ciudadanos salir de casa, muy probablemente con la información que teníamos el 1 de marzo
o el 7 de marzo, grandes sectores de la sociedad española o de cualquier otra sociedad a lo
largo y ancho del mundo, habrían criticado que tomaran medidas tan severas contra una
pandemia que solo estaba empezando y que parecía que se podía contener por otras vidas. Quizá
esta excusa, quizá este pretexto, sea razonable. Es verdad que el Gobierno, cualquier Gobierno,
lo habría tenido muy complicado para decretar el confinamiento domiciliario a principios
de marzo. Ahora bien, ningún Gobierno español hubiese tenido especiales dificultades frente
a la opinión pública para decretar alguna de las tres medidas que hoy sabemos que fueron
especialmente eficaces para frenar la propagación del virus. Repito, suspensión de grandes
eventos, suspensión o prohibición de aglomeraciones de grandes aglomeraciones de gente y tercero,
suspensión de las clases. Estas tres medidas, es verdad, en un principio podrían haber
parecido exageradas, pero habrían podido ser digeridas por la opinión pública a diferencia
de lo que muy probablemente hubiese sucedido con el confinamiento domiciliario a principios
de marzo. Recordemos que en un reciente estudio que ya tuvimos ocasión de comentar y de resumir
en un vídeo que encontráis en la sección de pestañas, se llegaba a la conclusión de
que si el Gobierno español hubiese decretado el confinamiento domiciliario el 7 de marzo,
el 60% o más del 60% de los contagios y, por tanto, al menos el 60% de los fallecidos
en España se podrían haber salvado, adelantando solo una semana el confinamiento domiciliario.
Pues bien, si ahora sabemos que el confinamiento domiciliario es menos eficaz que el cierre
de escuelas, que la prohibición de grandes eventos, que la restricción de grandes aglomeraciones
de gente que no habríamos sido capaces de lograr, si el Gobierno español hubiese adelantado
alguna de estas tres medidas o las tres medidas, no ya el 7 de marzo, sino el 1 de marzo o
incluso a finales de febrero. Si el Gobierno español hubiese adoptado estas medidas las
más eficaces para luchar contra el coronavirus mucho antes del 7 de marzo, más mucho más
del 60% de los nuevos contagios y de los fallecidos habrían podido salvarse. ¿Por qué el Gobierno
español no lo hizo? No porque no pudiese tener, como hayamos comentado, el apoyo de la opinión
pública para medidas de distanciamiento social tan poco restrictivas en medio de una pandemia,
sino porque había que salvar el 8 de marzo. El 8 de marzo era la fecha clave en el calendario
para evitar adoptar cualquier medida de distanciamiento social que pudiese llevar a restringir o a
prohibir la celebración de ese 8 de marzo. Pero haber diferido las medidas de distanciamiento
social al 9 de marzo es cuando se empiezan a cerrar escuelas y se empiezan a restringir
grandes aglomeraciones de gente, haber esperado al 9 de marzo para permitir la celebración
del 8 de marzo a la luz de los nuevos resultados académicos que estamos obteniendo, que estas
medidas de distanciamiento social que sí podrían haberse adoptado antes del 8 de marzo
fueron en todo el mundo las más eficaces para luchar contra el coronavirus a la luz
de estos hallazgos académicos. La negligente pasividad del Gobierno cobra un nuevo significado
y es un significado trágico que se traduce en miles de muertos que podrían haberse
evitado si el fanatismo ideológico de este Gobierno no hubiese impedido la adopción
temprana de medidas de distanciamiento social eficaces, como la suspensión de grandes eventos,
como la prohibición de aglomeraciones de gente o como el cierre de escuelas. No haber
actuado a tiempo acondenado a fallecer a miles de personas en España.
Este es el canal de subtítulos en español de la Iglesia de Jesucristo de los Últimos
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