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Juan Ramón Rallo

Laissez faire, laissez passer. Laissez faire, laissez passer.

Transcribed podcasts: 2280
Time transcribed: 38d 6h 22m 10s

This graph shows how many times the word ______ has been mentioned throughout the history of the program.

En un reciente vídeo, al que podéis acceder si pulsáis en la esquina superior derecha,
critiqué la demagogia anti neoliberal, lo que significa esto de neoliberalismo,
de más país. Más país, en su programa electoral, acusaba al neoliberalismo
de ser el primer sistema económico que condenaba a la generación presente a no tener futuro
y lo hacía porque, según más país, el neoliberalismo es un sistema que nos lleva a la insostenibilidad ecológica
y que, por tanto, poco más que condena a nuestra especie a la extinción.
Como ya dije, existen dos opciones para definir este palabra de neoliberalismo.
La primera es definir neoliberalismo como sistema económico-capitalista,
es decir, el sistema económico vigente en occidente desde la primera revolución industrial.
Si lo definimos de esta manera, es del todo descabellado, casi insultante,
culpar al capitalismo de ser el primer sistema económico que condena a las generaciones presentes a no tener futuro.
¿Por qué? Pues porque antes del capitalismo, las tasas de mortalidad infantil en el mundo eran gigantescas,
de entorno al 50%. Es decir, uno de cada dos niños moría antes de alcanzar la edad de cinco años.
Por tanto, lo habitual en los sistemas pré-capitalistas no es que los niños tuvieran futuro
y que con el capitalismo se les robara, sino que los niños no tenían en absoluto una perspectiva de futuro
y el capitalismo, el progreso económico que trajo el capitalismo allí donde se implantó el capitalismo,
permitió que esos niños tuvieran futuro.
Y de hecho, la reducción de las tasas de mortalidad infantil han sido una constante en los países capitalistas
y en aquellos países en vías de desarrollo que han ido adoptando instituciones capitalistas a lo largo del siglo XX.
Como podemos ver en el gráfico que ya mostré en su momento, la mortalidad infantil no ha dejado de caer
debido al progreso económico que han experimentado los distintos continentes
gracias a su inclusión, a su progresiva inclusión en el sistema económico global, que es el capitalismo global.
Esa era una forma de definir, ya digo, neoliberalismo, y si se definía así, era insultante
culpar al capitalismo de condenar a las generaciones presentes, de no tener futuro, cuando ha sido el capitalismo
el que les ha dado un horizonte de progreso material y de supervivencia.
Ahora, también cabe definir neoliberalismo de otra forma.
Y es como el sistema económico o las reformas económicas vigentes a partir de los años 80,
es decir, a partir de la revolución conservadora de Reagan y Tatcher.
Si se definía de esta manera, la socialdemocracia, entendiendo ésta como un sistema político económico
donde se acepta la libertad de mercado, pero combinada por un estado muy fuerte y muy redistributivo
que supuestamente garantice una cierta seguridad a los ciudadanos,
la socialdemocracia también sería compatible con esta exitosa reducción de las tasas de mortalidad infantil.
Pero, si definimos, ya digo, neoliberalismo como el sistema económico posterior a los años 80,
con lo que nos encontramos es con que el neoliberalismo, definido de esa manera,
ha sido el primer sistema económico a lo largo de la historia de la humanidad
donde ha habido, por un lado, progreso económico y por otro,
mejora de la eficiencia energética y reducción de las emisiones de CO2 tercápita
en los países más capitalistas, es decir, en los países más desarrollados.
Por tanto, incluso definiendo neoliberalismo como sistema económico vigente a partir de los años 80,
lo que tenemos es que el sistema económico conocido, más sostenible desde un punto de vista ecológico,
el que ha hecho más por reducir el impacto ecológico del ser humano en el planeta,
ha sido ese sistema neoliberal.
Por consiguiente, también definiéndolo de esta segunda manera,
culpar al neoliberalismo de ser el primer sistema que condenaba las generaciones presentes en el futuro,
es un dislate absoluto.
