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Juan Ramón Rallo

Laissez faire, laissez passer. Laissez faire, laissez passer.

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Time transcribed: 38d 6h 22m 10s

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España fue el país que peor gestionó la primera ola de la pandemia y va a camino de
convertirse en el país que también va a gestionar peor la segunda ola de la pandemia.
Y desde luego podríamos tratar de estudiar cuáles fueron las causas técnicas que llevaron
al fracaso tanto en la primera como en la segunda ola.
Por ejemplo, la tardanza a la hora de reaccionar hasta el 9 de marzo en el caso de la primera
ola o la falta de insuficiencia de test y de rastreadores durante esta segunda ola.
Sin embargo, el elemento común que unifica y que explica tanto una causa como la otra
y que en última instancia se encuentra en el fondo de nuestros problemas es uno más
simple y mucho más deplorable, la absoluta incompetencia de nuestra clase política.
Sé que es común atribuir a la incompetencia genérica de nuestros políticos prácticamente
todos los males que acechan a los españoles y en ocasiones es una crítica justa pero
en otras es simplemente una generalización improcedente, tan solo equivale a buscar un
chivo expiatorio al que trasladarle todas nuestras frustraciones.
Pero como digo, en este caso apelar a la incompetencia, a la profunda incompetencia de nuestra clase,
de nuestra casta política está plenamente justificado.
¿Por qué razón?
Bueno, la literatura económica hace hincapié en que uno de los principales factores que
determina la resolución satisfactoria de una pandemia dentro de nuestras sociedades
es la llamada capacidad estatal.
¿Qué es la capacidad estatal?
La posesión de medios, materiales y humanos por parte de los estados para poder resolver
determinados problemas.
Podríamos clarificar el término de capacidad estatal tan solo hablando de eficacia estatal
a la hora de desarrollar las que son sus competencias.
Desde luego a los liberales, el término capacidad estatal nos produce algo de urticaria, porque
el objetivo último del liberalismo es minimizar el tamaño del estado y la inferencia del
estado dentro de nuestras sociedades, incluso algunos liberales querrían ver cómo el estado
desaparece por entero.
Por tanto, vincular el éxito de la reacción ante una pandemia a la capacidad estatal parece
algo completamente antiliberal.
Sin embargo, esta conclusión debe ser matizada por una razón.
Los estados modernos se arrogan, y legítimamente quizá, pero se arrogan, es un hecho, una
enorme cantidad de competencias sobre aspectos muy diversos de nuestras vidas.
Y muchas de esas competencias se las arrogan con carácter monopolístico, es decir, solo
ellos pueden desempeñar competencias, funciones en ese ámbito.
Si eso es así y algunas de esas funciones son cruciales para que la sociedad pueda funcionar
correctamente, entonces desde luego el estado, que se arroga o monopolio sobre esas funciones
cruciales para el funcionamiento de la sociedad, deberá al menos ejercer esas funciones que
se arrogan monopolísticamente de manera eficaz, que idealmente el estado no debería
arrogarse un monopolio sobre esas funciones.
Bien, eso es parte del debate de la propuesta del planteamiento liberal, pero si el estado
se arroga un monopolio en esas funciones, como poco habrá que esperar que las desarrolle
eficazmente.
Por ejemplo, imaginemos que el estado se arroga un monopolio completo sobre la construcción
de infraestructuras dentro de un país.
Sería un tanto absurdo decir que lo ideal es que el estado no haga nada en materia de
infraestructuras porque solo el estado, debido a una decisión estatal, es capaz de actuar
en el sector de las infraestructuras.
Si las infraestructuras son vitales para que una economía pueda florecer, si el estado
se ha arrogado un monopolio en ellas, como poco habrá que esperar que lo gestione bien,
es decir, que construya justamente aquellas infraestructuras que generan un mayor valor
económico para el resto de la sociedad.
Que sería preferible que el estado no tuviera un monopolio en materia de infraestructuras
y que, por tanto, el sector privado pudiese localizar las oportunidades de ganancia,
es decir, aquellas infraestructuras que son relativamente más valiosas.
Sí, pero mientras eso no suceda, el monopolio que se arroga el estado en materia de infraestructuras
tendrá que ejercerlo adecuadamente.
Y lo mismo con la salud pública.
No estamos hablando de la sanidad pública, sino de la salud pública.
Es decir, la gestión del conjunto de externalidades positivas y negativas que terminan determinando
el grado de salud, de salud, de una sociedad, de una comunidad.
Dentro de la salud pública entra el capítulo de lucha contra las pandemias.
Y el estado, como digo, se arroga un monopolio sobre la salud pública y también sobre la
gestión de las pandemias.
