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Juan Ramón Rallo

Laissez faire, laissez passer. Laissez faire, laissez passer.

Transcribed podcasts: 2280
Time transcribed: 38d 6h 22m 10s

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El gobierno de PP y Vox en la Comunidad Valenciana ha eliminado el impuesto sobre sucesiones,
y acto seguido ha recibido una catarata de críticas. Pero ¿se trata de críticas razonables?
Veámoslo.
El gobierno de PP y Vox en la Comunidad Valenciana acaba de eliminar a todos los efectos, lo
ha bonificado en un 99%, el impuesto sobre sucesiones entre padres e hijos, entre cónyuges,
entre hijos y padres y entre nietos y abuelos. Lo mantendrá eso sí en todos los demás
casos, pero al menos en aquellos en los que exista un parentesco tan directo como los
que anteriormente he mencionado, el impuesto desaparecerá en un 99%.
Se trata además de la primera decisión que ha adoptado el gobierno valenciano a la que
le otorgan una enorme importancia simbólica. Por ejemplo, el presidente de la Generalitat
Valenciana, el presidente de este gobierno entre PP y Vox en la Comunidad Valenciana,
Carlos Mazón, publicó en su cuenta de Twitter lo siguiente.
Fin al impuesto a la muerte. Los valencianos no volverán a pagar dos veces por el esfuerzo
de toda una vida. Y como no podía ser de otro modo, esta decisión por parte del gobierno
valenciano ha venido seguida de una catarata de críticas por parte de todos aquellos que
siguen defendiendo el impuesto sobre sucesiones y donaciones.
Y si bien hay algunas críticas e inquietudes que pueden estar justificadas, por ejemplo,
este tributo proporcionaba a la Comunidad Valenciana más de 300 millones de euros
de recaudación anual. ¿Ha previsto el gobierno valenciano algún ajuste del gasto ahora que
va a dejar de contar con el grueso de esta recaudación? Porque si no, se corre el riesgo
de bajar impuestos echando mano de la deuda. No queremos que los sucesores paguen impuestos,
pero al mismo tiempo les estaríamos dejando una hipoteca fiscal futura que tendrían que
terminar pagando ellos o sus propios sucesores. A su vez, hay otros comentarios u otras críticas
que merecerían de un mayor debate. Por ejemplo, ¿por qué es preferible bajar o eliminar
el impuesto sobre sucesiones, perdiendo una recaudación de unos 300 millones de euros,
a bajar el IRPF en 300 millones de euros? Y no me digáis que hay que hacerlo todo, que
hay que eliminar sucesiones y a su vez bajar el IRPF en 300 millones de euros. Porque si
hay margen presupuestario para eliminar sucesiones y bajar el IRPF en 300 millones de euros,
alternativamente podríamos haber bajado el IRPF en 600 millones de euros. Pues bien,
en este caso la crítica hasta cierto punto razonable es por qué en lugar de bajar sucesiones
no bajamos más el IRPF. Si se baja el IRPF valenciano en 300 millones de euros, probablemente
en el margen incentivemos a los creadores de riqueza, los capitalistas y los trabajadores,
a que generen más riqueza. Bajando o eliminando el IRPF, ese efecto, que también puede darse
si una persona recibe una herencia, quizá emprenda con cargo a esa herencia que no le
ha sido fagocitada por el Estado, pero ese efecto es bastante más débil o bastante
menos directo. Con lo anterior no pretendo criticar la rebaja o eliminación de facto
del impuesto sobre sucesiones, entre padres e hijos, entre cónyuges y entre hijos y padres,
o nietos y abuelos. Lo que pretendo es mostrar que hay algunas críticas a esta rebaja o eliminación
que podrían ser razonables, pero por desgracia esas críticas razonables son las que menos hemos
escuchado durante estos días, y en su lugar hemos oído algunas otras que no tienen nada de razonables.
Probablemente mi mala crítica preferida a la eliminación del impuesto sobre sucesiones es
esa que señala que el impuesto sobre sucesiones es un impuesto típicamente liberal porque garantiza
la meritocracia. En la medida en que sustrae a los sucesores de unos ingresos que no han generado
ellos sino los causantes, las personas fallecidas que les transmiten mortis causa esa propiedad,
en la medida en que sustrae, como digo, a los sucesores de unos ingresos que no han generado
ellos, se estaría afianzando la meritocracia y la igualdad de oportunidades. Vamos,
que según esta interpretación el liberalismo debería estar a favor de grabar con saña aquellos
ingresos que no son merecidos por su perceptor. En esta argumentación existen varios errores muy
importantes. El primero, el liberalismo no se basa en la meritocracia, en todo caso se fundamentará
en la voluntariocracia. El valor central del liberalismo no es la igualdad de oportunidades,
el valor central del liberalismo es la libertad individual. Por tanto, si una persona quiere
voluntariamente transmitirle su propiedad, intervivos o mortis causa a otra persona,
dado que eso es una transacción voluntaria, la primera persona le transmite voluntariamente su
