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En esta quinta sesión dentro del curso universitario sobre anti-Marx para la Universidad de las
Hesperides, vamos a reflexionar sobre el tipo de trabajo que para Marx genera valor dentro
de una economía capitalista. En el vídeo anterior ya explicamos de manera sintetizada
la teoría del valor trabajo de Marx. Para Marx, el valor de las mercancías constituye el centro de
gravedad alrededor del cual orbitan los precios de mercado de esas mercancías. Y el valor de una
mercancía no es más que el tiempo de trabajo social necesario para producir esa mercancía dentro de
una determinada economía. Y claro, así expuesto podría parecer que estemos diciendo que si un
trabajador dedica muchas horas a producir una determinada mercancía, entonces esa mercancía
tenderá a venderse más cara a un mayor precio dentro del mercado. O que si un trabajador cualificado
dedica cinco horas a producir una mercancía y un trabajador no cualificado dedica otras cinco
horas a producir otra mercancía, pues entonces ambas mercancías se intercambiarán a una relación de
uno a uno. Por eso, una vez llegados a este punto y para evitar caer en errores, conviene que reflexionemos
de manera más detenida sobre cuáles son las características del trabajo que para Marx genera
valor dentro de una economía capitalista. Primero, el trabajo que determina el valor de las mercancías
y, por tanto, los términos en los que estas mercancías se producen y se distribuyen, es el
trabajo humano y libre. O dicho de otra manera, ni el trabajo de las máquinas, ni el trabajo de los
animales, ni siquiera el trabajo de los esclavos determina el valor de las mercancías. Porque ni animales,
ni máquinas, ni esclavos son productores independientes que lleven sus propias mercancías a ser vendidas en
el mercado. Y, por tanto, si ni máquinas, ni animales, ni esclavos comparecen ante el mercado para mercantilizar
su trabajo o el producto de su trabajo, entonces su trabajo no puede crear nuevo valor. Sólo el trabajo
de los productores independientes que comercialicen en el mercado su trabajo o el producto de su
trabajo será fuente de nuevo valor. Lo que por el contrario sucederá con animales, con esclavos o con
máquinas, es que serán instrumentos del trabajo o medios de producción de aquel trabajador, de aquel
productor independiente que los utilice para producir mercancías que luego van a ser comercializadas en el
mercado. Animales, máquinas o esclavos van a ser las herramientas con las que un trabajador humano y
libre, un productor independiente, genere nuevo valor en el mercado. O por expresarlo en palabras de Marx,
animales, animales, máquinas o esclavos, como instrumentos del trabajo, serán un conjunto de
cosas que el trabajador interpone entre sí mismo y el objeto de su trabajo y que le sirven como
transmisores de su actividad en el objeto. Pero la actividad transformadora del objeto y generadora
de valores de uso mercantilizados a través del mercado, es decir, la actividad generadora de valor
será la actividad del productor independiente que instrumentalice a animales, a máquinas o a esclavos.
