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Se levanta el telón bolivariano y comienza la función.
Pedro Sánchez se queda y va a por todo.
Veámoslo.
¿Por qué Pedro Sánchez amagó con dimitir como presidente del gobierno este pasado miércoles?
Pues en el vídeo que dedicamos a analizar esta cuestión,
una de las conjeturas que manejamos fue que Pedro Sánchez estaba instrumentalizando
su supuesto drama personal y familiar para justificar un asalto, una guerra sin cuartel,
contra aquellas instituciones que dentro de España siguen actuando como contrapoderes al gobierno,
es decir, algunos jueces y algunos periodistas.
Pues bien, tras su comparecencia de hoy, en la que ha anunciado que no dimite,
se confirma que esta última conjetura, que todo esto era un show para justificar su asalto
contra la prensa libre y contra los tribunales independientes,
se confirma que esa conjetura era la correcta.
El propio Pedro Sánchez nos lo ha confirmado en el que, sin duda alguna,
es el momento más revelador de toda su comparecencia.
He decidido seguir. Seguir con más fuerza si cabe al frente de la presidencia del gobierno de España.
Esta decisión no supone un punto y seguido. Es un punto y aparte. Se lo garantizo.
Un punto y aparte institucional. Es decir, Pedro Sánchez está anunciando la ruptura del marco
institucional de la democracia española tal cual lo hemos conocido hasta hoy.
No en vano, a renglón seguido de estas palabras, él mismo se encarga de aclararnos
que no se está refiriendo a un punto y aparte anímico, sino a un punto y aparte institucional y democrático.
Por eso asumo ante ustedes mi compromiso de trabajar sin descanso, con firmeza y con serenidad,
por la regeneración pendiente de nuestra democracia y por el avance y la consolidación de derechos y de libertades.
Como en el mundo orwelliano de 1984, cuando Pedro Sánchez habla de consolidar derechos y libertades,
en realidad está anunciando una restricción, un ataque, una censura a esos derechos y libertades.
Y no hace falta siquiera suponer que esas son sus intenciones ocultas. Él mismo las explica en su
comparecencia cuando anuncia que va a perseguir la malentendida libertad de expresión, que desde su
punto de vista no es verdaderamente libertad de expresión, sino libertad de difamación.
Exigir resistencia incondicional a los líderes objeto de esa estrategia es poner el foco en las
víctimas y no en los agresores. Y confundir libertad de expresión con libertad de difamación
es una perversión democrática de desastrosas consecuencias.
Por tanto, la pregunta es sencilla. ¿Queremos esto para España?
Porque él mismo había manifestado minutos antes que no le merecía la pena seguir como
presidente del gobierno si los tribunales en España seguían siendo lo suficientemente
independientes como para fiscalizar a su esposa, o si los periodistas en España seguían siendo lo
suficientemente libres como para investigar a su esposa. Y dado que se queda, tendrá que revertir
esa situación para que le merezca la pena continuar al frente de la presidencia del gobierno.
Como saben, el pasado miércoles escribí una carta dirigida a toda la ciudadanía. En ella les
planteaba si merecía la pena soportar el acoso que desde hace diez años sufre mi familia a cambio
de presidir el gobierno de España. Hoy, tras estos días de reflexión, tengo la respuesta clara.
Si aceptamos todos, como sociedad, que la acción política permite el ataque indiscriminado a personas
inocentes, entonces no merece la pena. Si consentimos que la contienda partidista justifique
el ejercicio del odio, de la insidia y de la falsedad hacia terceras personas, entonces
no merece la pena. Si permitimos que las mentiras más groseras sustituyan el debate respetuoso
irracional basado en evidencias, entonces no merece la pena.
De hecho, su mesianismo llega tan lejos como para decirnos que esto en realidad no tiene
que ver con él, que esto en realidad no tiene que ver con sus intereses personales y partidistas,
sino que todo este proceso de reflexión colectiva que él mismo ha abierto, en realidad tiene que
ver con salvar España, con salvar la democracia española.
Porque esto no va del destino de un dirigente particular. Eso es lo de menos. Se trata de
decidir qué tipo de sociedad queremos ser.
Estamos, por tanto, ante un proceso de transformación social, institucional y democrática que Pedro
Sánchez pretende capitanear para, en última instancia, purgar a aquellas personas, periodistas
o jueces, que dentro del régimen de libertades hasta ahora existente en España, podían criticar,
investigar o fiscalizar a Pedro Sánchez y a los suyos. No en vano, el propio Pedro Sánchez
anuncia que va a comenzar a limpiar a la sociedad y a las instituciones españolas de la ponzoña.
Es decir, de periodistas y de jueces no alineados.
Y creo que nuestro país necesita hacer esta reflexión colectiva. De hecho, durante estos
cinco días ya hemos comenzado a hacerla. Una reflexión colectiva que abra paso a la
limpieza, a la regeneración, al juego limpio.
¿Y qué necesita para llevar a cabo estas purgas barra limpieza de todos aquellos estamentos
sociales que no estén perfectamente alineados o bajo el control del gobierno de Pedro Sánchez?
Pues él mismo también nos lo comunica en esta comparecencia. Lo que necesita es una gran
movilización social, una movilización permanente de la sociedad española que respalde al gobierno
en este proceso de regeneración, en realidad de reinvención de tabla rasa institucional,
a través del cual se pretenden pisotear derechos y libertades con la complicidad de esa sociedad
movilizada que desde la calle legitimará aquello que los tribunales ya no tendrán la independencia
de detener. Solo hay una manera de revertir esta situación. Que la mayoría social, como
ha hecho estos cinco días, se movilice en una apuesta decidida por la dignidad y el sentido
común, poniendo freno a la política de la vergüenza que llevamos demasiado tiempo sufriendo.
Solo una reflexión final. Estamos ante una persona tan obsesionada con el poder, no solo
con el poder que ya tenía, sino con el poder absoluto que aspira a tener. Estamos ante una
persona tan obsesionada por el poder que no ha dudado durante los últimos cinco días en
instrumentalizar a su familia, a su esposa y a sus hijas para alcanzar sus objetivos políticos.
Cuando en su carta nos decía que se estaba planteando dimitir para salvar a su esposa y a sus hijas,
en realidad lo que estaba pensando es en sacrificar a su esposa y a sus hijas para salvarse a él mismo.
Y es que con su carta, con su amago de dimitir, Pedro Sánchez extendió a la prensa internacional,
a la opinión pública mundial, las sombras de sospecha de corrupción sobre su esposa. Cuando
convirtió un asunto meramente local, que un juzgado de instrucción de Madrid había abierto
diligencias previas a su esposa en un asunto de Estado que podía motivarle a dimitir, Pedro Sánchez
llevó a los titulares de la prensa internacional a su esposa, las sospechas de corrupción y de tráfico
de influencias alrededor de su esposa, y todo para conseguir este proceso de movilización social que
le permita tomar impulso para censurar a periodistas y para someter a los tribunales.
Si Pedro Sánchez está dispuesto a instrumentalizar, a enfangar, a politizar de esta manera a su propia
familia, ¿qué no estará dispuesto a hacerle al resto de la sociedad española?