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Juan Ramón Rallo

Laissez faire, laissez passer. Laissez faire, laissez passer.

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En este primer vídeo dentro del curso de Antimarx para la Universidad de las
Espérides vamos a hablar sobre las influencias intelectuales de Karl Marx y
a este respecto decía Lenin de una manera un tanto simplificadora pero útil
a efectos expositivos que Marx era la consumación de tres corrientes de
pensamiento decimonónicas, la filosofía clásica alemana, la economía política
inglesa y el socialismo obrerista revolucionario francés. En realidad esta
división del pensamiento de Marx en tres partes, filosofía alemana, economía
inglesa y socialismo francés, ni siquiera es original de Lenin. Previamente el
propio Friedrich Engels, compañero de armas intelectual de Marx durante más de 40
años, divide uno de sus libros más conocidos, el Antidiuring, que constituye una
defensa del pensamiento de Marx, divide el Antidiuring en tres secciones, filosofía,
economía y socialismo. O asimismo el teórico marxista Karl Kautsky, que mantuvo
una relación muy estrecha con Engels y que de hecho fue el encargado de editar y
publicar el que se suele considerar el cuarto tomo del Capital, teorías sobre la
plusvalía, Kautsky también dejó escrito lo siguiente sobre el pensamiento de Marx.
El socialismo científico moderno, es decir, el pensamiento de Marx, era la fusión de todo
lo que el pensamiento inglés, francés y alemán tenían de grande y fértil. Inglaterra le aportó
a Marx la ciencia económica, Francia el pensamiento político y Alemania el pensamiento puro.
Pues bien, partamos de esta simplificadora clasificación tripartita del pensamiento
de Marx para explorar con algo más de detalle cuáles fueron sus influencias, sus referencias
intelectuales en materia de filosofía, en materia de economía y también en materia de socialismo.
Comencemos con la filosofía. Al enfoque filosófico de Marx se lo denomina materialismo dialéctico o
dialéctica materialista. Si bien esta es una expresión que jamás como tal utilizó Marx,
sí fue empleada en varias ocasiones por Friedrich Engels, quien ya hemos dicho fue su compañero de
armas intelectual durante más de 40 años. Por ejemplo, en el anti-During, si bien Engels no utiliza
explícitamente el término dialéctica materialista o materialismo dialéctico, si dice que tanto él como
Marx buscaron introducir el materialismo en la dialéctica alemana. Y esto es relevante porque
el anti-During no sólo es un libro que escribe Engels en defensa del pensamiento de Marx, sino que Marx,
el propio Marx, leyó y recomendó el anti-During como una buena síntesis de su pensamiento, como una buena
defensa de su pensamiento, e incluso colaboró escribiendo un capítulo, el décimo de la segunda
parte, dentro del anti-During. Pues bien, en el anti-During, Engels escribe lo siguiente.
Marx y yo fuimos, sin duda, los únicos en salvar la dialéctica consciente de la filosofía idealista
alemana, trasplantándola a la concepción materialista de la naturaleza y de la historia.
Y de una manera, ahora sí, totalmente explícita, Friedrich Engels, en su libro
Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía alemana, escribe lo siguiente.
Esta dialéctica materialista, que durante años fue nuestra mejor herramienta de trabajo y nuestra
arma más afilada, no sólo fue descubierta por nosotros, por Marx y Engels, sino también y de
manera independiente a nosotros e incluso a Hegel, por un trabajador alemán, Josef Diezgen.
La expresión materialismo dialéctico o dialéctica materialista está compuesta, como es muy obvio,
por dos términos. Por un lado, dialéctica y por otro lado, materialismo. ¿Y a qué nos
referimos exactamente por dialéctica y por materialismo? Por un lado, la dialéctica. La
dialéctica es tanto una teoría sobre la realidad como un método para aprender la realidad. Se trata
de un sistema filosófico que Marx recibe especialmente a través de los escritos del filósofo alemán
Gorg Wilhelm Friedrich Hegel. Y justamente sobre la dialéctica, Hegel nos decía que es el principio
de todo movimiento, de toda vida y de toda actualidad. La dialéctica consiste para Hegel en aprender lo
opuesto en su unidad. O ya en palabras de Lenin, la dialéctica en sentido estricto es el estudio de
la contradicción en la misma esencia de los objetos. O por último, para Engels, y de nuevo en el
anti-During, la dialéctica es la ciencia de las leyes generales del movimiento y del desarrollo de la
naturaleza, de la sociedad humana y del pensamiento. Como decía, la dialéctica es tanto una teoría sobre
cómo es el mundo, o más bien sobre cómo va siendo el mundo, cuanto una heurística para aprender,
para comprender ese mundo. La dialéctica sostiene que el mundo no está compuesto por objetos aislados
e independientes entre sí, sino más bien por relaciones entre objetos y por procesos desatados
a través de esas relaciones. De ahí que pensar en términos dialécticos implique pensar en términos
relacionales y contradictorios. Estudiar qué partes de la realidad están relacionadas, entran en
contradicción con otras partes de la realidad y cómo esas contradicciones entre los distintos objetos
que componen la realidad ponen en movimiento, transforman, modifican continuamente esa realidad.
