This graph shows how many times the word ______ has been mentioned throughout the history of the program.
Vamos a hablar sobre la última propuesta brillante de Podemos, los supermercados públicos. Veámoslo.
La última ocurrencia brillante de Podemos ha sido proponer la creación de una cadena de
supermercados públicos estatales. Escuchémoslo. Pero sobre todo, compañeros y compañeras,
creo que lo que necesitamos es una cadena pública de supermercados. Una cadena pública de
supermercados que se llame Precios Justos, que baje los precios de los alimentos, que nos permita
proteger a los pequeños y a los medianos productores, agrícolas y ganaderos. Y sobre todo,
compañeros y compañeras, que nos permita mirarle de frente al oligopolio alimentario. Hay que
decirlo claro. En este país hay un oligopolio alimentario y el señor, el capo que está al
frente de ese oligopolio es el señor Juan Roig al frente de Mercadona. Es decir, que quieren
crear un supermercado público porque hay que plantarle cara al oligopolio alimenticio que
existe en España, personificado sobre todo en Mercadona, el cual explota tanto a los consumidores,
cobrandoles precios muy altos, como a los productores, pagándoles precios muy bajos,
y por tanto, embolsándose márgenes de beneficio sobre cada unidad de producto vendida escandalosos.
Un supermercado público, por tanto, permitiría reducir esos márgenes de beneficio escandalosos
que tiene Mercadona y el resto del oligopolio alimenticio de este país, y al reducir esos
márgenes de beneficio escandalosos, se podría pagar mejor a los productores, también a los
trabajadores de ese supermercado público, y se podrían vender los productos en el supermercado
más baratos a los consumidores. Esta misma idea la expresaba recientemente Pablo Echenique en un
tuit. Concretamente en este, en el que Echenique comenta un titular de la vanguardia que afirma
que Podemos calcula que su supermercado público crearía 50.000 empleos directos. Y dice Echenique,
además, bajar el precio de la cesta de la compra renunciando a márgenes excesivos,
proteger a los pequeños y medianos productores del campo pagándoles precios justos y ayudar a
las tiendas y comercios de alimentación de barrio, proveyéndoles de productos a bajo precio.
Todo parecen ser ventajas. Si se reducen los márgenes excesivos del oligopolio alimenticio
personificado en Mercadona, conseguiríamos que los consumidores pagaran menos que en
los productores cobrarán más, que hubiese 50.000 trabajadores directos en esa cadena pública de
supermercados. Ahí es nada, Mercadona tiene 95.000 trabajadores y, por último, que esos 50.000
trabajadores directos de esa cadena pública de supermercados cobrarán salarios incluso más altos
que en Mercadona. ¿Quién podría oponerse a esta magnífica idea, a esta magnífica propuesta que
ha planteado Podemos? Pues, claramente, sólo gente muy mala, sólo gente que quiere que los
consumidores paguen más por la cesta de la compra, que los productores reciban menos dinero por sus
mercancías o que los trabajadores del supermercado estén explotados y trabajen mucho cobrando poco.
En realidad, dentro de toda esta narrativa propia de la literatura fantástica, solo hay un pequeño
problema y es que el excesivo margen de beneficios de Mercadona, que supuestamente, como digo,
daría para bajar mucho el precio de los productos que pagan los consumidores y para subir mucho
el precio de los productos que se paga a los productores y para subir salarios y contratar
a mucha gente, ese excesivo, ese escandaloso margen de beneficio de Mercadona es de 3,1 céntimos de
euro por cada euro vendido de mercancía. Por tanto, cada vez que Mercadona ingresa un euro,
por vender en el supermercado lo que vende, sólo 3,1 céntimos de ese euro van a parar a los
beneficios antes de impuestos, ni siquiera después de impuestos. Después de impuestos son 2,6
céntimos, pero antes de impuestos 3,1 céntimos van a parar a los beneficios de la empresa. Pues bien,
esos 3,1 céntimos por cada euro vendido es el margen con el que contaría un supermercado público
para bajar el precio de los productos que pagan los consumidores, para subir el precio de los
productos que cobran los productores y para subir salarios. Imaginemos que el supermercado público
dice, oye, que voy a pagarles a los productores 2 céntimos más por cada euro que nos venden,
y que a su vez dice, oye, que voy a cobrarles a los consumidores 2 céntimos menos por cada euro
que nos compran. Pues ya se ha agotado todo el margen. Ya no hay más, ni subir más los salarios,
ni contratar más gente, no, ya no hay margen para nada, salvo que el supermercado público, claro,
entre en pérdidas y que sean los contribuyentes, a través de sus impuestos, quienes sufraguen ese
