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Bruselas acaba de presentar su propuesta de reforma del Pacto de Estabilidad y Crecimiento.
¿En qué consiste exactamente esta reforma? ¿Acaso supondrá que España se verá obligada
a hacer recortes presupuestarios durante los próximos años? Veámoslo.
El Pacto de Estabilidad y Crecimiento es una pieza clave dentro de la arquitectura
institucional del euro. Si 20 países y 20 estados comparten una misma moneda,
es necesario que exista algún tipo de coordinación entre ellos a la hora de emitir deuda. Al fin y al
cabo, cuando un estado posee soberanía monetaria, es decir, cuando emite la moneda en la que está
denominada su propia deuda, ese estado en momentos excepcionales puede recurrir al Banco Central para
financiarse a través de la monetización de su deuda. Es decir, y en última instancia,
financiarse a través de inflación. Por supuesto, esta no es la práctica más responsable posible,
pero sí es una vía desesperada que pueden tener a su disposición determinados estados,
pero sí es una vía que tienen a su disposición aquellos estados con soberanía monetaria. En
cambio, cuando un estado renuncia a esa soberanía monetaria, es decir, cuando renuncia a tener su
propio Banco Central a emitir la moneda con la que se endeuda, entonces ese estado también está
renunciando a la posibilidad de monetizar su deuda incluso en momentos de tensión financiera. Y,
claro, si un estado no puede recurrir a la monetización de su deuda ni siquiera en momentos
desesperados, más le vale a ese estado no colocarse a sí mismo en una posición de tensión financiera,
en una posición de descrédito financiero. Es muy importante que las finanzas públicas de ese estado
sean saludables, estén en buena forma para que así no necesite recurrir a la monetización de
deuda por parte del Banco Central dado que esa vía está cerrada, o incluso aunque quisiéramos
reabrirla porque uno podría plantear. Bueno, ¿y por qué el nuevo Banco Central que emite el euro,
la moneda de 20 estados, no acoge también la monetización de deuda de los distintos
estados que conforman la eurozona? Aunque el estado español no pueda monetizar su deuda en
su propio Banco Central, podría en principio monetizarla a través del Banco Central Europeo,
que es algo que indirectamente se ha estado haciendo durante los últimos años. ¿Por qué
no dar rienda suelta a esto? Pues porque demos nos cuenta de que cuando un estado monetiza su
deuda en un Banco Central que comparte con otros 19 estados, en parte, ese estado le está pasando
a través del Banco Central el marrón de su endeudamiento al resto de socios del euro,
al resto de estados que conforman la moneda única. Si esa abusiva monetización de deuda
termina generando inflación, la inflación no solo la soporta el país que está monetizando
deuda pública, sino toda la eurozona. De ahí que aún cuando el Banco Central, de manera excepcional,
monetizara deuda pública de algunos estados miembros que están en problemas, sería necesaria
una coordinación entre esos estados miembros para garantizar que las veces en las que un estado
miembro se verá abocado a tener que monetizar su deuda en el Banco Central por exceso de
endeudamiento y, por tanto, por descrédito frente a los mercados, esas veces serán las menos
posibles, que no tratará de aprovecharse sistemáticamente de sus socios monetizando
su propia deuda y traspasándoles a los demás la inflación que se genera monetizando su deuda.
Porque, además, si todos hicieran lo mismo caeríamos en una tragedia de los comunes,
sería un desastre absoluto. Todos intentarían monetizar abusivamente su deuda aún cuando la
inflación no parará de aumentar, de aumentar y de aumentar. Por eso, repito, la coordinación de
la política fiscal, la coordinación de los términos del endeudamiento público de los distintos
países que conforman la eurozona es fundamental para el buen funcionamiento de la eurozona.
