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Bueno, pues buenos días a todos y bienvenidos a esta conferencia dentro del
ciclo organizado por la Universidad Francisco Marroquín y el Instituto
Hande Mariana de una revolución liberal en España. En esta charla quiero hablar
pues bueno sobre un capítulo del libro o un par de capítulos del libro como es
asistencia social y mercado de trabajo. Pero antes de de hablar sobre
propiamente sobre el contenido de estos capítulos, que además lo tenéis
accesible en el libro y en gran medida podría ser repetir lo que está escrito,
sí querría ofrecer, bueno, quizá una fundamentación mejor de por qué lo que
está escrito en el libro tiene sentido en esos capítulos y lo tiene
incluso más que cuando escribí ese texto y tenía las ideas que tenía en
ese momento. Las sociedades de mercado,
las sociedades basadas en la propiedad privada, en la libertad contractual, la
libertad individual, son sociedades donde el centro, el foco moral, como bien
sabemos, es la persona, es el individuo y las relaciones que establece el individuo
con otros individuos, por tanto son relaciones individuales e
interindividuales. En la sociedad de mercado esas relaciones
individuales o interindividuales se materializan en la división del trabajo
que es cada cual produce lo que le da la gana en función de lo que cree que le
van a comprar y se relaciona con aquellos que producen otras cosas que a él le
interesan. Son relaciones, por tanto, y ahí cojo cosas del último libro, que como
decía Marx, están mediadas por mercancías. Las personas no entran en la
sociedad mercantil directamente en contacto con ellas. Quien entra en
contacto con alguien en la sociedad mercantil son las mercancías con las
mercancías. Una persona, otra persona y en medio la mercancía, que son las que
aparentemente se relacionan entre sí, pero los nexos personales entre las
personas aparecen ocultos detrás de esas mercancías. Eso es lo que Marx
llama el fetichismo de la mercancía, que parece que el protagonista de la
sociedades de mercado sea la mercancía y no las personas, no los mercaderes. Los
mercaderes son de hecho meros pues apéndices o meros portadores de las
mercancías, pero la categoría es la mercancía. Esto se contrapone a lo que
sucedía con sociedades pre-mercado, donde el mercado tenía un papel mucho más
pequeño, donde la división del trabajo no era una división social del trabajo,
sociedades que no estaban centradas en la persona, en el individuo, sino que
estaban centradas pues en la comunidad religiosa, en la comunidad, en la clase
social del momento o, si nos vamos más hacia atrás, en el grupo primigenio.
En una tribu de cazadores y recolectores, ahí el individuo pinta poco, es el
grupo. El foco, el interés, el sujeto incluso podríamos decir es el grupo, no
el individuo. El individuo es un apéndice del grupo y se produce dentro
del grupo.
Las sociedades de mercado son en ese sentido muy productivas porque la
división del trabajo es mucho más productiva que estas otras formas
previas de organización social y además tienen la ventaja de que son
sociedades de tipo impersonal. Precisamente el fetichismo de la mercancía,
del que hablábamos antes, tiene una gran ventaja y es que yo coopero con personas
a las que no conozco o con las que podría tener prejuicios muy importantes
para relacionarme personalmente. El hecho de que se interponga la mercancía, de que
las relaciones estén mediadas por mercancías, hace que no preguntemos quién
está detrás de la mercancía. Como dicen algunos, pues un trabajador religioso
ortodoxo puede estar produciendo el papel para una revista pornográfica, por
ejemplo, y él ni siquiera es consciente de que cuando está talando un árbol el
fruto de su trabajo puede ir a parar a esto, no le importa, no se lo pregunta y
eso no impide que coopere con otra persona que puede ser pues completamente
contraria a sus ideas. Cuando ya hablamos de ideas también hablamos de
nacionalidades, de etnias, de religiones, con lo cual la sociedad liberal de
mercado permite ampliar muchísimo la cooperación, los lazos cooperativos,
derruye fronteras, derruye segmentos religiosos, derruye prejuicios,
hasta el punto de que pues las culturas o las diferencias culturales se van
achicando y entramos en el fenómeno de la globalización, que algunos llaman
ahora globalismo, precisamente como critica esto, que las naciones cada
vez son menos importantes, el grupo nacional cada vez es menos importante y
parece que hay una especie de programa dirigido a que
pues sólo haya una cultura en el mundo, sólo haya un gobierno mundial, que bueno
es consecuencia, lo de que haya un plan es muy conspirativo, pero el
hecho de que las culturas se vayan difuminando sí es consecuencia de la
extensión de los intercambios impersonales de mercado, dentro de una
nación también se difuminaron las diferencias culturales que había antes
de que se estableciera una cierta homogeneidad cultural.
¿Por qué digo todo esto? Pues porque como vemos, o como he intentado expresar,
las relaciones económicas se van sofisticando, se van profesionalizando, si
lo queremos se van impersonalizando, pero claro, esto viene si lo queremos con
una carga o con un costo de oportunidad, y el costo de oportunidad es que las
relaciones económicas personales de antaño eran también relaciones sociales
personales humanas, con lo cual al destruir las relaciones económicas, las
relaciones productivas de cuño personal, también desaparecen las relaciones
humanas que estaban entremezcladas con esas relaciones productivas personales.
Si la tribu es el sujeto productor o es el organismo productor, la tribu no
sólo es un organismo productor, es también un organismo de convivencia, y si
la tribu se disuelve, porque yo ya no tengo por qué juntarme con gente con la
que mantengo relaciones de consanguineidad, porque puedo producir con
japoneses, estando en España, las relaciones personales muy estrechas
propias de la tribu, el estar día a día contigo, con los otros, el estar yendo a
cazar juntos, o el estar yendo al campo produciendo juntos, todo eso se pierde.