Por tanto, dado que no se permite que el sector privado, que comunidades privadas de propietarios
adopten determinadas medidas, por ejemplo, solo el estado puede decretar una cuarentena
sobre una determinada zona de una ciudad, entonces habrá que esperar que el estado
ejerza esas competencias con eficacia para combatir la pandemia.
¿Y qué significa eficacia?
Ser capaz de derrotar a la pandemia.
Si además de eficaz es eficiente, es decir, derrota a la pandemia con el menor quebranto.
Para los ciudadanos, entonces, es que ejerce sus competencias de manera óptima, no solo
es eficaz, sino que minimiza los costes de ser eficaz.
Pues bien, como he dicho, para que un estado tenga capacidad a la hora de ejercer las funciones
que se arroga monopolisticamente, es estado de tener medios, materiales y humanos.
Los estados modernos tienen sobradamente medios materiales, más del 40% del PIB, en
algunos casos más del 50% del PIB, pasa por las manos de los estados modernos.
Es decir, que un estado moderno puede destinar prácticamente la mitad de la economía a
perseguir los fines que crea conveniente perseguir.
Es un poder, desde luego, terrorífico, porque subordina toda la sociedad al imperium estatal,
pero es un poder que pone de manifiesto que falta de medios materiales, desde luego, no
tienen.
Distinto es el caso de los medios humanos, del capital humano, de las cabezas pensantes,
evidentemente, para poder utilizar con algo de eficacia todos esos recursos masivos de
que disponen en los estados cerca del 50% del PIB, se necesitan políticos y burocratas
que tengan algo de formación a la hora de ser capaz de utilizarlos correctamente, que
incluso los políticos y los burocratas más inteligentes, con el mayor de los conocimientos,
van a terminar dilapidando muchísimos de esos recursos, porque ningún ser humano en la
tierra es capaz de gestionar la totalidad de los mismos en condiciones de eficiencia,
es cierto.
Pero si el conjunto de la clase política es incompetente, no es ya que se vayan a utilizar
los recursos de manera ineficiente, sino que además también se usarán los recursos de
manera ineficaz.
Es decir, que en muchos casos los políticos, pese a manejar el 50% del PIB, ni siquiera
serán capaces de alcanzar algunos de los objetivos prioritarios y más importantes de
aquellos que se arrogan con carácter monopolístico.
Y en el caso de la lucha contra la pandemia en España, nos encontramos exactamente en
esa posición.
En los últimos días hemos podido escuchar dos declaraciones de dos partidos políticos
distintos del Partido Popular y del Partido Socialista que acreditan que demuestran hasta
qué punto nuestra clase política es profundísimamente incompetente a la hora de hacer frente a
esta pandemia.
Empecemos por la primera de estas declaraciones, a cargo de Isabel Díaz Ayuso, presidenta
de la Comunidad de Madrid.
En su encuentro de ayer con el presidente del gobierno Pedro Sánchez, Díaz Ayuso declaró
lo siguiente.
Habéis escuchado bien, según Díaz Ayuso todo el mundo creía que la pandemia ya había
desaparecido después del verano.
Esta declaración lo que pone de manifiesto es que el gobierno regional de Madrid no ha
hecho absolutamente nada desde el fin del estado de alarma para contrarrestar los rebrotes
de la pandemia, es decir, no ha hecho nada en materia de test o en materia de rastreadores,
quedan las dos herramientas fundamentales para conseguir normalizar el funcionamiento
de la economía con garantías sanitarias para todos, no ha hecho nada en esa materia
porque creía que la pandemia ya se había terminado sola, que no era un problema del
que tuviese que ocuparse la administración pública, pese a que tiene competencias monopolísticas
en materia de salud pública, porque el virus ya se había sumado solo y habíamos obtenido
o inmunidad de grupo o simplemente es que con el buen tiempo el virus iba a morir definitivamente
e iba a desaparecer.
No sé muy bien quién le dijo a Díaz Ayuso que la pandemia después del verano ya iba
a desaparecer, pero desde luego es un caso de negligencia clarísima por parte de la administración
pública.
Díaz Ayuso acumuló cierto capital político durante la primera ola porque fue de las primeras
dirigentes a la hora de reclamar alguna reacción ante el alud de contagios que estábamos viviendo
durante los primeros días de marzo.
Sin embargo, ese capital político lo ha dilapidado enteramente durante las últimas semanas con
la pésima gestión que ha realizado de la segunda ola, pésima gestión porque no ha
invertido suficientemente en rastreadores y como consecuencia de la infrainversión
en rastreadores, como consecuencia de su desentendimiento con la prevención de los contagios en esta
pandemia, ahora Díaz Ayuso se ve abocada a empezar a cerrar la economía con el perjuicio
que ello supone.
Y claro, descubrir que Díaz Ayuso y su gobierno no han hecho nada porque creían que el virus
ya no estaba entre nosotros, ya había desaparecido, ya se había extinguido, es descorazonador,
es verdaderamente lamentable, es deplorable que tengamos políticos tan incompetentes
gestionando la salud pública.
