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Juan Ramón Rallo

Laissez faire, laissez passer. Laissez faire, laissez passer.

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Time transcribed: 38d 6h 22m 10s

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La prensa española ha recibido el triunfo electoral de Javier Milay acusándolo de ser
de extrema derecha, pero ¿realmente cabe asimilar las ideas de Javier Milay con las de la extrema
derecha?
Veámoslo.
Diversos medios españoles han decidido tratar el triunfo electoral de Javier Milay en las
primarias argentinas del pasado domingo, calificando a Milay de político de extrema derecha.
Por ejemplo, en el diario El País, el principal diario español, podemos leer.
Las primarias pusieron también en evidencia el surgimiento de una fuerza de extrema derecha
hasta ahora desconocida en Argentina.
El economista Javier Milay, defensor de Bolsonaro y Trump, fue la tercera fuerza en la capital
con el 13,6% de los votos.
La agencia de noticias Europea Press se supone que las agencias de noticias tienen que ser
totalmente asépticas en la información que proporcionan, escribió lo siguiente.
Irrupción de la extrema derecha.
Otro de los aspectos más destacados de la jornada electoral es la llegada de la extrema
derecha argentina de la mano del economista Milay.
Y finalmente, el periódico ha titulado Javier Milay, el ex heavy metal que lidera el fenómeno
de la ultraderecha en Argentina.
Pero cabe calificar las ideas que Javier Milay ha defendido hasta este momento, como ideas
de extrema derecha?
Bueno, lo primero, evidentemente, sería tratar de definir que es extrema derecha o ultraderecha,
un término que se utiliza muy frecuentemente, pero al que no se le suele dar una definición
demasiado rigurosa.
Por nuestra parte, vamos a definir ultraderecha o extrema derecha, y es una definición evidentemente
discutible, pero vamos a definir extrema derecha como ultranacionalismo.
¿Y qué sería el ultranacionalismo?
La primacía absoluta del grupo, de la tribu, de la nación, sobre el individuo y también
sobre otros grupos de individuos, es decir, sobre otras naciones.
Si para el liberalismo el foco moral de las normas, de las leyes, de las instituciones
ha de ser el individuo y la salvaguarda de los proyectos de vida separables de cada individuo,
para el ultranacionalismo, el foco moral de las leyes, de las normas, de las instituciones,
ha de ser el desalvaguardar los intereses y el desarrollo histórico de la nación.
De ese ultranacionalismo, de hecho, se derivan otras series de características que normalmente
en el imaginario popular están asociadas con la extrema derecha o con la ultraderecha.
Una de esas características es la xenofobia.
Los miembros de mi grupo, porque son de mi grupo, no porque son individuos, sino porque
son partes de mi grupo de minación, tienen derechos, tienen prioridad, mientras que
los miembros de otros grupos, aunque sean individuos, como no son miembros de mi grupo
y mi grupo es el prioritario sobre todos los demás, no tienen derechos, o en todo caso
tienen menos derechos subordinados a los derechos de mi grupo y de las partes que conforman
mi grupo.
En segundo lugar, el mercantilismo, la protección de la industria de las empresas nacionales
por el hecho de ser nacionales frente a las industrias o a las empresas extranjeras.
La ultraderecha tiende a ser proteccionista de lo suyo y que es lo suyo, las empresas
radicadas en su territorio.
Aunque una empresa extranjera pueda ser más eficiente, pueda ser más competitiva, precisamente
porque es extranjera y no nacional, precisamente porque no forma parte de ese entramado que
es la comunidad nacional, debe ser desincentivada, debe ser apartada, sobre todo si pone en peligro
a las compañías nacionales, que aún cuando sean menos eficientes, menos competitivas,
menos generadoras de valor, han de ser protegidas, han de ser defendidas frente a esas compañías
extranjeras que vienen a comernos el terreno.
En tercer lugar, la ultraderecha también suele ir, necesariamente va, pero suele ir asociada
al tradicionalismo, ¿por qué va asociada al tradicionalismo?
Porque al final la tradición, la cultura tradicional, es uno de los rasgos que definen a la nación,
y por tanto defender las tradiciones nacionales es una forma de defender la identidad nacional,
es una forma de defender a la comunidad nacional frente a aquellos que la están atacando,
frente a aquellos que están contribuyendo a disolverla culturalmente, a que pierda su
esencia y a que desaparezca en el océano de la indefinición cultural, del globalismo.
Por eso la extrema derecha suele imponerles a los individuos ritos prácticas culturales
que han de perpetuar en el tiempo como parte que son de la nación.
Un individuo que no se adhiere a esas prácticas tradicionales, es un individuo que se está
insubordinando contra la nación.