Quizá una forma de comprender mejor el enfoque dialéctico sea contraponerlo con su alternativa,
el enfoque metafísico. Para la metafísica, la realidad está compuesta por objetos aislados,
independientes y definitivos. Es decir, que en cierto modo la realidad está en un estado final
de reposo. El mundo es como es, está compuesto por objetos que son como son, y esos objetos coexisten
de manera aislada unos de otros entre sí. Por ejemplo, desde un punto de vista metafísico,
si nos preguntáramos cómo son los animales, lo que haríamos es recopilar un catálogo de las actuales
especies de animales. Tenemos el perro, tenemos el gato, tenemos el león, tenemos el lobo, tenemos el
zorro, tenemos el conejo, etc. Y a su vez, cada una de estas especies animales tiene sus propiedades que
lo diferencian de otras especies animales. Ese sería el enfoque metafísico. ¿Y cómo se contrapone el
enfoque dialéctico a este enfoque metafísico? Pues para la dialéctica no tiene sentido estudiar
la realidad como una juxtaposición de objetos aislados e independientes. Para la dialéctica,
la realidad en verdad son interconexiones entre objetos. De hecho, en el fondo, para la dialéctica,
los propios objetos no son otra cosa que interconexiones, que unidades de opuestos. Por
tanto, no podemos comprender qué es un objeto si no lo ponemos en relación con todos los otros objetos
con los que está conectado y con los que entra en contradicción. Porque, de hecho, al estar conectado
y al entrar en contradicción con otros objetos, se generará una contraposición entre ambos que impulsará,
que forzará, que empujará a que esos objetos vayan cambiando, se vayan transformando, se vayan adaptando
con el paso del tiempo. Y todas esas mutaciones, todas esas transformaciones de un objeto en su
interconexión contradictoria con otros objetos, también forman parte de lo que ese objeto es. Por
tanto, no podemos observar las cosas, los objetos, como entes aislados y definitivos, sino como entes
interconectados con otros entes que están sometidos a un cambio y transformación continuado. Por eso,
desde un punto de vista dialéctico, si se nos pregunta qué son los animales, no nos dedicaremos
a catalogar las especies animales, sino que estudiaremos la vida, la reproducción y la muerte
de cada animal en relación con el resto de animales, y también de los no animales, dentro,
por tanto, de su ecosistema. Es decir, que la dialéctica estudiará la dinámica, la evolución
del ecosistema compuesto por el conjunto de los animales y, sobre todo, por sus interrelaciones.
Por consiguiente, y de nuevo simplificando, para la metafísica la realidad está compuesta por objetos
aislados, mientras que para la dialéctica está compuesta por estructuras. Para la metafísica,
esos objetos aislados coexisten en su aislamiento respectivo, mientras que para la dialéctica esas
estructuras se caracterizan por la contradicción entre sus partes componentes. Y precisamente porque para
la metafísica los objetos aislados coexisten en su aislamiento, esos objetos aislados presentan ya
una forma definitiva y acabada. Mientras que para la dialéctica, como las partes constituyentes de las
estructuras están en continua contradicción entre sí, esas estructuras están cambiando, están evolucionando
de manera continuada. Es decir, que la metafísica enfatiza el equilibrio estático, mientras que la
dialéctica enfatiza el desequilibrio dinámico. Y de hecho, para Engels, esta era la aportación más
importante de la dialéctica hegeliana, la impresión de dimensión histórica al desarrollo continuado de la
realidad. Decía Engels en Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana lo siguiente.
