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Juan Ramón Rallo

Laissez faire, laissez passer. Laissez faire, laissez passer.

Transcribed podcasts: 2280
Time transcribed: 38d 6h 22m 10s

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Los juegos olímpicos son uno de los espectáculos más importantes que puedo organizar cualquier
ciudad.
Quizá por eso, gran parte de la población le encantaría que su ciudad acogiera unos
juegos olímpicos, por eso precisamente Madrid estuvo pujando en diversas ocasiones para
convertirse en ciudad anfitriona de los juegos olímpicos.
Sin embargo, pese a que a muchos les encantaría ser sede de unos juegos, lo que no está tan
claro es si sale económicamente a cuenta.
Al fin y al cabo, por mucho que no se entusiarme la idea de ser la sede los anfitriones de unas
olimpiadas, si a la hora de la verdad nos cuesta un riñón, no tendría mucho sentido
que nos lanzáramos a ello de manera absolutamente alocada y de manera absolutamente irracional.
Por tanto, salen a cuenta unos juegos olímpicos.
Bueno, recientemente se ha publicado un estudio de dos economistas, Robert Vady y Victor Matheson,
que se llama Gowing Faulty Gold, donde estos dos economistas estudian e intentan hacer
una especie de saldo económico de la organización de unos juegos olímpicos, y para eso hacen
un catálogo de los costes de los juegos y de los ingresos que se esperan lograr con
los juegos.
En cuanto a los costes, es lo más fácil de medir.
Los costes básicamente se refiden a las infraestructuras que es necesario, con las que
es necesario que cuente una ciudad, para acoger unos juegos olímpicos.
¿Cuáles son estas infraestructuras?
Pues, es en residenciales, el COI exige que la ciudad anfitriona, cuente con al menos
40.000 plazas hoteleras para acoger a los potenciales turistas, y con una villa olímpica
de 15.000 habitaciones, y por tanto todo esto debe ser construido, debe ser pro visto
suministrado.
A su vez, el COI también exige contar, evidentemente, con instalaciones deportivas adecuadas.
¿Cuáles?
Pues, estadios, velódromos, piscinas, estaciones de esquí o pistas de patinaje, que además
tienen que estar adaptadas a los requerimientos olímpicos.
Y por último, también infraestructuras organizativas, por ejemplo, la organización de la ceremonia
inaugural y de cierre de los juegos, o también contar con las adecuadas garantías de seguridad
durante el periodo en el que se celebran los juegos.
¿Cuánto cuesta todo esto?
Pues bueno, las cifras son bastante oscilantes, es verdad, pero en la mayoría de juegos organizados
en los últimos 35 años, el coste ha oscilado entre 7.000 millones de dólares y 15.000 millones
de dólares.
Todos esos dólares equivalentes, en poder adquisitivo equivalente, a los de 2015, es
decir, son plenamente comparables.
Por tanto, entre 7.000 y 15.000 millones de dólares, cuesta a una ciudad, le cuesta a
una ciudad organizar los juegos olímpicos, aunque como digo, el coste es muy variable.
¿Por qué?
Porque, por ejemplo, los juegos de Los Ángeles, que fueron los más baratos de los últimos
35 años, costaron apenas 1.000 millones de dólares, y sin embargo, los juegos de Pekín
costaron 45.000 millones de dólares.
Bien, pero podemos tomar la cifra entre 7.000 y 15.000, como una cifra próxima a de costes.
Pero ¿cuánto recibe, a modo de ingresos, una ciudad por celebrar los juegos olímpicos?
Bueno, hay una parte de los ingresos que está muy clara y es relativamente fácil de medir.
Se trata de los ingresos directos.
¿Cuáles son los ingresos directos?
Ingresos por las entradas en los espectáculos deportivos, ingresos por los patrocinios,
que se consigan para organizar los juegos, y también ingresos vinculados a la participación
en la cuota de pantalla en los derechos de emisión de los juegos olímpicos.
Esto se recauda por todo esto, en torno, como mucho, mejor dicho, a 3.500 millones de dólares.
Fijámonos que estamos hablando de cifras que son entre la mitad y una tercera parte
del coste más habitual de los juegos olímpicos.
El coste era entre 7.000 y 15.000, y estamos hablando de unos ingresos directos de alrededor
de 3.500 millones.
Por tanto, desde luego, con los ingresos directos no cubrimos en absoluto el coste medio de
organizar unas olimpiadas.
Pero, evidentemente, también hay otra serie de ingresos indirectos que son más difíciles
de estimar y que, en la literatura, se han ido extendiendo para justificar casi cualquier
organización de los juegos.
¿Cuáles son esos ingresos potenciales indirectos?
Primero, ingresos por afluencia turística, ingresos por estímulos económicos, la inversión
pública, se supone que genera, por ejemplo, más puestos de trabajo, luego también la
utilidad, las ventajas de crear instalaciones deportivas que aprovecharán las generaciones
futuras.
Y, por último, y quizá de manera más significativa, el posicionamiento internacional que logra
una ciudad por organizar los juegos.
Los autores de este estudio también analizan cada uno de estos potenciales ingresos, y
la verdad es que, en general, no encuentran demasiadas razones para inflarlos demasiado
y para considerar que pueden compensar los enormes costes ciertos que, desde luego, acarrean
los juegos.
¿Por qué?
Para el turismo, su influencia sobre la ciudad de la organización de unos juegos es más