Actualmente el Pacto de Estabilidad y Crecimiento establece que la deuda pública de ningún estado
ha de superar el 60% de su PIB y, a su vez, que el déficit público, es decir, el nuevo
endeudamiento anual de un estado, tampoco ha de superar el 3% del PIB. Si estas condiciones
no se cumplen, entonces el estado incumplidor debe someterse al llamado procedimiento de
déficit excesivo, un plan de reducción de déficit y de deuda supervisado, tutelado por la Comisión
Europea y que, en caso de no cumplirse, abocaría al estado incumplidor a ser sancionado. Pues bien,
actualmente los diversos estados europeos están debatiendo sobre cómo reformar el Pacto de
Estabilidad y Crecimiento. Parece que el Pacto de Estabilidad y Crecimiento, que se había mantenido
vigente hasta el momento, no le sirve y desean buscar uno nuevo. En realidad, la principal reforma
que debería experimentar el Pacto de Estabilidad y Crecimiento es una muy sencilla, cumplirse. Y es
que en los últimos 20 años, los incumplimientos del Pacto de Estabilidad y Crecimiento han sido
sistemáticos por todos los países que conforman la eurozona, incluyendo los países teóricamente
más austeros, como Alemania. También Alemania ha incumplido el Pacto de Estabilidad y Crecimiento.
¿Y cuáles han sido las consecuencias prácticas de ese incumplimiento? Ninguna, porque no hay
un solo país que haya sido sancionado una sola vez por incumplir el Pacto de Estabilidad y
Crecimiento. Por tanto, ahora mismo el Pacto de Estabilidad y Crecimiento es papel mojado,
pero es papel mojado no porque sus reglas no sean adecuadas, sino porque se incumplen
sistemáticamente esas reglas. De ahí que, por ejemplo, una reforma interesante del Pacto de
Estabilidad y Crecimiento sería automatizar las sanciones. Si tú sistemáticamente mantienes
un déficit por encima del 3% o un endeudamiento por encima del 60% y no vas mejorando esas cifras
en un determinado porcentaje prefijado, entonces automáticamente eres sancionado. No es necesario
que se te someta a ningún juicio político. No es necesario que la Comisión Europea articule la
sanción. No, automáticamente lo eres, sin mayor negociación. La mayoría de estados de la Unión
Europea, sin embargo, pretenden reformar el Pacto de Estabilidad y Crecimiento para volverlo todavía
más laxo. Es decir, para que puedan endeudarse irresponsablemente sin que nadie les llame al
orden. Para que, por tanto, no exista una mínima coordinación entre las políticas fiscales de
aquellos estados que comparten una misma moneda y que, por tanto, han renunciado a su soberanía
monetaria. Pretenden que el Banco Central Europeo mantenga su tradicional manga ancha a la hora de
seguir monetizando indirectamente la deuda pública de los estados miembros y así abaratar su coste
de financiación por muy endeudados que se encuentren. Claro, si todo el mundo se puede endeudar
ilimitadamente, sin que aparentemente haya ningún problema, ¿quién va a querer cumplir el Pacto de
Estabilidad y Crecimiento? Pero tampoco podemos mantener en vigor una norma que nos estamos saltando
todos claramente a la torera. De ahí que muchos de estos estados quieran reformar la norma para
vaciarla de contenido y que, por tanto, se institucionalice de jure, lo que ya estaba
sucediendo de facto. Afortunadamente, parece que Alemania en esta ocasión no se ha terminado de
bajar totalmente los pantalones y el ministro de Finanzas alemán del Partido Liberal, entre muchas
comillas, un partido que desde luego tiene poco de liberal libertario, pero que sí suele tomarse
bastante en serio la sostenibilidad de las cuentas públicas, el ministro Christian Lindner escribió
recientemente en el Financial Times diciendo que si la propuesta que iba a salir adelante, que se iba
a intentar aprobar, era una propuesta que empeoraba el Pacto de Estabilidad y Crecimiento tal cual
existe a día de hoy, Alemania no lo iba a apoyar. Que de lo que se trata es de mejorar el actual
Pacto de Estabilidad y Crecimiento para garantizar un proceso de desendeudamiento de aquellas
economías más exageradamente apalancadas, no de lo contrario, no de convalidar, no de consolidar
esa situación. Y a raíz de esta oposición del ministro de Finanzas alemán, la Comisión
Europea ha tenido que llegar a una posición intermedia, entre la posición del grupo de
países más manirrotos y más irresponsables fiscalmente y la posición alemana. Y ahora,
entre muchas otras cosas, lo que propone la Comisión Europea es que aquellos países que
incumplan el Pacto de Estabilidad y Crecimiento estén obligados a reducir cada año su déficit
estructural en medio punto porcentual. Esto supondría, por ejemplo, que ahora mismo España
tendría que recortar su déficit, ya sea subiendo impuestos o recortando gastos, en alrededor de
7.000 millones de euros anuales. Y recortarlo, insisto, en términos estructurales, no coyunturales.