La socialdemocracia que existía previa al sistema neoliberal,
es decir, la socialdemocracia previa a los años 80,
era una socialdemocracia que crecía y que se fundamentaba sobre el consumo muy intensivo de energía.
Era la era del petróleo de barato y esa socialdemocracia,
lo que hacía era dejar un fuerte impacto ecológico,
no tiene sentido, por tanto, culpar al sistema económico posterior a los años 80 de insostenible ecológicamente,
y al mismo tiempo, como suele hacer más país, podemos, y otros partidos de izquierda radical,
entronizar, edulcorar, loar los logros de la socialdemocracia,
previa a los años 80, que fue, insisto, una socialdemocracia que consumía el sistema económico,
muchísimo petróleo, muchísima energía y cuyas emisiones de CO2 per cápita en occidente eran crecientes.
Por todo ello, como digo, acuse al Partido de Rejón de anteponer la ideología a la ecología,
es decir, de instrumentar la ecología como mera excusa para captar votos
sin buscar soluciones reales a los problemas ecológicos que podemos tener.
Pues bien, parece que esta acusación no ha sentado demasiado bien en más país,
y de hecho, hace unos días, uno de los diputados de esta formación política en la Asamblea de Madrid,
que además es un número cuatro en las listas para el Congreso, en las próximas elecciones generales,
Héctor Tejero, y una persona, un intelectual cercano a la órbita de más país, Emilio Santiago,
publicaron un artículo en el Hacinton Post que se titulaba,
crisis climática, el crimen generacional del neoliberalismo.
En este artículo, estas dos personas lo que hacen es reformular la tesis inicial de más país,
tesis manipuladora, tramposa e ideologizada del programa electoral de más país,
donde se decía que el neoliberalismo es el primer sistema que condena las generaciones presentes a no obtener futuro,
que es, como digo, una barbaridad, porque a lo largo de la historia de la humanidad,
lo habitual ha sido que las generaciones presentes no tuvieran futuro.
Ahora dicen que, bueno, que ellos se referían a que el neoliberalismo es el primer sistema
donde hemos adquirido conciencia de que nos estamos cargando el planeta,
y sin embargo no estamos haciendo nada para remediar nuestro impacto ecológico en el planeta.
No es, por tanto, que antes viviéramos en una arcadia feliz,
sino que antes vivíamos en una arcadia ignorante,
donde no éramos conscientes del daño que estábamos haciendo al planeta,
y, por tanto, tampoco podíamos hacer nada para remediarlo.
Ahora sí, y en cambio decidimos por consideraciones crematísticas,
por la búsqueda del ánimo de lucro desenfrenado,
no hacer nada para solventar la situación ecológica en el planeta.
Como ya dije, eso no es cierto.
Bajo el sistema neoliberal definido como, según ellos,
el vigente en Occidente a partir de los años 80 se ha producido la primera reducción del impacto ecológico
por persona del ser humano en el planeta.
Es decir, nuestra eficiencia energética ha mejorado muchísimo
y las emisiones de CO2 per cápita en Occidente han bajado a lo largo de los años 80.
Pese a que hemos crecido, pese a que nos hemos desarrollado,
estamos emitiendo por persona menos CO2 que antes.
Sin embargo, tejero y Santiago me acusan de estar haciendo trampas,
me acusan de estar haciendo trampas porque, según ellos,
Occidente emite menos CO2 per cápita que antes de los 80,
no porque haya habido una transición ecológica,
sino porque las industrias más contaminantes que emiten más CO2
de Occidente se han trasladado al tercer mundo,
con lo cual no es que en el conjunto del planeta se emita menos CO2,
sino que hemos movido las fichas y hemos trasladado las emisiones de CO2
allí donde no las contabilizamos en el tercer mundo
y, por tanto, podemos decir que el primer mundo es mucho más limpio.
Bueno, el argumento podría tener cierto sentido.
Sin embargo, los autores lo plantean como una verdad incontrovertible
y dista mucho de ser así.