Y llegamos a sociedades como las actuales, donde en ocasiones decimos
no conocemos ni a nuestro vecino, lo cual claro en sociedades previas es inconcebible
porque tú produces diariamente con tu vecino, tú trabajas codo con codo
diariamente con tu vecino, tú te apoyas en tu vecino y tu vecino se apoya en ti.
Hoy no hace falta, tu vecino estará trabajando en otras cosas, tú estarás
trabajando en otras, y a lo mejor os juntáis sin saberlo a través del
mercado, cada uno produciendo mercancías y entrando en contacto a esas
mercancías, pero ni siquiera sois conscientes, y lo más normal es que ni
siquiera os mezcléis, es decir, que tu vecino trabaje para algunas actividades
que tú no vas a necesitar nunca, y tú para otras que tu vecino no va a
necesitar nunca. Entonces, esa erosión del tejido social, si lo queremos, es una
erosión que el mercado sí genera, y que hasta cierto punto es positivo que la
genere, insisto, porque si no simplemente estaríamos dentro de nuestra órbita
tribal, de nuestra órbita sectaria, y no entraríamos en contacto con otros, de
hecho el nacionalismo, si lo creemos, es una especie de expresión de esto, de este
es mi grupito, tú tienes tu grupito, y somos enemigos o potenciales enemigos.
Cambió el mercado, lo que hace, como decía antes, es derrubir todo eso, pero
hasta cierto punto, siendo el ser humano un ser hipergregario, el hecho de
destruir esos nexos sociales, humanos, personales, que estaban vinculados tan
estrechamente con los nexos productivos, económicos, de carácter personal, puede
dejar al ser humano en una situación de soledad, de desamparo,
lo que muchas veces se atribuye o se vincula de manera peyorativa con el
individualismo, con el aislamiento, el sujeto aislado de toda la
órbita social que le rodea. Bueno, esa es una situación, entre muchas
otras, porque el término es muy amplio, que Marx calificaría o podríamos
meter dentro de lo que Marx califica de alienación, aunque es un término
muchísimo más amplio y no está expresamente referido a eso, pero podría
tener encaje. Es decir, que hasta cierto punto el ser humano, el individuo, se
siente alienado dentro de una sociedad de mercado, se siente rehén de fuerzas
impersonales que él no puede controlar, se siente una especie de pieza de
ajedrez que es dominada por otros y frente a lo que nada puede hacer y los
lazos con los que podría tejer con otras personas son lazos que, en
la sociedad mercantil, prácticamente está esforzado a que sean lazos
económicos a través del mercado y de carácter impersonal. Más allá de
esa desubicación que puede tener el individuo en la sociedad moderna,
hiperindividualista, esta fragmentación del tejido social genera otro problema, si
lo queremos, más de tipo económico, aunque no tendría por qué ser económico,
pero al final se economiza a través del estado asistencial. Y es que, claro,
si tú estás solo en el mercado como sujeto que solo entabla relaciones
contractuales con otras personas y tienes alguna adversidad,
no tienes ninguna red. Es decir, si yo soy una persona muy próspera, que produzco
mercancías muy valiosas, tengo un nivel de vida muy bueno, pero de repente
sufro un accidente o simplemente mi actividad deja de ser valorada por el
mercado, ni siquiera tengo por qué tener un percance personal, sino yo me dedicaba
a esto, esto funcionaba muy bien y de repente deja de funcionar porque surgen
otros que son mejores o porque los gustos han cambiado.
Entonces, si estoy solo, si estoy aislado, no tengo, como decía, ninguna red que me
proteja. Eso en las sociedades tradicionales no pasaba. En las sociedades
tradicionales, como la producción era comunitaria y como el tejido social
estaba vinculado a esa producción comunitaria, si algún individuo tenía un
percance dentro del grupo, el resto del grupo le ofrecía apoyo. Había una
especie de socialización de riesgos entre todos los miembros del grupo.
Como no, ya no solo por interés racional o por cálculo frío de
racionalidad, sino simplemente por la humanidad o la afectividad que había
entre esos miembros del grupo que era fruto de la producción recurrente de
carácter personal, de ir a trabajar día a día con las personas que tengo al lado.
Si yo voy a trabajar todos los días con mi vecino y formamos casi una
unidad afectiva, evidentemente si me pasa algo más allá del cálculo de
reciprocidad que puede hacer el vecino, me ayudará, me ayudará porque habrá un
vínculo de afectividad. Y esos vínculos de afectividad en una
sociedad de mercado de individuos aislados que cooperan únicamente a
través del mercado, se pierden o se pueden perder. Y si se pierden,
como digo, pues no tienes ningún apoyo ante
sucesos adversos. Y claro, no es solo, porque el problema es todavía mayor, no
es solo que tengamos menos cobertura frente a épocas pasadas,
bueno, menos cobertura aparente, luego daré algunos matices, pero no es solo que
tengamos menos cobertura aparente frente a épocas pasadas donde la producción
era grupal y basada en lazos personales, sino que además el entorno de las
sociedades de mercado, de las sociedades capitalistas, es un entorno muchísimo
más dinámico y cambiante que el de esas sociedades. Lo cual no solo es que no
tengo red, sino que el entorno en el que estoy es mucho más volátil. En las
sociedades tradicionales o de mercado, precapitalistas, había una cierta
estabilidad. Sí, claro, de vez en cuando venía una peste y se cargaba el 60% de la
población, pero más allá de esos períodos absolutamente extraordinarios,
había una cierta estabilidad en las condiciones de producción, en el
entorno social, si había guerras, matanzas, pero en términos productivos,
podías prever que el mañana iba a ser bastante parecido al ayer.
