This graph shows how many times the word ______ has been mentioned throughout the history of the program.
El exceso de regulación está matando económicamente a la Unión Europea.
¡Veámoslo!
¿Por qué la economía europea ha entrado en una fase de decadencia y la economía de los Estados Unidos no?
Pues en un vídeo anterior ya tratamos esta cuestión.
Sin embargo, esta misma semana se ha publicado un informe muchísimo más extenso dentro de la Comisión Europea,
escrito por el expresidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi,
donde ahonda en la respuesta a esta pregunta.
De entrada, tres cuartas partes del diferencial de renta per cápita entre Estados Unidos y la Unión Europea
se deben a la menor productividad de la Unión Europea.
Y una cuarta parte, a que trabajamos menos horas per cápita.
Muy probablemente porque los tipos marginales en el impuesto sobre la renta son más altos en la Unión Europea que en Estados Unidos
y eso desincentiva el trabajo.
Pero sea como fuere, la causa fundamental del enorme diferencial de renta per cápita entre Estados Unidos y la Unión Europea
se debe, sobre todo, a la menor productividad de la Unión Europea.
Y es que, como podemos ver en este gráfico,
la productividad relativa de la Unión Europea con respecto a Estados Unidos
viene descendiendo desde comienzos de los años 90.
No es, por tanto, ni siquiera un fenómeno reciente,
sino un fenómeno que ya tiene prácticamente 35 años.
Todavía peor.
Durante los últimos 35 años,
tampoco es que el incremento de la productividad de la economía estadounidense
haya sido para echar cohetes.
Pero es que, en el caso de Europa, todavía ha sido peor.
Y, de acuerdo con Mario Draghi,
la razón fundamental por la cual la Unión Europea
ha sido incapaz de incrementar continuadamente su productividad,
tanto como lo ha hecho Estados Unidos,
es que la Unión Europea no ha sido capaz de capitalizar
la primera revolución tecnológica vinculada con Internet.
Internet arranca a mediados de los 90
y, a partir de ese momento,
la economía estadounidense comienza a transformarse
con la aparición de nuevas empresas,
que a día de hoy son las mayores empresas de la economía estadounidense,
y que guardan una relación muy estrecha con Internet.
Algo similar a lo que hoy podría estar sucediendo
con la inteligencia artificial.
Pues bien, en estas revoluciones tecnológicas
desde mediados de los 90,
Europa ni ha pinchado ni ha cortado.
No hay grandes empresas europeas
vinculadas ni con Internet
ni con la inteligencia artificial.
Y esto es fundamentalmente así
porque no se invierte dentro de Europa en el sector tecnológico.
Durante los últimos 15 años,
la inversión agregada dentro de la economía estadounidense,
en gran medida impulsada por la inversión tecnológica,
ha sido más elevada que dentro de la Unión Europea,
cuando con anterioridad era al revés.
¿Y por qué no tenemos grandes compañías tecnológicas
dentro de la Unión Europea
que inviertan masivamente
y que al hacerlo incrementen la productividad
y la renta per cápita dentro de la Unión Europea?
Pues aunque hay diversas razones, según Mario Draghi,
la principal es que las nuevas compañías,
las startups,
una vez llegan a la fase de crecimiento,
se ven estranguladas, destrozadas,
asfixiadas por la sobreregulación de la Unión Europea.
De ahí que muchas de esas empresas germinales
se larguen a Estados Unidos para crecer
y allí busquen financiación en los mercados de capitales estadounidenses
y, por tanto, terminan siendo adquiridas
por los capitalistas estadounidenses que las financian.
Conviene que leamos este relevante párrafo del informe Draghi.
Las barreras regulatorias para crecer
resultan especialmente gravosas en el sector tecnológico,
sobre todo para las empresas jóvenes.
Las barreras regulatorias limitan el crecimiento en varias maneras.
Primero, los procedimientos complejos y costosos
de los sistemas nacionales fragmentados
desincentivan a los inventores
a registrar sus derechos de propiedad intelectual,
dificultando que las empresas jóvenes aprovechen el mercado único.
Segundo, la postura regulatoria de la Unión Europea
hacia las empresas tecnológicas frena la innovación.
La Unión Europea cuenta actualmente
con alrededor de 100 leyes enfocadas en la tecnología
y más de 270 reguladores activos en redes digitales
en todos los Estados miembros.
Muchas leyes de la Unión Europea
adoptan un enfoque precaucionario,
imponiendo prácticas empresariales específicas
de manera anticipada
para evitar riesgos potenciales posteriores.
Tercero, las empresas digitales
se ven desincentivadas a operar en la Unión Europea
a través de filiales,
ya que se enfrentan a requisitos heterogéneos,
una proliferación de agencias regulatorias
y la sobreregulación de las autoridades nacionales
por encima de la legislación
que ya impone la Unión Europea.