Y como prima la nación, frente al individuo, el individuo ha de someterse a esa cultura,
a esa moral tradicional asociada históricamente con esa nación en concreto.
Y a su vez la auta derecha también intentará proteger a la nación frente a las influencias
culturales extranjeras, porque la cultura extranjera viene a invadir la nación, viene
a cambiar la identidad nacional y por tanto a diluir la nación, a destruirla.
Eso no significa cuidado que la ultraderecha necesariamente debe ir asociada a valores
conservadores.
Si la moral tradicional, si la moral típica de una determinada comunidad nacional estuviera
constituida por valores libertinos, entonces la ultraderecha que prima la nación y su
identidad tradicional sobre los individuos defendería esos valores libertinos como
señal de identidad de esa nación, lo que pasa que históricamente como las naciones
se han desarrollado en contextos conservadores, en contextos morales que hoy calificaríamos
de conservadores, la moral tradicional, la típica de la mayoría de naciones, suelen
ser esas moralidades que hoy calificamos de conservadoras y por eso la extrema derecha
como confiere primacía a la nación sobre los individuos, como confiere primacía a
los rasgos que definen a la nación sobre los individuos, también se adhiere, pero
se adhiere con un carácter meramente contingente, no esencialista, también se adhiere a esos
valores culturales conservadores que suelen constituir la base de la tradición de la
cultura típica de muchas naciones.
Y el cuarto y último rasgo en el que me voy a fijar que deriva de la primacía de la nación
sobre el individuo y que suele ir asociado a lo que entendemos por extrema derecha,
por ultraderecha, es la moralización del estado.
El estado deviene una gente moral con primacía sobre los individuos, porque el estado es
a que la gente que materializa, que exterioriza, que canaliza la voluntad de la nación.
La nación es un constructo histórico que se sigue desarrollando en el tiempo.
¿Y cuál es el artífice moderno de ese desarrollo nacional?
El estado, de ahí que toda nación haya de aspirar a tener su propio estado y de ahí
que todo estado debe tener una base nacional para la visión nacionalista o ultranacionalista.
Los liberales suelen ver al estado como un mal, quizá como un mal necesario, pero como
un mal.
El nacionalismo, el ultranacionalismo, la extrema derecha lo ve como la realización
histórica del ideal nacional.
La ultraderecha lo suele ver como la nación andante, como aquela gente que da forma al
espíritu nacional, el espíritu nacional se canaliza a través de la actuación del
estado.
Habiendo caracterizado así a la ultraderecha, a la extrema derecha, cabe decir que Javier
Millay es un político, es un economista de extrema derecha, pues claramente y al menos
hasta el momento no.
Primero el foco moral de Javier Millay no es la nación, es el individuo, y eso es algo
que repites siempre que tiene ocasión cuando nos proporciona la definición del liberalismo,
una definición centrada en el respeto al individuo.
En segundo lugar, es Millay xenófobo, está en contra Millay de la inmigración.
En absoluto, Millay reconoce que todos somos o nuestros ancestros han sido inmigrantes
y que por tanto no existen rasgos esencialistas para la nación.
Las únicas reservas que desde un punto de vista liberal se pueden llegar a tener con
respecto a la inmigración es si los inmigrantes no vienen a cooperar socialmente con otras
personas, sino a delinquir o a extraer los frutos que proporciona el estado de bienestar.
Pero estos últimos reproches, la delincuencia o el extractivismo del estado de bienestar,
no son reproches que quepa dirigir específicamente hacia los inmigrantes, sino hacia cualquier
persona que se encuentre en sociedad, sea inmigrante o no sea inmigrante.
Y en este sentido, Millay no establece una diferenciación entre derechos de los nacionales
y derechos de los no nacionales o de los inmigrantes.
Al contrario, ve al inmigrante como un cooperador potencial con otras personas que se encuentren
en sociedad y por eso, en todo caso, hay que eliminar los incentivos perversos, como el
estado de bienestar, a los que se somete tanto el nacional como el inmigrante y que pueden
distorsionar los términos de esa cooperación voluntaria.
Miren, todos nosotros somos hijos de inmigrantes, ninguno en principio podría estar en contra
de la inmigración y de hecho existen documentos que prueban que aquellos países más abiertos
tienen más innovación, crecen más, con lo cual la inmigración es algo bueno.
¿Sí?
Punto 1.
Punto 2.
¿Dónde empieza a haber un problema con la inmigración?
Básicamente, cuando vinieron nuestros abuelos o nuestros padres de afuera vinieron a ganarse
el pan con el sudor de la frente y no había estado el bienestar.
El problema arranca con la inmigración cuando hay estado de bienestar.
En tercer lugar, mi ley desde luego no es proteccionista, se enfrenta radicalmente, rotundamente,
al mercantilismo, al proteccionismo, que si es encarnado por alguien en Argentina, es
más bien por el peronismo.