Por ejemplo, el último análisis que se ha publicado al respecto,
un paper titulado, la deslocalización de las emisiones globales de CO2,
en 1995-2009, de Nicolay Baubert, Astrid Kander y otros autores,
en el Journal Environmental Science and Policy de febrero de 2019,
es decir, muy reciente, en este paper se concluye que no hay un sesgo
sistemático de deslocalización de emisiones de CO2 del primer mundo al tercer mundo.
El único sesgo que sí que encuentran, la única tendencia que sí encuentran,
es de Estados Unidos a China, pero en todo lo demás no la localizan.
Y, por tanto, la influencia de este fenómeno, que podría darse,
es marginal, es poco importante, dentro de la trayectoria de reducción
de emisiones de CO2 per cápita del primer mundo.
Como digo, hay otros estudios que llegan a conclusiones distintas
y, por tanto, hay una cierta controversia, una cierta discusión
sobre si la ha habido o no, porque depende mucho de cómo definamos
que cuanto CO2 emite una importación de un producto fabricado en el tercer mundo al primer mundo,
pero lo que sí que debería al menos reconocerse como un disclaimer
de honestidad intelectual que estos dos autores parece que no han tenido,
es que sus conclusiones no son dogma de fe, que hay controversia y controversia razonable.
Pero aún así, imaginemos que, en efecto, ha habido una deslocalización
de las emisiones de CO2 del primer mundo al tercer mundo.
Aún así, lo que estos autores nos están ocultando
es que en el conjunto del planeta, durante la era neoliberal,
es decir, desde los años 80 a la actualidad, ha habido un incremento
de la eficiencia ecológica global. ¿Por qué?
Pues porque el CO2 emitido por unidad de PIB mundial
cae sostenidamente desde los años 80, es decir, nos cuesta en términos de CO2
mucho menos producir una unidad de PIB ahora que hace 20 o que hace 30 años.
Y esta ha sido una mejoría continuada. Para generar riqueza contaminamos menos que antes.
Evidentemente, si generamos muchísimo más riqueza que antes,
podemos terminar emitiendo más CO2 que antes, pero es fundamental
que consigamos producir riqueza con menos CO2 por unidad de riqueza producida,
porque esto significa que ahora mismo podríamos regresar al nivel de riqueza
de los años 90, es decir, podríamos sacrificar parte de nuestro bienestar actual
regresando a los estándares de vida de 1990, y emitiríamos la mitad de CO2
del que emitíamos en 1990 para esa misma producción.
Por tanto, es obvio que ganar, mejorar la eficiencia ecológica de la producción
es fundamental para, por un lado, reducir nuestro impacto económico y ecológico
adverso en el planeta, y segundo, combinar esa reducción de nuestro impacto
ecológico adverso en el planeta con una mejoría de nuestras condiciones
económicas y con una mejoría de nuestra calidad de vida.
Igualga decir que si en el conjunto del planeta hay una ganancia de eficiencia ecológica,
es decir, si producimos una unidad de PIB con menos CO2 que antes,
ahí no hay ninguna trampa que hayamos movido las fichas de un lado a otro,
porque estamos midiendo la eficiencia de todo el planeta,
y de momento no hemos conseguido deslocalizar industrias a Marte o a Venus,
quizá en el futuro se pueda, pero ahora mismo toda la industria está en el planeta,
y por tanto, si medimos cuánto CO2 se emite en todo el planeta y se emite menos por unidad de PIB,
es que, desde los años 80, el sistema neoliberal, ese sistema tan odiado por más país,
por ser insostenible ecológicamente, ha conseguido, insisto, ganancias de productividad ecológica,
ha conseguido que produzcamos más bienes con menos CO2 per cápita, y no pocas.
Hemos reducido las emisiones de CO2 por unidad de PIB a la mitad.
Obviamente uno puede decir que estas ganancias de productividad o de eficiencia ecológica
son insuficientes, que tenemos un desastre ecológico en ciernes,
y que por tanto el neoliberalismo no está siendo lo suficientemente rápido
para corregir nuestro impacto ecológico adverso en el planeta.