Cuarto, las restricciones al almacenamiento
y procesamiento de datos
suponen altos costes de cumplimiento
y dificultan la creación de grandes bases de datos
conjuntas e integradas
que permitan entrenar a los nuevos modelos de IA.
Esta fragmentación coloca a las empresas europeas
en desventaja en comparación con Estados Unidos,
que se apoya en el sector privado
para construir enormes bases de datos
y también frente a China,
que puede aprovechar sus instituciones centralizadas
para la agregación de datos.
Este problema se agrava
porque la cooperación dentro de una misma industria
se ve penalizada por la aplicación
de la legislación en defensa de la competencia
dentro de la Unión Europea.
Y, por último,
la diversidad de normas nacionales
en la contratación pública
generan altos costes
a los proveedores de servicios en la nube.
El efecto neto de toda esta carga regulatoria
es que solo las empresas más grandes,
que normalmente no son europeas,
tienen la capacidad financiera
y el incentivo para soportar los costes
de cumplimiento de esta sobreregulación.
Las empresas tecnológicas más jóvenes e innovadoras
no pueden optar por operar en la Unión Europea
en absoluto.
Y claro, como consecuencia de todo lo anterior,
sucede o bien que no se crean
nuevas empresas tecnológicas en Europa
o que las que se intentan crear
se marchan de Europa.
Una vez las empresas alcanzan su etapa de crecimiento,
se enfrentan a obstáculos regulatorios
y jurisdiccionales que les impiden crecer
y convertirse en empresas maduras
y rentables dentro de Europa.
Como resultado,
muchas empresas innovadoras
terminan buscando financiación
de capitalistas riesgo en Estados Unidos
y ven como una opción más rentable
el crecer y desarrollarse
dentro del gran mercado estadounidense
en lugar de enfrentarse
a los mercados fragmentados de la Unión Europea.
Por eso, de cara al futuro,
si Europa aspira a ir cerrando
su diferencial de renta per cápita
con los Estados Unidos,
habrá de ir cerrando
su diferencial de productividad
con los Estados Unidos.
Y para cerrar su diferencial de productividad
con los Estados Unidos,
deberá cerrar su diferencial
de inversión productiva
con respecto a Estados Unidos.
Y para cerrar ese diferencial
de inversión productiva
con los Estados Unidos,
tendrá que posibilitar
y acaso impulsar
el desarrollo de su sector tecnológico.
De entrada,
si la sobreregulación
de los Estados europeos
y de la Unión Europea
es la responsable
de la atrofia
en el desarrollo industrial tecnológico
de Europa,
será necesario reducir
de una manera muy importante
todos esos costes regulatorios.
Y la mejor manera
de reducir los costes regulatorios
desde luego es
desregular.
Si la Unión Europea,
de la mano
de las distintas autoridades nacionales,
va eliminando
todas las barreras regulatorias
que encarecen enormemente
emprender e invertir
dentro de Europa,
la inversión
volverá a florecer
dentro de Europa
y si la inversión
florece dentro de Europa,
se acumulará capital
que aumentará
la productividad
y al aumentar
la productividad
incrementará la renta
per cápita
de los europeos.
Sin embargo,
y esta es probablemente
la parte de este informe
que ha recibido
mayor atención mediática,
Mario Draghi considera
que como llevamos
muchos años
de subinversión productiva
dentro de la Unión Europea
con respecto a Estados Unidos
y eso es lo que ha provocado
el diferencial de productividad
entre ambas áreas económicas,
durante los próximos años
habría que hacer
un esfuerzo adicional
dentro de la Unión Europea
para compensar
toda la parálisis previa.
Y Mario Draghi
estima,
cuantifica,
que la inversión adicional
que necesitaría
la Unión Europea
para acelerar
el incremento
de su productividad
e ir cerrando
la brecha
con los Estados Unidos
alcanza prácticamente
el 5%
del PIB europeo,
es decir,
800.000 millones
de euros
adicionales
cada año.
Actualmente,
la inversión productiva
dentro del conjunto
de la Unión Europea
asciende
más o menos
al 22% del PIB
y Mario Draghi
considera
que debería elevarse
al 27% del PIB.
Y aquí es donde
han aparecido
muchos titulares
confusos
o que pretenden
confundir
en los medios
de comunicación.
Mario Draghi
no está diciendo
en este informe
que ese diferencial
de inversión
entre el 22%
del PIB
y el 27%
del PIB
al que habría
que aspirar
es un diferencial
que deba ser cubierto
por inversión pública
o por gasto público.
