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Como he sabido, el ministro de Seguridad Social José Luis Escriba pretende solucionar
el enorme déficit presente y futuro del sistema de pensiones alargando la edad efectiva de
jubilación de los trabajadores, de tal manera que haya menos personas percibiendo una pensión
y más personas cotizando.
Sin embargo, esta semana, la ministra de trabajo Yolanda Díaz, que forma parte del mismo gobierno
que Escriba, ha criticado esta medida, alegando que si alargamos, si retrasamos la edad efectiva
de jubilación, si retrasamos el momento en el que los trabajadores que hoy tienen un
empleo abandonan el mercado laboral, entonces los jóvenes que están parados y que aspiran
a ocupar el puesto de trabajo que dejan vacante las personas que se jubilan, lo tendrán mucho
más complicado para insertarse en el mercado de trabajo.
Escuchemos el razonamiento que empleó, como digo esta semana, la ministra de trabajo Yolanda
Díaz.
Este tema se está discutiendo en el Pacto de Toledo y es cierto que hay una negociación
abierta entre Unidas Podemos y el Partido Socialista.
Yo creo que el reto de nuestro país es incorporar a los jóvenes al mercado de trabajo.
En datos EPA tenemos un 36,5% de parados jóvenes a día de hoy.
Pero piciar que alarguemos y además incentivemos la edad de jubilación más allá de la edad
legal, obviamente yo creo que entorpece la posibilidad de incorporar jóvenes.
No solo eso, es que el mercado de trabajo español tiene dos características.
Uno, está profundamente envejecido, necesita de renovación permanente.
Fíjense, la ministra Valerio en el Real Decreto 2820 tuvo que hacer un remedo para la renovación
de las plantillas dirigidas al sector industrial en este caso de la automoción y, en segundo
lugar, desde luego penalizar las carreras profesionales en un país que tiene una estructura productiva,
que no es la de los países europeos, es decir, penalizar, que limpiadoras, albañiles, que
gente que está en el comercio, muchas dependientas que tenemos en los comercios de todo el país
trabajen más allá de esa edad, yo creo que no es el camino correcto.
Insisto, esto se está dialogando en el marco del impacto de Toledo y entre unidas Podemos
y el Partido Socialista.
Sin embargo, la evidencia empírica, podréis encontrar un paper al respecto en la descripción
del vídeo, apunta a una dirección diametralmente opuesta a la que señala Yolanda Díaz, lo
que nos señala la evidencia empírica internacional es que, a mayor número de trabajadores mayores
empleados, mayor, más fácil es la empleabilidad de los trabajadores más jóvenes.
No solo eso, cuantos más trabajadores mayores hay empleados, también mayor es el salario
que tienden a percibir los trabajadores más jóvenes.
¿Cómo es posible que si los trabajadores mayores próximos a la jubilación copan la
mayor parte de los puestos de trabajo, los trabajadores jóvenes tengan más opciones
de conseguir mejores puestos de trabajo que si esos trabajadores cercanos a la jubilación
optaran por retirarse del mercado de trabajo y, por tanto, dejar en esas plazas vacantes
para el conjunto de la población?
Bueno, en este vídeo vamos a intentar explicar por qué el razonamiento económico intuitivo
que ha empleado Yolanda Díaz se equivoca, por qué se equivoca de raíz.
El error fundamental que comete Yolanda Díaz es considerar que la cantidad de puestos de
trabajo se encuentra dada.
Y este es un error que deriva a su vez de otra equivocación anterior y es la de observar
al trabajador únicamente como un oferente de servicios laborales.
El razonamiento más o menos discurre así.
Los trabajadores ofrecen sus servicios laborales, venden sus servicios laborales en el mercado
y como el número de demandantes, como el número de empresarios que demandan esos servicios
profesionales, esos servicios laborales está dado, mayor cantidad de trabajadores ofreciendo
sus servicios laborales frente a un número de empresarios compradores dado significa
que, o bien, los trabajadores van a tener que bajar sus salarios para que haya más
empresarios interesados en comprar esos servicios laborales o, si ni siquiera así, se incrementa
el número de compradores de sus servicios laborales, una mayor cantidad de oferentes,
una mayor cantidad de trabajadores buscando empleo, inevitablemente conduce a una mayor
tasa de paro.
Pero como digo, este razonamiento tiene un error muy básico y es el de considerar que
el trabajador únicamente es un oferente de servicios laborales.
En realidad, sin embargo, el trabajador es, por un lado, un oferente de servicios laborales,
pero, por otro, también es un demandante de servicios laborales.
