logo

Juan Ramón Rallo

Laissez faire, laissez passer. Laissez faire, laissez passer.

Transcribed podcasts: 2280
Time transcribed: 38d 6h 22m 10s

This graph shows how many times the word ______ has been mentioned throughout the history of the program.

Pese a todo lo vivido y sufrido por la Argentina, el kirchnerismo sigue insistiendo en que crear
nueva moneda para financiar los déficits públicos del gobierno no genera inflación. ¿Es realmente
así? Veámoslo.
A pesar del gigantesco desastre económico perpetrado por el kirchnerismo en Argentina,
con una tasa de inflación absolutamente desbocada y que amenaza con convertirse en una hiperinflación
a pesar de todo lo anterior, los kirchneristas no desfallecen a la hora de reivindicar sus
desastrosas, sus calamitosas políticas económicas. Observen si no a la diputada kirchnerista Julia
Estrada defender la emisión masiva de pesos para financiar el endeudamiento del gobierno,
apelando tragicómicamente a la autoridad de la llamada teoría monetaria moderna.
Y el mejor ejemplo es la pandemia. No es mejor ejemplo que la pandemia. Con 8 puntos de déficit
fiscal, en realidad terminó en 65, pero se pronosticaba en 8 puntos en un 80% un poco menos
financiados por emisión monetaria. La prueba de que se puede financiar con emisión es la pandemia.
Y hay una teoría, ya que estoy un poco citando nuevas teorías para que si hay algún liberal
escuchando se vaya a leer. La teoría monetaria moderna, que es una especie de ayornamento de
algunas miradas keynesianas, plantea que los déficits sirven para crecer. Stephanie Kelton,
por ejemplo, es una asesora de Bernie Sanders, en realidad de los demócratas, escribió en
el Financial Times en medio de la pandemia, estoy hablando de abril-mayo, diciendo los estados del
mundo van a tener mucho déficit y eso está muy bien. El FMI con Cristalina Giolleva dijo hace poco
vamos a intentar explicar todo lo que está mal en este razonamiento. El déficit público de un
gobierno supone que ese gobierno gasta más de lo que ingresa. Es decir, que se queda con un mayor
porcentaje del PIB que aquel que ha agravado con impuestos. En términos todavía no monetarios,
sería equivalente a lo siguiente. Imaginemos que hay una plantación de trigo y que el gobierno
le dice al productor de ese trigo, me tienes que pagar en impuestos el 30% de tu producción. Pero
además yo me voy a quedar con otro 40% de tu producción, pero no porque te la esté cobrando
vía impuestos, no porque te la esté arrebatando vía impuestos, sino porque te la voy a pagar más
adelante. Es decir, que hay una parte del PIB o de esta producción de trigo que el Estado se queda
por autoridad fiscal, porque la confisca tributariamente, y hay otra parte del PIB o
de esta producción de trigo que el Estado compra voluntariamente, pero que se compromete a pagar
más adelante. Sobre la porción del PIB que el Estado reclama vía impuestos, los propietarios
no tienen mucho que decir, no tienen mucho que opinar. El Estado les dice, estás obligado a darme
esto. Y si no cumples con lo que te digo, envío a la policía a casa y te lo van a arrebatar. Por
tanto, en el ejemplo de la plantación de trigo sería equivalente a que el Estado confisca por
la fuerza el 30% de la producción de trigo. Distinto es el caso de la otra porción del PIB
que el gobierno no arrebata fiscalmente, sino que compra a crédito. En este caso, los propietarios
del PIB, el propietario del trigo, le podría decir al Estado, no me da la gana de venderte esta
producción a crédito, porque no me fío de que en el futuro me vayas a pagar. Es decir, el propietario
del PIB o el propietario del trigo no está obligado a darle esa porción de su producción al Estado.
