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Juan Ramón Rallo

Laissez faire, laissez passer. Laissez faire, laissez passer.

Transcribed podcasts: 2280
Time transcribed: 38d 6h 22m 10s

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Intento de golpe de Estado en Brasil.
¿Quién lo ha perpetrado? ¿Quién lo ha legitimado? ¿Y cuáles pueden ser sus consecuencias?
Veámoslo.
Asaltar un Congreso no es únicamente grave por los destrozos materiales y por los daños personales que pueda ocasionar el vandalismo.
Asaltar un Congreso es especialmente grave por lo que representa.
Y representa, en esencia, un intento por subvertir el orden constitucional.
Es decir, por dar un golpe de Estado, por conquistar el poder del Estado a través del uso de la violencia.
Un Congreso no se asalta con el objetivo de eliminar el Estado,
en cuyo caso ese acto podría contar con ciertas simpatías por parte de los pensadores y de los activistas anarquistas.
No, un Congreso no se asalta para eliminar el Estado, sino para tomar el Estado y para que los asaltantes o los líderes de los asaltantes
instrumentalicen el Estado, la coacción estatal, según ellos consideran más adecuado
y al margen de los procedimientos constitucionales y democráticos establecidos para acceder a las diversas magistraturas del Estado.
Se trata en definitiva de un mecanismo para socavar los mecanismos y los procedimientos del Estado de derecho,
para entronizar la fuerza y la violencia como la única vía para dirigir el rumbo del Estado.
La democracia no es funcional porque de alguna manera permita representar la voluntad del conjunto del pueblo.
La voluntad del pueblo como tal no existe, es una entelequia.
El pueblo no tiene voluntad, la voluntad la tienen en todo caso cada uno de los ciudadanos que conforman una determinada sociedad
y las voluntades individuales no son agregables en una voluntad colectiva.
Por tanto la democracia no es funcional por esto, la democracia es funcional porque existiendo profundas divergencias,
profundas diferencias dentro de una sociedad sobre quién debe dirigir el país o sobre las políticas que deben aplicarse desde el Estado,
la democracia permite que esas diferencias, esas divergencias, se resuelvan por mecanismos pacíficos.
Básicamente se consensúa una regla electoral y aquellas propuestas, aquellos candidatos que superen esa regla electoral,
son aquellos que accederán a las magistraturas del Estado de manera pacífica sin que el resto de la población intente impedirlo violentamente.
No es que los candidatos o las propuestas que salgan victoriosos en unas elecciones democráticas sean preferibles, sean mejores necesariamente
a los candidatos o a las propuestas que salen derrotados, la democracia no es un procedimiento para revelar la verdad ni siquiera para alcanzar el bien.
Es solo un consenso social tácito para evitar el enfrentamiento civil continuado,
para evitar que nos matemos entre nosotros con tal de colocar al frente del Estado a nuestro líder o a nuestra Biblia ideológica.
Por eso los golpes de Estado son tan peligrosos no solo en el corto plazo, sino en el medio largo plazo,
si dentro de una sociedad prende la idea de que es legítimo acceder al frente del Estado a través de un golpe de Estado,
es decir, a través de la violencia, o si prende la idea de que el resto de la sociedad solo va a permitir que gobiernes
si eres lo suficientemente fuerte, lo suficientemente bruto, lo suficientemente salvaje, como para reprimir, como para someter,
como para doblegar al resto de la sociedad, una sociedad que en caso contrario, si tú eres demasiado débil, te va a intentar dar un golpe de Estado,
o en cambio conduce a una tiranía de aquel grupo social ideológico suficientemente poderoso como para imponerse sobre los demás,
normalmente después de un proceso de purga, de un proceso de represión lo suficientemente intenso,
como para minar la unidad, como para minar la organización, como para minar incluso las filas de los grupos rivales,
pero en todo caso a una tiranía donde un grupo retiene el poder a través de la violencia y donde el resto de la sociedad sabe
que la única forma de que haya una alternancia en el poder al frente del Estado es utilizando la violencia contra ese grupo dominante,
es decir, aunque haya una aparente estabilidad fruto de que un grupo tiene la suficiente fuerza como para someter al resto,
no deja de ser una estabilidad potencialmente frágil, dado que si el resto de la sociedad se rearma, se reorganiza de alguna manera,
tratará de tumbar al grupo que esté en el poder, es decir, el conflicto civil estará siempre latente,
porque no existirá un acuerdo social amplio sobre un procedimiento, sobre un mecanismo pacífico de alternancia en el poder.
Este es el gran riesgo de asaltos al Congreso, como los que vimos en Estados Unidos hace dos años, o como los que vimos ayer en Brasil.
El riesgo no es tanto que esos asaltos tengan éxito, que tanto en un caso como en el otro parecía claro que estaban condenados al fracaso,
el riesgo es que se vayan erosionando los consensos tácitos alrededor del mecanismo democrático de alternancia en el poder.
