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Juan Ramón Rallo

Laissez faire, laissez passer. Laissez faire, laissez passer.

Transcribed podcasts: 2280
Time transcribed: 38d 6h 22m 10s

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La victoriosa extrema izquierda francesa reclama subir los impuestos de aquellos contribuyentes
que ingresen cada año más de 400.000 euros hasta el 90%. Todo un atraco a mano armada.
Veámoslo.
La izquierda del nuevo Frente Popular fue la agrupación política que más diputados
capturó en la segunda vuelta de las recientes elecciones legislativas francesas. Y dentro
de esta agrupación, dentro del nuevo Frente Popular, la Francia insumisa de Jean-Luc Mélenchon
fue el partido que consiguió más diputados. Y obviamente, en estos momentos, Mélenchon
está presionando para impulsar su agenda política y económica. Y dentro de esa agenda económica,
una de las medidas estrella que pretende aprobar Mélenchon para Francia es la siguiente.
Atención. Un tipo marginal en el IRPF del 90% para ingresos superiores a 400.000 euros
anuales. O expresado de otra manera, todo euro que se ingrese en Francia a partir de 400.000
euros, estaría sometido a una confiscación por parte del Estado equivalente al 90%. Por cada euro
adicional que ganes a partir de 400.000 euros, 90 céntimos para el Estado y 10 céntimos para
quien ha generado ese valor. Y claro, cuando uno escucha este tipo de planteamientos, más allá de
llevarse las manos a la cabeza por la monstruosidad y la aberración que supone, en contra de la libertad
personal y de la propiedad privada, el que el Estado te quite, más allá de cierto umbral de ingresos,
el 90% del valor que generas, más allá de exclamarse por eso, cuando uno escucha este tipo de propuestas,
no puede más que plantearse por qué quieren aplicarlas. ¿Cuál es el propósito detrás de estas medidas?
Y si escuchamos a los líderes de la Francia insumisa, la respuesta a que suelen ofrecer es
que se trata de una medida fiscal imprescindible para redistribuir la riqueza en Francia y para
avanzar en la igualdad. La lógica implícita parece ser le quitamos parte de su dinero a los ricos,
se lo damos a los pobres y, de esa manera, la distribución de ingresos y de riqueza dentro
de Francia se estrecha. Las diferencias entre clases sociales se reducen. Sin embargo, y aún dejando de
lado la inmoralidad que supone la instrumentalización coactiva de unas personas en beneficio de otras,
sobre lo que deberíamos reflexionar inicialmente cuando escuchamos este tipo de planteamientos,
es sobre si la recaudación fiscal previsible de este tipo de medidas será muy sustancial para
desplegar un amplio programa de redistribución de la renta que favorezca y mejore sustancialmente
las condiciones de vida de millones de franceses. Y en este punto ya disponemos de una cierta experiencia
previa en Francia. Entre los años 2012 y 2014, el entonces presidente de Francia, François Hollande,
implantó un tipo marginal máximo del 75% para los ingresos superiores al millón de euros. Esa medida
provocó inmediatamente una desbandada nacional de grandes contribuyentes. Bernard Tarnot, uno de los
hombres más ricos del mundo, se nacionalizó belga y el actor Gerard Depardieu se nacionalizó ruso. Y la
recaudación que consiguió fue verdaderamente exigua. 260 millones de euros en el año 2013 y 160 millones
de euros en el año 2014. La fuerte caída de un año para otro obviamente se debió a la fuga de
contribuyentes durante el ejercicio 2013. En 2012 todavía los pillaron, pero en 2013 ya reaccionaron.
Tal fue el fiasco de esta medida estrella de François Hollande que en el año 2015, apenas dos años después de
haberla implementado, ya tuvo que erradicarla. Por tanto, la última cifra disponible de recaudación que
tenemos de esta fortísima subida de impuestos aplicada por el socialista François Hollande es de
160 millones de euros en el año 2014 correspondiente al ejercicio fiscal 2013. Por poner esta cifra en
perspectiva, se estima que en Francia hay alrededor de 9 millones de personas pobres, es decir, 9 millones
de personas cuyos ingresos no alcanzan el 60% de la renta mediana de Francia. Pues bien, una recaudación
de 160 millones de euros permitiría entregarle a cada uno de esos 9 millones de ciudadanos franceses
pobres la ingente cifra de 17 euros al año. O por verlo desde otra perspectiva, en el año 2023 el
déficit público de Francia alcanzó la cifra de 154 mil millones de euros y el gasto público total de
Francia la cifra de 1,6 billones de euros. Pues bien, esto significa que los 160 millones de euros que
recaudó François Hollande en el año 2014 con un tipo marginal del 75% para ingresos superiores a un
millón de euros equivaldrían al 0,1% del déficit público actual de Francia y al 0,01% de todo el
gasto público francés. Y sí, puede que la propuesta de Jean-Luc Mélenchon de aplicar un tipo marginal
máximo del 90% sobre ingresos superiores a 400.000 euros proporcionara algunos recursos más que los
160 millones de euros del año 2014 con un tipo marginal máximo del 75% a partir de un millón de
euros. Puede que sea así. También podría suceder al contrario, que la fuga de contribuyentes fuera aún
más intensa y la caída de recaudación aún más estrepitosa. Pero aún suponiendo que Mélenchon
consiguiera recaudar algo más que Hollande, ¿de cuánto dinero estaríamos hablando? De una cifra
equivalente al 0,02%, 0,03%, 0,04% de todo el gasto público de Francia. Esa recaudación no marca en
absoluto la diferencia en la lucha contra la pobreza y en la reducción de la desigualdad desde el lado de
mejorar la calidad de vida de los más necesitados. Ahora bien, que esta medida no sirva en absoluto
para reducir las desigualdades mejorando las condiciones de vida de los pobres, no significa
que esta medida, el tipo marginal máximo del 90% para ingresos superiores a 400.000 euros, no sirva
para reducir las desigualdades empobreciendo a los más ricos. Porque esto es de lo que se trata. Esto es
lo que en el fondo busca la extrema izquierda y Mélenchon. No ya mejorar las condiciones de vida
de los pobres, que quizá también, no digo que no busquen ese objetivo, pero en este caso no es su
prioridad. Su prioridad, en este caso, es empeorar las condiciones de vida de los más ricos, de los
que ingresan más de 400.000 euros anuales en Francia. Buscan la desigualdad no elevando a los
de abajo, sino bajando a los de arriba. Y esto es un error filosófico elemental conocido como la
objeción de la nivelación hacia abajo. Aquel igualitarismo que ensalce la igualdad lograda,
no mejorando las condiciones de vida de los más pobres, sino exclusivamente empeorando las
condiciones de vida de los más ricos, es un igualitarismo intrínsecamente inmoral. Porque
consigues más igualdad empeorando las condiciones de vida generales de la sociedad. Nadie mejora,
los más pobres no mejoran y, en cambio, los más ricos sí empeoran. Saldo neto, que hay más personas
que antes viviendo peor. No hay más personas que antes viviendo mejor. Por tanto, ¿cuál es el valor
moral de que haya más personas viviendo peor que antes? Pues sólo dar respuesta, calmar la envidia
igualitarista. Que aquellos individuos que se enojan, que se molestan por el hecho de que otras
personas vivan mejor, se sientan más reconfortadas por haber logrado que esas otras personas vivan
peor. No porque ellas vivan mejor, sino porque otros viven peor. Y a eso se reduce, en el fondo,
gran parte de la agenda económica de nuestra izquierda contemporánea. No a que haya menos pobres,
sino sobre todo a que haya menos ricos.