propiedad a la segunda y la segunda, claro, tiene que aceptar voluntariamente esa transmisión de
la propiedad, el liberalismo aceptará, respaldará, defenderá ese tipo de transacciones voluntarias.
Y si el Estado se entromete, interfiere coactivamente en esta relación consentida
entre dos personas, entonces esa intervención, esa interferencia, no será algo consustancial
al liberalismo como algunos están diciendo ahora, sino algo profundamente antiliberal.
Segundo, esta argumentación para legitimar el impuesto sobre sucesiones siempre me ha parecido
tremendamente extraña e incoherente. Por un lado, se nos está diciendo como el heredero no se merece
la herencia, entonces el Estado tiene derecho a agravar fortísimamente esa herencia y a
fagocitarla tributariamente. Pero por otro lado, si legitimas que el Estado robe la herencia del
heredero porque el heredero dices que no se lo merece, ¿es que acaso el Estado sí se merece
esa herencia? ¿Qué mérito ha hecho el Estado para apropiarse de algo que no es suyo y que
ni siquiera le ha sido entregado voluntariamente por su propietario al Estado? ¿Por qué tiene
más mérito para quedarse con esa propiedad, el Estado, que aquella persona que ha sido designada
como heredero por el causante? Y si el Estado no tiene un mejor mérito para quedarse con esa
propiedad que el heredero, entonces el Estado no tendría ninguna legitimidad para quitarle esa
herencia al heredero por muy poco mérito que creyéramos que tiene el heredero, porque el
Estado todavía tiene menos mérito. Y en tercer lugar y por último, ¿cuál es el mérito supuestamente
objetivo que debería poseer un sucesor para tener legitimidad a recibir una herencia? Porque sí,
escuchamos mucho eso de que el sucesor no se merece la herencia, pero ¿cómo debería merecérsela? ¿Qué
debería haber hecho el sucesor para ser merecedor de esa herencia que le ha legado voluntariamente
el causante? La única concepción reduccionista de mérito en la que somos capaces de pensar es
aquella que sostiene que únicamente merecemos aquello que hayamos generado nosotros directa
y materialmente con nuestro trabajo. Si una persona, por ejemplo, ama, cuida y respeta a
sus padres a lo largo de toda su vida, y ese amor, ese cuidado y ese respeto además ha sido
recíproco de los padres hacia él, ese hijo no se hace merecedor de la herencia de sus padres,
Máxime, si sus padres consideran que su hijo sí ha sido merecedor de esa herencia, si la última
voluntad de sus padres es precisamente que su hijo se convierta en su heredero, ¿en qué sentido
esa herencia no es merecida? Precisamente, ¿cuándo ha sido el causante quien ha juzgado que esa herencia
sí es merecida? O todavía peor, y como planteaba antes, ¿en qué sentido, en cambio, el Estado,
el poder político constituido, sí se hace merecedor de esa herencia sin que el causante
haya juzgado en ningún momento que el Estado es merecedor de la misma? Como veis, esta línea
argumental crítica en contra de la rebaja del impuesto sobre sucesiones me parece una línea
argumental crítica muy débil. Sin embargo, las personas que formulan esta línea argumental podrían
parecerme mínimamente honestas si al mismo tiempo efectuarán un ejercicio de coherencia muy básico.
Si ellos dicen, yo estoy a favor del impuesto sobre sucesiones porque considero que ninguna
persona se merece aquellos ingresos o aquellas propiedades que no ha generado con su trabajo.
Si ese es su argumento, lo que deberían señalar acto seguido es. Y, por tanto,
yo estoy en contra del IRPF porque el IRPF es un impuesto que graba aquellos ingresos que las
personas sí han generado a través de su trabajo. Y como considero que las personas sí se merecen
aquellos ingresos que han generado a través de su trabajo, estoy en contra de que el Estado
fagocite fiscalmente esos ingresos. Pero ¿cuántos de los que legitiman moralmente la exacción estatal
a través del impuesto sobre sucesiones, luego repudian frontalmente la exacción estatal que
se produce a través del impuesto sobre la renta de las personas físicas? No voy a decir que ninguno.
Puede que hay alguno y esa persona, como digo, me parecería quizá equivocada, pero desde luego
honesta y coherente. Pero la inmensa mayoría de aquellos que legitiman al Estado para apropiarse
de las herencias de las personas con el argumento de que no han generado con su trabajo esas herencias,
luego también legitiman moralmente al Estado para apropiarse de los ingresos personales de
los individuos, aunque los hayan generado a través de su trabajo. Y por tanto, en el fondo,
lo único que están buscando con respecto a cada impuesto son formas de legitimar el robo estatal.
Y como el impuesto sobre sucesiones, al igual que todos los otros impuestos, es un robo, por mucho
que hay algunos que busquen legitimar moralmente ese robo, me alegro de que a partir de ahora
los valencianos vayan a ser robados algo menos.