No insisto porque haya que sacralizar de ninguna manera a la democracia como la verdad de Dios revelada, que no,
simplemente porque las alternativas al mecanismo democrático para la alternancia en el poder son mucho más salvajes, brutales y violentas.
Si los partidarios de Bolsonaro o una parte de los partidarios de Bolsonaro legitiman la violencia,
la fuerza como mecanismo de acceso a las magistraturas del Estado,
¿qué harán acto seguido los partidarios de Lula de manera bastante comprensible?
Pues por un lado legitimar el uso de la violencia contra los partidarios de Bolsonaro,
que aceptan la violencia como mecanismo para acceder a las altas magistraturas del Estado,
y por otro, con el tiempo, irán viendo que la única forma que hay en Brasil de retener el poder no es presentarse a unas elecciones y ganarlas,
es tener la suficiente fuerza como para evitar que te den un golpe de Estado o incluso para darlo tú y permanecer tú al frente del poder.
Dicho de otra manera, la erosión del consenso social tácito alrededor del mecanismo de alternancia pacífico al frente del poder estatal,
erosión que en el caso de Brasil perpetraron ayer los partidarios o algunos de los partidarios del ex presidente Bolsonaro,
a lo que conduce es a que progresivamente más grupos sociales vayan viendo la violencia como necesaria para acceder o retener el poder estatal.
Es decir, a lo que conduce nuevamente es al enfrentamiento civil.
Incluso desde un punto de vista internacional, este tipo de movimientos pueden servir a autócratas internos a legitimar sus propios golpes de Estado.
Imaginemos que lo de Brasil hubiese ocurrido un par de meses antes.
A buen seguro, Pedro Castillo, cuando hace un mes dio un golpe de Estado en Perú, habría apelado a la experiencia brasileña
para advertir de lo que la derecha peruana podría terminar perpetrando en Perú si él no se arrogaba con todos los poderes del Estado para defender el ordenamiento constitucional,
obviamente saltándoselo por todos lados.
Como digo, si dentro de nuestras sociedades empieza a aprender la idea de que los consensos de alternancia pacífica en el poder a través de una regla electoral
que podrá ser criticable dependiendo de cada país, pero de una regla electoral consensuada, si esos consensos se quiebran,
el único camino que tenemos por delante a corto o medio plazo es la violencia civil y las autocracias.
Por eso es tan importante criticar categóricamente estos intentos de conquistar violentamente el poder del Estado
para tratar de reconstruir los consensos sociales tácidos alrededor de un mecanismo pacífico de alternancia en el poder político
que estas intentonas de golpe de Estado contribuyen a socavar.
Sólo con la crítica abierta a estas intentonas golpistas es posible reestañar los consensos sociales que estas intentonas golpistas contribuyen a romper.
Por eso Bolsonaro hizo tan mal a la hora de no facilitar un recambio simbólico en el poder al frente de Brasil,
negándose a reconocer la victoria de Lula y por tanto deslegitimando a Lula frente a sus partidarios como presidente de Brasil.
Y si sus partidarios, o al menos parte de sus partidarios, consideran que Lula no es un presidente legítimo,
es hasta cierto punto esperable que un grupo de exaltados golpistas asalte el Congreso creyéndose que así está defendiendo el orden constitucional
en lugar de estar haciendo lo que estaban haciendo, es decir, subirtiéndolo.
Y por eso, y en un sentido contrario, también es positivo que durante las últimas horas Bolsonaro haya accedido a condenar,
aunque sea en términos tibios, moderados, no rotundos, pero que haya accedido a condenar este asalto al Congreso,
distanciándose a él y a su movimiento de este grupo de golpistas.
Ha escrito Bolsonaro en Twitter. Las manifestaciones pacíficas de arreglo con la ley son parte de la democracia.
Sin embargo, los asaltos e invasiones de edificios públicos, como las ocurridas hoy, así como las practicadas por la izquierda en 2013 y 2017,
están fuera de la ley. A lo largo de mi mandato siempre me he ubicado dentro de las fronteras de la Constitución,
respetando y defendiendo la ley, la democracia, la transparencia y nuestra sagrada libertad.
Ciertamente, Bolsonaro debería haber sido bastante más duro en su condena y, sobre todo, no debería haber dado pie durante las semanas anteriores
a que este movimiento se terminara produciendo.
Pero, desde luego, es una buena noticia que, al menos, no legitime esta intentona golpista y que se distancie de ella,
como también se ha distanciado, por cierto, el llamado Foro Madrid.
Un foro creado por Vox y alrededor del cual se agrupa a buena parte de la derecha hispanoamericana.
Esto es lo que reza el manifiesto de Foro Madrid. Foro Madrid condena la violencia en Brasil y cuestiona la doble moral de la izquierda.
Foro Madrid condena, de la manera más categórica, la violencia ejercida por quienes asaltaron el Palacio de Plan Alto en Brasilia,
a la vez que denuncia la doble moral de los mandatarios y las organizaciones progresistas,
que salieron de inmediato a apoyar a Lula da Silva pero que guardan silencio frente a episodios similares en otras naciones.