Y en este punto el Estado puede hacer dos cosas. Por un lado, puede insistir en comprarle a crédito
a estos propietarios del PIB, a estos propietarios del trigo, ofreciéndoles en este caso condiciones
financieras más ventajosas. Te compro ahora 500 toneladas de trigo y te voy a devolver dentro de
un año 700, 800 toneladas de trigo. Es decir, subiendo el tipo de interés al que se financia
el Estado. O bien, y ahora introducimos el elemento monetario, si ese Estado es el que se encarga de
suministrar dentro de esa sociedad la moneda que se utiliza en el conjunto de la economía como
medio de intercambio y como depósito de valor, el Estado puede recurrir a crear nueva moneda y
comprar el trigo a su precio de mercado. Si el propietario del PIB, el propietario del trigo,
no quiere vender a crédito su trigo, quiere cobrar de inmediato, quiere venderlo y cobrar
de inmediato, el Estado lo que puede hacer es imprimir la moneda que dentro de esa economía
se utiliza como dinero y utilizar la nueva moneda impresa para comprarle el trigo a su propietario.
Ahora bien, si el Estado opta por esta última vía, por imprimir dinero para comprar el trigo,
¿qué hará el propietario del trigo con el dinero, con el nuevo dinero que está recibiendo? Pues puede
hacer dos cosas. La primera, si no quiere gastar ese dinero ahora mismo, sino que únicamente quiere
tener un mayor saldo de tesorería, lo que puede hacer es almacenar, atesorar ese dinero. Y en segundo
lugar, si no quiere atesorar ese dinero, sino que quiere comprar otros bienes, lo que hará el
propietario del trigo es gastar ese nuevo dinero dentro de la economía. Pero claro, ese nuevo
dinero que proporciona nueva capacidad de gasto al propietario del trigo ha sido creado por el
Estado sin ninguna contrapartida de bienes y servicios reales ahora mismo a la venta.
O dicho de otra manera, el gasto nominal dentro de esa economía se incrementa sin que haya aumentado
la producción real de bienes y servicios. Y si aumenta el gasto nominal sin que se incremente
la producción real, lo que tenderá a suceder es que los precios de esa producción real aumentarán.
Por supuesto, en ocasiones puede suceder que el aumento del gasto nominal estimule un incremento
adicional y a corto plazo de la producción real. Es decir, que si el propietario del trigo quiere
comprar ahora mismo más televisores, se produzcan a muy corto plazo más televisores. Porque la
expectativa de un mayor gasto en televisores estimule a los productores de televisores a
contratar más trabajadores y otros factores productivos para producir en el muy corto plazo
ese mayor número de televisores. Pero eso no siempre es posible. En el muy corto plazo,
la oferta de todas las mercancías no es perfectamente elástica. Y si la oferta de
todas las mercancías no es perfectamente elástica, es decir, si un incremento del
gasto nominal del 10 o del 20% no conduce simultáneamente a un incremento del 10 o del
20% en la producción real de un bien, entonces el aumento del gasto nominal por encima del
incremento de la producción real generará inflación. No solo eso, si el gobierno se
habitua a utilizar esta técnica, es decir, a gastar por encima de lo que recauda vía impuestos
imprimiendo dinero, y esa impresión de nuevo dinero genera en parte subidas de precios,
subidas de precios denominadas en la moneda que el Estado está manejando, que el Estado está creando,
entonces, además de los efectos anteriores, ocurrirá un tercer efecto. Y es que todos aquellos
que estaban atesorando la moneda que imprime, que crea el gobierno, porque consideraban que
era una buena moneda para hacer intercambios en el presente y en el futuro con otros ciudadanos,
anticiparán que esa moneda va a perder poder adquisitivo en el futuro y se desharán de ella,
aumentarán su gasto nominal para comprar cualquier otra cosa en lugar de mantenerse con esa moneda
que anticipan que se va a depreciar de manera muy intensa, o también utilizarán ese dinero para
comprar otros activos financieros, por ejemplo, moneda extranjera que conserve mejor su poder
adquisitivo, es decir, que el tipo de cambio de la moneda que está imprimiendo el gobierno se
