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Juan Ramón Rallo

Laissez faire, laissez passer. Laissez faire, laissez passer.

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Time transcribed: 38d 6h 22m 10s

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El economista liberal, libertario Javier Milley, acaba de anunciar que sorteará su sueldo como diputado entre los ciudadanos argentinos.
¿Se trata de una decisión acertada o tal como denuncian algunos, es una mera treta populista que atenta contra la dignidad de las instituciones democráticas?
Veámoslo.
El economista liberal Javier Milley recientemente elegido diputado en el Congreso de Argentina acaba de anunciar que piensa sortear su sueldo como diputado unos 205.000 pesos argentinos, alrededor de 2.000 dólares al cambio, entre aquellos con ciudadanos que se inscriban en el sorteo dentro de su página web.
Pero ¿por qué Javier Milley quiere sortear su sueldo como diputado? Pues según él mismo explica porque considera que existe una contradicción fundamental entre ser liberal-libertario, en su caso anarco-capitalista desde un punto de vista filosófico, y cobrar dinero robado de los ciudadanos.
Pero esto que es parte de un show que usas es o que les demostrará.
No hay una cuestión filosófica detrás. Si yo creo que el Estado te roba con los impuestos, yo no puedo vivir de eso. O sea, tengo una contradicción moral por decirlo de alguna manera, algo que a mí me hace mal.
Pero si Javier Milley no quiere cobrar el sueldo que tiene asignado como diputado, ¿por qué no renuncia simplemente a él? ¿De tal manera que ese dinero reintegre el presupuesto general de Argentina y de alguna manera regrese a los contribuyentes?
Pues porque la ley argentina no permite que un diputado renuncie a su sueldo, y desde luego los diputados del Congreso no parecen ser los primeros interesados en modificar esa ley.
Vos, si quisieras renunciar a tu dieta, tendrías que modificar la ley de administración financiera del Estado. Tengo algunos compañeritos de trabajo que eso no le gusta.
Pero ¿por qué en lugar de sortear su sueldo montando una especie de espectáculo alrededor de ese sorteo, Javier Milley no se limita a donar ese sueldo a algún tipo de organización benéfica?
Pues porque como él mismo explica, si él fuera quien escoge a qué organización o a qué individuo le dona este sueldo mensual, Javier Milley estaría haciendo caridad particular con el dinero del contribuyente.
Que eso es esencialmente lo que hacían los diputados y los altos cargos de Podemos cuando renunciaban a parte de su sueldo público. En realidad no estaban renunciando a parte de su sueldo público, sino que destinaban parte de su sueldo público a financiar sus actividades de filantropía privada,
que además eran actividades de filantropía privadas dirigidas a mantener financieramente toda la red de asociaciones a fines cercanas que reforzaban al partido Podemos.
Yo no puedo renunciar, entonces recibo la dieta. Ahora ¿cuál es el punto? El punto es que si yo la donara o la direccionalmente se la doy a este, estaría haciendo caridad con el dinero ajeno.
Personalmente creo que esta campaña política, propagandisticano en el mal sentido del término de Javier Milley, es una campaña muy inteligente y muy bien montada.
Ahora bien, sí querría efectuar algunos comentarios sobre el sustrato filosófico encima del cual se construye. Y ese sustrato filosófico es que los liberales no deberían cobrar ni un solo euro público del dinero de los contribuyentes,
lo cual, por cierto, entra en contradicción con las prácticas de otros diputados liberales en el Congreso de Argentina, por ejemplo José Luis Espert, quien ha dicho que no piensa renunciar a su sueldo público.
¿Es coherente con el liberalismo que alguien reciba un sueldo público? Pues depende. Diría que hay dos situaciones en las que no es incoherente, aunque desde luego siempre hay una tensión en ese caso.
¿Cuál es la primera situación en la que no es, a mi juicio desde luego, incoherente recibir dinero público cuando recibes menos dinero público que el dinero privado que a ti te ha extraído, te ha robado el Estado?
Imaginemos una persona que paga 100.000 euros de impuestos anuales al Estado, que luego recibe en especies servicios públicos valorados en 20.000 euros y que posteriormente recibe un sueldo público de 30.000 euros.
¿Está mal que reciba ese sueldo público de 30.000 euros? Desde mi punto de vista claramente no, porque simplemente es una forma de recuperar parte del dinero que previamente el Estado le ha arrebatado.
Le ha quitado 100.000, le ha devuelto 20.000 en especie y ahora le devuelve 30.000 en términos monetarios. Aun así, su saldo neto es negativo de 50.000 euros.
Bien, pues ahora planteémonos un escenario similar al anterior que es intuitivamente más claro. Imaginemos que los diputados del Congreso de Argentina tuviesen el privilegio de pagar menos impuestos sobre sus actividades en el sector privado.