En el mercado no. El mercado, si lo queremos, se caracteriza, y de nuevo es otra de sus
virtudes, por la destrucción creadora sunpeteriana y, por tanto, el mercado se
está reinventando continuamente a sí mismo. Los agentes que forman parte del
mercado se reinventan continuamente y eso provoca destrucción de riqueza y
creación de riqueza que reemplaza la anterior de manera continua.
Con lo cual, como digo, se mezcla ese. No tengo red en el mercado, estoy solo en el
mercado y, además, es un entorno muy hostil, muy salvaje, si lo queremos, de ahí la
ley de la selva en el mercado, en el que estoy inserto.
Claro, si mezclamos estas dos características,
no tengo a nadie que me apoye, si vienen maldadas, lo normal es que van a venir
maldadas porque el mercado es extremadamente volátil,
lo podéis pensar también en términos bursátiles. Aunque a largo plazo la
bolsa crezca, imagina la volatilidad a la que uno se enfrenta en bolsa,
si no tienes ningún tipo de capacidad de resistencia, imagina que
estáis hiper apalancados o que estáis cortos en un momento en el que la acción
se desmorona. Claro, ahí si no tienes ningún tipo de colateral que te
respalde, estás muerto. Aún cuando la bolsa se alcista, con el
mercado lo mismo, el mercado puede ser un mecanismo de creación de riqueza
alcista tremendo, pero claro, pueden venir épocas de volatilidad y si no tienes un
soporte en ese momento, pues estás fuera. Si se mezclan estas dos condiciones,
es bastante esperable que surja algún tipo de reivindicación social de
necesitamos una red de garantía de última instancia que sea suministrada
con carácter coactivo por la comunidad política, que de alguna manera rememore
esas redes previas de sociedades tradicionales de carácter personal, de
carácter político, pero político basado en los lazos personales y que sea, por
tanto, el Estado el que suministre esa red que reemplace
las redes que había en el pasado. De alguna manera tendríamos...
Hemos roto los lazos de producción personales tradicionales y lo hemos
reemplazado por la división social del trabajo, por el mercado, por
el intercambio, producción e intercambio de mercancías con carácter impersonal
y las redes de seguridad que nos proporcionaba esa comunidad primitiva la
hemos reemplazado por el estado de bienestar.
Bien, dejando de lado los problemas que puede tener el estado de bienestar como
como red de seguridad de última instancia o de primera instancia porque ya
ni siquiera es de última ni siquiera es un estado subsidiario sino que es un
estado que quiere ocuparse de todo haya o no alternativas al mismo.
Fijaos que en esta descripción que he hecho de hemos reemplazado la producción
de carácter personal y la red de seguridad por el mercado más el estado
falta algo y es que en las comunidades previas teníamos producción económica
con carácter personal, lazos afectivos de carácter personal
dentro de la comunidad y red de seguridad basada en bueno en parte en el interés
económico también pero sobre todo en esos lazos afectivos que derivaban pues
del contacto diario en la producción. El estado eso último no lo proporciona y
espero que jamás lo proporcione. El estado no es un suministrador de lazos
afectivos para la persona. El estado lo que hace es vale tú vives aislado y voy
a impedir que si es un estado más o menos rico y más o menos funcional
voy a impedir que caigas en el absoluto desamparo estando solo en el mercado
pero sigues estando solo. No reconstruyó ningún tipo de lazos humanos con otras
personas. Entonces bueno uno podría decir reconstruir los lazos humanos con
otras personas es responsabilidad de cada cual y en eso estoy totalmente de
acuerdo pero de nuevo tengamos presente que muchos de los lazos humanos que se
pueden tejer son lazos humanos que emanan de esa convivencia y de ese interés
recíproco en ayudarse unos con otros. Con lo cual cuando se establece el estado
de bienestar esa parte de los lazos humanos que
se conformarían por el interés recíproco de ayudarnos unos a otros
desaparece. ¿Por qué? Pues porque la ayuda que yo puedo esperar de los demás
no es algo recíproco en el sentido de tú me vas a ayudar porque hay una
expectativa de que yo te voy a ayudar y porque tenemos unos lazos de
afectividad común. Es algo a lo que hemos instituido o que
hemos convertido en un derecho positivo frente a los demás.
Por tanto aunque tú no me quieres ayudar, mejor dicho, aunque yo sea un
indeseable que te estoy haciendo la vida imposible y al que odias con razón
tú estás obligado a ayudarme porque el estado te va a cobrar un impuesto y me
va a transferir la renta. Por tanto yo puedo mantenerme
completamente aislado en una posición completamente antisocial frente a los
demás y aún así recibiré, obtendré esa red de asistencia de última instancia
por la fuerza, por la coacción del estado. Con lo cual el incentivo de una
persona a insertarse en, si lo queremos, en lazos comunitarios se fragmenta
mucho. De hecho, yo esto lo suelo expresar, creo que con el caso más exagerado es
el de la renta básica. Porque la renta básica universal ya no es
solo que te proporcionen una renta con carácter incondicional aunque tú no
tengas trato ni contacto con nadie más. Es que incluso aunque no produzcas,
aún abandonando ya la escasa vinculación que puedes tener con el
resto de la sociedad, que es una vinculación vía producción de
mercancías para los demás, incluso eso lo rompe. Tú te puedes encerrar
perpetuamente en tu habitación, no tener contacto con nadie más, odiar a la
humanidad y la humanidad te está subsidiando, subvencionando, pagando.