Segunda característica del trabajo que determina el valor de las mercancías, el trabajo humano generador
de valor es el trabajo humano social, no el trabajo humano privado. En la tercera sesión de este curso
sobre antimarx, en la que reflexionamos sobre las características de la mercancía como célula
básica de la producción capitalista, ya explicamos la diferencia entre el trabajo privado y el trabajo
social. Y dijimos que la mercancía es un valor de uso producido inicialmente a través del trabajo
privado, del trabajo de trabajadores independientes, de trabajadores cuya actividad productiva está
separada, aislada de la actividad productiva de otros trabajadores, pero que luego esos valores de
uso llegaban al mercado y se intercambiaban como mercancías por otros valores de uso producidos por otros
trabajadores independientes. Y al ser intercambiados dos valores de uso producidos por dos trabajadores
separados e independientes, el trabajo desempeñado por cada uno de estos dos trabajadores se socializaba
a través del mercado. Lo que inicialmente aparentaban ser trabajos privados e independientes, se nos revelaban,
se nos manifestaban en el intercambio como trabajos indirectamente sociales. Es decir, que en el fondo,
cada trabajador al producir mercancías dentro del capitalismo no está produciendo valores de uso
para sí mismo, sino que está produciendo valores de uso insertos dentro de un plan productivo general
mucho más amplio que el delimitado por su estrecha esfera de actividad productiva. Expresado de otra
manera, si un trabajador produce con su trabajo humano un valor de uso que jamás lleva al mercado,
que jamás vende en el mercado, entonces ese valor de uso, por mucho que haya sido producido a través del
trabajo humano, carecerá de valor. De hecho, en la forma capitalista más extrema de organizar una sociedad,
realidad, aquellos valores de uso que carezcan de valor ni siquiera llegarán a ser valores de uso,
porque no llegarán a existir. En una sociedad absolutamente intermediada por relaciones de
producción capitalistas, sólo se producirían aquellos valores de uso que se vayan a llevar al
mercado, es decir, que posean o que representen valor. Un valor de uso que no vaya a llevarse al mercado
para ser intercambiado ni siquiera llegaría a producirse en una economía donde todas las
relaciones de producción sean relaciones de producción capitalistas. Por tanto, en el capitalismo
el fundamento del valor es el trabajo social. Pero repetimos, como ya hemos dicho, en el capitalismo
las mercancías se producen inicialmente con el trabajo privado de productores independientes. Sólo
cuando esos valores de uso se intercambian en el mercado, ese trabajo que inicialmente se nos
aparecía como trabajo privado se manifiesta ahora como trabajo social. Es decir, sólo entonces vemos
que ese valor de uso representaba valor, que era un valor de uso que también era un valor de cambio y
que el fundamento de ese valor de cambio es el valor, es decir, el trabajo social representado por esa
mercancía. Ahora bien, lo que observamos en la producción de las mercancías es el trabajo privado
de los trabajadores, de los productores independientes que la producen. Y sin embargo, la mercancía se
intercambia por su contenido de trabajo social, por el trabajo social que representa ante el mercado,
por el valor que representa esa mercancía. Por tanto, como el mercado haya una equivalencia entre el tiempo
de trabajo privado desempeñado por cada trabajador y el tiempo de trabajo social representado por las
mercancías producidas a través del trabajo aparentemente privado de cada trabajador. Pues esa apuesta en
equivalencia cuantitativa entre el tiempo de trabajo privado y el tiempo de trabajo social que
constituye el valor la efectúa el mercado a través de un proceso de abstracción, es decir, omitiendo todas
aquellas características del trabajo privado específicamente desempeñado por cada trabajador a la hora de
determinar las condiciones en las que ese trabajo privado se puede volver intercambiable con el trabajo
privado de otros trabajadores. Así, de entrada, el mercado, a través del intercambio de los productos del
trabajo, efectúa una abstracción general de los distintos tipos de trabajos concretos desempeñados por los
trabajadores. El tiempo de trabajo generador o determinante del valor no es el tiempo de trabajo de una
actividad concreta, sino el tiempo de trabajo humano genérico e indiferenciado. No es el trabajo del
sastre como sastre el que genera valor, sino la energía humana consumida por un trabajador que
contingentemente es un sastre y dirigida a generar valores de uso que van a ser comercializados a través
del mercado, sean cuáles sean esos valores de uso comercializados a través del mercado. Más en
particular, aunque el trabajo del sastre y el trabajo del carpintero sean trabajos cualitativamente
distintos, de ambos podemos abstraer ciertas características comunes a todo trabajo humano
dirigido a producir valores de uso, y esas características comunes a todo trabajo humano dirigido a producir
valores de uso, es lo que llamaremos trabajo abstracto. Y ese trabajo abstracto, genérico,
indiferenciado, es el que determinará el valor. Es ese proceso de abstracción el que debemos efectuar,
en primer lugar, para transformar cuantitativamente el tiempo de trabajo privado en tiempo de trabajo
social. Al respecto, nos dice Marx, aún representando, por ejemplo, el trabajo del carpintero y del sastre,
actividades humanas cualitativamente diferentes, tienen en común el ser una aplicación productiva
de cerebro humano, de músculo, de nervios, de manos, etc. En ese sentido, ambos son trabajo humano,
son simplemente dos formas distintas de aplicar la fuerza de trabajo del hombre. Y es justamente en el
acto de intercambiar los valores de uso producidos por distintos tipos de trabajo concreto cuando emerge
su equivalencia en forma de tiempos de trabajo abstractos. Nuevamente, en palabras de Marx,
la reducción de los distintos trabajos privados a esta abstracción de trabajo humano igualado se consigue
solo a través del intercambio, el cual equipara los productos de distintos trabajos. Y en el fondo,
si es posible reducir el trabajo concreto de cada trabajador a un tiempo de trabajo abstracto común a
todos los trabajadores, es, según Marx, porque en la sociedad capitalista todos los trabajadores se
terminan volviendo más o menos intercambiables. Señala Marx a este respecto.