Pensaría en ese caso Javier Milay que les está robando dinero a los contribuyentes por el hecho de que el Estado le cobre a él un tipo impositivo más bajo que al resto de contribuyentes. Quizá ese privilegio sería criticable desde el punto de vista de la igualdad ante la ley.
Pero desde luego no cabría decir que Javier Milay está robando a nadie por el hecho de que el Estado argentino le robe a él un menor porcentaje de su riqueza que a otros argentinos. Pues en el caso de recibir transferencias públicas por debajo del monto que el Estado te ha arrebatado previamente en impuestos,
sucede exactamente lo mismo. A efectos prácticos lo mismo da que el Estado te quite un porcentaje más bajo de tus ingresos como que te quite un porcentaje más alto pero luego te lo reintegre en forma de algún tipo de transferencia.
Por tanto, ese sería el primer caso, a mi juicio el más claro, en el que no es en absoluto incoherente que un liberal perciba dinero público. Y hay un segundo caso dentro de una zona escierto más gris pero donde tampoco veo grandes incoherencias de que un liberal reciba dinero público.
Decía Murray Rothbard que las actividades del Estado se pueden dividir en dos, aquellas que son susceptibles de ser privatizadas y aquellas que son susceptibles de ser eliminadas. Las que son susceptibles de ser eliminadas son actividades que hoy desempeñan el Estado,
que previsiblemente no existirían en ausencia de Estado. En tal caso, si un liberal percibiera dinero público de actividades del Estado que no existirían en una sociedad sin Estado, ahí sí hay una clara incoherencia.
Básicamente, el liberal estaría parasitando al resto de la sociedad. Ahora bien, imaginemos que un liberal percibe un sueldo público o percibe una transferencia pública de actividades del Estado que sí existirían en una sociedad sin Estado porque son actividades valiosas para los ciudadanos.
En ese caso, siempre que el liberal perciba un sueldo público, que no sea muy superior a aquel que previsiblemente recibiría un trabajador que desempeñe el mismo servicio en el sector privado, por ejemplo, un profesor de universidad pública
que perciba un sueldo similar a un profesor de la universidad privada, creo que en ese caso tampoco hay una enorme contradicción. Es verdad que estamos en una zona más gris, como sabemos que actividades exactamente se mantendrían en el sector privado,
como sabemos que el sueldo de ese profesor en la universidad pública no sería más bajo si esa universidad pública fuera privada, etc. Es cierto, es una zona mucho más gris, pero desde luego tampoco cabe hablar de un parasitismo radical en contra del contribuyente porque parece verosímil
que el contribuyente, si tuviera plena disposición sobre su dinero, si el Estado no le robara su dinero bien puestos, parece al menos verosímil, prima facie, que el contribuyente destinara parte de su dinero a financiar, a adquirir actividades similares a aquellas que el Estado le está proporcionando hoy de manera coactiva.
Justamente lo criticable es que el contribuyente no tenga capacidad de elección. En ese caso, para aquellas actividades que, si desapareciera el Estado, se seguirían desarrollando en el sector privado, siempre que un liberal esté trabajando en esas actividades dentro del ámbito estatal,
siempre que perciba un sueldo que más o menos se aproxime al sueldo que percibiría dentro del sector privado o por debajo de ese sueldo nunca por encima, porque si percibe por encima está parasitando, netamente, al resto de contribuyentes.
Y si además ese liberal defiende la necesidad de que ese ámbito público en el que él está desarrollando su actividad, si defiende que ese ámbito sea privatizado, ahí de nuevo no veo grandes incoherencias.
¿Qué debería hacer, por ejemplo, un médico liberal que trabaja en un hospital público, no cobrar un salario por el trabajo que está desempeñando, trabajo que es previsiblemente valioso para los pacientes a los que está atendiendo?
Pues en ese caso, ser liberal implicaría ser explotado por el Estado y por aquellos que reciben servicios del Estado que, en última instancia, valoran.
También podríamos decir que un médico liberal no debería trabajar en un hospital público, pero imaginemos que toda la medicina o gran parte de la medicina está copada, está controlada o está subsidiada por el Estado.
Entonces, no podría haber personas liberales que se dedicaran a la medicina. Como digo, creo que esa es una exigencia exagerada. Lo que se le puede exigir al médico liberal es que no se aproveche de su puesto.
Es decir, que no aproveche ese puesto público para extraer más renta de los contribuyentes de la que podría obtener en un mercado si esa actividad estuviera privatizada y a su vez que defienda la necesidad
de que supuesto y en general la actividad sanitaria dejen de estar en manos del Estado, pero mucho más que esto creo que no les es exigible.
