This graph shows how many times the word ______ has been mentioned throughout the history of the program.
Ya tenemos acuerdo de gobierno entre PSOE y SUMAR, y la medida estrella dentro de ese acuerdo de
gobierno es la reducción de la jornada laboral a 37,5 horas semanales. ¿Cuáles serán sus efectos?
¡Veámoslo!
PSOE y SUMAR ya han llegado a un acuerdo para reeditar el gobierno de coalición,
y entre las muchas medidas que contiene este acuerdo de gobierno sobresale,
al menos en términos mediáticos, una en particular, la reducción de la jornada laboral
a 37,5 horas semanales. Es decir, que una jornada laboral a tiempo completo, 5 días a la semana,
8 horas diarias, experimentaría en términos promedio una reducción de su horario de trabajo
de media hora al día. ¿Es esto viable? Bueno, de entrada, tengamos en cuenta que si se reduce la
jornada laboral y no se reduce el salario mensual de un trabajador, lo que tenemos es
un incremento del salario por hora o del coste laboral por hora de tener contratado a un trabajador.
Concretamente, si se cobra lo mismo a fin de mes por trabajar 37,5 horas que por trabajar 40 horas,
lo que ha sucedido es que el salario por hora se ha incrementado en todos los puestos de trabajo
en un 6,6%. Habrá empresas donde ese incremento del coste laboral por hora sea inferior,
básicamente aquellas en las que con una menor jornada laboral se pueda llegar a producir lo
mismo que se producía antes con una mayor jornada laboral, es decir, aquellas en las que la
productividad por hora pueda incrementarse, y habrá otras donde ese incremento del coste por
hora trabajada sea incluso superior al 6,6%. Empresas donde, al reducir la jornada laboral,
se reduce a su vez la productividad. Si, por ejemplo, un abogado necesitara trabajar un mínimo
de 8 horas diarias para ganar sistemáticamente sus casos, el hecho de que se le esfuerce a trabajar
menos horas diarias supondrá una merma en su productividad, porque ganará muchos menos casos.
Por tanto, el valor que generará por hora no será el mismo, sino menor. Pero bueno,
en términos generales, obviando aquellos sectores en los que es posible incrementar la productividad
por hora trabajada y, por tanto, donde no aumente en términos efectivos el coste laboral,
así como aquellos otros sectores en los que haya una jornada laboral mínima para mantener la calidad,
y, por tanto, la reducción de la jornada laboral suponga una merma de la productividad por hora
trabajada. En términos generales, en términos promedio, podemos equiparar esta medida con un
aumento del coste por hora trabajada de alrededor del 6,5%. ¿Pueden las empresas hacerse cargo de
un incremento del coste por hora trabajada del 6,5%? De nuevo, habrá empresas que lo tendrán muy
fácil para hacer frente a este incremento de sus costes laborales, porque sean empresas que,
por ejemplo, disfrutan de beneficios extraordinarios por la falta de competencia
en su sector, mientras que habrá otras empresas que no serán capaces en absoluto de hacer frente
a este incremento del coste por hora trabajada e incluso puede que terminen cerrando. Pero,
de nuevo, vamos a hablar en términos promedio, obviando los casos extremos hacia un lado y los
casos extremos hacia el otro. En términos promedio, los salarios han de ir de la mano de
la productividad. Por tanto, ¿cómo pueden reabsorber las empresas este incremento del
coste laboral por hora trabajada? Pues por dos vías. Por un lado, si la productividad de las
empresas va aumentando poco a poco con el paso del tiempo, las empresas pueden reabsorber este
mayor coste laboral simplemente incrementando durante algunos años los salarios menos de lo
que aumenta la productividad. Por ejemplo, si la productividad del trabajo aumentara un 1% al año
y las empresas sólo incrementaran el salario real de los trabajadores en un 0,25% al año,
al cabo de una década, ese incremento del coste laboral del 6,5% derivado de la reducción de la
jornada laboral ya habría sido reabsorbido por la empresa. La productividad volvería a estar en
línea con los costes laborales. Por otro lado, las empresas también pueden reabsorber este incremento
de los costes laborales en caso de que no aumente la productividad, incrementando los salarios
nominales por debajo de la inflación. Si la inflación aumenta durante varios años al 3%
anual y las empresas incrementan sus salarios en un 1% anual, lo que ocurrirá es que los
salarios reales se reducirán y, al cabo de una legislatura, es decir, al cabo de 4 años,
el incremento del coste laboral derivado de la reducción de la jornada de trabajo ya habría
sido reabsorbido por las empresas. De la misma manera que hoy, muchos trabajadores que trabajan
40 horas semanales cobran menos de lo que cobrarían si trabajaran 45 horas. Eso significa
que hay que trabajar 45 horas en lugar de 40 o 40 en lugar de 37,5. No, porque eso depende de
las preferencias de cada trabajador. Habrá personas que prefieran trabajar 37,5 horas semanales en
lugar de 40, aún perdiendo salario potencial, y habrá otros trabajadores que preferirán trabajar
40 horas semanales en lugar de 37,5 horas a cambio de unos mayores ingresos salariales.