Precisamente aquí reside el auténtico significado y el carácter revolucionario de la filosofía
hegeliana. Todos los sistemas históricos sucesivos son sólo etapas transitorias en el interminable
curso del desarrollo de la sociedad humana desde lo inferior a lo superior. Cada etapa es necesaria y,
por tanto, justificada en el tiempo y en las condiciones a las que debe su origen. Pero frente
a las nuevas y superiores condiciones que gradualmente se desarrollan en su propio seno,
pierde vitalidad y justificación. Debe ceder el paso a una etapa superior que también, a su vez,
decaerá y perecerá. Para la filosofía dialéctica, nada es final, absoluto, sagrado. La dialéctica revela
el carácter transitorio de todo en todo. Nada puede resistírsele excepto el proceso ininterrumpido
de llegar a ser y desaparecer, de ascender sin fin desde lo inferior a lo superior. Y la filosofía
dialéctica en sí no es más que el mero reflejo de este proceso en el cerebro pensante. Por supuesto,
también tiene un lado conservador. Reconoce que etapas definidas del conocimiento y la sociedad
están justificadas para su tiempo y sus circunstancias, pero sólo hasta cierto punto. El conservadurismo
de esta perspectiva es relativo. Su carácter revolucionario es absoluto, el único absoluto que
la filosofía dialéctica admite. Es decir, que lo que la realidad realmente es, es el cambio continuado.
Y a ese cambio continuado lo llamamos historia. Hablemos ahora sobre el materialismo. El materialismo
es una corriente filosófica que llega a Marx especialmente, aunque no en exclusiva, a través
de los escritos del filósofo alemán Ludwig Feuerbach. Acabamos de ver que la dialéctica explica
el desarrollo de la realidad, el desarrollo histórico de la realidad, a través de la evolución derivada
de las contradicciones inherentes a las estructuras, a las interconexiones, a las interrelaciones
que existen entre las cosas, entre los objetos. Pero siendo así, la cuestión pasa a ser la siguiente.
¿De qué están hechas? ¿Cuál es la sustancia subyacente a cada una de esas cosas? Y aquí existen
dos posturas filosóficas. Por un lado, que el sustrato de la realidad sean en última instancia
las ideas o la conciencia, de tal manera que la materia sea un fenómeno derivado de las ideas o de
la conciencia. A los filósofos que sostienen que las ideas tienen primacía y dan forma a lo material,
se los conoce como idealistas. Y la otra posibilidad es que el sustrato de la realidad sea la materia,
de tal manera que las ideas, que la conciencia de los seres humanos, sean fenómenos emergentes de
lo material. A aquellos filósofos que sostienen que la materia tiene primacía explicativa sobre las
ideas y sobre la conciencia, se los conoce como materialistas. Nuevamente, Engels, en su libro
Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana, resume muy bien estas dos posturas. La gran
pregunta básica de toda filosofía, y sobre todo de la filosofía más reciente, se refiere a la relación
entre pensar y ser. Aquellos que postulan la primacía del espíritu, de la conciencia, sobre la
naturaleza, conforman el campo de los idealistas. Quienes consideran que la primacía le corresponde
a la naturaleza, pertenecen a las distintas escuelas del materialismo. Pues bien, Marx, a diferencia de
Hegel, se adscribe al materialismo. Hegel era un filósofo idealista. Otorgaba primacía a la
conciencia y al desarrollo histórico de la misma sobre la materia. Mientras que Marx, aún abrazando
la dialéctica hegeliana, es un materialista. Le otorga primacía a lo material para explicar el
desarrollo de la conciencia. El propio Marx lo manifiesta con claridad. Esto es lo que podemos
leer en el prólogo del primer volumen del Capital. Mi método dialéctico es, desde su misma base,
no sólo diferente al de Hegel, sino exactamente opuesto al mismo. Para Hegel, el proceso del pensar,
que llega a transformar en un sujeto autónomo bajo el nombre de la idea, es el creador del mundo real.