¿Qué es, por ejemplo, cerrar la economía?
No, entonces uno dice, bueno, cerrar la economía es bueno, entonces, bueno, cerramos la economía
en Argentina.
Bueno, pero la verdad que si es bueno, lo cerramos en Buenos Aires, la verdad que si está
tan bueno, lo cerramos, no sé, en la capital federal.
Si es tan bueno, lo cerramos en Palermo, que es el barrio donde yo trabajo.
Digo, y si es tan bueno, la verdad, Dios, si es tan bueno con ese argumento me encierro
yo solo.
Entonces, sucede que ahora, Dios, me tengo que ocupar de hacer mis zapatos, mis pantalones,
mis camisas, mis corbatas.
O sea, voy a tener una vida de mierda.
Es más, mi ley considera que el mercado, que el libre comercio, es civilizatorio y pacificador.
Es más, esto genera un proceso de cooperación social, porque yo lo podría odiar a Nico.
Pero ¿sabe cuál es el problema?
Que voy a empezar a caminar y me voy a pinchar los pies y la voy a pasar bastante mal.
Con lo cual, lo que voy a tratar es de seducir a Nico para que compre mis alimentos y eso
puede hacerme de qué, de los zapatos.
Es decir, el mercado es un proceso de cooperación social.
En cuarto lugar, mi ley, desde luego, no es un tradicionalista.
Mi ley, por ejemplo, está en contra de la regulación estatal del matrimonio.
Era que el matrimonio ha de ser un contrato privado entre partes y que ahí cabe todo,
incluyendo, por supuesto, también el matrimonio igualitario entre personas del mismo sexo.
Para mí, digamos, o sea, vos te podés vincular con quien a vos se te dé la gana.
O sea, yo no tengo ningún tipo de problema.
O sea, para mí, o sea, me parece fabuloso, digo, que las relaciones o sea, sean totalmente
libres.
Ahora la pregunta es, ¿para eso necesitas al Estado?
Esto ya no es con el matrimonio igualitario, sino con todos los matrimonios.
Es decir, ¿por qué tiene que estar el Estado regulando las relaciones de los seres humanos
que algo que además se da, puertas adentro?
¿Por qué es que el Estado regula las relaciones?
Ah, no.
¿Y por qué tenés que, digamos, el matrimonio igualitario que es, en realidad, o el matrimonio
civil común?
O sea, es el Estado metiéndose adentro de las relaciones de los seres humanos.
O sea, yo digo, o sea, como no creo en el Estado, tendría que ser libre y vos te podés
vincular con quien quieras.
Yo decido si me caso o no.
Sí, pero está regulado, hay leyes, o sea, vos cuando, digamos, te casaste, tenés que
cumplir determinadas condiciones que te impone el Estado, cuando te separás, también tenés
que, digamos, o acaso no hay ley de divorcio y todo eso.
Bueno, pero...
Ah, ok, y eso que ese es el Estado metiéndose adentro de tu relación, eso, por ejemplo,
contamina, sí, el diseño contractual del matrimonio civil convencional, sí, digamos,
con su contraparte, que es el divorcio, que es, digamos, deshacer el vínculo de manera
metiendo al Estado en el medio.
A su vez, mi ley también está a favor de despenalizar las drogas siempre y cuando no
existe hasta hoy bienestar.
Este es un matiz importante que ni mucho menos todos compartimos, pero en todo caso no tiene
una oposición filosófica a la liberalización de las drogas y, desde luego, no se opone
a despenalizar las drogas por el hecho de que atenten contra las esencias culturales de
una buena nación.
Si fuera por mí, Mendes, vos te querés derrogar a sé lo que quieras, Daniel, drogá, te
hace todo lo que quiera, mientras que yo no tenga que pagar la cuenta, me comprendés.
O sea, vos te querés reventar a drogas a sé lo, mientras que yo no tenga que pagar
la cuenta.
Ahora, cuando vos tenés Estado, que además está bienestar, que además se dedica a la
salud, si yo tengo que pagar la cuenta, no quiero que te drogáis, me comprendés.
Y, mira, el responsable de mi felicidad soy yo, es decir, si él, pero yo quién soy
para meterme, qué él hace con su vida, si él se quiere derrogar, que lo haga, yo quién
soy yo para determinar, mira, el liberalismo es al respeto y restricto del proyecto de
vida del prójimo, y eso incluye el derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad.
Y él puede hacer con su vida lo que se lee de la gana, mientras que no agreda al resto,
porque lo que está subyacente es el principio de no agresión, mientras que vos hagas algo
que no agrede al resto, es decir, ejemplo, XX se quiere suicidar, ¡problema del!