Es una especie de subsidio a la asocialidad o antisocialidad. La
asocialidad puede ser ventajosa para algunos individuos pero conlleva costes
y lo que hace el estado de bienestar es reducir esos costes y por tanto solo
colocar los beneficios de no formar parte de ningún grupo encima de la
mesa, de modo que claro, si tú sustraes, si tú eliminas los costes de la
asocialidad y solo dejas los beneficios, pues tenderá a haber una mayor
asocialidad. ¿Esto es necesariamente así en las sociedades de mercado? No, no es
necesariamente así y de hecho en las sociedades de mercado en el siglo XIX
no era así. Esto es especialmente así a lo largo del siglo XX cuando emerge el
estado de bienestar como red de seguridad, red de garantía de última o de
primera instancia. En el siglo XIX, que es cuando empiezan a
emerger con carácter, si lo queremos global, las sociedades de mercado y las
sociedades capitalistas, esos lazos productivos de carácter personal
que constituían la base de relaciones afectivas, de relaciones sociales, de
relaciones comunitarias, se rompen. He dicho que se rompen para bien, pero eso no
significa que el individuo quede completamente aislado frente al resto de
la sociedad o frente al resto del mercado. Precisamente porque los
individuos necesitan reubicarse en el mundo y necesitan conformar nuevas
formas de socializarse y de asegurarse y de protegerse frente al mercado, empiezan
a surgir grupos que en Inglaterra o en Estados Unidos se
conocen como sociedades de amigos, friendly societies. El nombre yo creo que
es ya de entrada expresivo o significativo porque fijaos que se hace
el hincapié en que el fundamento de esas sociedades es la amistad, es la
afectividad. No estamos hablando de un seguro mercantil que tiene
su lugar, tiene su función, pero el seguro mercantil quizá no alcance para
todo. Desde luego no para establecer lazos de
socialidad y no a lo mejor para salirte del contrato, porque un...
tampoco me quiero desviar por muchos paréntesis, pero un problema que tienen
las sociedades mercantiles para coordinarse es que los contratos
siempre son por necesidad incompletos, no hay un contrato que sea absolutamente
completo en el sentido de que todas las contingencias puedan estar previstas en
el contrato. Y eso, claro, ante determinadas coyunturas pues puede
generar una cierta zozobra, pensemos los seguros de salud, por ejemplo. ¿Y qué
pasa si no me cubre absolutamente todo lo que puedo llegar a padecer? No, pues si
no te lo cubre, la policía del seguro estás fuera.
Entonces, claro, y frente a esos casos no cubiertos ¿qué hago? Bueno, las sociedades de
amigos no se basan en esa textualidad, si lo queremos, fría del contrato, sino que
hay una flexibilidad mucho mayor, porque es ese hoy por ti mañana por mí, a lo
mejor lo mío hoy no está cubierto, pero lo tuyo mañana tampoco, y por tanto, pues
entendemos que nos ayudamos entre nosotros.
¿Qué eran estas sociedades de amigos? O sea, agrupaciones amplias de personas, con
un carácter generalmente local o profesional, y esto lo quiero vincular
luego con los sindicatos. Eran asociaciones de carácter local, regional o
profesional, cuyo propósito era que todos sus miembros socializaran,
establecieran nexos de amistad entre ellos, y que sobre esos nexos de amistad
entre ellos surgiera también el compromiso estatutario. De nuevo, no se
basaba en la buena fe, en la buena fe se podía basar lo que quedaba fuera de los
estatutos, pero también eran nexos de carácter contractual estatutario, el
compromiso de ayudarse entre sí. Y ese compromiso, además, y esto es
importante, era un compromiso de carácter horizontal. ¿A qué me refiero con esto?
Muchas veces cuando a los liberales se les plantea, bueno, ¿y la asistencia
social en un mercado libre cómo sería? ¿Asociaciones filantrópicas darían
dinero a los pobres? Esa es una respuesta muy común y muy incorrecta, tanto desde
un punto teórico como histórico. No incorrecta en el sentido de que eso no
existiría, claro que existiría, pero no sería la base de la asistencia social.
No sería la base porque, primero, si vosotros os colocáis en una situación de
lo he perdido todo, no puedo sostenerme por mí mismo, probablemente lo último
que queréis es depender de la arbitrariedad de una tercera persona, del
capricho de una tercera persona. Entonces, como demandantes potenciales de asistencia
social, eso para vosotros no lo queréis.
E histórico porque no era la base en el siglo XIX de la asistencia social.
Entonces, la filantropía, que tiene su rol, tiene su papel,
es una asistencia social de carácter vertical. Yo tengo el dinero, tú no lo
tienes, tú no me puedes reclamar dinero, yo te lo doy si a mí me parece bien y ha
cambiado de lo que yo te exija. Las sociedades de ayuda mutua, las
sociedades de amigos, son sociedades horizontales. Tú y yo somos iguales. Vale,
sí, yo me he quedado en una situación de desamparo, pero tú me tienes que ayudar
porque formo parte de una asociación donde nos ayudamos entre nosotros.
Esa ayuda tenía un carácter muy diverso en el siglo XIX.
No sólo cubría, a lo mejor, los gastos de sepelio de manera más vistosa,
sino subsidios de desempleo. Si tú te quedabas desempleado o si ibas a la
huelga, la sociedad de ayuda mutua te cubría los sueldos perdidos.
