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Juan Ramón Rallo

Laissez faire, laissez passer. Laissez faire, laissez passer.

Transcribed podcasts: 2280
Time transcribed: 38d 6h 22m 10s

This graph shows how many times the word ______ has been mentioned throughout the history of the program.

El Papa Francisco se reúne con los recaudadores de impuestos.
¿Qué podría salir mal? Veámoslo.
El Papa Francisco ha recibido en audiencia una delegación de la agencia tributaria italiana
y ha aprovechado la ocasión para brindar un discurso anti propiedad privada y pro impuestos altos.
Por ejemplo, ya de entrada el Papa señala que el trabajo o la función de los recaudadores de impuestos
es poco apreciada en nuestras sociedades porque, en ellas, se coloca la propiedad privada como un valor absoluto.
Y vuestro trabajo aparece ingrato al yoke de una sociedad que mete al centro la propiedad privada
como el absoluto y no riesge a subordinarla a los tiles de la comunión y de la condivisión para el bien de todos.
Este argumento tiene diversos fallos. En primer lugar, no es verdad que nuestra sociedad considere a la propiedad privada
un valor absoluto y, por desgracia, añadiría yo. Nuestras sociedades, las sociedades occidentales,
tienen estados gigantescos, estados que copan más del 40% del PIB, es decir, estados que ya están extrayendo,
coactivamente y violentamente vulnerando la propiedad privada de los ciudadanos más del 40% de toda la riqueza
que se genera dentro de un país cada año. Si de verdad se considerara la propiedad privada un valor absoluto,
desde luego el tamaño del estado y la presión fiscal no podrían ser del 40%, del 45%, del 50%, del 55%
o hasta del 60%, como lo es, solo ha sido en muchos países occidentales.
Que eso sea así demuestra evidencia que la propiedad privada no es, y repito, por desgracia,
un valor absoluto dentro de nuestras sociedades. Sin embargo, lo que está diciendo el Papa es otra cosa.
Lo que está diciendo el Papa es, para mí, todavía se protege demasiado a la propiedad privada.
Para mí, los impuestos todavía deberían ser más altos y más sangrantes de lo que ya están siendo.
Para mí, esta sociedad le otorga una importancia que, si bien es escasa, es demasiado alta, desde mi punto de vista,
a la propiedad privada. Porque, desde mi perspectiva, la propiedad privada debería quedar en espacios ultra reducidos,
en espacios prácticamente personales, y todo lo demás debería someterse a la planificación del bien común.
Y justamente aquí encontramos los otros dos errores del Papa en esta primera locución. Primero, ¿qué es el bien común?
¿Quién define, quién determina qué es el bien común?
Quizá podamos describirlo en términos muy generales, como respetar a las personas,
incluso desde una perspectiva católica, como ayudar al prójimo, pero estos valores, estas ideas generales,
el Papa las quiere descender hasta planificar un presupuesto público, porque está pidiendo que se cobren impuestos
y muchos impuestos para que los administre el Estado, presupuestariamente, en aras del bien común.
Está diciendo el Papa que es posible especificar todas y cada una de las partidas que componen el presupuesto
y que cada una de esas partidas específicas responda a una concepción clara, universal, transparente, unívoca de bien común, evidentemente no.
¿Qué es más bien común? ¿Gastar más en pensiones? ¿Gastar más en sanidad? ¿Gastar más en educación? ¿Gastar más en medio ambiente?
¿Gastar más en IMSD? ¿Qué es más bien común de todo eso?
Y dentro de educación, por ejemplo, ¿qué es más bien común? ¿Gastar más en educación primaria? ¿Gastar más en educación secundaria?
¿Gastar más en educación superior? Y dentro de la educación superior, por ejemplo, ¿qué es más bien común?
¿Gastar más en Madrid? ¿Gastar más en Barcelona? ¿Gastar más en Valencia? ¿Gastar más en...?
Es decir, exactamente de todo esto ¿qué es y qué no es el bien común?
Si cogemos una definición muy, muy, muy, muy amplia de bien común, cualquiera de estas cosas puede ser bien común.
Pero entonces, ¿por qué un determinado bien común, por ejemplo, invertir en educación superior en Valencia,
ha de prevalecer sobre otro posible bien común, como, por ejemplo, promover el medio ambiente?