Nos informaron en lo más mínimo sobre cuáles podían ser los escenarios de futuro en lo
relativo a la evolución del virus, porque evidentemente una posibilidad es que hubiésemos
alcanzado la inmunidad de grupo, no voy a decir que esa posibilidad tuviese una probabilidad
del cero por cien, pero desde luego considerar que esa era necesariamente la única posibilidad
a la que nos enfrentamos es de una imprudencia titánica, tan imprudente como que ahora mismo
estamos como estamos por la incompetencia a la hora de evaluar los escenarios de riesgo
después de la primera ola.
Sin embargo, no creamos que Díaz Ayuso está sola en esta idea genérica de que la pandemia
ya había pasado en nuestro país, que los problemas eran parte del pasado y que por tanto
nos podíamos relajar sin adoptar ningún tipo de plan de contingencia para evitar que el
virus y los rebrotes del virus se transformaran en la segunda ola que actualmente estamos
viviendo.
Recordemos como el presidente Sánchez, nada más terminar el estado de alarma, cantó Victoria
imprudientemente y animó a los españoles a que salieran a las calles a disfrutar de
la nueva normalidad.
Por tanto, amigos y amigas, lo que me gustaría trasladar a la ciudadanía ahora que estamos
viendo esos rebrotes es primero, que no bajemos la guardia, pero también que no nos dejemos
atenazar por el miedo, hay que salir a la calle, hay que disfrutar de la nueva normalidad
recuperada, hay que recuperar la economía, hay que disfrutar y ser conscientes de que
el estado hoy está mucho mejor pertrechado para luchar contra el covid en todos los rebrotes
que puede haber en nuestro país.
Es verdad que matizó que había que hacerlo en condiciones de prudencia, sin embargo el
contexto claramente está exhortando a la ciudadanía a que vuelvan a vivir sin demasiadas
preocupaciones por el virus, o al menos esa era una de las interpretaciones que cabía
efectuar de las palabras de Sánchez.
Por tanto, en cierta medida Sánchez también estaba presuponiendo que lo peor ya había
pasado, que no nos volveríamos a enfrentar a una segunda ola y que por tanto el virus
ya no era la amenaza que había sido.
Pero aún no podría pensar, una cosa es lo que diga Sánchez y otra lo que haga Sánchez,
quizá sus palabras intentaban tranquilizar a la población después del shock que había
supuesto la primera ola, pero en realidad el gobierno de Sánchez sí estaba trabajando
intensamente para evitar que se produjera una segunda ola.
Pero hoy hemos descubierto que tampoco, el gobierno de Sánchez hizo exactamente lo mismo
que el gobierno de Díaz Ayuso, es decir quedarse de brazos cruzados desde que terminó el estado
de alarma.
Contábamos aquí en la SER que el comité científico que formaba parte de ese comité
que les asesoraba que asesoraba al gobierno desde el mes de julio no se reúne.
El comité científico ha sido una fuente de asesoramiento permanente para el gobierno
y en las próximas fechas lo vamos a volver a reunir para recabar su opinión.
Pero usted me confirma que se ha desactivado desde el mes de julio?
No, desactivado no se ha desactivado el comité científico.
Pero ustedes no le consultan?
Yo personalmente no me he reunido con ellos en los últimos meses desde que dejamos hasta
el mes de julio, ignoró, tendría que confirmarse si el doctor Simón que es quien dirige esto
como comité científico ha tenido reuniones con ellos.
Me consta que están permanente contacto con sus miembros y que algunas decisiones sí
que las consulte las evalúa con ellos.
Pero no sabes si el doctor Simón se ha reunido con ellos.
No se lo puedo confirmar en sus comentarios.
Hemos podido escuchar al ministro de Sanidad Salvador Illa reconocer que desde el mes de
julio el comité de expertos, el comité técnico que asesora al gobierno en las medidas que
ha de adoptar para hacer frente a esta pandemia no se ha vuelto a reunir, que no han estado
en contacto con el comité de expertos en los últimos dos meses.
Que todas las decisiones que se han adoptado desde las administraciones públicas en lo
relativo a la reacción a la lucha contra la pandemia son decisiones que se han adoptado
sin el aval técnico, sin ningún aval científico cualificado.
Y entre esas decisiones incluyo una decisión crítica y tremendamente irresponsable como
ha sido la obligación, no la posibilidad sino la obligación de todos los padres de
llevar a sus hijos a la escuela pese a que la pandemia sobre todo en algunas zonas de
España está abiertamente descontrolada.
Desde el gobierno se nos dijo que llevar a nuestros hijos a las escuelas era algo completamente
seguro.