Se podría ser un argumento a efectuar por más país,
pero es que más país está diciendo que el neoliberalismo no ha hecho nada,
de hecho vienen a dar a entender que está haciendo lo contrario,
es decir, que cada vez somos más insostenibles desde un punto de vista ecológico,
y que el neoliberalismo se desentiende por entero de la mejoría de la eficiencia.
Y no es así, el neoliberalismo, definido, insisto, como el sistema económico vigente
desde los años 80, personalmente a mí no me gusta llamarlo neoliberal,
pero estoy adoptando el vocabulario de más país, ese sistema, el neoliberalismo,
ha sido, como decía, el que más ha contribuido a descarbonizar nuestras economías,
y lo ha hecho por una sencilla razón.
En los años 70 se dispara el precio del petróleo,
y por tanto, cuando se dispara el precio de un factor productivo,
¿qué tiende a hacer el sistema económico?
Por un lado, tiende a economizar su uso, tiende a usarlo en menor medida que antes,
y por otro busca alternativas más baratas que no impliquen el uso de ese factor encarecido.
Por tanto, si los combustibles fósiles se han encarecido,
el sistema de mercado dentro del sistema neoliberal,
lo que favorece es ahorro de consumo de combustibles fósiles,
y búsqueda de fuentes de energía alternativas no basadas en combustibles fósiles.
Como digo, quizá no lo hayamos hecho a un ritmo suficientemente rápido,
pero en tal caso no habrá que acusar al neoliberalismo de no hacer nada,
sino de hacer demasiado poco.
¿Y por qué puede ser que el neoliberalismo esté haciendo demasiado poco?
Pues porque el CO2 es una externalidad económica global,
es decir, es un daño que generamos sobre terceros,
y que no interiorizamos del que no somos conscientes porque no lleva un coste asociado,
y no lleva un coste asociado porque no hay derechos de propiedad
sobre la atmósfera y sobre las emisiones de CO2.
Es muy complicado establecer derechos de propiedad individuales,
debido a que los costes de transacción serían brutales,
y por tanto, lo que tenemos no es demasiado neoliberalismo,
demasiada mercantilización, demasiado mercado del CO2,
sino todo lo contrario, el CO2 no lleva aparejado un coste para muchísimas personas,
hay algunas industrias que sí, a través de los derechos de emisión,
pero para muchísimas personas no lleva aparejado un coste,
y como no lleva aparejado un coste, las personas, las empresas,
no reaccionan del mismo modo que han reaccionado ante la subida del precio del petróleo,
a saber si el precio del petróleo se encarece,
tratamos de economizarlo, de consumirlo menos, y de buscar alternativas que no impliquen petróleo.
Con el CO2, si llevará aparejado un coste,
las personas intentaríamos emitir en los CO2 porque sería costoso,
o buscaríamos alternativas para realizar nuestros fines
que no implicaran la emisión de CO2.
Pues bien, este problema que el CO2 no lleva asociado un coste,
y que por tanto las personas no reaccionemos y no nos ajustemos
a ese daño que estamos generando sobre terceros,
es el problema que algunos economistas, que desde más país calificarían de derecha o de extrema derecha neoliberal,
como Gregory Manki o Martin Feldstein, tratan de solucionar con una propuesta,
que es en esencia una contribución piguviana sobre el CO2,
es decir, establecer un coste a cada tonelada emitida de CO2,
que tenga, evidentemente, que abonar a aquella persona que emita ese CO2.
Si estableciéramos un coste piguviano, es decir, que el estado,
dado que no hay mercados ni derechos de propiedad sobre el CO2,
que el estado dijera pues emitir CO2,
cada tonelada ha aparejado un coste de 50 euros, de 60 euros,
una cantidad de dinero que sea compatible con el objetivo de reducción de misiones
para alcanzar esa sostenibilidad ecológica que algunos partidos plantean como imprescindible.
Si se hiciera esto, las personas reaccionaríamos rápidamente a ese precio del CO2
y buscaríamos economizar su uso o invertiríamos en alternativas tecnológicas,
en desarrollar alternativas tecnológicas que hagan un uso menos intensivo del CO2.