No un demandante directo, en la mayoría de casos de servicios laborales, aunque también
puede ser el caso, pensemos trabajadores que tienen servicio doméstico, pero, en la mayoría
de casos, el trabajador no es un demandante directo de servicios laborales, pero sí un
demandante indirecto.
¿Por qué motivo?
Bueno, porque el trabajador, cuando oferta, cuando vende sus servicios laborales en el
salario, recibe a cambio de esos servicios laborales una contraprestación económica,
un salario.
¿Y qué hace el trabajador con ese salario?
Lo gasta.
Lo gasta en comprar bienes de consumo o lo gasta en proporcionar financiación a través
del sistema financiero a otros empresarios para que incrementen esos empresarios su
gasto en inversión.
En todo caso, el trabajador lo gasta ya sea en consumo o ya sea en inversión.
Y al gastarlo, lo que está haciendo ese trabajador es demandar mercancías que tienen que ser
producidas por otros trabajadores.
Por tanto, el hecho de que haya un trabajador ocupado que perciba un salario, dado que va
a provocar que gaste en consumo o en inversión ese salario, eleva la demanda por otros trabajadores.
El trabajador no es solo un oferente de servicios laborales, sino que también es a través
de la demanda financiada por su salario un demandante de mercancías y por tanto de servicios
laborales de otros trabajadores.
O dicho de otra manera, cuando un trabajador por cualquier circunstancia pasa a engrosar
las listas de la población inactiva, es decir, se convierte en una persona que no quiere
trabajar, esa persona no solo está dejando de ofrecer sus servicios laborales al mercado,
sino que además también, como se queda sin renta, como a largo plazo, se queda sin ninguna
fuente de ingresos, ese trabajador o ese antiguo trabajador también está dejando
de demandar los servicios laborales de otras personas que, consecuentemente, se quedan
desempleadas al menos en el puesto de trabajo que tenían con anterioridad.
Tal vez se alegue que este razonamiento no es correcto para el caso de las jubilaciones,
porque cuando un trabajador se jubila, cuando un trabajador pasa a engrosar la población
inactiva porque se ha jubilado, ese trabajador es verdad deja de percibir un salario y,
por tanto, ya no puede gastar con cargo ese salario, pero sí empieza a percibir una
pensión que es la que le permite sostener su nivel de gasto dentro de la economía.
Por tanto, si esto fuera correcto, cuando un trabajador se jubila, deja de ser un oferente
de servicios laborales, dejando por tanto su plaza vacante al mercado y, a su vez, sigue
siendo un demandante de servicios laborales, de manera que en el conjunto de la economía
no hay menos demanda de trabajadores y sí hay menos oferta de trabajadores, con lo cual
las probabilidades de que los jóvenes sean empleados se terminan incrementando.
¿Cuál es el problema de este razonamiento?
Pues no darse cuenta de que las pensiones de los pensionistas son financiadas en última
instancia por las cotizaciones sociales que detraen, que reducen el salario de los trabajadores
jóvenes.
Por tanto, no es que la demanda agregada del conjunto de la economía se incremente, sino
que la demanda se redistribuye, los trabajadores jóvenes consumen menos para poder pagar la
pensión de aquella persona que se ha jubilado y, por tanto, el gasto que sigue efectuando
el pensionista con cargo a su pensión equivale al menor gasto que pasará a efectuar el trabajador
por estar abonando una cotización social que reduce su salario y, por tanto, sus posibilidades
de gasto.
Ilustremos este razonamiento con un ejemplo para que quede más claro.
Imaginemos una economía compuesta por dos trabajadores, uno cercano a la jubilación
con 64 años y que, al año, produce un ordenador y otro trabajador mucho más joven y, por
tanto, muy alejado de la jubilación, que cada año produce 100 kilos de carne.
Supongamos que el trabajador joven lo que hace es intercambiar 45 kilos de carne de
los 100 que ha producido por el ordenador, de manera que ese trabajador joven, sin haber
producido el ordenador, termina disfrutando de un ordenador porque lo compra con lo que
ese trabajador ha producido, 45 kilos de carne, y los otros 55 kilos de carne, hasta llegar
a los 100, los destina al autoconsumo, es decir, los destina a alimentarse el mismo.
Supongamos ahora que el trabajador de 64 años cumple los 65 y se jubila, con lo cual ese
trabajador, una vez jubilado, deja de producir cada año el ordenador.