Porque en el margen, o lo uno o lo otro, los recursos no son infinitos y no lo podemos hacer todo.
Entonces, si todo es un bien común, ¿por qué tu visión del bien común ha de prevalecer sobre mi visión del bien común?
Y si tú tienes tu visión del bien común y yo tengo mi visión del bien común, entonces ese bien no será tan común,
será una concepción particular sobre el bien común.
Y si en cambio adoptamos una concepción muy restringida de bien común, de tal manera que nos diga,
invertir en educación superior en Valencia no es bien común.
En cambio, invertir en Sanidad, en Sevilla sí es bien común.
Si hacemos eso, es muy probable que esa concepción tan restrictiva de bien común no sea compartida por muchísimas personas.
Y de nuevo nos encontramos con el problema de qué tiene de común una concepción de bien común que no comparte la comunidad.
Por tanto, tratar de justificar el cobro de impuestos apelando al bien común no resuelve absolutamente nada.
¿Cómo sabemos si ese cobro exagerado de impuestos es compatible con el bien común?
¿O no lo es si no tenemos una definición compartida de bien común?
De ahí justamente que la propia privada sí debería ser considerada un derecho, un valor absoluto,
porque la propia privada es el espacio dentro del cual se respeta que cada persona, cada propietario,
despliegue su propia concepción de bien común dentro de esa propia privada,
sin atacar las propiedades privadas de otras personas, donde esas otras personas despliegan su propia concepción de bien común.
Es un respétame a cambio de que te respete.
Y si tú no respetas mi propia privada, no respetas mi concepción de bien común.
Lo que haces es imponerme coactivamente tu concepción.
Y ese es el otro problema de la argumentación del papa.
Cuando él justifica el cobro de impuestos en aras de la persecución del bien común,
en realidad está justificando que el Estado y no ya el Estado,
los políticos que contingentemente ocupan, controlan, orientan la dirección del Estado,
en un determinado momento que esa casta política concreta nos imponga a todos los demás
su concepción de bien común, que en realidad ni siquiera es una concepción de bien común.
En realidad es su propio bien personal, su propio interés personal.
Instrumentalizar el Estado y el cobro de impuestos para maximizar sus probabilidades de mantenerse en el poder
y de ejercer al menos parte de ese poder extraordinario que tienen como Estado,
gracias, entre otros, al cobro de impuestos en beneficio, en lucro propio.
De hecho no deja de ser decepcionante que el papa le encomiende la labor de luchar contra la pobreza
al Estado y al Fisco del Estado en lugar de ser una misión que capitane la propia Iglesia Católica.
Una de las señas de identidad históricamente de la Iglesia Católica ha sido ayudar
justamente a los pobres, a los más necesitados, y la Iglesia hacía especialmente eso cuando el Estado estaba ausente.
Y ahora que el Estado está presente, ahora que el Estado ha copado espacios que anteriormente desempeñaba la Iglesia Católica,
parece que el papa está muy cómodo con esa nueva situación, con ese nuevo estatucuó.
Parece que el papa esté haciendo dejación de funciones, delegación de al menos parte de las funciones que históricamente desempeñaba la Iglesia,
aun ente de naturaleza intrínsecamente coactiva como es el Estado.
¡Ocupate tú de los pobres que esa no es mi función y si es la tuya!
Entonces exactamente cuál es la función terrenal de la Iglesia Católica.
De hecho, en este mismo sentido, el papa también ha dicho en su discurso,
pagar impuestos permite proteger la dignidad de los pobres que siempre corren el riesgo de ser aplastados por los poderosos.
De entrada, la entidad más poderosa que existe en cualquier sociedad es aquella que tiene legitimidad para cobrar impuestos.
El Estado es precisamente aquel ente que puede hacer lo que no le está asocialmente permitido hacer a nadie más.
Por tanto, no hay nadie más poderoso dentro de una sociedad que el Estado.
Si lo hubiera, ese Estado dejaría de ser Estado, caería y se instituiría otro Estado dominado, controlado por esa otra persona que es más poderosa.
Por tanto, en cada momento histórico, el más poderoso dentro de un territorio es por definición el Estado.
Pero qué cosas al Papa Francisco no le preocupa, no le quita el sueño que el Estado, la entidad más poderosa de todas, pueda aplastar.