Cuando la coyuntura es positiva, los ingresos tienden a aumentar y los gastos o algunos gastos,
prestaciones de desempleo, tienden a reducirse. Pero no es eso, aparentemente, no está del
todo claro, pero no es eso aparentemente lo que está proponiendo la Comisión Europea,
sino que el déficit estructural, aquel que no se ve influido por las circunstancias del ciclo,
se reduzca en medio punto porcentual de PIB al año. Y esto es fácil de conseguir, es difícil,
habitualmente España lo cumple, lo incumple, pues como podéis observar en este gráfico elaborado
por Miguel Cardoso, economista jefe del BBVA Research, España no habría cumplido esta
condición, este requisito, en ningún año desde 2015. Toda la reducción del déficit público de
España desde el año 2015 ha sido una reducción cíclica, no estructural. De hecho, en términos
estructurales, como vemos en el gráfico, ha aumentado el déficit año tras año desde 2015.
Por tanto, esta propuesta de la Comisión Europea, sin ser la más estricta posible,
sí supondría, en caso de salir adelante y en caso de llevar asociado un automatismo en la
sanción, cosa que de momento no sucede pero que Alemania sí está reclamando, sí supondría muy
probablemente la necesidad de que efectuáramos ajustes en algún momento a lo largo de los próximos
años. Ahora, los ajustes vendrían a partir de 2024, es decir, que el actual gobierno de ajustes
obligados por el pacto de estabilidad y crecimiento, ninguno. Sea como fuere,
necesitamos un pacto de estabilidad y crecimiento sólido y creíble, porque si no el euro no va
a funcionar. El Banco Central Europeo sólo será verdaderamente independiente cuando no sienta la
necesidad estructural de monetizar la deuda de los estados para evitar su bancarrota y así
salvar la unidad del euro. Ahora mismo, el Banco Central Europeo está en gran medida dominado por
las necesidades de financiación de los estados porque sabe que, como hay muchos estados muy
endeudados, si sube todo lo que tendría que subir los tipos de interés, muchos de esos estados muy
endeudados irían a la bancarrota y eso supondría la desaparición del euro. Como eso no lo puede
hacer, tampoco es plenamente autónomo a la hora de ejecutar su política monetaria. Para que pueda
ser plenamente autónomo a la hora de ejecutar su política monetaria, es necesario que no haya
estados tan sumamente endeudados. Y para que no haya estados tan sumamente endeudados,
el Pacto de Estabilidad y Crecimiento tiene que cumplirse escrupulosamente. Pero precisamente
porque todos o casi todos nuestros políticos son adictos a la deuda, dado que la deuda maximiza su
capacidad para comprar votos, suben el gasto sin subir impuestos, es decir, proporcionan beneficios
sin pasarle a la sociedad la factura, o bajan impuestos sin recortar el gasto, de nuevo repartiendo
beneficios sin asociarlos a ningún coste inmediato. Como todos nuestros políticos son adictos a la
deuda, todos nuestros políticos van a intentar, por un medio o por otro, sabotear estructuralmente
el Pacto de Estabilidad y Crecimiento, que es lo que ha venido sucediendo en Europa, como ya he
indicado, durante las últimas décadas. Ese es, en definitiva, el gatopardismo de la política,
del euro y de la Unión Europea. Que todo cambie para que todo siga exactamente igual.