La indiferencia por una clase de trabajo en particular corresponde a una forma de sociedad en la cual
los individuos pueden pasar fácilmente de un trabajo a otro y en la que el tipo de trabajo particular que
desarrollan es algo fortuito para ellos y que, por tanto, les resulta indiferente. El trabajo se ha convertido
entonces no solo en cuanto a categoría sino también en la realidad en el medio para crear la riqueza en
general y como determinación de la riqueza ha dejado de estar vinculado a una particularidad del
individuo. Es solo en este caso en el que la abstracción de la categoría trabajo, o trabajo en
general, o trabajo sin más, el punto de partida de la moderna economía política se realiza en la
práctica. Por tanto, para reducir las horas de trabajo privado en horas de trabajo social, que son
las determinantes del valor, primero hay que hacer una abstracción general de todos los tipos de trabajos
concretos. Hay que comparar el trabajo abstracto de un trabajador con el trabajo abstracto de otro
trabajador más allá del trabajo concreto que cada uno de ellos realice. Pero a su vez, y en segundo lugar,
hay que efectuar otro tipo de reducción. La comparación entre las horas de trabajo abstractas
de un trabajador y las horas de trabajo abstractas de otro trabajador ha de efectuarse como horas de
trabajo simple. El trabajo simple, según Marx, es aquella capacidad laboral que todo hombre común y
corriente, por término medio, posee en su organismo, sin necesidad de haber sido desarrollada de un modo
especial. Es lo que hoy vendríamos a llamar horas de trabajo no cualificado. En cambio, el tiempo de
trabajo complejo es aquella actividad laboral que ha sido perfeccionada o adicionalmente desarrollada
por encima de la que, en promedio y en general, poseen todos los trabajadores. Y según Marx, las horas de
trabajo complejo cuentan como trabajo simple intensificado, o mejor, multiplicado, de forma
que una pequeña cantidad de trabajo complejo será considerada igual a una mayor cantidad de trabajo
simple. Dicho de otra manera, a la hora de hacer la abstracción de los tiempos de trabajo concretos,
el mercado no necesariamente establecerá como equivalencia que una hora de trabajo de un
agricultor es igual a una hora de trabajo de un cirujano. Si la hora de trabajo de un cirujano es
trabajo complejo y la hora de trabajo de un agricultor es trabajo simple, entonces, a la hora
de efectuar el proceso de abstracción, también habrá que reducir el tiempo de trabajo complejo de un
cirujano a su equivalente de tiempo de trabajo simple. ¿Pero a través de qué mecanismo es capaz el
mercado de establecer una equivalencia entre el tiempo de trabajo complejo y el tiempo de trabajo
simple de los distintos trabajos desempeñados dentro de una sociedad? Pues tal como nos explica
Marx, de manera más o menos coherente con su propia teoría del valor trabajo, dado que la formación o las
habilidades que posee un trabajador para poder desarrollar trabajo complejo es formación o son
habilidades adquiridas a través del aprendizaje y dado que ese aprendizaje ha requerido de un
determinado tiempo de trabajo, por ejemplo, tiempo de estudio o tiempo de práctica, entonces podemos
considerar que el tiempo de trabajo complejo de un trabajador es igual al tiempo de trabajo simple
más el tiempo de trabajo que ha sido necesario para adquirir la formación o la habilidad que le
permite desempeñar tiempo de trabajo complejo. Tal como dice Marx, en el caso del trabajo especialmente
cualificado existe otro trabajo objetivado en su existencia inmediata, a saber, los valores que el
obrero consumió para producir una capacidad de trabajo determinada, una habilidad concreta. El valor de
