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Queridos alumnos distinguidos de la Universidad de Francisco Marroquín,
una vez concluidos y de un modo tan exitoso vuestros estudios universitarios,
probablemente haya llegado para muchos de vosotros el momento
de dar el salto al mercado laboral y de escoger una profesión.
Y a este respecto me gustaría leeros y reflexionar brevemente
sobre unas líneas del primer texto que conservamos de Karl Marx,
titulado Reflexiones de un joven en la elección de su profesión.
Un pasaje escrito en 1835, cuando este pensador alemán todavía estaba en el instituto
y apenas contaba con 17 años de edad.
Escribió Marx algo tan pertinente para este acto.
Los seres humanos somos libres de escoger la manera de ennoblecernos a nosotros mismos
y a la humanidad, es decir, somos libres de escoger la posición social
con la que nos desarrollaremos a nosotros mismos y desarrollaremos a la sociedad.
Esta libertad de elección es uno de los grandes privilegios
de los que disfruta el hombre sobre el resto de la creación,
pero al mismo tiempo es un acto que también puede destruirnos,
frustrar nuestros planes vitales y condenarnos a la infelicidad.
Por tanto, el primer deber de cualquier joven es reflexionar seriamente
sobre la elección de su profesión, no dejar esta muy importante tarea
meramente al azar.
El principal criterio que hemos de seguir a la hora de escoger una profesión
es el bienestar de la humanidad y nuestra propia perfección.
No hay que pensar que estos dos intereses entran en conflicto entre sí,
que uno destruye al otro.
Al contrario, la naturaleza humana está constituida de tal modo
que solo puede lograr su propia perfección trabajando por la perfección,
el bienestar del resto de seres humanos.
Si el hombre solo trabaja para sí mismo, quizá llegue a ser un gran sabio
o un excelente poeta, pero nunca será un hombre verdaderamente perfecto.
La historia aclama, como los más grandes, a aquellos hombres
que se han ennoblecido trabajando por el bien común.
La experiencia nos muestra que los hombres más felices son aquellos
que han hecho feliz a un mayor número de personas.
La religión misma nos enseña que el ser ideal, aquel a quien todos
deberíamos imitar, se sacrificó a sí mismo por la humanidad.
Si escogemos una posición en la vida desde la que podamos, sobre todo,
trabajar por la humanidad, entonces ninguna carga podrá doblegarnos,
porque nos sacrificaremos por el beneficio de todos.
Experimentaremos una felicidad que no será pequeña, limitada y egoísta,
sino que pertenecerá a millones de personas.
Nuestras acciones nos proporcionarán una vida tranquila, pero dejarán
una huella permanente, y sobre nuestras cenizas se verterán las lágrimas
cálidas de la gente noble.
¿Cuáles son los principales mensajes que intenta transmitirnos Marx
en este texto?
Primero, que con nuestro trabajo nos transformamos a nosotros mismos
y al mundo que nos rodea.
Segundo, que escoger aquello en lo que vamos a trabajar, nuestra profesión,
es una decisión fundamental para definirnos como personas y para dejar
nuestra impronta en el mundo.
Tercero, que de entre todas las profesiones debemos escoger aquella que
redunde en el mayor bienestar de la humanidad.
Y cuarta y finalmente, que no hemos de contemplar esta subordinación
de nuestro trabajo al bien común como un sacrificio personal,
pues solo trabajando por el bienestar de la sociedad alcanzaremos
una felicidad verdadera, plena y perpetua.
Las proposiciones primera y segunda son correctas.
En gran medida somos aquello en lo que trabajamos y mediante el trabajo
nos socializamos y transformamos a la sociedad.
Las proposiciones tres y cuatro no son correctas.
El bien común no es el bienestar de ningún ente colectivo llamado humanidad,
pues la humanidad no es en sí misma una gente con una estructura de preferencias
definidas, definidas sobre su bienestar o sobre su malestar.
Una estructura de preferencias que puedan establecerse
y que puedan conocerse en términos objetivos.
El bienestar de la humanidad solo es en realidad la juxtaposición
de la existencia de los bienestares de cada una de las personas
que conforman esa sociedad. Por tanto, si al escoger una profesión
estamos definiendo como queremos que sea nuestra vida,
no habremos de sacrificar nuestra profesión y por tanto nuestra vida
al bienestar de la humanidad, porque cada uno de los individuos
somos los que conformamos esa humanidad y por tanto trabajar
para nosotros mismos también es trabajar por el mayor bienestar
de la humanidad. O dicho de otra manera,
sacrificar nuestras vidas por el bienestar de una humanidad abstracta
e irreal solo incrementaría el malestar dentro de la humanidad concreta
y real. Que no debamos
sacrificar nuestras vidas en aras de una humanidad abstracta e irreal
no significa, sin embargo, que debamos escoger nuestra profesión
ignorando por completo al resto de la humanidad, como si viviéramos aislados
en una isla desierta. Al fin y al cabo, nuestro trabajo es la forma
en la que cooperamos los unos con los otros y por tanto, la forma en la que el resto
de la sociedad nos devuelve el valor, los dones y la riqueza que
previamente nosotros les hemos entregado. Si no damos, no recibiremos
y sin recibir de los demás, no podremos ciertamente vivir una vida plena.
Ahora bien, y aun cuando haya que
escoger la profesión atendiendo al mejor encaje
posible dentro de la división social del trabajo,
sin lugar a dudas hemos de escoger una profesión pensando
en aquello que amamos, en aquello que nos apasiona,
en aquello que nos desvive, en aquello que nos engrandece, en aquello
que nos acerca al ideal de persona en el que aspiramos a convertirnos.
Solo así alcanzaremos la excelencia en nuestra profesión
y solo a través de esa excelencia seremos capaces de aportar
verdadero valor para el resto de la sociedad.
Si cada ser humano es distinto a los demás, si nuestras preferencias
y nuestras capacidades no son idénticas, entonces por necesidad
nuestros proyectos profesionales y por tanto nuestros proyectos de vida también habrán
de ser distintos. Incluso un mismo ser humano, una misma persona
puede experimentar a lo largo de su vida cambios drásticos en sus preferencias
y en sus capacidades que lo empujen a perseguir nuevos horizontes profesionales
para así seguir viviendo la vida que él desea vivir.
Porque al final se trata de eso, de que nuestra vida
solo es nuestra, no de los demás. Y somos cada uno de nosotros
por ende quienes hemos de escoger la profesión y por tanto la vida
que queremos intentar vivir. No tengáis miedo a experimentar,
a arriesgar, a contrariar o a rectificar
porque todo ello, los aciertos, los errores,
los miedos, las temeridades, la suerte, la desdicha, el caerse
y el levantarse, forma parte de la vida y nadie nace
aprendiendo sobre cómo vivir la vida. Lo descubrimos cada día
simplemente viviéndola. Lo que les debemos al resto
de la sociedad es respeto y reciprocidad, no sumisión
y autosacrificio. Como decía Antoine de Chante-Choupégui
haz de tu vida un sueño y de tu sueño una realidad.
También a la hora de escoger una profesión. Muchas gracias
y felicidades.