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La tesis básica de Capital en el siglo XXI es que el capitalismo lleva en su ADN la
generación de desigualdades debido a que la rentabilidad del capital tiende a situarse por
encima del crecimiento del conjunto de la economía. Esto provoca, por tanto, que las rentas del capital
aumenten a mayor ritmo que el resto de rentas de la economía, generándose por tanto dinastías
de personas que cada vez son más ricas simplemente por el hecho de tener capital. Para frenar,
para combatir, para contrarrestar estas tendencias desigualitarias propias del capitalismo,
Piketty propone dos recetas. Una, nuevos impuestos sobre el patrimonio, nuevos impuestos sobre el
capital, de manera que quienes más tengan más paguen, no con el propósito de redistribuir esa
riqueza hacia los más pobres, porque Piketty es consciente de que la recaudación por estos
impuestos no sería muy alta. Su objetivo simplemente es empobrecer a los que más tienen para estrechar
las diferencias con respecto a los que menos tienen. La otra receta que propone Piketty,
que no se deriva exactamente del marco teórico que expone en su libro, como hemos visto su
marco teórico, se centra en estudiar cómo el capital genera desigualdad, pero la otra
receta que propone Piketty es incrementar muy sustancialmente los tipos marginales máximos
sobre las rentas del capital, sino del trabajo. De manera que aquellas personas que más ganen
por su trabajo, por ejemplo los superdirectivos o otros profesionales liberales, paguen muchos
más impuestos sobre la renta. Piketty llega a proponer tipos marginales sobre las rentas
más altas de hasta el 90%. Por bien, estas son las dos grandes medidas que propone Piketty para
luchar contra la desigualdad, por resumirlas que quienes más tienen y más ganen más paguen.
No se trata aquí de criticar en este vídeo las propuestas y el marco teórico de Piketty,
eso ya lo hemos hecho en otras ocasiones por extenso, sino que lo que queremos hacer en este
momento, lo que queremos analizar ahora mismo, es lo siguiente, aún creyéndonos el marco
teórico de Piketty y aún aceptando que tiene razón en sus políticas aplicadas para reducir
la desigualdad, Piketty, sus propuestas, sus recetas, no encajan en la situación económica
en la que ahora mismo se haya España. ¿Y por qué no encajan? Pues básicamente porque
el problema de la desigualdad que tiene España, si empezamos por la desigualdad en los ingresos,
de la desigualdad en la renta, no es una desigualdad que derive de que los trabajadores más pobres
cada vez cobren menos y de que los trabajadores más acaudalados cada vez cobren más. Aquí
podemos estudiar cuánto ha aumentado la desigualdad sobre las rentas del trabajo a lo largo de
la crisis económica, a través medida, a través del índice G. Vemos que España, como se
nos suele decir, es el país de toda la OCD, donde más ha aumentado la desigualdad en
las rentas del trabajo durante la crisis. Ahora bien, el motivo esencial por el que ha
aumentado la desigualdad en España es por lo que se llama efecto sobre el empleo, es
decir, por qué ha aumentado el desempleo. La motivación, la causa del efecto salarial
sobre la desigualdad, es decir, el aumento de la desigualdad derivado del incremento
de la brecha salarial entre los trabajadores mejor pagados y menor pagados, solo contribuye
en un 20% al aumento de la desigualdad. En otras palabras, el aumento de la desigualdad
en las rentas del trabajo deriva en un 80% de la destrucción de empleo durante la crisis
económica. Por tanto, la receta de Piketty, consistente
en aumentar los impuestos sobre las rentas salariales más altas, no sirve para paliar
la desigualdad en España. La desigualdad de las rentas en España se palía no con
más impuestos, sino creando más empleo. Y ese tipo de políticas, políticas dirigidas
a crear empleo, consistentes, por tanto, en liberalizar el mercado de trabajo, son las
que pueden necesitar a España para reducir la desigualdad sobre el empleo, no desde
luego grabar las rentas más altas, porque eso no soluciona, sino que en muchos casos
empeorará el problema del desempleo. Pero, claro, uno podría pensar, bueno, quizá la
receta de Piketty para luchar contra la desigualdad en la renta no sirva para el caso de España,
pero sí, en cambio, los impuestos sobre el capital, sobre el patrimonio, para reducir
la desigualdad sobre o derivada de las rentas del capital y derivada de la propiedad patrimonial.