Con ese poder extraordinario, tanto más extraordinario, cuántos más impuestos cobre, no le preocupa que pueda aplastar a los pobres.
No le preocupa ni siquiera que el Estado, con esos impuestos y esos programas de gasto público, pueda generar redes clientelares
que perpetúan esas situaciones de pobreza a través de las llamadas trampas de pobreza. Todo eso no le preocupa.
Lo que le preocupa es que se paguen más impuestos para que el Estado pueda crecer todavía más
y que el Estado se ocupe de aquellas tareas, de aquellas funciones que socialmente debería desempeñar entre otras organizaciones,
entre otras entidades, la propia Iglesia Católica.
Pero es que para rematar el colmo de la incoherencia, si el Papa quiere hacer dejación de funciones,
si el Papa quiere encomendarle la función, la tarea principal de proteger a los pobres de la bota de los poderosos,
salvo que ese poderoso sea el Estado y la bota del Estado, lo lógico sería que el Papa, o mejor dicho, la Iglesia Católica,
diera ejemplo y si el Papa cree que los impuestos contribuyen a luchar contra la pobreza
y que necesitamos muchos más impuestos para reducir la pobreza y que la misión fundamental de la Iglesia Católica es luchar contra la pobreza.
Pero no con sus propios recursos, sino a través del fomento de la actividad estatal, pues lo que debería hacer la Iglesia Católica,
lo que debería empezar a hacer la Iglesia Católica es pagar impuestos en todas aquellas jurisdicciones donde no los paga, por ejemplo, en España.
Ningún liberal puede tener nada absolutamente en contra de que alguien voluntariamente quiera pagar impuestos.
Si esa persona quiera administrar de ese modo su propia privada, pues evidentemente es legítimo que le ceda su dinero al Estado o a quien esa persona quiera accedérselo.
De lo que sí, tenemos mucho en contra de los liberales, es de que se obligue a una persona a pagar impuestos si esa persona no quiere pagarlos
porque prefiere darle a esos bienes otro uso distinto a aquel que los políticos le quieren dar.
Y el Papa justamente está defendiendo lo segundo, no lo primero, que se obligue a las personas a pagar impuestos en contra de su voluntad,
que los bienes que recaen bajo el control de determinados individuos les sean sustraídos para que esos bienes se destinen a otras finalidades,
persigan otras concepciones de bien común, distintas de las que perseguían sus legítimos propietarios,
lo cual ya resulta muy criticable desde un punto de vista liberal.
Pero es que resulta especialmente criticable si tú estás manteniendo ese discurso profiscalidad alta contra otras personas al tiempo que tú te beneficias de determinadas provisiones legislativas
que te habilitan a no pagar impuestos y no estás reclamando que tú empieces a pagar impuestos, sino que estás reclamando que los demás los sigan pagando
y en mayor medida que ahora, como el Papa, cabeza de una iglesia que en España está exenta de pagar muchísimos otros impuestos,
como por ejemplo el impuesto de bienes inmuebles que si pagan los particulares o las empresas, puede haber dicho en su discurso lo siguiente,
junto a los casos de evasión de impuestos, pagos ilegales y legalidad generalizada, se nota la honestidad de muchas personas que no eluden su deber,
que pagan según su deber, contribuyendo así al bien común.
La simple rectitud de tantos contribuyentes responde al flagelo de la evasión fiscal y esto es un modelo de justicia social.
La imparcialidad de vuestro trabajo, desde los recaudadores de impuestos, afirma que no hay mejores ciudadanos que otros en función de su pertenencia social,
sino que todos tienen la buena fe de ser leales constructores de la sociedad.
Repito, y la Iglesia Católica en España, ¿qué? Cuidado, que no estoy reclamando yo que la Iglesia Católica empiece a pagar impuestos,
no le deseo mal a nadie, tampoco a la Iglesia Católica, pero lo que no tiene absolutamente ningún sentido es que la cabeza de esa iglesia
esté reclamando que se paguen impuestos y más impuestos y que haya imparcialidad a la hora de cobrar impuestos
y que nadie eluda sus deberes de contribuir pagando impuestos al fisco y, al mismo tiempo, esa organización que él encabeza
en muchas jurisdicciones, por ejemplo, en España, no esté pagando impuestos o lo uno o lo otro, pero no se puede estar en misa y repicando.