Es decir, con este coste vinculado a la emisión de CO2,
lograríamos descarbonizar nuestras economías de manera mucho más rápida,
haciendo uso del mecanismo más eficiente que conocemos para coordinarnos que es el mercado,
sin necesidad además de que nuestros políticos y burocratas planificaran centralizadamente la transición ecológica.
Es decir, sin necesidad de que nos dijeran, usted no puede usar vuelos nacionales,
usted no puede conducir este tipo de vehículo.
A partir del año 2050, la venta de vehículos DS, lo de vehículos de gasolina, queda terminantemente prohibida.
No se pueden utilizar centrales de ciclo combinado, sólo puede haber centrales renovables a partir de este año.
Todas estas medidas, que al final suponen planificar centralizadamente la economía
y que generan probablemente costes altísimos y mucho mayores que alternativas posibles
que pudieran ser descubiertas por los empresarios una vez existe un precio,
sobre el CO2, es decir, un coste asociado al mismo, pues esas alternativas son las que a más país
le encantaría aplicar porque todo su programa electoral se basa en eso,
se basa en utilizar la crisis climática como excusa para justificar un ensanchamiento,
una ampliación del poder y de la arbitrariedad estatal que los políticos, los burocratas,
de sus organismos, sus comisiones, sus chiringuitos, sus pesebres nos dicten cómo hemos de vivir nuestra vida.
En lugar de decirnos el daño que usted está haciendo cuando vive de esta manera subida, es este.
Si quiere ahorrarse este daño, viva de otra forma, pero escoja usted cómo quiere vivir.
En lugar de, por tanto, darnos una referencia ante la cual podamos ajustarnos como queramos,
son ellos los que nos quieren dictar cómo vivir y para qué, simplemente para tener más poder sobre
nuestras vidas y, por tanto, para poder atornillarse en el poder. No en vano la alternativa de la
contribución piubiana, que es una alternativa limpia, flexible, sencilla, transparente,
poner un precio al CO2 y que el resto de la sociedad se ajuste a ese coste,
es una alternativa que no gusta a más país. Más país es lo que quieres multiplicar las burocracias
y los planes centrales para controlar y dirigir toda la economía. Y, evidentemente,
en ese proceso de planificación y de dirección centralizada de la economía, ya os podéis imaginar
que el propósito y los objetivos no serán únicamente la transición ecológica, serán
tener un control absoluto y colocar sus peones y dirigir la especialización de nuestra economía
hacia aquello que a ellos les parezca más conveniente o les interese más de cerca para
perpetuarse en el poder y para extraer rendimiento de ese poder. Por tanto, el artículo réplica
de estas dos personas, de Tejero y Santiago, cercanos o incluso parlamentarios de más país,
no me lleva a cambiar mi diagnóstico inicial. Más país no defiende ninguna alternativa que
haga compatible la eficiencia económica con la eficiencia ecológica, es decir, nuestro bienestar
con la sostenibilidad medioambiental. Lo que defiende más país, en esencia, es multiplicar,
incrementar exponencialmente el tamaño del estado para ejercer un mayor control sobre
nuestras vidas, aún cuando ello suponga un empobrecimiento generalizado de nuestra sociedad,
con el pretexto de la crisis ecológica. No están preocupados por solventar la crisis
ecológica minimizando el impacto sobre nuestro bienestar. Quieren utilizar la crisis ecológica
para justificar un incremento del intervencionismo estatal sobre nuestras vidas. Y, por tanto,
si lo reitero, seguís anteponiendo la ideología a la ecología.
Más país no defiende ninguna alternativa que haga compatible la eficiencia económica
con la eficiencia ecológica, es decir, nuestro bienestar con la sostenibilidad medioambiental.
Más país no defiende ninguna alternativa que haga compatible la eficiencia ecológica,
es decir, nuestro bienestar con la sostenibilidad medioambiental.
Más país no defiende ninguna alternativa que haga compatible la eficiencia económica