bien incierta.
Por ejemplo, Pekín y Londres, al organizar los juegos olímpicos, recibieron menos turistas
que en otros años comparables.
¿Por qué?
Porque es verdad que hay gente que viene a ver los juegos, pero también hay gente que
huye de la ciudad o que no viene a la ciudad para no encontrarse con todo el bullicio de
los juegos olímpicos.
Por tanto, el efecto de atracción de polo turístico durante las fechas de los juegos
no es un gran efecto en general.
En cuanto a los estímulos, daría para hablar mucho, pero, desde luego, incluso dentro de
la literatura, que inesían a más favorable a la idea de que los estímulos gubernamentales
impulsan la economía, para que esto sea así, nos tenemos que encontrar con una ciudad
con unas abundantes tasas de desempleo.
En países donde el desempleo no sea muy abundante, desde luego no puede haber ningún estímulo
beneficioso por la creación de nuevas infraestructuras.
Los trabajadores, por ejemplo, que se colocan a construir las piscinas o los estadios, han
sido retirados de otra parte de la economía.
Tercer potencial beneficio, los ingresos o las utilidades o los servicios que las instalaciones
deportivas proporcionan a las generaciones futuras.
De nuevo, se trata de un beneficio muy poco riguroso.
¿Por qué?
Porque básicamente las instalaciones deportivas olímpicas tienen tal especificidad en sus
características que suelen ser muy poco reaprovechables más adelante.
Aparte, el alto coste de mantenimiento que tienen lleva a muchos gobiernos o ayuntamientos
a dejar de invertir en mantenerlas y en reponerlas, de manera que, si miramos cuáles es cómo
han quedado las instalaciones deportivas de otros jugos olímpicos, veremos que están
casi todas abandonadas e inservibles.
Por tanto, el único beneficio que quizás sí tenga una cierta base de como beneficio
indirecto es el posicionamiento internacional que desde luego logra conseguir una ciudad
que organiza unos juegos olímpicos.
Pero a este respecto tampoco es para echar cohetes.
Los autores del informe constatan que las mismas ventajas de posicionamiento internacional
por ejemplo, medido en recepción de inversión directa extranjera o incremento de las exportaciones
de esa ciudad consiguen aquellas otras ciudades que no han acogido los juegos olímpicos pero
que sí han sido candidatas para los juegos olímpicos.
Por tanto, al final no parece que haya unos beneficios muy claros y muy directos de organizar
los juegos, al contrario, basta con que una ciudad se postule para organizar los juegos
y acometa ciertas inversiones y ciertas reformas para ser candidata potencial para que en los
próximos años, en los años subsiguientes, se observe una fluencia mayor de inversión
directa extranjera o una recepción mayor de turistas o unas mayores exportaciones.
Dicho esto, eso no significa que en ningún caso pueda haber beneficios de la exposición
internacional de una ciudad, si hay casos muy en particular los autores del informe
citan el de Barcelona, si hay casos de ciudades que son un diamante en bruto desconocido
para el resto del mundo, de ciudades con mucho potencial, pero que por lo que sea, por
azares de la vida no son conocidas para el público en general, desde luego la organización
de unos juegos sí puede colocarlos en primera línea mundial y sí puede ser muy beneficiosa
por ejemplo en el caso de Barcelona.
Ahora, si una ciudad no tiene potencial turístico alguno, no tiene potencial exportador alguno,
por mucha campaña publicitaria que se monte organizando los juegos olímpicos, pues tendremos
un boom de publicidad, un boom de propaganda durante varios años y durante dos semanas
muy en particular, pero luego todo eso pasará y el bluff subyacente se descubrirá, por
tanto será una campaña de publicidad carísima pero estéril.
En definitiva, los juegos, salvo excepciones muy contadas y esas excepciones se dan especialmente
cuando se consigue minimizar los costes de organización no salen a cuenta, como podemos
conseguir que los juegos en el futuro salgan a cuenta, despolitizándolos absolutamente.
A día de hoy los costes de los juegos están inflados por dos causas, una, el coi pide
todo lo que puede pedir y más y los políticos locales como no juegan su dinero, como no
invierten su dinero, les conceden todo lo que piden para ser agraciadas con la candidatura
a organizar los juegos, como consecuencia se monta una burbuja olímpica que solo hace
que inflar los costes una y otra vez, justamente los juegos de los ángeles fueron los más
baratos de los últimos 35 años porque los ángeles fue la única ciudad que se postuló
a organizarlos y por tanto pudo imponerle al coi todas las condiciones que quiso para
minimizar los costes, tenemos que lograr esto, que los juegos olímpicos no estén politizados,
que no dependan su organización de los locales de turno y que los políticos locales de
turno no inviertan el dinero de los contribuyentes, los juegos olímpicos deben ser organizados
por la sociedad civil, por los empresarios y deben ser organizados con vistas a rentabilizarlos,
no con vistas a hundir el dinero de los contribuyentes, solo así conseguiremos salvar las olimpiadas
de la ruina política en la que durante las últimas décadas se han terminado convirtiendo.