Si tu esposa o tus hijos se quedaban viudas o érfanos, la sociedad de ayuda
mutua los cuidaba. Si enfermabas, también te cubría los sueldos perdidos. Pero
sobre esto, si leís cómo funcionaban estas asociaciones, ahí se
deja ver la clara diferencia. Por ejemplo, cuando alguien enfermaba, se
le pagaban los sueldos perdidos. Pero no sólo la sociedad de ayuda
mutua no se limitaba simplemente a extenderle un cheque, que es lo que haría
hoy una aseguradora o el propio Estado, sino que regularmente alguna
persona de la sociedad de ayuda mutua se acercaba a la casa a interesarse por la
salud del miembro que estaba enfermo. ¿Por qué se hacía esto? Pues por un
doble motivo. Uno, porque si son sociedades de amigos, si tu amigo está
enfermo, lo normal es que lo visites. El Estado no es nuestro amigo, más bien
es el enemigo y las aseguradoras no son el enemigo, pero tampoco tenemos un lazo
de afectividad con ellas. Y en segundo lugar, claro, para evitar abusos.
Porque si yo te visito y veo que estás enfermo, vas a seguir cobrando de la
sociedad. Pero claro, si tú dices que aquí estoy enfermo y estoy
extrayendo recursos de la sociedad de ayuda mutua, y no lo estoy.
Fijaos también que desde un punto de vista de control disperso jayequiano
incluso tiene más sentido que no una fría burocracia de, oye, ve al médico y
si un médico te da la baja, pues sigues cobrando. Y si el médico te la da
aunque no estés enfermo, pues sigues cobrando también, ¿vale? Bien.
Estas sociedades de ayuda mutua llegaron a ser enormemente
importantes, sobre todo en países anglosajones, pero también hasta cierto
punto en España. Y sólo dos datos para ver la importancia que tenían.
Bueno, otra prestación que cubrían para que veáis la flexibilidad antes de ir a
la cobertura, la flexibilidad que podía tener este tipo de asociaciones. Si una
persona perdía el empleo, también le podían cubrir
las dietas de irse a otra ciudad, de hospedarse en otra ciudad y de buscar
empleo en otra ciudad. Es decir, que no era sólo una ayuda pasiva de, oye, pues no
tienes nada, quédate ahí y ve cobrando. Es un poco el modelo actual. Sino que te
impulsaban, obviamente, a reinsertarte en sociedad y a reciclarte.
Como digo, estas sociedades de ayuda mutua llegaron a ser tremendamente
importantes. A finales del siglo XIX, en Estados Unidos,
uno de cada tres cabezas de familia, es decir, una de cada tres familias, si lo
queremos, formaba parte de una sociedad de ayuda mutua.
Y en Inglaterra, el 80% de la población que empezó a recibir cobertura en el
primer establecimiento del estado de bienestar en Inglaterra, que es 1911,
ya formaba parte de una sociedad de ayuda mutua.
Claro, nos puede parecer que a lo mejor eran cifras insuficientes o que la
cobertura era insuficiente, pero este último dato para mí es expresivo. A ver,
claro que la cobertura que podían proporcionar en el siglo XIX con niveles
de renta per cápita y niveles de riqueza social mucho más bajos que los
actuales desde nuestra perspectiva actual nos parecerá una cobertura pobre
o insuficiente, pero es que la cobertura que podía proporcionar el estado de
bienestar en esa misma época también hoy nos parecería muy pobre y muy
insuficiente. Entonces, la cuestión es ¿hoy esas sociedades de ayuda mutua con
los recursos actuales qué tipo de coberturas podrían proporcionar?
Porque si en el siglo XIX ya proporcionaban coberturas casi similares a
las que llegó a proporcionar el estado de bienestar, insisto, al menos en
cuanto a cobertura o extensión de cobertura social, pues hoy también
previsiblemente en ausencia de estado de bienestar y, por tanto, en presencia de
estas sociedades de ayuda mutua tendrían una capacidad de provisión de servicios
muchísimo más amplia que la que tenían y bastante más alineada con la que
hoy se demandaría, que es una cobertura obviamente mucho más amplia.
Bien, y bueno, como ya estoy fuera de tiempo, solo una mención muy breve al
mercado laboral y a los sindicatos. Como he mencionado antes, una base
natural, si lo queremos, de emergencia de estas sociedades de ayuda mutua era el
trabajo, el centro de trabajo, era la profesión. De hecho, incluso los propios
empresarios, no digo todos, pero sí había empresarios que promovían en el
centro de trabajo la creación de este tipo de sociedades de ayuda mutua. ¿Por qué?
Pues porque, claro, si no hay estado de bienestar y un trabajador te cae enfermo
o le cubres tú los salarios o se los tendrán que cubrir entre ellos, entonces
si el empresario no quiere pagar los sueldos perdidos tiene sentido que diga
oye, organizados entre vosotros e intentad que si alguien cae enfermo pues
que entre vosotros le podáis cubrir.
El sindicato originario, que era un sindicato profesional arraigado en el
centro de trabajo, tenía un papel muy importante como órgano o actor de
acción colectiva. Tanto a la hora de suministrar esta asistencia social,
te has quedado desempleado, has tenido un accidente, estás enfermo, pues te
cubrimos entre nosotros. Cuanto a la hora de negociar con el
empresario, en lugar de negociar de tú a tú, se negociaba colectivamente, pero
colectivamente no como se entiende ahora que es. Tenemos sindicatos nacionales que
son casi ramas de partidos políticos que negocian casi leyes. No, no estamos
hablando de eso. Estamos hablando de una negociación contractual donde una parte
intenta alcanzar un poder de negociación mayor asociándose
con otros colegas.
Y también para ir a huelga, como decía antes, si queremos protestar contra este
empresario vamos a perder los sueldos, tenemos una caja de resistencia a la
que hemos aportado fondos comunes, echamos mano de la misma.