En este punto, lo fundamental debería ser respetar la autonomía de las personas para
decidir si quieren trabajar menos a cambio de un menor salario potencial o más a cambio de
un mayor salario potencial. Y el problema es que la ley de reducción forzosa de la jornada laboral
supone un café para todos. A todo el mundo se le va a imponer una jornada laboral de 37,5 horas.
Y en ese caso, aquellos trabajadores que prefieran trabajar menos a costa de cobrar menos saldrán
ganando, pero los que prefieran trabajar más cobrando más saldrán perdiendo. Es cierto que
las personas que prefieran seguir trabajando 40 horas semanales podrán pluriemplearse, es decir,
trabajar en un empleo 37,5 horas semanales y luego buscar un segundo empleo en el que trabajar
2,5 horas semanales. Pero tengamos presente que este pluriempleo no siempre es factible,
no siempre es posible combinar dos trabajos en los que tenga la misma productividad y,
por tanto, el mismo sueldo por hora trabajada, y que además puede comportar costes. Por ejemplo,
y de manera muy clara, los costes de desplazamiento de un trabajo a otro que pueden comerse gran parte
de los ingresos salariales adicionales de tener un segundo trabajo de 2,5 horas semanales. Dicho de
otro modo, un trabajador no tiene por qué ser indiferente entre trabajar 40 horas a la semana en
un puesto de trabajo y entre trabajar 37,5 horas semanales en un puesto de trabajo más 2,5 horas
semanales en otro puesto de trabajo. Por tanto, como digo, a medio plazo la medida tiene ganadores
y perdedores. Ganadores, los que prefieren trabajar menos a costa de cobrar menos de lo que podrían
cobrar, y perdedores, aquellos que prefieren no trabajar menos para cobrar más de lo que
cobrarían trabajando menos. La cuestión es qué colectivos sociales estarán en una categoría o en
otra. ¿Qué tipo de trabajador será aquel que prefiera trabajar menos a una costa de ingresar
menos a fin de mes? Pues aquellos que ya tienen una suficiencia económica bastante holgada,
que no tienen dificultades para llegar a fin de mes, y que, por tanto, están dispuestos a transar,
a intercambiar parte de su salario mensual por mayor tiempo libre. Si lo queremos clases medias,
medias altas. No estoy diciendo que todo el mundo en las clases medias o medias altas quiera
trabajar menos horas. Habrá gente en las clases medias o medias altas que quiera trabajar más
horas para capitalizarse más. Pero la mayoría de los que quieran trabajar menos horas a costa de
ingresar menos sí estarán dentro de este grupo de clases medias, medias altas. Y en cambio,
¿quiénes serán previsiblemente aquellos que no quieran intercambiar más tiempo libre por menor
salario? Pues aquellos trabajadores con mayores dificultades para llegar a fin de mes o, al menos,
que aspiran a un nivel de gasto, a un tren de vida más elevado del que actualmente disfrutan. Esas
personas podrán ser trabajadores con contrato indefinido y a jornada completa, pero que consideran
el sueldo que están recibiendo insuficiente para realizar el nivel de gasto para vivir la vida como
les gustaría vivirla, o bien trabajadores a jornada completa pero con mucha rotación en sus
empleos. Es decir, que una semana trabajan en un sitio, otra semana no trabajan, la siguiente
trabajan en otro sitio y al final de mes han trabajado un reducido número de horas mensuales
y, por tanto, sus ingresos salariales totales son bastante bajos. Pues bien, a estos colectivos los
vas a perjudicar si prefieren ganar más y trabajar lo mismo en lugar de trabajar menos y ganar menos
de lo que podrían ganar. Por ejemplo, cuando en el año 2000 se aprobó en Francia la reducción de
la jornada laboral de 39 a 35 horas semanales, lo que observamos a continuación fue un incremento
del pluriempleo. Trabajadores que querían trabajar 39 horas semanales para seguir ganando lo mismo o
para ganar más de lo que podrían ganar trabajando solo 35 horas semanales pero,
como no podían trabajar las 39 en el mismo empleo, tuvieron que buscarse varios empleos,