¿Me comprendés?
O sea, ¿dio quién soy yo para determinar eso?
Lo que yo no puedo hacer es robarte, lo que yo no puedo hacer es matarte, lo que yo no
puedo hacer es golpearte, digamos, ¿ok?
Pasa por ahí.
O sea, porque la adhesión que tome él a mí no me afecta, es un problema de él.
Es verdad que mi ley, por ejemplo, está en contra del aborto, lo cual también es una
posición controvertida dentro del liberalismo, hay liberales que están a favor del aborto
y liberales que están en contra del aborto, pero lo importante es que su oposición al
aborto no está vinculada a la defensa de una determinada tradición moral vinculada
a la nación.
Su oposición al aborto está vinculada a que está protegiendo los derechos individuales
del nastiturus, es decir, que el foco moral sigue siendo el individuo, en este caso el
individuo que se está gestando y que va a nacer.
Yo estoy en una posición desde mi concepción filosófica, yo soy liberal.
El liberalismo, acorde a la definición de nuestro máximo exponente de la historia argentina
que es Alberto Venega Lynch Hijo, es el liberalismo ser respeto y restrito del proyecto de vida
al prójimo, está claro, digamos, vos no estás respetando el prójimo, porque vos lo
que sabes es que es otra vida, hay otra vida y es otra vida, y ahora es otra discusión
más interesante en lo legal, pero fíjate esto, ¿cuáles son los tres derechos que
reconocemos los liberales?
Desde son lo derecho a la vida, derecho a la libertad, derecho a la propiedad.
Si vos vas contra la vida, no hay ni libertad ni propiedad que valga, se abortó.
Y por último, lo que sí está claro es que mi ley ni idealiza ni moraliza al Estado.
Para mi ley, el Estado es una banda de ladrones, no es la esencia de la nación, no es la nación
echando a andar, no es la gente que realiza el espíritu de la nación en el tiempo presente.
Hay una cuestión vinculada a mi ideología, si vos querés, a mi filosofía, filosóficamente
soy anarcocapitalista, es decir, desprecio al Estado, considero al Estado una organización
criminal peor que la mafia, peor que la mafia, déjame por favor la terminada definición,
¿por qué?
Porque la mafia por lo menos cumple, tiene códigos, compite, el Estado no, el Estado
tiene el monopolio de la violencia, tiene el monopolio de la emisión monetaria, es decir,
es la peor lacra que existe, por ende además se financia con impuesto que es una fuente
coactiva de ingresos, o sea, robo, por ende los políticos por definición al vivir de
un robo son ladrones, ese es mi concepto, eso es una cuestión filosófica.
Por consiguiente y hasta el momento, lo que vaya a suceder en el futuro no lo sabemos
nadie y yo desde luego no pongo la mano en el fuego por nadie que entre en política como
no la pondría tampoco por mí, y por eso tampoco voy a entrar en política, pero desde
luego hasta el momento las ideas filosóficas, las propuestas de Javier Millay no engarzan
con la extrema derecha.
Javier Millay coloca el foco moral de la sociedad en el individuo, Javier Millay no es xenófobo,
al contrario tiene una visión positiva de la inmigración, siempre y cuando no se haya
distorsionada por los incentivos perversos del estado de bienestar.
Javier Millay no es mercantilista, es libre canvista, considera que el comercio es prosperidad,
testibilización y espad.
Javier Millay no es tradicionalista, no defiende una determinada moral porque sea la moral
de la nación, defiende una moral vinculada al respeto y restricto hacia las libertades
de las personas, y eso puede incluir la liberalización de las drogas si no se haya a su coste subsidiado
por el estado de bienestar, o puede incluir la desregulación del matrimonio para que
quepan arreglos contractuales muy diversos.
Y por último, y desde luego, Javier Millay no idealiza, no moraliza al estado, todo
lo contrario, considera que el estado es la mayor lacra de la historia de la humanidad.
¿Por qué se ha calificado a Javier Millay de extrema derecha?
Pues se me ocurren dos hipótesis.
La primera es que se quiera descalificar al emergente movimiento libertario argentino
asociándolo a ideas que son completamente antilibertarias, que son completamente antiliberales.
La segunda posibilidad, que creo que es la que encaja en buena parte de la prensa española,
es que si la prensa de izquierdas española considera que Macri es la derecha en Argentina,
pues aquello que está a la derecha de la derecha es ultraderecha.
Mucha prensa española ni razona más allá ni pretende que los lectores razonen más
allá de esto.
En cualquier caso, si Javier Millay sigue abrazando las ideas liberales, el respeto y restricto
a los proyectos de vida de cada persona, pocas ideas son más opuestas a las ideas de la
extrema derecha.