Hoy en día los sindicatos podrían seguir... Bueno, por cierto,
los sindicatos eran un tipo de estas sociedades de ayuda mutua. No era el
único tipo. Muchas otras sociedades de ayuda mutua, no lo he mencionado, tenían
base religiosa, que es otra comunidad bastante natural, que hoy probablemente en
gran medida se perdería, pero podría tener otra base en la actualidad. Pero
junto con las comunidades de ayuda mutua religiosas o locales, también
estaban las profesionales, que son los sindicatos.
Claro, cuando empieza a emerger el estado de bienestar, por ejemplo, en
Inglaterra, segunda década del siglo XX, el estado de bienestar desplaza a las
sociedades de ayuda mutua, hasta el punto de que ya no existen, han desaparecido.
Eran tremendamente amplias, extendidas, populares y hoy muchos ni siquiera
han oído hablar de ellas nunca. Entonces, cuando empieza a emerger el estado de
bienestar, estos sindicatos que eran sociedades de ayuda mutua, se oponían al
estado de bienestar. Porque, claro, decían que aquí estamos administrando
nosotros unos recursos para nosotros, para los suyos, y va a venir un burocrata de
fuera, nos va a quitar el dinero con la promesa de que nos va a proporcionar los
mismos servicios que estamos proporcionando nosotros, pero ¿quién nos
garantiza que estos recursos van a revertir en nosotros y no en corruptelas
o en redes clientelares de otro tipo, o en transferir esa renta a los ricos, a
las oligarquías? Entonces, al principio los sindicatos lo veían como una
intromisión en sus funciones y como una especie de desplazamiento y de
absorción de lo que ellos hacían. Hoy no, porque como son todo lo mismo, al
final, pues, viven de lo mismo y reciben de lo mismo, pues, están todos en el
mismo barco. Pero originariamente no. Entonces, hoy los sindicatos, aparte de
estas funciones redistributivas, de asistencia social, que podrían tener,
también pueden tener otra función, como decía, de negociación colectiva, que es
importante en mercados donde las empresas, como demandantes de trabajo,
pueden tener poder de mercado. Ya sea por problemas de información, ya
sea por aparición de monopsonios locales, ya sea por fricciones en el
propio mercado de trabajo, no es fácil inmediatamente cambiar de empleo,
los mercados de trabajo no se comportan como mercados perfectísimamente
competitivos. En teoría, si una empresa bajara los
salarios un 1%, debería perder a todos los trabajadores, que serían a otra
empresa, eso sabemos que no sucede. Con lo cual, las empresas tienen cierto poder
de negociación a la hora de establecer salarios por debajo de la productividad
marginal. ¿Y eso cómo se puede contrarrestar? Pues, algunos lo contrarrestan
con salarios mínimos, con leyes de salario mínimo, lo cual es especialmente
problemático porque tu productividad no tiene por qué ser la misma que la mía y,
por tanto, si establezco un salario mínimo para todos, a lo mejor tú te quedas
fuera y a mí me aumentan el salario. Además, por incentivos políticos.
Realmente hay que seguir subiendo el salario mínimo por cuestiones de poder
de negociación o ya estamos en una especie de bazar político de yo
ofrezco más y más a una costa de destruir empleo.
Una posibilidad sería el salario mínimo, la otra son los sindicatos, pero
insisto, no el sindicato que tenemos en la cabeza como modelo actual, sino el
sindicato tradicional del siglo XIX con base en la empresa, en la fábrica, si lo
queremos, en el centro de trabajo. El sindicato, si el empresario tiene poder
de mercado, porque tiene una cierta capacidad monopsónica,
el sindicato no deja de ser una especie de, si lo queréis, de monopolio laboral,
porque nos asociamos todos y negociamos en nombre de todos. Puedo restringir la
oferta de trabajo para elevar su precio. De la misma manera que el empresario
puede reducir la demanda para bajar su precio, el sindicato puede reducir la
oferta para subir el precio. Y entonces pasamos a una negociación bilateral
donde no está claro que ninguno de los dos tenga poder de mercado y donde se
puede nivelar esa situación allí donde exista ese poder de mercado. No tiene
porque existir en absolutamente todas partes, pero ahí donde exista sí.
Ya para terminar, porque ya me he extendido demasiado,
en gran medida lo que quiero resaltar con esta charla es que el
mercado es una institución magnífica para crear riqueza, pero no resuelve
absolutamente todos los problemas sociales, ni pretende resolverlos.
Muchas veces planteamos la dicotomía estado-mercado como si fueran las dos
únicas instituciones posibles. Y hay otro tipo de instituciones que
podríamos incluir dentro del sector asociativo no mercantil que son
asociaciones o son instituciones, mejor dicho, perfectamente compatibles con los
principios del liberalismo porque se basan en la libertad de asociación y en
la libertad individual, cosa que no sucedía con, como ya he dicho antes, con
los grupos tradicionales, con las comunidades tradicionales donde el
individuo estaba anulado y que son necesarias para complementar aspectos
de la vida que el mercado no cubre y también quizá para corregir determinados
fallos de mercado que la mera lógica mercantil no subsana. No he mencionado el
caso de los bienes públicos, porque no entra aquí, pero podría ser otro ejemplo
de acción colectiva que puede ser corregida y mejorada a través de este
tipo de asociaciones no mercantiles pero sí de carácter voluntario.