depreciará frente a otras monedas extranjeras gestionadas de manera menos irresponsable. Y si
los ciudadanos de esa economía no solo gastaban en producción interna, sino también en producción
externa, es decir, en producción que importaban pagando en moneda extranjera, si ahora resulta
más caro comprar moneda extranjera que antes, para vender dentro del país producción extranjera,
habrá que subir su precio en moneda local. Y claro, cuando todo esto va sucediendo,
el gobierno puede adoptar dos alternativas. La primera es rectificar, darse cuenta de que
está avanzando hacia el desastre porque cada vez menos gente se fía de su moneda o puede perseverar
en ese camino hacia el desastre. Si el gobierno quiere seguir gastando más de lo que recauda había
impuestos por la vía de imprimir moneda y los precios de lo que quiere comprar en términos de
esa moneda van en aumento, cada vez tendrá que imprimir más moneda. Y si los ciudadanos ya no
se fiaban de la moneda que había creado hasta el momento, todavía se van a fiar menos de cantidades
crecientes expansivas de moneda de nueva creación. Por tanto, la demanda de ese dinero, el atesoramiento
de ese dinero, se hundirá todavía más y su depreciación será aún más agresiva. Y eso es,
en pocas palabras, lo que le sucede al Estado argentino. El Estado argentino quiere gastar
más de lo que recauda han impuestos, es decir, quiere recurrir al endeudamiento público. Sin
embargo, el Estado argentino no tiene credibilidad ni interna, ni mucho menos externa, para colocar
cantidades masivas de deuda pública para así financiar sus gastos superiores a sus ingresos.
Como la historia del Estado argentino es una historia de impagos continuados, nadie ni dentro
ni fuera de Argentina, o casi nadie, le quiere prestar al Estado argentino a tipos de interés
que ese Estado argentino pueda digerir. Pero ese cierre de los mercados financieros, de la
financiación a través de los mercados financieros a la que se enfrenta el Estado argentino, no lleva
a que el Estado argentino deje de querer gastar más de lo que ingresa. ¿Qué es lo que debería hacer?
Si ves que nadie te financia, lo que deberías hacer es ajustar tus gastos a tus ingresos. Pero no,
el Estado argentino no quiere hacer eso. Quiere gastar más de lo que ingresa, pero sin la posibilidad
de colocar deuda pública en los mercados. Por tanto, ¿a qué recurre el Estado argentino?
A la impresión masiva de pesos. Pero claro, ni los argentinos ni los extranjeros quieren
tantos pesos. Si no se fían del Gobierno como emisor de deuda pública por todo su historial
de impagos históricos, tampoco se fían del Gobierno como emisor de una moneda con una
altísima inflación histórica. Por tanto, si el Gobierno argentino gasta más de lo que ingresa,
imprimiendo, creando nueva moneda, nuevos pesos que ni los argentinos ni mucho menos
los extranjeros quieren, lo que sucederá con el peso es que se depreciará. Se depreciará
contra el resto de bienes y servicios de la economía argentina, porque el aumento del
gasto nominal en pesos llevará a que todos los argentinos exijan por su producción real precios
mayores y también se depreciará contra la moneda extranjera. En este caso, de manera muy relevante,
contra el dólar, de tal manera que toda la importación de mercancías extranjeras que
los argentinos han de pagar en dólares también se encarecerá. Y si tras el estallido inflacionista
derivado de hacer todo esto, el Gobierno argentino no solo no rectifica, sino que redobla la apuesta,
es decir, para seguir financiando su déficit público, crea aún más pesos que no son demandados,
que no son deseados por los ciudadanos argentinos o por los extranjeros, pues entonces la inflación
todavía se desboca más y la depreciación del tipo de cambio todavía se acentúa más. Y todo
esto, por cierto, no es algo que diga yo, es algo que incluso el peronismo reconoce. Escuchen si no
al ex candidato peronista a la Presidencia de la República Argentina, Sergio Massa, reconocer que
la creación de cantidades masivas de pesos durante la pandemia para financiar el déficit público del
Gobierno argentino generó inflación por mucho que otros compañeros de su partido lo estén negando.