Lo que está diciendo
es que
el total
de la inversión
dentro de Europa,
que es una inversión
mayoritariamente
privada,
debe elevarse
del 22%
al 27%
si queremos
cerrar la brecha
de productividad
con los Estados Unidos.
Que cuidado,
Mario Draghi
es un socialdemócrata
de pies a cabeza
y por supuesto
que quiere
que los Estados miembros
y sobre todo
la Unión Europea
inviertan
directamente
mucho más
para elevar
la inversión agregada
dentro de la Unión Europea.
Pero ni siquiera
Draghi está planteando
que esos
800.000 millones
de euros
en inversión agregada
adicional por año
deban ser financiados
todos ellos
por la Unión Europea.
Lo que dice
es que la inversión
debería elevarse
primero
rebajando los costes
regulatorios
para incrementar
la rentabilidad
de las inversiones.
Segundo,
reduciendo los costes
de financiación,
unificando los mercados
de capitales
de la Unión Europea
para que sea
más barato,
más sencillo
para las pequeñas
y medianas empresas
acceder a capital
que impulse
su crecimiento.
Y en tercer lugar,
si todo lo anterior
no es suficiente
y Mario Draghi
cree que no sería suficiente,
inversión pública
suplementaria.
Él mismo aclara
que considera
que en el mejor
de los casos
sólo será necesario
que un 20%
de esos 800.000 millones
de euros
sea cubierto
por inversión
pública directa
y en el peor
de los casos
la mitad,
el 50%,
pero en absoluto
la totalidad
de los 800.000 millones
de euros.
Es decir,
que en el escenario
optimista
de Mario Draghi,
el conjunto
de la Unión Europea
debería incrementar
la inversión
pública directa
en el equivalente
al 1% del PIB,
que para ponerlo
en perspectiva
es menos
de lo que
el Estado español
se gastó
en revalorizar
las pensiones
en el año 2022.
Por supuesto,
y desde una perspectiva
liberal,
podríamos plantearnos
qué capacidad
tienen los Estados
europeos
para gestionar
inversiones públicas
directas adicionales
cada año
de entre
160.000 y 400.000
millones de euros.
Si la gestión
de los fondos
europeos,
que en asignaciones
directas
han sido
340.000 millones
de euros
a gastar
en 6 años,
es decir,
una media
de unos 60.000
millones de euros
anuales
en toda la Unión Europea,
si la gestión
de esos fondos
ha sido,
en general,
tan desastrosa
y no parece
haber tenido
un impacto
demasiado
relevante
en nuestra
productividad,
¿qué sucedería
si en lugar
de gastar
60.000
millones de euros
al año,
los políticos
europeos
tuvieran que
decidir
cómo gastar
400.000
millones
de euros
anuales?
Pues el despilfarro
y la captura
de rentas
por parte
de aquellos
agentes
mejor conectados
con el poder
político
sería del todo
escandaloso.
Porque una cosa
es escribir
sobre un papel
en un informe
los estados
europeos
deberían incrementar
sus inversiones
productivas
en 400.000
millones de euros
anuales
y otra
muy distinta
que los estados
europeos
tengan la capacidad
y la voluntad
sincera
de destinar
esos 400.000
millones de euros
extraídos
coactivamente
en el bolsillo
de los contribuyentes
a inversiones
productivas.
Ni son capaces,
es decir,
no pueden detectar
cada año
inversiones productivas
rentables
generadoras
de valor
por importe
de 400.000
millones de euros
ni,
aunque lo fueran,
mucho de ese dinero
iría a parar
a esas inversiones
productivas,
sino a los bolsillos
de aquellos lobbies
que sean más hábiles
para camelarse
a nuestra
casta política.
Por tanto,
sí,
Europa tiene un problema
muy grave
de productividad
por falta
de inversión
interna
en aquellos
nuevos sectores
industriales,
como el tecnológico,
que tienen
una mayor capacidad
de lograr
esos aumentos
continuados
de la productividad
en una economía.
Y la razón
originaria
de ese estancamiento
de la productividad
es la
sobreregulación
de la Unión Europea.
De modo
que la solución
para relanzar
la inversión
productiva
dentro de la Unión Europea
pasa por
revertir
esa sobreregulación,
pasa por
liberalizar.
Pero liberalizar
no cosméticamente,
sino liberalizar
de manera
profunda
hasta los
cimientos
de la
hiperinflación
normativa
que padecemos
los europeos.
Y aunque sobre el papel
pueda quedar muy bien
que haya que
compensar
el déficit
de inversión
acumulado
durante los últimos
años
con un impulso
en la inversión
directa
pública
de los estados
europeos,
en la práctica
es muy dudoso
que eso
funcione bien.
Así que
liberalicen
la economía europea
y dejen
a los contribuyentes
tranquilos.
¡Gracias!