Pues bien, la OCDE también constata que España, no solo la OCDE, sino muchos otros estudios
internacionales, constata que España es uno de los países del mundo con menor desigualdad
de la riqueza. Aquí tenemos a España y aquí tenemos la media de la OCDE. De entrada podemos
observar muy fácilmente que la propiedad del capital está mucho menos concentrada en
España que en la media de la OCDE. ¿Por qué? Porque el 10% de las personas más ricas
tienen la OCDE alrededor del 55% de toda la riqueza nacional y en España el 10% de personas
más ricas tienen algo menos del 50%. De hecho, solo en Grecia y solo en Eslovaquia, el porcentaje
de la riqueza en manos del 10% más rico de la sociedad es menor que en España y es,
en cambio, mayor en países que nos parecen tan igualitarios como, por ejemplo, Finlandia,
Bélfica, Noruega o Alemania. En todos estos países la desigualdad de la riqueza es mayor
que en España porque el 10% más rico de la sociedad tiene un mayor porcentaje de la
riqueza total que en España y, al revés, el 60% más pobre de la sociedad tiene en
España mayor porcentaje de la riqueza que en todos estos países. Es decir, los ricos
tienen menos que en otros países de nuestro entorno y los pobres tienen más. ¿A qué
se debe esto? Pues básicamente a que en España la propia inmobiliaria está muy extendida
y, por tanto, eso es un factor nivelador, un factor igualador de la distribución de
la riqueza. Además, los impuestos sobre la riqueza en España ya son de los más altos
del mundo. En España, por ejemplo, la recaudación sobre el PIB derivada de los impuestos sobre
la riqueza asciende al 3% del PIB. En cambio, en los países nórdicos como Suecia o Finlandia
esta recaudación ronda el 1,5% del PIB. Por tanto, en España los impuestos sobre la riqueza
son el doble que en países de nuestro entorno, en países tan igualitarios, aparentemente,
como en los países nórdicos. Por tanto, si España no tiene un problema internacional
de desigualdad de la riqueza ni tampoco tiene una atributación sobre el capital que ya
podamos calificar como baja, sino más bien tiene una atributación sobre el capital que
es de las más altas del mundo, ¿en qué sentido nuevos impuestos sobre el capital son la respuesta
para reducir la desigualdad? No lo son. Grabar el capital es grabar el ahorro, es grabar
la inversión. Y España necesita muchísimo ahorro y muchísima inversión, por ejemplo,
canalizada hacia la creación de nuevas empresas para recomponer su tejido productivo, recomponer
su tejido productivo de tal manera que permita que cada vez más trabajadores encuentren
empleo y a través de ese empleo que puedan encontrar que se reduzca la desigualdad en
los ingresos. Por tanto, la receta de Piketty de cargar fiscalmente las tintas sobre el capital
no sólo incrementaría la desigualdad en las rentas, en la medida en que reduciría
el potencial de creación de empleo de la economía española, sino que además estaría
tratando de solventar un problema que en España no es un problema, que es la acumulación
de riqueza. Por tanto, ninguna de las dos recetas de Piketty tiene algún sentido para la economía
española, ni siquiera, insisto, aceptando el marco teórico de Piketty, porque obviamente
uno tiene que aceptar, previo a eso, que la desigualdad es un problema, que la desigualdad
es causada por los motivos que expone Piketty y que las recetas que propone Piketty son
buenas para paliar la desigualdad que deriva de las causas que Piketty aduce. Si ninguna
de estas tres premisas es aceptada y creo que todas ellas son criticables, ni siquiera
el marco teórico de Piketty cobraría sentido. Pero es que, incluso comprando todo ese marco
teórico, Piketty no encaja en la problemática concreta de la economía española, y por
tanto su fichaje por parte de Podemos es más bien un espejismo escuro humo propagandístico
que no se dirige a solucionar los problemas reales de los españoles, sino que se dirige
como prácticamente lo que hacen todos los partidos políticos, tanto los de la casta
como los de la neocasta, se dirigen a acceder y mantener en poder. Se trata, por tanto,
de persuadir, de engañar a la gente para que les vote, aun cuando no estén ofreciendo
en absoluto ninguna solución para los problemas reales de los españoles.