Y en ese período, como no teníamos crédito externo, financiamos todo lo que era a TPEI con
emisión. Y hoy lo paga la gente con inflación. Entonces, si no tenemos la capacidad de ser
autocrítica y pedir perdón, ¿por qué la gente nos va a creer para adelante? Yo lo digo con absoluta
libertad. Se enoje quien se enoje. Es que ni siquiera cuando sus compañeros de partido
les recuerdan lo evidente, les exponen lo obvio, son capaces de bajarse del burro,
o el burro de bajarse de ellos. Y sí, desde luego, siempre que colocas a un defensor de
la teoría monetaria moderna delante del espejo de la inflación de países que han aplicado sus
políticas, rápidamente salen con la carta del comodín de que Estados Unidos, Japón o incluso
la Eurozona también han empleado la teoría monetaria moderna y, sin embargo, no han generado
inflación. Y al respecto dos comentarios. Primero, no es verdad que la aplicación de
esas políticas no haya generado inflación. En 2021 y en 2022, y también en parte en 2023,
tenemos una inflación inusualmente alta tanto en la Eurozona como en Estados Unidos como en Japón,
y en gran parte es responsabilidad de haber aplicado esas políticas. Pero es cierto que
la inflación que vivimos en la Eurozona, en Estados Unidos o en Japón, no tiene nada que ver
con la altísima inflación que está soportando Argentina. Y es que, en segundo lugar, la demanda
de deuda pública y de moneda en Estados Unidos, en la Eurozona y en Japón, tampoco tiene nada que
ver con la demanda de deuda pública y de moneda en la Argentina. Si la Eurozona, si Estados Unidos,
incluso si Japón, quieren gastar más de lo que ingresan, pueden hacerlo, sin ningún tipo de
problemas, emitiendo más deuda pública en los mercados. Porque, de momento al menos,
los mercados les siguen comprando esos nuevos títulos de deuda pública que emiten para
financiar sus déficits. A diferencia de Argentina, la Eurozona, Estados Unidos o Japón, no tienen que
recurrir a la emisión monetaria porque nadie les quiera comprar su deuda, sino que, en general,
lo que hacen es convertir en moneda deuda que ya ha sido emitida y comprada en los mercados.
¿Y por qué hacen esto? Pues porque tanto en la Eurozona como en Estados Unidos como en Japón,
hay una elevada demanda de moneda de estos estados. La demanda de dólares, la demanda de euros,
la demanda de yenes, es una demanda nacional e internacionalmente elevada, no infinita,
pero sí desde luego mucho mayor que la demanda de pesos en Argentina. Eso significa que si
Estados Unidos, la Eurozona o Japón imprimen, crean nueva moneda, gran parte de esa moneda se
mantiene en los saldos de tesorería de sus ciudadanos o de ciudadanos extranjeros que
quieren tener exposición a dólares, a yenes o a euros. Si tú aumentas la oferta de una moneda,
pero esa moneda no se gasta, sino que se ahorra, se atesora, eso en sí mismo no genera inflación.
Pero claro, si tú imprimes muchos más pesos y nadie quiere tener pesos, eso sí genera inflación.
En definitiva, si Argentina no quiere repetir los gravosísimos errores del pasado,
lo primero que tiene que hacer es aprender sobre las causas de esos errores del pasado. Y el
kirchnerismo parece empeñado en que los ciudadanos no aprendan las lecciones que les transmite la
pésima historia que han vivido y que ellos, los kirchneristas, han provocado. Y una de las primeras
lecciones que deberían aprender es que monetizar sistemática y masivamente los déficits públicos
genera inflación. Y por tanto, la segunda lección que deberían aprender es no hacer caso a los
cantos de sirena de aquellos que los han llevado a la actual situación, es decir, la teoría monetaria moderna.