La escuela en este momento tal y como se está preparando es mucho más segura que otros
ámbitos a los cuales se pueda llevar, otros ámbitos de socialización a los cuales se
pueda llevar o conducir al alumno.
Que en ningún sitio iban a estar más seguros que en la escuela.
Esos mensajes que fueron acompañados con la amenaza de que la fiscalía iba a intervenir
contra aquellos padres que no llevaran a sus hijos a las escuelas, esas declaraciones no
estaban avaladas por ningún comité de expertos.
Fueron declaraciones que este gobierno se sacó de la manga para tratar de conseguir el propósito
que quería conseguir, que era que los niños fueran a los colegios sí o sí a pesar de
la situación epidemiológica de este país.
Recordemos que la Organización Mundial de la Salud recomienda encarecidamente no reabrir
los colegios si los contagios por millón de habitantes superan los 200 en los últimos
14 días.
Pues bien, la mayor parte de España está superando los 200 casos, el conjunto de España
supera los 200 casos y en Madrid hay distritos que superan los 1000 casos.
Pues bien, pese a ello, el gobierno insistió en que teníamos que llevar a nuestros hijos
a las escuelas, nos amenazó con la fiscalía si usábamos desafiar sus decisiones y ahora
resulta que todo este programa de enviar forzosamente a los niños a las escuelas porque a las escuelas
supuestamente eran espacios seguros, era una decisión no avalada por ningún técnico,
no avalada por ningún experto.
¿Cómo es posible que si España está sometida ya a una devastadora segunda ola, el gobierno
no haya reunido a su comité de expertos para asesorarse sobre cuál es la situación en
la que estamos y sobre cuáles son las distintas alternativas que podemos adoptar?
Pues porque el gobierno de España es también profundamente incompetente, hace dejación
absoluta de sus funciones y por tanto nos deja absolutamente desprotegidos frente a la
pandemia.
En definitiva, no es casualidad que España fuera tanto el peor país en la primera ola
como que probablemente terminemos siendo el peor país en la segunda ola.
La causa común que comparten ambos escenarios, ser los peores en la primera ola y ser los
peores en la segunda ola, es la incompetencia de nuestra clase política a absolutamente
todos los niveles.
Nuestros políticos tienen muchísimo más poder del que son capaces medianamente de
manejar.
Tienen todo el enorme y brutal poder estatal a su servicio y sin embargo, como vemos,
nos presuponen que la pandemia ya ha desaparecido y los otros probablemente presupongan lo mismo,
pero no lo dicen y en todo caso actúan como si la pandemia ya hubiese desaparecido.
Son políticos que no están absolutamente capacitados para ejercer el enorme poder
que tiene el Estado y por tanto de esa incompetencia deriva la desastrosa situación actual en
la que nos encontramos.
Así que en términos generales, ya no solo con respecto a esta pandemia, una de dos o
mejores políticos llegan a los puestos de mando, que esta sería la visión tecnocrática
intervencionista de los estados gigantescos o, más bien, de manera más realista y de
manera más justa con los derechos de los ciudadanos, reducimos el enorme poder del
Estado.
Nadie va a ser capaz de manejar ya no eficientemente, sino, siquiera eficazmente, el enorme poder
que se arroga monopolísticamente el Estado, nada mejor que el Estado devuelva esos poderes
a los ciudadanos para que estos puedan autoorganizarse a la hora de satisfacer sus metas, a la hora
de satisfacer sus fines.
Pero en todo caso, y hasta que llegue ese escenario liberal deseable, a corto plazo,
como poco hemos de exigir responsabilidades por la negligente actuación a todos los niveles,
gobiernos regionales y gobierno central, a todos los niveles negligente actuación de
nuestra clase política.
Es absolutamente intolerable que, después del enorme sacrificio económico y humano
que supuso el estado de alarma, nuestros políticos hayan dilapidado completamente ese esfuerzo
y volvamos a estar en una situación epidemiológica totalmente descontrolada.
Si nuestros políticos hubiesen tomado medidas razonables en el ejercicio de las competencias
que monopolísticamente se arrogan, uno podría lamentar la mala suerte que ha tenido España
a la hora de enfrentarse a dos olas de la epidemia tan devastadoras.
Sin embargo, lo que vemos es que nuestros políticos han sido profundamente incompetentes
antes, durante y después a la hora de combatir esta pandemia y, por tanto, que la economía
española esté destrozada, que miles de personas hayan perdido su vida como consecuencia
de los contagios masivos, es responsabilidad directa de esa incompetencia, es responsabilidad
directa de no haber hecho caso de la amenaza que suponía el virus, ni en el mes de febrero,
ni en el mes de marzo, ni en el mes de julio, ni en el mes de agosto.
Y esa incompetencia, esa irresponsabilidad, esa negligencia masiva no debería quedar impune.