ésta se revela por los costos de producción necesarios para producir una habilidad específica
similar. Por ejemplo, imaginemos que un trabajador no cualificado recibe una formación que dura mil horas
y gracias a ese aprendizaje, a esa formación recibida durante mil horas, es capaz de producir 100
unidades de un producto que requieren en promedio de un tiempo de trabajo de 100 horas. ¿Cuál será en este
caso el valor representado por cada una de estas 100 unidades producidas por este trabajador? Si nos
quedáramos en la última parte del proceso, diríamos que este trabajador ha producido 100 unidades de una
mercancía y que cada unidad de esa mercancía requiere 100 horas de trabajo. Por tanto, el valor
representado por cada unidad de esa mercancía serían 100 horas de trabajo. Pero claro, como ese
trabajador previamente ha tenido que adquirir una formación para poder producir esas mercancías y el
tiempo de formación ha sido de mil horas, en realidad lo que ha hecho ese trabajador ha sido producir una
masa de mercancías valorada en 10.000 horas de trabajo más las mil horas de formación necesaria para
poder producir esa masa de mercancías. Por tanto, esas 100 unidades de mercancías en agregado representan
11.000 horas de trabajo. Y por tanto, en promedio, cada mercancía representa no 100 horas de trabajo,
sino 110 horas de trabajo. Porque hay que imputarle a cada una de esas unidades de mercancía la parte
proporcional del tiempo de aprendizaje necesario para producir esas 100 mercancías. Por tanto, en este caso,
la equivalencia entre trabajo complejo y trabajo simple sería una hora de trabajo complejo equivale
a 1,1 horas de trabajo simple. Y por último, en el proceso de abstracción del tiempo de trabajo
privado en tiempo de trabajo social, también hemos de abstraernos del tiempo de trabajo que sea
socialmente innecesario para producir una mercancía. Y es que a veces se suele criticar la teoría del valor
por trabajo diciendo que si esta teoría fuera cierta, entonces la producción a manos de trabajadores
lentos, perezosos, poco hábiles, tendría a ser más valiosa que la producción en manos de trabajadores
rápidos, diligentes y muy hábiles. Porque el primer tipo de trabajador necesitará mucho más tiempo de
trabajo para producir una mercancía que el segundo. Pero claro, lo que nos está diciendo Marx cuando
afirma que hay que abstraerse del tiempo de trabajo socialmente innecesario, es que sólo el tiempo de
trabajo que sea estrictamente necesario desde un punto de vista social, dentro de una determinada
sociedad para producir una cierta mercancía, sólo ese tiempo de trabajo socialmente necesario es el que
determinará o generará valor. Marx define el tiempo de trabajo socialmente necesario como aquel tiempo
de trabajo necesario para producir un determinado valor de uso bajo condiciones de producción normales
en una sociedad y con el grado de intensidad laboral y de conocimiento medio prevalente en
esa sociedad. Vamos, que si dentro de una sociedad en términos promedio se necesitan 10 horas de trabajo
para fabricar una silla, entonces el valor de esa silla será equivalente a 10 horas de trabajo. Por mucho
que una persona produzca la silla en 50 horas de trabajo, si es que no se le da muy bien producir
sillas y necesita más tiempo de trabajo personal, de trabajo propio, o por mucho que otras personas sean
capaces de producir una silla en 3 horas. Porque como la silla es un ejemplar de una clase de mercancía
que dentro de esa sociedad en promedio se tarda en producir 10 horas, si tú produces una silla en
3, 5, 20 o 100 horas, serás capaz de intercambiarla por un valor equivalente a 10 horas de trabajo social.
El mercado no te va a pagar por esa silla ni más ni menos que el equivalente a 10 horas de trabajo social.