Por tanto, si el trabajo del diputado argentino es un trabajo que requiere de gran dedicación, es lógico que un diputado argentino aspire a cobrar por desempeñar ese trabajo.
Por consiguiente, si el trabajo del diputado argentino es un trabajo que requiere de una enorme dedicación, de mucha carga horaria, es comprensible que un diputado argentino aspire a cobrar, a ser compensado por el trabajo que está desempeñando como diputado argentino.
Por tanto, yo no le afearía a José Luis Expert que él como diputado liberal no vaya a renunciar a su salario. Ahora bien, es verdad que la actividad política es un área más disputible.
Habría algún tipo de gobernanza política en una sociedad sin Estado.
Sin duda, necesitamos órganos de gobernanza, aunque sean privados para coordinar cierta acción colectiva. Por tanto, podríamos decir que la acción de gobernanza de un conjunto de individuos es una función útil, es una función que seguiría existiendo dentro de una sociedad privada,
como por ejemplo seguirían existiendo los tribunales, aunque no necesariamente con la misma estructura que ahora, pero tendríamos una administración privada de justicia.
Y por tanto, que tiene cierto sentido que las personas que se ocupen de esa gobernanza o que se ocupan de la justicia, aunque lo hagan desde el Estado, cobren por ese servicio valioso que están desempeñando.
Sin embargo, también es cierto que en una sociedad liberal las actividades de gobernanza a una escala tan amplia como puede ser el Estado argentino, serían o inexistentes o enormemente reducidas.
Es decir, que si los diputados argentinos o los diputados españoles tienen una enorme carga de trabajo, siempre y cuando de verdad se dediquen a trabajar y no a Olga Zanearia a vivir del dinero del contribuyente,
pero suponiendo que un diputado argentino desarrolla todas las funciones que se espera que tiene que desarrollar, si tiene una enorme carga de trabajo es esencialmente porque el Estado argentino, el Estado español,
cualquier Estado del planeta a día de hoy es un Estado tremendísimamente intervencionista que se mete en prácticamente todos los asuntos de la vida de las personas.
Y justamente por eso, si necesitas gobernantes que examinen, que se entrometan, que escudriñen cada uno de los aspectos de la vida de las personas, que solo regulen y regulen y regulen y regulen, pues claro, esa es una actividad para la que ni siquiera te dan las 24 horas del día.
Y ahí mi ley, si tiene un buen punto, la política en el siglo XIX era atonorem, es decir, los diputados no cobraban dinero público porque no necesitaban dedicarse en cuerpo y alma, dedicar todo su tiempo a desarrollar su actividad como diputado.
¿Por qué se llama el congreso honorable, congreso de la nación argentina? Porque originalmente era no de un orden. Bueno, ahora no.
Idealmente esa es la vida política a la que habría que regresar, es decir, un Estado tan pequeño donde los gobernantes, en este caso donde los diputados, tengan tan poco que hacer que puedan compatibilizar sus actividades políticas con sus actividades privadas.
Y que eso es lo que hace Javier Milay, incluso en el congreso actual, pero que desde luego no es lo que pueden hacer la globalidad de los diputados si quieren dedicar todo su tiempo a aquellas actividades que hoy la política omniavarcante,
la política ultraintervencionista que tenemos, les exige que se dediquen, aunque sea, como en el caso de José Luis Spert, en muchas ocasiones para decir no, no y no. Rechazo todas estas formas de que el congreso argentino se entrometa en la vida de los ciudadanos.
Y esta no es una visión elitista de la política, es una visión minimalista de la política, una visión donde la política se reduce tanto que no hace falta dedicarse en cuerpo y alma plenamente durante todas las horas del día a ejercer como diputado,
y donde por tanto las personas que son diputadas como cualquier otro hijo de vecino se tienen que ganar el pan generando valor para otras personas dentro del mercado.
Y eso es precisamente lo que algunos diputados en el congreso argentino le han reprochado a Javier Milay.
Hace tres minutos que quiero contar lo que dijo Sabrina Khmechet, no sé si dije bien el apellido, lo dije bien, mira que esto fue más aleatorio que la dieta de Milay. La donación de la dieta de Milay me lleva a una pregunta puntual y a una reflexión general.
¿De qué vive Milay? ¿Cómo paga sus cuentas? Bueno, en principio ahora déjame vos un cachito a mí, a favor de una dirigencia política que viva de sus sueldos, sino solo los ricos podrían hacer política como pasaba en general en el siglo XIX.
Este último argumento, como ya he dicho, es equivocado. Si la política tuviera un ámbito mucho más reducido, muchísimo más reducido del que tiene hoy, cualquier persona podría compatibilizar sus actividades en el sector privado, cualquier persona tenga la renta que tenga con su actividad atonórem como diputado.