Y el mundo real es sólo la manifestación externa de la idea. Para mí, es más bien al revés. Lo ideal,
no es más que el mundo material, traspuesto en la mente humana y traducido en sus formas de
pensamiento. Según Marx, el error cometido por los filósofos idealistas era similar, era paralelo,
al que cometían las religiones. Las religiones consideraban que Dios había creado a los hombres,
cuando en realidad lo que sucedía es que los hombres habían creado en su imaginación a Dios. No es que la
idea de Dios creara la materia del hombre, sino que la materia del hombre había creado la idea de
Dios. Esta inversión del sujeto y del objeto la toma Marx de Feuerbach. El sujeto es el hombre,
y el hombre crea el objeto, la idea de Dios. Pero el hombre percibe que él mismo no es el sujeto,
sino el objeto creado por Dios. Es decir, es un objeto creado por el objeto Dios percibido como
el sujeto creador. La materia hombre crea la idea de Dios, pero percibe que la idea de Dios ha creado
la materia hombre. Tal como expone Ludwig Feuerbach en su libro La esencia del cristianismo,
el hombre, este es el misterio de la creación, objetiva su esencia y se convierte a su vez en
objeto de este ser objetivo, transformado en un sujeto, en una persona. Es decir, que las
religiones, Dios, que son una creación humana, convierten al hombre en un objeto de esa creación
del hombre, que es la religión, que es Dios. Él, el hombre, se piensa como objeto, pero como objeto
de un objeto, como objeto de otro ser. Como digo, si Dios es un objeto creado por el hombre y el hombre
se percibe como una creación de Dios, el hombre se percibirá a sí mismo como objeto de otro objeto,
como objeto de Dios, porque percibirá a Dios no como un objeto, sino como un sujeto. Pero en realidad,
según Feuerbach, los dioses son creaciones del hombre y, por tanto, el hombre es el sujeto y Dios
es el objeto. Y las religiones lo que hacen es invertir sujeto y objeto como el idealismo invierte la
relación entre idea y materia. Pero no pensemos que Marx abrazaba sin más la antropología materialista
de Feuerbach. De la misma manera que no abrazaba acríticamente la dialéctica idealista de Hegel,
tampoco abrazaba lo que podríamos llamar el materialismo metafísico o materialismo
contemplativo de Feuerbach. Y es que sí, Feuerbach consideraba que la conciencia era un fenómeno
emergente de la materia. Es decir, que el ser humano, ubicado en un entorno determinado,
terminaba generando la idea, la conciencia, la imaginación de la religión. El ser humano formaba
parte del entorno material y ese entorno material dado, estático, ahistórico, generaba la religión.
Pero démonos cuenta de que en este estudio de la relación entre materia e ideas, entre el hombre y
la religión, le falta justamente el enfoque dialéctico. El ser humano no sólo forma parte
pasiva de la naturaleza, sino que a través de su acción, a través de su trabajo, transforma la
naturaleza. Y al transformar la naturaleza, también transforma ese entorno material que genera una
determinada conciencia, una determinada idea, una determinada imaginación en forma de religión.
De hecho, Engels le reprochó a Feuerbach que se quedara a mitad camino. Por abajo era materialista
y por arriba era idealista. Y Marx también denuncia en el Capital que el materialismo de
Feuerbach era un materialismo abstracto, que excluye el proceso histórico. Dicho de otra manera, el
filósofo materialista que adopta una perspectiva dialéctica no se puede limitar a explicar que la
religión, como idea, es un subproducto del hombre, de la materia. Eso puede estar muy bien, pero es
tremendamente incompleto. Cuando decimos que la religión es un producto del hombre, hay que
responder del hombre en qué condiciones, en qué circunstancias, en qué entorno material, en qué
entorno material creado por el propio hombre. Es decir, cómo han llegado, a través de qué proceso han
llegado los hombres a crear un determinado entorno material histórico, a crear, por tanto, un determinado
hombre histórico que en esa situación de tiempo y lugar engendra la religión. En resumen, que el hombre
que crea la religión no es el hombre abstracto, en cualquier época, en cualquier lugar, sino un hombre
histórico concreto en unas circunstancias materiales determinadas. Y la tarea del método
dialéctico es comprender cómo los seres humanos, cómo las contradicciones materiales inherentes a las
sociedades humanas, han conducido a ese hombre histórico concreto que genera la religión y también,
por supuesto, cómo se puede llegar a superar históricamente ese estadio de la historia de la
humanidad que crea la religión y, por supuesto, también muchos otros sistemas de pensamiento. Así pues,
