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Isabel Díaz Ayuso ha modificado la ley que regula Telemadrid, pero no para cerrarla, ni tampoco para privatizarla.
Entonces, ¿para qué lo ha hecho? ¿Cuál ha sido el propósito de la ley?
¿Es una nueva ley que redundará en más libertad de los ciudadanos? Analicemoslo.
Isabel Díaz Ayuso concurrió y ganó las últimas elecciones a la Comunidad de Madrid con el
lema de socialismo o libertad, posicionándose ante el electorado como la representante de la
libertad frente a la amenaza socialista representada por otros partidos. Sin embargo, parece que en
materia de medios de comunicación, Díaz Ayuso apuesta por la propiedad estatal de esos medios
de comunicación, es decir, por el socialismo. La nueva ley de Telemadrid, que acaba de aprobar
la Asamblea de Madrid con los únicos votos a favor del Partido Popular y la abstención de
BOX, no es una ley dirigida a cerrar o a privatizar Telemadrid. No es una ley, por tanto, dirigida a
darle un trato liberal a los medios de comunicación que son actualmente propiedad del Estado,
de la Administración Autonómica y que, en una sociedad liberal, no deberían ser propiedad del
Estado. No es una ley, como digo, dirigida a cerrar o a privatizar Telemadrid. Es una ley dirigida a
tomar el control político de Telemadrid, una ley donde se acorta el mandato del director general de
6 a 4 años para que ello suponga el cese inmediato del actual director general, una ley que en teoría
no cambia el requisito de mayoría reforzada en la Asamblea para escoger a ese director general,
pero que en la práctica introduce la figura del administrador provisional sin fecha de caducidad,
que cosas que el director general, si tenga fecha de caducidad, pero el administrador provisional
no la tenga, y ese administrador provisional puede ser nombrado por la Asamblea de Madrid con
mayoría absoluta. No hace falta mayoría cualificada, es decir, que únicamente con los votos de
VP y Vox ya se podría nombrar al administrador provisional sin fecha de caducidad en su mandato
de Telemadrid, el modelo de Rosa María Mateo, pero exportado a Telemadrid. Desde un punto de vista
liberal se trata de una decisión política obscena, vergonzosa, frontalmente anti-liberal,
una decisión política que no libera a los madrileños de la carga de sufragar día a día,
mes a mes, año a año, con sus impuestos, la onerosa factura de Telemadrid, sino que al
contrario mantiene el chiringuito a costa de los impuestos que pagamos todos los madrileños.
¿Y por qué se mantiene el chiringuito en lugar de cerrarse o en lugar de privatizarse? Simplemente
porque el PP de la Comunidad de Madrid quiere, como quieren todos los partidos políticos,
pero también el PP de la Comunidad de Madrid, ese que gritaba socialismo o libertad,
quiere una televisión pública a su servicio, quiere un altavoz mediático, pero no quiere un
altavoz mediático que se sufrague con el dinero del partido, con el dinero de sus militantes,
algo que sería muy legítimo, una televisión de propaganda de un partido político,
costeada por los propios políticos. No, quieren un altavoz mediático costeado por
todos los madrileños, quieren conseguir por la fuerza de los impuestos, por la fuerza de
la recaudación impositiva, lo que no consiguen con la fuerza de la persuasión, con la fuerza de
captación voluntaria de fondos. Si no podemos crear una TLPP con aportaciones voluntarias de
los simpatizantes o de los militantes, creemos una TLPP a costa del presupuesto autonómico,
es decir, a costa del dinero que sustraemos coactivamente a todos los ciudadanos.
Socialismo televisivo, que para Masinri ha contado con el apoyo cómplice,
indispensablemente cómplice de VOX. No olvidemos que esta ley, que es una ley que lleva desde luego
la firma personal de Isabel Díaz Ayuso, pero no olvidemos que esta ley no habría podido salir
aprobada en la Asamblea de Madrid si VOX no se hubiese abstenido, si VOX hubiese votado en contra.
Y VOX debería haber votado en contra, no solo porque es una ley vergonzosa,
debería haber votado en contra porque VOX llevaba en su programa electoral el cierre
o la privatización de Telemadrid. Por tanto, VOX, absteniéndose y permitiendo que la ley salga
adelante, ha traicionado su programa electoral. No solo es que haya traicionado ideales más elevados,
ideales como la no politización de los medios de comunicación, ideales como el respeto del
dinero que se haya en el bolsillo del contribuyente, ideales como una administración despoblada de
chiringuitos, una administración austera que minimiza la carga tributaria, no es solo que haya
traicionado todos esos ideales, que a lo mejor los suscribe o no los suscribe VOX, es que ha
traicionado su programa electoral. Ha traicionado el contrato, ese supuesto contrato, que los
partidos políticos firman con sus electores. Ha hecho lo contrario de lo que se comprometió
que iba a hacer. Ha votado para perpetuar un chiringuito politizado en lugar de para ponerle
fin. Así pues, y por mucho que incuestionablemente la principal responsable de esta vergüenza política,
sea Isabel Díaz Ayuso, Rocío Monasterio, y en general el partido de VOX a escala nacional,
porque no cabe pensar que esta decisión del partido a escala autonómica se ha tomado sin
el consentimiento, incluso quizá sin el mandato del partido a nivel nacional, ellos también son
corresponsables. Los políticos liberales demuestran que son liberales no con las palabras, sino con
los hechos. Los hechos son los que cuentan para determinar si la libertad de los ciudadanos se
amplía o se ve restringida. Las palabras pueden ser necesarias para empujar los hechos en una
determinada dirección, pero palabras sin hechos es mera retórica vacía y desde el terreno de la
política es algo peor. Es manipulación, engaño, propaganda y mentira al ciudadano. Y de momento,
lo que estamos viendo en la gestión política de la Comunidad de Madrid después de la victoria de
Isabel Díaz Ayuso no es, de momento al menos, más libertad, sino exactamente lo mismo que teníamos
antes, pero con un embalentonamiento populista de la presidenta no para avanzar hacia más libertad,
sino para avanzar o al menos para mantenernos anclados en el mismo socialismo. Eso sí,
un socialismo con la marca del Partido Popular. Tanto que se enorbuyece Isabel Díaz Ayuso de ganarle
batallas ideológicas a la izquierda en materia de medios de comunicación, en materia de televisión
pública, Isabel Díaz Ayuso no deja de ser una criatura más de la izquierda, una criatura más
del estátuco estatista que no se atreve a hacer lo que habría que hacer, que es cerrar o privatizar
Telemadrid. ¿Qué batalla ideológica ha ganado aquí Díaz Ayuso? ¿Qué batalla ha librado
Díaz Ayuso en materia de Telemadrid, en materia de medios de comunicación? Ha defendido en público
Díaz Ayuso que hay que cerrar Telemadrid, que el estado, que la administración no tiene que
tener televisiones como tampoco debería tener radios, no debería tener periódicos de papel o
periódicos online. Ha colocado este discurso esencial en la esfera pública, se ha identificado con él,
o por el contrario lo único que ha buscado ha sido mantener la propiedad estatal de los medios de
comunicación actuales para poder manejarlos a su antojo. Porque en lugar de hacer lo que tenía que
hacer, que repito es privatizar o cerrar Telemadrid, ha hecho lo que tenía que hacer para su conveniencia
electoral y política, hace lo que tiene que hacer para poner la administración pública a su servicio,
no para ponerla al servicio de los ciudadanos, es decir, dejando a los ciudadanos en paz. Si la
gente venía a Madrid para que la dejaran en paz, señora Díaz Ayuso, cierre Telemadrid y déjenos en paz.