o también una migración de trabajadores desde las grandes empresas que eran las compañías a las
que se obligaba a reducir la jornada laboral de 39 a 35 horas a las pequeñas empresas que no estaban
obligadas a ofrecer esa jornada laboral reducida. Es decir, lo que vimos fue que había trabajadores
que no estaban satisfechos con que se les obligara a trabajar menos a costa de ganar menos. Y repito,
que lo sabrá que si quieran trabajar menos ganando menos, sí me parece una decisión
perfectísimamente legítima y razonable. Lo que no es tan razonable es imponerles a otros tus
decisiones. Si uno quiere trabajar menos, debería poder trabajar menos, y si uno quiere trabajar más,
debería poder trabajar más. Pero la ley va a prohibir las jornadas laborales de 40 horas
semanales en el mismo empleo. Como ya he dicho, estas son las consecuencias a medio plazo. Es decir,
las consecuencias una vez los salarios y la productividad se reajusten y las empresas
reabsorban el incremento en sus costes laborales derivado de una reducción forzada de la jornada
laboral sin reducir de inmediato el salario de los trabajadores. Ya hemos visto que a medio plazo el
salario se reduce ya sea en términos reales si no hay aumento de la productividad o ya sea en
términos potenciales si hay aumento de la productividad y, por tanto, el salario no se
incrementa tanto como se podría haber incrementado sin reducción de la jornada laboral. Pero a
corto plazo, efectivamente, disminuye la jornada laboral, se mantiene el coste salarial y,
por tanto, el coste laboral por hora se incrementa. ¿Y cuáles pueden ser las consecuencias a corto
plazo de ese incremento del coste laboral por hora? Pues en términos generales y abstrayéndonos del
caso concreto de la economía española o una mayor destrucción de empleo o una menor creación
de empleo o una sustitución de trabajadores caros por trabajadores baratos, por trabajadores que
cobren un salario por hora más bajo que los trabajadores que ya tengo contratados en la
empresa. Si es más caro contratar o mantener contratado a un trabajador, las empresas tenderán
a despedir en mayor medida, a contratar en menor medida o a intentar reducir costes por la vía del
reemplazo de trabajadores. Y de hecho, lo que observamos en Francia entre el año 2000 y el
año 2007, cuando la jornada laboral se redujo de 39 a 35 horas, o lo que observamos también en Francia
en el año 1982, cuando la jornada laboral se redujo de 40 a 39 horas, es que los trabajadores
afectados por esta reducción de la jornada laboral experimentaron un incremento en su probabilidad
de ser despedidos. No solo eso, las empresas francesas tendieron a reemplazar trabajadores
contratados con salarios más altos por trabajadores desempleados con salarios más bajos. Es decir,
que no necesariamente se produjo una destrucción neta de empleo, se despidió a algunos trabajadores,
aquellos que resultaban más caros después de haber incrementado adicionalmente el coste laboral
por la reducción de la jornada de trabajo, y se reemplazó a esos trabajadores más caros despedidos
por otros trabajadores más baratos, reabsorbiendo a corto plazo de esta manera el aumento del coste
laboral por hora trabajada. Y nuevamente aquí nos encontramos con trabajadores ganadores y con
trabajadores perdedores. Los trabajadores perdedores son los que pierden su puesto de
trabajo aún cuando ellos estuvieran dispuestos a trabajar un mayor número de horas por el mismo
sueldo, pero se les fuerza a ser despedidos y los ganadores obviamente son aquellos trabajadores
que estaban en el paro y que reemplazan a los empleados más caros que han sido despedidos como
consecuencia de la reducción de la jornada laboral y del incremento del coste laboral por hora
trabajada. En definitiva, en economía no existen almuerzos gratuitos y muchas medidas de política
económica aplicadas a través de la coacción estatal suelen consistir en que unos se coman
el almuerzo de otros.