el enfoque filosófico de Marx, la enseñanza que extrae Marx de la filosofía alemana, es la llamada
dialéctica materialista o materialismo dialéctico. El estudio científico del desarrollo histórico de la
realidad, tal como ese desarrollo, tal como esa evolución, tal como esa transformación continuada
de la realidad, es espoleada, es promovida, es impulsada, es alentada, es generada por las
contradicciones materiales inherentes a las estructuras, a las interconexiones, a las
interrelaciones de los elementos materiales que componen esa realidad. Si el materialismo dialéctico
estudia científicamente el desarrollo histórico de la realidad a través de sus contradicciones
materiales, la cuestión es ¿cuáles son esas contradicciones materiales? Y Karl Marx encuentra
la respuesta a esta pregunta en la economía política inglesa. El ser humano, que es el sujeto
activo que forma parte y que transforma con su acción la realidad, se diferencia del resto de los
animales, según Marx, en que es el único que produce los medios de subsistencia que necesita
para reproducir su propia existencia. Pero el ser humano no produce esos medios de subsistencia en
solitario, individualmente, sino que los produce en sociedad. Por tanto, el hecho distintivo de lo humano
es la producción social. Y claro, para producir socialmente, para producir en conjunto, es necesario
que los seres humanos establezcan determinadas relaciones entre sí. ¿Quién produce qué y quién se
queda con qué de lo producido socialmente? No sólo eso, ¿quién decide quién produce qué y quién decide cómo
se reparte lo socialmente producido? Así, al conjunto de esas relaciones sociales que se refieren
al modo de organizar la producción y distribución social de los medios de subsistencia que necesitan
los seres humanos para reproducir a lo largo de la historia su existencia, es a lo que Marx llamará
modo de producción. Toda sociedad humana, en cualquier momento de la historia, tiene que organizarse para
producir los medios que necesita para sobrevivir, para subsistir, para reproducir su existencia.
Lo que cambia entre sociedades humanas, ubicadas en distintas geografías y, sobre todo, en distintos
momentos de la historia, es el modo específicamente histórico de organizar la producción y la distribución
social de los bienes económicos. Es decir, lo que cambia a lo largo de la historia es el modo de producción.
Y en la base de todo modo de producción, es decir, en la base de todo el conjunto de relaciones sociales
que organizan socialmente, agregadamente, los términos de la producción y de la distribución social,
se halla el régimen de propiedad existente en esa sociedad. El régimen de propiedad determina quién produce
qué y para quién y, sobre todo, quién decide qué produce qué y para quién. Y, precisamente por eso,
el régimen de propiedad que definirá cada modo de producción histórico, también dividirá a los hombres,
a los seres humanos que participan de la producción social a través de las reglas, a través de los términos
que derivan de ese régimen de propiedad, también dividirá a los hombres en clases sociales. Habrá seres
humanos que, dentro de un determinado régimen de propiedad, dentro de unas determinadas reglas de
apropiación de la naturaleza, serán capaces de definir, serán capaces de determinar, disfrutarán de
una influencia muy poderosa sobre qué se produce, cómo se produce y para quién se produce. Y habrá
otros individuos que, dentro de ese régimen de propiedad, no tendrán ninguna influencia o ninguna
influencia relevante a la hora de responder esas cuestiones. Es decir, que, en última instancia,
serán instrumentalizados por los primeros a la hora de determinar la producción y la distribución
social. De manera un tanto simplista y dicotómica, el régimen de propiedad vigente en cualquier sociedad
histórica nos permitirá dividir a los individuos en una clase social opresora y en una clase social
oprimida, en explotadores y en explotados. La tipología concreta, la forma social específica,
las reglas de apropiación históricamente concretas de cómo se articula la explotación,
el parasitismo, la opresión de una clase social sobre otra clase social, variarán según el régimen
de propiedad y, por tanto, según el modo de producción histórico. Por ejemplo, en el Manifiesto
Comunista, Marx y Engels relatan distintas categorías históricas de clases sociales opresoras y oprimidas,
dependiendo del modo de producción histórico en el que se insertaran hombres libres y esclavos,
patricios y plebeyos, nobles y siervos, maestros de gremio y oficiales, o burgueses y proletarios.