Sobre todo porque, ya termino de verdad,
probablemente ninguna de estas instituciones ni el mercado ni estas
asociaciones de carácter no mercantil vaya a proporcionarnos una sociedad
perfecta, es decir, no creo que haya que pensar en esos términos de qué
combinación de instituciones nos va a traer el nirvana,
sino qué combinación de instituciones nos va a traer la mejor sociedad posible o
la menos mala de las sociedades posibles. Y claro, cuando la alternativa a esta
combinación de mercado y asociaciones no mercantiles, que ya digo, no van a
solucionar absolutamente todos los problemas habidos y por haber, pero sí
vehiculizan, si lo queremos, muchas soluciones a muchos problemas. Cuando a
esta combinación la contrastamos con las soluciones que nos proporciona el Estado,
creo que claramente hay muchos más riesgos y muchas más imperfecciones, y
eso lo podríamos debatir, en la parte estatal, en las soluciones administradas y
suministradas a través del Estado, que en las soluciones suministradas a
través de esta combinación de mercados y de asociaciones voluntarias de
carácter no mercantil, como por ejemplo las sociedades de amigos o los sindicatos
de verdad, no los sindicatos cuasi verticales que tenemos que tenemos
hoy. Muchas gracias a todos.
Vale, pero si hay alguna...
Una crítica que se suele hacer a este tipo de planteamientos es que el ser humano es
egoísta y que a veces somos muy cortoclasistas también, y que a lo mejor ese, incluso el
deseo egoísta de hoy por ti y mañana por mí, pues a lo mejor no aplicar. Entonces,
¿es necesaria una moralidad fuertemente altruista en una sociedad libre para que estas cosas funcionen, o el propio egoísmo llevaría a que se desarrollen estas sociedades también?
Como se suele decir, me alegro de que me hagas esta pregunta, porque he mencionado
antes el caso de la filantropía y no lo he desarrollado. He dicho, bueno, la
filantropía no nos gusta, pero me he explicado qué función tiene y creo que lo puedo conectar con tu respuesta.
Hombre, una moralidad que recompense la prosocialidad y la cooperación,
obviamente, ayuda muchísimo a todo esto. También hasta cierto punto, si es
excesiva, puede anular al individuo, que eso también hay que tenerlo muy presente,
pero está claro que ayuda. No es lo mismo una sociedad muy religiosa, por
ejemplo, donde todo el mundo se vuelque con otras personas de la misma religión,
que esto también, como decía antes, es una limitación porque se basan lazos
personales, o en este caso lazos ideológicos o religiosos, pero no es lo
mismo en términos de cooperación y de ayuda mutua que una que tenga o
ausencia de valores o valores mucho más individualistas. Aún así, y esto lo
conecto con la filantropía, hay, si lo queremos, un egoísmo racional que
también conduce a este tipo de asociación voluntaria, precisamente
porque si yo quedo desamparado, como decía antes, no quiero verme sometido al
arbitrio de terceros a través de la filantropía, es decir, no quiero que mi suerte
y mi supervivencia dependa del capricho de un rico.
Justamente por eso, si no me quiero ver en esa situación, tengo incentivos a
integrarme en estas sociedades de tipo horizontal de ayuda mutua. Y uno puede
decir, bueno, si eres muy cortoplacista, como señalabas, y no te integras, pues
ahí, y ese es el papel que juega la filantropía, el peaje social, si lo
quieres, de ese cortoplacismo, de esa antisocialidad, de no haber sido previsor
a la hora de integrarte en estas redes de ayuda mutua, es que te tienes que
someter al arbitrio de un tercero que te quiera ayudar, porque tú no has dado
nada por la sociedad, por tanto, no tienes derecho a exigir nada de la
sociedad, pero si yo soy caritativo, y ahí sí que entra la caridad pura, que es de
carácter unilateral, yo te voy a ayudar. Y claro, como nadie se quiere ver en esa
situación, hombre, quizá en el corto plazo pues tendríamos personas
imprevisoras que nos integrarían, pero justamente la imitación y la experiencia
te llevarían a... no es muy conveniente, aunque sea egoísta y cortoplacista, no es
muy conveniente que no esté integrado en alguna de estas asociaciones, es decir, se
ritualiza, o se ritualizaría integrar una de estas asociaciones
aunque no sepas el motivo profundo por el cual te integras, ¿no?
rutinas o prácticas habituales cuyo fundamento último no entiendes, pero que
sabes que son funcionales para una buena vida, que eso es al final
la moral, ¿no? hábitos victoriosos.
Y la pregunta va por ese segundo aspecto.
Has contado también tres bases para esas sociedades, la religiosa, la local y la
profesional. En una sociedad más urbana, en la que hay muchos movimientos geográficos
de la población y que el mercado es bastante cambiante y cambios de
sectores, ¿qué tipo de sociedades, y bueno también la religión que cada vez
estamos presentes en la sociedad, cuál podría ser una base más permanente en el
tiempo para garantizar esas relaciones estables y no, que saldas de un sector y
pierdas la cobertura que ya no estás asociado a ese sindicato, por ejemplo, y la
segunda pregunta, ¿qué modelo actual, en qué país podría haberse reflejado eso?
¿Dinamarca podría ser un sistema sindical un poco más liberal, por ejemplo, o hay
algún otro país que tenga un modelo más liberal?
Empezando por el final, sí, Centro Europa y los países nórdicos suelen tener
sindicatos más vinculados a la industria y con una negociación más
sectorial. Todo lo que tenga, todo lo que sean convenios sectoriales, no digamos ya
de carácter empresarial, pues está más apegado a lo que era la tradición del
sindicato que lo actual. El problema en España es que también hay convenios
sectoriales y empresariales, pero que están negociados por los dos sindicatos
que hay en España, que son sindicatos nacionales o de partido. ¿Cuál podría
ser la base hoy de estas asociaciones? Hombre, primero, estas asociaciones en el
siglo XIX surgen en las ciudades, no surgen en el campo, porque en el campo la
base productiva seguía siendo la misma, la familia o la comunidad agraria y
la comuna agraria y, por tanto, ahí no había necesidad estas sociedades, que no
es que, no, surgieron en el siglo XIX en un entorno no urbano y hoy estamos en un
entorno urbano, no, surgen precisamente con la proletarización de las personas en
entornos urbanos y la necesidad de, después de haberse desarraigado de su
entorno tradicional, donde me integro, ¿no?