agujero gigantesco que se ha generado en el supermercado público. Por tanto, este es el
gigantesco, excesivo, escandaloso margen de beneficios que tiene Mercadona. Un margen que
le permitiría como mucho subir el precio que paga a los productores en 2 céntimos por cada euro que
les compra, es decir, un 2%, los precios que les paga a los productores, y bajar a su vez los
precios que les cobra a los consumidores en 2 céntimos por cada euro, es decir, un 2%. Ya está,
que no hay margen para más sin entrar en pérdidas. Pues bien, en el mejor de los casos imaginables,
el supermercado público tendría exactamente esta capacidad para revolucionar la sociedad,
reducir un 2% los precios que pagan los consumidores y subir un 2% los precios
que cobran los productores. Desde luego, una transformación radical de la sociedad. Y digo
que ese sería el mejor de los escenarios imaginables porque, para que esto fuera cierto,
sería necesario que ese supermercado público fuera logísticamente tan eficiente y tan productivo
como lo es Mercadona. Lo cual, obviamente, es una absoluta irrealidad, porque Mercadona es la
compañía de supermercados más eficiente de España, más eficiente que muchas empresas
extranjeras de supermercados que han intentado venir a España para competir con Mercadona y
que no lo han conseguido, a pesar de que esas cadenas de supermercados también tienen experiencia
en sus países y, por tanto, saben cómo organizar eficientemente un supermercado. Pues bien,
si de verdad nos creemos que un ejército de políticos, de Podemos, de PSOE, de PP o de Vox,
me da igual, junto con un ejército de funcionarios que nunca han creado una empresa, y desde luego no
una gran empresa, y desde luego no una gran empresa de supermercados, conseguirán de la noche a la
mañana crear un supermercado público que sea ya de entrada tan eficiente, o más eficiente como
Mercadona, es que no entendemos absolutamente nada de nada. Pero, oye, dado que tenemos una clase
política tan inteligente que, sin haber trabajado nunca en un supermercado, o salvo acaso de cajero
o de cajera, son capaces de crear el supermercado más eficiente de España de la noche a la mañana,
hagamos una cosa, propongámosles una cosa. El Estado crea esa cadena pública de supermercados,
y pone a competir esa cadena pública de supermercados con el resto de supermercados privados,
incluyendo, claro, Mercadona. Esa cadena de supermercados pública no puede operar a pérdidas,
es decir, no puede vender los productos por debajo de su coste. Si les paga 10 a los productores,
como mínimo, ha de vender ese producto a los consumidores por 10, en realidad, por algo más
de 10, porque tendrá otros gastos que cubrir, por ejemplo, los gastos de los trabajadores de ese
supermercado público. No puede hacer competencia desleal al resto de supermercados subsidiando la
venta o la compra de productos con cargo al contribuyente, con cargo a la coacción fiscal
que se ejerce contra el contribuyente. Pues bien, dejemos que esa cadena pública de supermercados,
gestionada por nuestros tan inteligentes políticos, compita en el mercado. Si vende los productos más
baratos que el resto de cadenas de supermercados, todos los consumidores acudirán a ella. Si les
compra a los productores los productos más caros que el resto de cadenas de supermercados, todos
los productores le querrán vender a ella. Poco a poco esa cadena se hará con todo el mercado y
terminará desplazando al resto de empresas privadas de supermercados que abusan de su oligopolio con
unos márgenes excesivos. Ahora bien, si esa cadena de supermercados pública fracasa, si no es capaz
de competir con los supermercados privados, bajando el precio que pagan los consumidores
y subiendo el precio que cobran los productores, si esa cadena de supermercados acumula pérdidas
y pérdidas y pérdidas, entonces que los responsables de cubrir esas millonarias pérdidas de la cadena
pública de supermercados sean aquellos políticos que promovieron, que defendieron, que impulsaron
esta idea. Que no les trasladen las pérdidas a los contribuyentes, que eso es muy sencillo,
es tirar con pólvora del rey. Cualquier idea empresarial absurda que se me ocurra,
cualquier capricho ideológico descabellado que se me pase por la cabeza, le paso la factura al
ciudadano para que la cubra con sus impuestos. No, poned algo de vuestra parte, algo de skin
Si estáis tan convencidos de que el supermercado público sería tan sumamente exitoso a la hora
de barrer con los márgenes excesivos de ese oligopolio de la distribución de alimentos,
adelante, hacedlo con dinero público inicialmente. Ahora, en cuanto empiece a tener pérdidas ese
supermercado público, lo cubríis con vuestro patrimonio personal. ¿A qué no?