Ahora bien, en este punto Marx sí efectúa una distinción conceptual que nos será muy útil, muy provechosa
en próximos vídeos. En el volumen tercero del Capital y a este respecto, Marx distingue entre valor individual
de una mercancía y valor de mercado de esa mercancía. El valor de mercado de una mercancía es lo que hasta el momento
hemos denominado valor, es decir, el tiempo de trabajo social que representa en el mercado esa mercancía.
Si dentro de una determinada sociedad, con una determinada tecnología, se tarda en promedio 10 horas de trabajo
en producir una silla, entonces el valor o valor de mercado de esa silla son 10 horas de trabajo social.
Ahora bien, como hemos dicho, una determinada silla podría ser producida por un determinado trabajador
en más o en menos de 10 horas de trabajo. Pues bien, al tiempo de trabajo que específicamente ha tardado
en producirse una determinada mercancía, no el promedio de toda esa clase de mercancías,
sino esa mercancía en particular, a ese tiempo de trabajo Marx lo denomina valor individual.
Y dado que el precio de equilibrio de las mercancías va a estar determinado o condicionado por su valor
de mercado, podemos decir que las mercancías se van a intercambiar o por encima o por debajo de sus
valores individuales. Si el valor de mercado de una silla, de cualquier silla, son 10 horas de trabajo,
y por tanto las sillas tienden a intercambiarse por otras mercancías que también han requerido 10 horas
de trabajo para ser producidas, si una determinada silla ha requerido 3 horas de trabajo, su valor
individual será 3, pero esa silla se intercambiará por el equivalente a 10 horas de trabajo. Es decir,
esa silla se venderá a un valor de mercado que superará su valor individual. Y al revés,
si una determinada silla ha requerido 100 horas de trabajo y, en cambio, se vende a su valor de
mercado 10 horas de trabajo, pues esa silla en concreto se venderá por debajo de su valor individual.
Al respecto, señala Marx en el volumen tercero del Capital lo siguiente.
Siempre existe un valor de mercado como algo distinto al valor individual de las mercancías
particulares fabricadas por los diferentes productores. Los valores individuales de algunas
de estas mercancías se ubicarán por debajo del valor de mercado. Es decir, requerirán menos tiempo
de trabajo en ser fabricadas que el expresado por el valor de mercado y otras por encima. El valor de
mercado debe verse, por un lado, como el promedio de las mercancías fabricadas en una determinada
esfera de producción. En definitiva, el valor de las mercancías, que es el centro gravitacional que
determina los precios a los que estas mercancías se intercambian sistemáticamente, regularmente en el
mercado, el valor de las mercancías está determinado por el tiempo de trabajo social. Y el tiempo de trabajo
social es tiempo de trabajo abstracto, simple y necesario. De tal manera que el sistema capitalista
es un sistema basado en la producción descentralizada de mercancías. Y la base de esa descentralización es la
distribución de la propiedad privada de los medios de producción. Millones de trabajadores o de productores
independientes, producen cada uno de ellos de manera separada, aparentemente independiente frente a los
demás, valores de uso que luego se llevan al mercado para ser intercambiados por mercancías a sus valores
y esos valores de uso, producidos como mercancías por otros trabajadores, al ser comprados, se insertan en
los planes de producción o en los planes de consumo de otros productores independientes. Es decir, que en
realidad el trabajo de cada trabajador dentro del capitalismo es interdependiente al trabajo de todos
los demás. Es un trabajo aparentemente privado pero que se termina manifestando como trabajo social a través
del intercambio de las mercancías a sus valores. Pero, como digo, el trabajo de cada trabajador es un
trabajo que se termina manifestando como trabajo social pero que sólo puede ser trabajo social dentro
del capitalismo si ese trabajo se canaliza, se vehiculiza a través de la producción y del intercambio
de mercancías. Las mercancías, al ser intercambiadas a sus valores, proporcionan un nexo indispensable para
que unos productores independientes, unos trabajadores, puedan cooperar socialmente con otros productores
independientes. Y a este fenómeno tan estructuralmente característico del capitalismo es a lo que Marx
denominaba el fetichismo de la mercancía. Algo de lo que hablaremos en el siguiente vídeo dentro de esta
serie de anti-Marx para la Universidad de las Espérides.