Y es precisamente aquí donde hallamos la contradicción material fundamental de cualquier
modo de producción histórico, la oposición entre clases sociales. Las clases sociales, por definición,
se definen en términos relacionales. Una no puede existir sin la otra. No puede haber oprimidos
si no hay opresores y no puede haber opresores si no hay oprimidos. Y, a su vez, no sólo se trata
de que exista una contradicción inherente entre clases sociales derivadas del régimen de propiedad,
que determina un determinado modo de producción histórico, sino de que los intereses, las posiciones,
de esas clases sociales son irreductiblemente antagónicos. Es decir, que para que prevalezcan
los intereses, las aspiraciones, los deseos de una clase social se tienen que anular, se tienen que
eliminar, se tienen que someter las aspiraciones, los deseos, los intereses de la otra clase social.
Y es precisamente aquí donde Marx se asiste de la economía política inglesa. Y es que cada modo
de producción histórico tiene sus propias categorías y sus propias leyes de funcionamiento
interno. Y la economía política aspira no sólo a conocer superficialmente esas categorías y esas leyes
de funcionamiento interno propias de cada modo de producción histórico, sino también a revelar lo
que hay detrás de ellas. Porque una cosa es la apariencia superficial sobre cómo funciona cada modo
de producción histórico, y otra muy distinta para Marx es lo que realmente se cuece, lo que realmente
ocurre detrás de esa superficialidad. Y en este sentido, Marx considera que algunos economistas
burgueses, como Adam Smith o David Ricardo, han llegado a penetrar bastante, aunque no suficientemente,
detrás de las formas aparentes del capitalismo, del modo de producción capitalista, del modo de
producción histórico de su época. Mientras que otros economistas, a los que Marx denomina
economistas vulgares, apologistas del capitalismo, se limitan simplemente a describir lo que superficialmente
observan que sucede a su alrededor. Dice Marx en el Capital sobre los economistas vulgares que
los economistas vulgares no hacen más que deambular estérilmente en torno a las conexiones aparentes,
preocupándose sólo de ofrecer una explicación obvia de los fenómenos más crudos, de modo que se
limitan a sistematizar de manera pedante y a proclamar como verdades eternas las ideas más
complacientes y fatuas que se forman los agentes productivos de la burguesía acerca de su propio
mundo, el cual observan como el mejor de los mundos posibles. O expresado de otra manera,
categorías económicas como capital, como dinero, como salario, como interés, como renta, como esclavo,
como siervo y como crédito, son categorías históricas contingentes de modos de producción
concretos que además ocultan detrás de sí relaciones sociales que nos aparecen cosificadas en esos
conceptos. Por ejemplo, y como estudiaremos más adelante en este curso, un trabajador asalariado
no es un trabajador asalariado. Un trabajador asalariado es un trabajador que ha sido despojado
de los medios de producción que necesita para participar en la producción social y que en
consecuencia se ve forzado a vender su fuerza de trabajo a otro individuo o a otra clase social,
el capitalista, que por monopolizar los medios de producción es capaz de comprarle su fuerza de
trabajo sin necesidad de entregarle toda la producción que ese trabajador socialmente
contribuye a crear. Es decir, que lo que define en realidad a un trabajador asalariado es la relación
estructural de sometimiento y explotación al capitalista y, en última instancia, la desposesión
de los medios de producción con los que poder participar en la producción social sin someterse
a aquellos que monopolizan, dentro de ese modo de producción histórico, los medios de producción.
Por tanto, para Marx, la tarea de la economía política como ciencia, o de la crítica a la economía
política burguesa, dirán algunos, la tarea de la economía política como ciencia, para Marx,
es comprender las relaciones y contradicciones materiales que se esconden detrás de la superficialidad
de las leyes descriptivas del funcionamiento de un determinado modo de producción histórico y,
a su vez, aprender cómo esas contradicciones subyacentes al funcionamiento de ese modo de
producción histórico desencadenan cambios que se van acumulando a lo largo del tiempo,
y que terminan alterando, que terminan transformando el propio modo de producción histórico,
alumbrando, en el futuro y también en el pasado, otras formas de organizar la producción social.