Con qué legitimidad pueden Gustavo Petro y Gabriel Boric reclamar por la violencia en Brasil
si fueron ellos los principales instigadores de las protestas vandálicas en Chile y Colombia
y no contentos con ello, indultaron a los responsables.
Como puede, Pedro Sánchez solidarizarse con Lula si actualmente gobierna con quienes intentaron sitiar el Congreso Español,
si indultó a los golpistas y ha cambiado la legislación española de modo que episodios como lo ocurrido en Brasil
serían calificados de desorden público.
El foro de Sao Paulo, el grupo de Puebla y la Internacional Progresista,
que hoy apoyan incondicionalmente a Lula, aplauden el vandalismo en Perú,
instigado por Evo Morales y celebran la fero represión del régimen boliviano en contra de Santa Cruz de la Sierra.
Se trata de una condición intrínseca de la izquierda, su doble moral.
Cuando las circunstancias les favorecen, las aplauden,
cuando contrarían sus intereses, las condenan.
A diferencia de la izquierda, a quienes defendemos la democracia y las libertades,
mantenemos un solo criterio, que la violencia no se justifica en ninguna circunstancia,
ni cuando asaltan el Palacio de Plan Alto, ni cuando incendian el Metro de Santiago de Chile,
o cuando la primera línea destruye la ciudad de Cali.
Si el foro de Sao Paulo, fundado por Lula da Silva, el grupo de Puebla,
la Internacional Progresista y los mandatarios y izquierdistas quieren defender la democracia en Brasil,
entonces deben, en primer lugar, condenar con firmeza las dictaduras de Cuba, Nicaragua y Venezuela.
De lo contrario, en segundo lugar, disolverse para poner fin a la violencia constante que promueven
y el amparo que prestan a los regímenes de carácter totalitario o dictatorial.
De lo contrario, dichas organizaciones y sus integrantes quedan totalmente desautorizados
a la par que reafirman su complicidad con toda forma de violencia.
De menos cuenta que este manifiesto dedica más tiempo a criticar a la izquierda
que a condenar el intento de golpe de Estado en Brasil,
lo cual hasta cierto punto les lleva a caer en una hipocresía similar
a la de la izquierda que están denunciando en este manifiesto.
Según ellos, la izquierda no critica los intentos de golpes de Estado en otros países,
lo cual es cierto, y con este intento de golpe de Estado en Brasil
se rasgan las vestiduras con razón.
El Foro Madrid dice que ellos no pecan de eso, que condenan todo intento de golpe de Estado,
pero para condenar todo intento de golpe de Estado dedicas muchísimo más tiempo,
muchísimo más espacio en esta carta a condenar la hipocresía de la izquierda
que a condenar lo realmente grave ocurrido ayer en Brasil,
que es el intento de golpe de Estado.
Creo que caben muy pocas dudas que si el intento de golpe de Estado en Brasil
lo hubiese perpetrado la izquierda en lugar de la derecha,
Foro Madrid habría redactado un manifiesto muy distinto
en el que estarían atacando frontalmente el golpe de Estado, el intento de golpe de Estado
y no intentarían rebuscar si la derecha en ocasiones ha condenado o ha dejado de condenar
o si la izquierda ha condenado o dejado de condenar.
Se centrarían en criticar, en denunciar frontalmente el golpe de Estado
y a aquellos que lo han amparado.
Aquí, en cambio, pasan muy rápido por quienes han impulsado este golpe de Estado
y se centran sobre todo en atacar a la izquierda.
Que no digo que no haya que atacarla porque, ciertamente, la izquierda es muy hipócrita
o, al menos, mejor dicho, parte de la izquierda, la izquierda más populista,
más caudillista y más liberticida.
Pero, claro, en este momento de lo que se trata es de condenar el intento de golpe de Estado en Brasil.
Acto seguido si quieres denunciar la hipocresía de la izquierda,
pero cuando tu único pronunciamiento carga más contra la izquierda
que contra los golpistas, pues igual es un pronunciamiento algo sesgado.
En todo caso, no deja de ser también una buena noticia
que esta asociación internacional de agrupaciones políticas
de derechas o de extrema derecha dirían algunos,
no deja de ser buena noticia que, al menos, deslegitimen, condenen,
categóricamente dicen, este intento de golpe de Estado en Brasil.
En definitiva, episodios como el de ayer en Brasil
o como el de hace dos años en Estados Unidos
o como el de hace un mes en Perú
nos recuerdan que hay un porcentaje probablemente creciente de la población
que está legitimando la violencia como mecanismo para tomar el control del Estado.
Y esa legitimación de la violencia como vía
para acceder a las más altas magistraturas del Estado,
si se extiende y prepondera por el conjunto de la sociedad,
si se extiende y prepondera por toda la sociedad,
a lo único que conduce a medio plazo es al enfrentamiento civil y a la autocracia.