Otra cosa es que, como dice Javier Milay, esta señora y otros diputados, quieran dedicarse exclusivamente a la política porque consideran que serían incapaces de obtener las mismas rentas, los mismos ingresos que están obteniendo dentro de la política a través del mercado.
Es decir, generando valor de verdad para otros. Y eso, desde luego, si es algo muy criticable. Si entiendes la política como una forma de parasitar a tus concidadanos, como una forma de lograr un tren de vida superior, al que podrías permitirte, a partir del valor que generas en el mercado para terceros, eso, desde luego, si es muy criticable.
A ver, en principio, digamos, ella tiene un problema moral que parece que le gusta vivir del esfuerzo ajeno y sacarle la plata a punta de pistola. Para mí eso, moralmente, está mal.
Espera que te voy a ir en defensa de Sabina Pechet porque, a ver, ella es una, vos tenés la oportunidad de dar conferencias, empresarios, capturados.
Ah, bueno, entonces, ella no tiene esa posibilidad.
Entonces, ella, digamos, está utilizando los recursos del Estado para vivir por encima de sus posibilidades reales. O sea, porque, digamos, ella vive de una fuente coactiva de ingresos y yo vivo ganándome la, sirviendo al prójimo.
Ella por un parte de una lista votada democráticamente y le pagan el suelo.
Pero justamente la reflexión que hace demuestra que no está en condiciones de ganarse su dinero, digamos, sirviendo al prójimo.
Pero Javier, ella es historiadora, va a dejar de trabajar y de qué vive si no cobra su dieta.
Bueno, digamos, que viva de otra cosa, que viva de dar clases, que viva de dar libros, que viva de dar conferencias.
Dios, yo no puedo hacer.
No es tan fácil.
Ah, bueno, entonces, quiere decir que ella, digamos, o sea, no puede validar a mercado lo que está haciendo, digamos, en el sector público.
Por lo tanto, ella es alguien que destruye riqueza.
Está diciendo que el mercado no le pagaría a ella 300 mil pesos para que la gente quiera.
Ni de casualidad.
Bueno, no viva de dar clases.
Bueno, no es lo mismo ser un economista que puede viajar.
Bueno, está bien.
Pero a ver, a ver, vamos a este punto.
Esto es interesante.
Y que, digamos, por la decisión que ella tomó, la tiene que pagar otro.
O sea, si yo, digamos, me quiero dedicar a estudiar la patita izquierda de las moscas, algo que no le interesa a nadie,
entonces le impongo a la fuerza a todos ustedes que paguen mis preferencias.
Eso es una locura.
Es una situación que es absolutamente ineficiente.
Porque si cada uno, o sea, va a ser lo que se le da la gana sin mirar la contraparte de mercado,
exigiendo que los demás paguen por la fuerza, ¿qué va a pasar con esa economía?
Se destruye, porque eso se llama socialismo.
En definitiva, para que los políticos puedan desempeñar su tarea a Tonorem,
sin cobrar dinero público, necesitamos un estado mucho más pequeño,
que requiera una carga de trabajo mucho más pequeña a los políticos
para que puedan compatibilizar esa actividad a Tonorem con sus actividades en el sector privado.
¿Quiénes se oponen a reducir el tamaño del estado?
Aquellos que ideológicamente consideran que un estado más grande es preferible a un estado pequeño
y también aquellos que salen beneficiados de un estado muy grande,
porque parasitan al contribuyente a través de ese estado muy grande.
En consecuencia, si bien no considero incoherente que un diputado liberal como José Luis Espert
no renuncie a su sueldo público porque ha de dedicarse 100%
a tratar de obstaculizar o a tratar de dar réplica a las muchas iniciativas legislativas
que pretenden cercenar la libertad de los argentinos,
también considero que esta iniciativa propagandística,
en el buen sentido de la palabra de Javier Millay,
es una estrategia muy inteligente.
¿Para qué?
Para poner sobre la mesa un debate que tantas veces es obviado.
Primero, cuál es la naturaleza del dinero público que reciben ciertas personas
y su naturaleza es la extracción coactiva, el robo, la extracción por la fuerza
del dinero de los contribuyentes y, en segundo lugar,
que precisamente porque esa es la naturaleza del estado y de sus actividades
deberíamos reducir al estado a su mínima expresión posible,
eliminándolo o manteniéndolo, ya digo, en esa mínima expresión indispensable.
Y si eso fuera así, entonces los diputados no necesitarían cobrar un sueldo público
porque lo harían por mera honorabilidad, por mero servicio a la comunidad,
no para colocar a la comunidad a su servicio, sino para estar ellos al servicio de la comunidad.
Ojalá en el futuro todos los políticos argentinos o españoles
puedan renunciar a su sueldo público porque no necesitemos más políticos argentinos o españoles.