Es decir, que la tarea de la economía política es entender cómo realmente funciona cada modo de
producción histórico y también la sucesión histórica de modos de producción derivada de las contradicciones
internas que caracterizan el funcionamiento de cada modo de producción histórico. Y es en este punto
donde precisamente encontraremos el llamado materialismo histórico, es decir, la llamada teoría
de la historia de Marx que desarrollaremos en el vídeo siguiente. Antes de terminar, sin embargo,
nos queda pendiente mencionar dónde entronca, en todo este desarrollo intelectual, la tercera de
las fuentes de inspiración, de influencia en el pensamiento de Marx, el llamado socialismo
revolucionario francés. Como hemos visto, la dialéctica materialista empuja a Marx a estudiar
científicamente el desarrollo histórico de la realidad a través de las contradicciones materiales
subyacentes a cada modo de producción histórico, a cada modo histórico de organizar la producción
social a través de un determinado régimen de propiedad, a través de unas determinadas
reglas de apropiación y de distribución de la naturaleza que dividen a las sociedades
humanas en clases sociales de intereses irreconciliables. Esas contradicciones materiales inherentes a
todos los modos de producción históricos desatarán el movimiento a lo largo de la historia de las
sociedades humanas, tal como describirá el materialismo histórico que desarrollaremos en
el próximo vídeo. Pues bien, el modo de producción histórico que le tocó vivir a Marx y que precisamente
por eso estudia Marx, porque para Marx la tarea de la filosofía no era meramente contemplativa,
sino también transformadora de la realidad, el modo de producción histórico que le tocó vivir a Marx y
que estudió Marx es el capitalismo. Y así las cosas del socialismo francés, Marx toma lo que hoy
podríamos considerar críticas marxistas contra el capitalismo, pero que en realidad para Marx
simplemente son una descripción objetiva de las contradicciones materiales inherentes al capitalismo
que a lo largo de la historia terminarán provocando su sustitución por el socialismo. Por ejemplo,
el conflicto inherente entre capital y trabajo y, por tanto, entre la clase trabajadora y la clase
burguesa, o la creciente deshumanización del trabajador, o la necesidad de la solidaridad
intraclase de los trabajadores, o la dinámica de crecientes desigualdades en el control de los
medios de producción dentro del capitalismo, generando una brecha expansiva entre quienes
tienen medios de producción y quienes no tienen medios de producción. Pues bien, esas contradicciones
del capitalismo, que fueron de manera muy simplista diagnosticadas por el socialismo francés, en realidad
deberíamos hablar por aquello que Marx denomina socialismo utópico, luego el propio Marx las incorpora
en su análisis económico-político del capitalismo. No sólo eso, cuando Marx se plantea cuál será la
superación histórica del capitalismo, el modo de producción socialista o comunista, Marx también toma
muchas de las ideas generadas en ese socialismo francés o en ese socialismo utópico. Por ejemplo,
la propiedad comunal de los medios de producción, el fin de la explotación, el trabajo vocacional,
la mayor cantidad de tiempo libre, etc. Ahora bien, ya he mencionado que Marx hasta cierto punto denostaba
este pensamiento socialista premarxista calificándolo como socialismo utópico. De la misma manera que Marx
no abraza acríticamente la dialéctica hegeliana, o la antropología materialista de Feuerbach, o la
economía política inglesa de Adam Smith o de David Ricardo, tampoco abraza sin más las ideas del
socialismo utópico. Y es que los socialistas utópicos aspiraban a resolver las contradicciones
inherentes al capitalismo dentro del propio capitalismo. Es decir, aspiraban a acabar con el
antagonismo entre capital y trabajo, preservando el capital y el trabajo. Y además creían que eso se
podía hacer ya mismo, en cualquier momento, que lo único que era necesario era organizarse
políticamente para impulsar una reforma social del capitalismo. Y Marx rechaza ambas ideas. Por un lado,
las contradicciones materiales del capitalismo son irresolubles dentro del propio capitalismo,
lo que hay que hacer históricamente es superar el modo de producción capitalista,
y, por otro lado, la superación del modo de producción capitalista no puede tener lugar
en cualquier momento. Han de darse determinadas condiciones materiales para que la humanidad,
comandada por el proletariado, pueda superar el capitalismo a través del comunismo. Es decir,
que la perspectiva de los socialistas utópicos era una perspectiva tanto ahistórica, es decir,
contraria a la dialéctica, cuanto idealista, contraria al materialismo, porque pensaban que
sólo persuadiendo a la sociedad se podían superar las contradicciones materiales inherentes al
capitalismo. Podían intuir más o menos cuál era el punto de llegada, el destino histórico de la
humanidad, pero no entendían en absoluto los procesos históricos que se han de ir desatando
para acabar llegando a ese destino. Y esto, la teoría de la historia de Marx, el materialismo
histórico, es lo que estudiaremos con mucho más detalle en el próximo vídeo dentro de este curso
sobre antimarx para la Universidad de las Espérides.