La religión hoy probablemente no sería, ni mucho menos, un lazo común para todos,
lo podría seguir siendo para muchas personas, pero no para todos. La
profesión, efectivamente, si es cambiante, tampoco lo sería, pero para
determinados servicios que sea cambiante, tampoco te importa, es decir, al final
con los defectos que tienes, algo parecido al seguro sanitario de Estados
Unidos, ¿vale? Cuando yo dejo el empleo, dejo de tener este seguro, pero cuando
encuentre un nuevo empleo, en el nuevo empleo vuelva a tener un nuevo seguro.
Pero la base territorial o local sigue siendo importante, entonces, es verdad que
puede haber migraciones, pero precisamente, probablemente por eso, las
sociedades de ayuda mutua, ya en el siglo XIX, estaban empezando a evolucionarse
y lo queremos a asociaciones más complejas, donde tenías supra asociaciones, es
decir, tenías sociedades de ayuda mutua que se asociaban regionalmente para dar
cobertura geográficamente más amplia. Entonces, no sé cómo podría haber
evolucionado ese modelo, si habríamos ido a, o sea, no una sola asociación, sino
mancomunidades, si lo queremos, de asociaciones de carácter nacional o
internacional. Además, hoy, esto ya es especular, porque no hemos tenido,
obviamente,
estas tecnologías o este tipo de organización social en el siglo XIX y,
por tanto, no sabemos cómo se habría adaptado la sociedad de ayuda mutua, pero
precisamente, sobre la base de redes sociales, por ejemplo, es decir,
establecimiento de sociedades de amigos, pero con una base de afectividad real,
más allá de simplemente te añado a contactos y no tengo ningún tipo de
relación. Es decir, una sociedad de nexos
cibernéticos, si lo queremos, también es potencialmente una solución. No lo sé,
pero el problema de hacer enlaces entre personas que estaban dispersas
geográficamente, que sí existían en el siglo XIX, no te vas a asociar con alguien
a quien no conoces y con quien no tienes trato, hoy, ese problema, la tecnología,
lo ha resuelto en gran medida. La cuestión es si a través de la
tecnología somos capaces de constituir lazos afectivos, pero al menos existe la
posibilidad. En el siglo XIX esa posibilidad estaba cerrada porque no
existía la posibilidad del propio lazo.
Ha dicho que las mutualidades han desaparecido, lo cual no es del todo cierto. Se puede ver como posibles a un vivo. Los arquitectos, por ejemplo, tienen la posibilidad de publicar a través de la mutualidad de arquitectos.
O sea, que hay ciertos privilegios curiosísimos que demuestran que históricamente pasó algo, o hay dibujos de internet, y hay la mutualidad principal, la más simple, la más muy fácil,
la mayor variedad de funcionarios civiles del Estado, por ejemplo, es el Estado dando ejemplo.
Además, os apuntáis a la seguridad social porque lo digo yo con la fuerza. Nosotros, los funcionarios, elegimos si queremos seguridad social o si queremos seguro privado.
Sí, efectivamente. Lo que pasa es que también se han ido profesionalizando y han ido perdiendo ese carácter de base afectiva que, desde luego, tenían las sociedades de ayuda mutua.
¿Por qué han desaparecido? Han desaparecido por una razón, porque cierto grupo intermedio se los ha combinado.
¿Qué grupo intermedio es este? Es el Partido Político. Es decir, cuando el liberalismo avanzaba, cuando el capitalismo avanzaba, la gente,
los procesos de explicando se relacionaba, se asociaba, buscaba que las sociedades tenían comunas, se van resolviendo, etcétera, etcétera. Y de pronto aparecen, sobre todo en Europa,
dos protagonistas de esos grupos intermedios que empiezan a sorprender a los demás, que es el Partido Político y es el sindicato, que es el político.
Bien, si ahora examinamos cómo han quedado los grupos intermedios, por ejemplo, en España, que efectivamente todavía podemos observar que hay rastros, hay mutualidades, hay cooperativas, etcétera, etcétera.
Todo lo que se ha producido legislativamente, sobre todo desde... Pero no ahora, ¿eh? Solís ya viene incluso de atrás, ¿no? Desde la época de Francia. Ha sido absorber el Estado, el Partido Político, el sindicato, el CICAD, etcétera,
absorber todas las competencias que habían vivido los grupos intermedios. Bueno, es que el Estado es totalizante y por tanto lo tiende a... Todo aquello que pueda generar lealtades distintas a las lealtades al poder político,
para el Estado tiene que desaparecer porque es una amenaza a su soberanía, al final, ¿no? Si tú no obedeces absolutamente al Estado, si tienes una lealtad mayor hacia tu religión o hacia tu familia,
hacia tu sindicato, hacia otro grupo intermedio, pues claro, el Estado no es realmente soberano y por tanto lo tiene que erradicar. Y también, además, decía antes, respondiendo a Paco,
bueno, se han profesionalizado, se han mercantilizado si lo queremos, pero es que, claro, si el Estado realiza, ejecuta las funciones no mercantiles que debían o que realizaban estas asociaciones,
estos cuerpos intermedios, como decías, la única forma que les queda de sobrevivir es adoptar ciertas prácticas mercantiles, entrar en la lógica del mercado, de la supervivencia del mercado.
Si el Estado no desempeñara esas funciones habría hueco social para organizaciones de carácter no estrictamente mercantil, pero claro, si el Estado ya ha absorbido ese rol, pues lo que te queda es adaptarte.