Sin embargo, el trabajador joven va a tener que seguir produciendo los 100 kilos de carne.
¿Por qué?
Pues porque 55 se los quedará él y 45 se los tendrá que entregar, a cambio de nada,
al trabajador que se acaba de jubilar a modo de pensión.
Por tanto, en esta economía, el saldo neto después de que el trabajador adulto, de
que el trabajador cercano a la jubilación se haya jubilado, es que hay un ordenador
menos disponible.
Hasta el momento, antes de la jubilación, el trabajador joven producía 100 kilos de
carne y 45 los destinaba a comprarse el ordenador, de manera que, al terminar el año, tenía
55 kilos de carne más un ordenador, y el trabajador que había producido el ordenador
evidentemente tenía 45 kilos de carne que no había producido el mismo.
Es de que este trabajador se jubile, como digo, la economía ya no produce el ordenador,
y el trabajador joven tiene que apartar 45 kilos de carne a modo de impuesto para entregárselo
al trabajador jubilado como pensión.
Saldo final, el trabajador joven tiene 55 kilos de carne, el trabajador jubilado tiene
45 kilos de carne, pero el ordenador ha dejado de ser producido.
Por supuesto, uno podría pensar que si el trabajador cercano a la jubilación deja
de producir el ordenador, eso habilita a otros trabajadores que podían estar parados en
esa economía a que empiecen a producir el ordenador.
Pero la cuestión es, ¿contra qué va a poder vender ese trabajador que fabrica el ordenador,
el ordenador que produce al final del año?
Recordemos que el trabajador joven que produce carne ha de destinar 55 kilos de carne a su
propio consumo y 45 kilos de carne a pagarle la pensión al trabajador jubilado, que obviamente
utilizará esos 45 kilos de carne para el autoconsumo y para, por tanto, alimentarse
al mismo.
Si un tercer trabajador que antes estaba parado empieza a producir el ordenador, ¿contra
qué va a vender ese ordenador?
Obviamente, contra nada.
El único uso que podrá tener el ordenador es el autoconsumo, es que ese trabajador
que produce el ordenador se quede con el ordenador.
Pero para eso no era necesario que se jubilara el trabajador que produce ordenadores.
Si alguien quería producir ordenadores para sí mismo, si alguien tenía la capacidad,
los conocimientos, los materiales, para producir ordenadores por sí mismo, ya podía hacerlo
cuando el trabajador que se ha jubilado estaba produciendo ordenadores para intercambiarlos
en el mercado.
Por el hecho de que un trabajador se haya jubilado no ha cambiado nada dentro de esa
economía.
Y, por tanto, si un trabajador joven que antes estaba en el paro empieza a producir ordenadores
o es porque los quiere para sí mismo, en cuyo caso ya podría haberlos producido antes o
porque los quiere para venderlos en el mercado.
Pero ya hemos visto que en este mercado no hay poder adquisitivo para comprar ese ordenador,
porque el trabajador que produce la carne, 55 kilos los consume él y 45 kilos los ha
de pagar como tributo al pensionista que los consumirá esa carne también para su propio
autoconsumo.
Por tanto, el ordenador no se podrá vender y si solo se producen ordenadores con la
expectativa de ser vendidos, ese trabajador que estaba parado y que creíamos que iba
a ocupar la vacante que ha dejado el trabajador jubilado seguirá estando desempleado.
Con este ejemplo espero haber ilustrado por qué la jubilación anticipada de trabajadores
no incrementa las probabilidades de ser empleados de los parados.
Sin embargo, la realidad es todavía peor de lo que ilustra este ejemplo.
¿Por qué razón?
Porque en el ejemplo anterior hemos supuesto que los trabajadores son sustitutos perfectos
entre sí, es decir, que las funciones que puede desempeñar un trabajador las puede
desempeñar indistintamente otro trabajador.
Si el trabajador que produce carne quiere empezar a producir ordenadores, entonces ese
trabajador podría empezar a fabricar ordenadores.
La realidad en nuestros mercados laborales es que los trabajadores jóvenes y los trabajadores
adultos no suelen ser sustitutos entre sí, sino más bien factores productivos complementarios,
es decir, los trabajadores jóvenes, que por ejemplo no tienen experiencia para desarrollar
algunas funciones, desempeñan unas ocupaciones, unos puestos de trabajo y los trabajadores
senior, los más experimentados, desempeñan otras que no pueden desempeñar todavía
los trabajadores jóvenes.
De esa manera lo que estamos diciendo es que la empleabilidad de trabajadores jóvenes
y de trabajadores adultos es interdependiente si una falla, probablemente la otra también
termine fallando.
Por ejemplo, volvamos a nuestro ejemplo anterior e imaginemos que para que el trabajador joven
pueda producir carne necesita, sí o sí, comprar cada año un ordenador.
Imaginemos que el ordenador es parte del proceso productivo de la industria carnica
y por tanto si no hay ordenadores, el trabajador que produce carne no es capaz de producir
carne.
Y a su vez supongamos también que el trabajador joven no es capaz de producir ordenadores
porque no tiene ese conocimiento.
En ese supuesto el trabajador joven y el trabajador adulto eran complementarios.
El trabajador adulto producía ordenadores que necesitaba el trabajador joven para producir
carne y a su vez este trabajador joven producía carne que necesitaba el trabajador adulto
para poder sobrevivir, para poder alimentarse y por tanto producir ordenadores.
Bien, supongamos ahora que el trabajador adulto se jubila y por tanto deja de producir ordenadores
y que no hay otros trabajadores jóvenes que tengan la capacidad de producir esos ordenadores.
¿Qué sucederá?
Pues no solo sucederá que el trabajador joven ya no tendrá un ordenador al terminar el
año por ejemplo para disfrutar más de la vida, no.
Lo que significará es que el trabajador joven no tendrá ordenadores y como los ordenadores
son indispensables para producir carne, el trabajador joven tampoco podrá producir carne.
El resultado final, que la producción agregada de esta economía pasará de 100 kilos de
carne al año y un ordenador a cero mercancías.
Nadie producirá nada porque solo el trabajador adulto era capaz de producir el ordenador,
el trabajador joven necesitaba ordenadores para producir carne y como no hay ordenadores
tampoco hay producción de carne y por tanto ni siquiera el pensionista será capaz de cobrar
una pensión porque no habrá producción, no habrá carne con base a la que pagar esa
pensión.
Este último ejemplo es algo radical porque estamos presuponiendo que los trabajadores
adultos y los trabajadores jóvenes son factores complementarios perfectos, es decir, que si
falla uno de esos factores en alguna cantidad los otros factores, el productor de carne
no sirve absolutamente para nada, en realidad lo normal no es que sean factores complementarios
perfectos sino que tengan algún grado de complementaridad y por tanto podríamos decir
que si no se produce el ordenador no es que la producción de carne vaya a caer a cero,
pero a lo mejor pasa de 100 kilos de carne a 70 kilos de carne al año, es decir, la
productividad del trabajador joven se habrá reducido y menor productividad es menor capacidad
de compra, menor capacidad para demandar otros servicios laborales y por tanto también menor
empleo entre aquellos trabajadores que estaban parados y que podían aspirar a encontrar
una ocupación una vez el trabajador adulto se hubiese jubilado.
Pues bien, con estos razonamientos y con este ejemplo creo que ya tenemos base suficiente
para entender de dónde surge la evidencia empíriga que he mencionado antes, anticipar
la jubilación de los trabajadores mayores no incrementa la probabilidad de encontrar
un empleo entre los trabajadores más jóvenes, al contrario en la medida en que reduce la
productividad y por tanto los salarios de los trabajadores más jóvenes, dado que trabajadores
jóvenes y trabajadores adultos son complementarios, son interdependientes, una menor productividad
agregada de los trabajadores jóvenes significa una menor capacidad para contratar para demandar
mercancías y contratar a otros trabajadores jóvenes que estén en el paro.
Si queremos maximizar la empleabilidad de los trabajadores, lo que tenemos que maximizar
es la producción agregada dentro de una economía y la producción agregada no se maximiza mandando
a la gente a casa jubilándola de manera anticipada, la producción agregada y por tanto la demanda
agregada se maximiza con muchos trabajadores en activo siendo cada uno de esos trabajadores
muy productivo.
Por tanto, en este caso concreto no existe incompatibilidad alguna entre el objetivo de
estabilizar las cuentas del sistema de pensiones alargando la edad efectiva de jubilación
y la probabilidad de encontrar empleo entre los más jóvenes, al contrario los dos objetivos
van de la mano retrasando voluntariamente aunque sea la edad efectiva de jubilación
de los trabajadores también estaremos incrementando las probabilidades de encontrar empleo por
parte de los más jóvenes.
Yolanda Díaz se vuelve a equivocar.
Yolanda Díaz se vuelve a equivocar.
Yolanda Díaz se vuelve a equivocar.