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La Comisión Europea ha decidido sancionar a Alphabet, la empresa matriz de Google,
con una multa de 2.420 millones de euros por abuso de posición de dominio.
¿Qué significa esto de abuso de posición de dominio?
Pues básicamente que Alphabet está aprovechando su posición predominante,
su posición mayoritaria en unos segmentos del mercado,
básicamente en el mercado de buscadores a través de Google,
para ayudar a otros segmentos de mercado en los que también participa,
en concreto el mercado de comparadores de precios,
donde Alphabet dispone de una herramienta Google Shopping
que no ha dado demasiados buenos resultados.
Y, presuntamente, Alphabet ha intentado que Google le echará un cable a Google Shopping
por la vía de privilegiar, dentro del código, dentro del algoritmo de búsqueda de Google,
los resultados que procedan de Google Shopping.
De manera que, si un usuario busca en Google un producto, una mercancía para comprar,
en lugar de que le aparezcan otras páginas de comparadores de precios,
donde aparezca este producto, en las primeras posiciones de Google,
el usuario verá, visualizará los resultados de Google Shopping.
Y esto, para la comisión, es algo gravísimo, tan grave,
que merece, como decimos, una sanción de 2.420 millones de euros.
¿Por qué? Porque dice que Google está manipulando los términos de la competencia,
que Google Shopping debería competir por sus propios méritos,
al margen de los méritos que tenga o de la ayuda que pueda recibir del buscador Google.
El argumento es un completo despropósito.
Y, básicamente, lo que hace es aplicar las erroneas ideas
que ya vienen gestándose desde los inicios de la legislación antitrust en Estados Unidos,
al caso de la empresa estadounidense, al caso de Alphabet.
Básicamente, ¿por qué? Lo que hace Alphabet, con el motor de búsqueda Google,
es ofrecer a los usuarios un servicio.
Un servicio que los usuarios pueden decidir utilizar o no utilizar.
Si a los usuarios no les gusta como Google procesa las búsquedas,
lo tienen tan fácil como utilizar otro buscador, como no pasar por Google,
porque realmente en Internet disponemos de muchos otros buscadores a los que recurrir.
Insisto, si no nos gusta Google, podemos elegir otro.
Y podemos elegir otro sin que haya ningún tipo de penalización económica,
de alto coste que asumir, simplemente tenemos que teclear la dirección del buscador alternativo
que queremos emplear, lo usamos y listo.
Por tanto, Google lo que hace es ofrecer un producto a quien quiera consumirlo.
Y, evidentemente, quien lo consume, lo consume con las condiciones que lleva parejadas,
que es que consumes este producto y no otro.
Es lógico que una empresa, y de hecho es algo que hacen todas las compañías,
es lógico que una empresa intente apoyar unos segmentos de su negocio
en otros segmentos de su negocio, se llama buscar sinergias.
Sería de muy malos empresarios no aprovechar las sinergias
que existen entre distintos modelos de negocio.
Por tanto, si Google Shopping se puede beneficiar
de que el buscador Google coloque sus resultados en una posición más visible para el usuario,
Google, o más en general alfabet, debería tener todo el derecho a hacerlo.
Si el usuario no le convencen los resultados de búsqueda de productos para comprar,
porque aparecen sistemáticamente encima los resultados de Google Shopping
y no le gusta Google Shopping, lo tiene tan fácil como únicamente
para el asunto de búsquedas de productos irse a otro buscador
y utilizar, si es que le gusta, Google para todo lo demás.
Esto, que insisto, es de sentido común.
Es lo mismo que si una emisora de radio que tiene un periódico
prioriza en sus boletines de noticias las noticias de su propio periódico
frente a los periódicos de otras editoriales, pues esto, que es de sentido común,
es lo que ha justificado a juicio de la Comisión Europea
una sanción de más de 2.400 millones de euros.
Y la justifica, según nos dice la Comisión Europea,
porque de esa manera consigue salvaguardar la competencia en absoluto.
La Comisión Europea se acaba de cargar cualquier con acto de competencia
en el mercado de compraventa por internet.
¿Por qué?
Pues porque este mercado está cada vez más copado
y no pasa nada porque lo esté, porque lo está gracias a que a la gente
le gusta el producto o el servicio que ofrece,
pero este mercado está cada vez más copado por Amazon
y subsidiariamente por eBay.
Y en el caso de los anuncios de compras por internet
va adquiriendo una presencia creciente Facebook.
Pues bien, Google, que se estaba quedando totalmente atrás
frente a estos gigantes de internet,
frente a Facebook o frente a Amazon,
tenía una vía para tratar de competir con ellos.
Una vía que ni siquiera tiene porque ser exitosa.
Ya intentó, por ejemplo, competir con Facebook a través de Google+,
y fracasó estrepitosamente,
pero tenía una vía para competir con ellos en materia de publicidad
y comparadores de precios para compraventas por internet.
Y era apoyar Google Shopping en su buscador Google.
Pues bien, la Comisión, al impedirle a Google, a Alphabet, que haga esto,
le acaba de regalar todo el mercado a Amazon, a eBay y a Facebook.
Por tanto, no es que se esté nivelando la competencia meritocrática
en el mercado de comparadores de precios por internet.
No, es que la Comisión se carga el argumento competitivo
que tenía Google para ofrecer un modelo de negocio,
un servicio verdaderamente alternativo a Amazon y a Facebook,
un servicio diferente que pudiese competir diferenciando
de esa manera el producto con Amazon y con Facebook.
Como ahora no va a poder hacerlo Google,
los modelos de Amazon y Facebook que son muy legítimos,
como lo era el de Google, pero los modelos de Amazon y de Facebook
van a triunfar o van a seguir triunfando
en el segmento de compraventa y anuncios de compraventa
y comparadores de precios por internet.
La política de defensa de la competencia
no debería dirigirse a destruir modelos de negocio
que son perfectamente lícitos.
Debería, como mucho, orientarse a eliminar,
a suprimir aquellos obstáculos regulatorios que existen
para que la competencia se pueda desarrollar.
Sin embargo, desde sus orígenes,
la mal llamada política de defensa de la competencia
se ha convertido en una política de defensa de los incompetentes,
porque lo que hace el Estado es cargarse,
atacar a aquellos modelos de negocio más exitosos,
es decir, aquellos modelos de negocio que los consumidores prefieren
y los prefieren porque revelan esa preferencia
cada día en el mercado sin necesidad,
sin necesidad, repito, de que ese modelo de negocio
cuente con algún tipo de privilegio político
que restringa la competencia.
Google es el mejor buscador,
porque así lo decide cada día la gente
y dejará de serlo en cuanto la gente decida
que ya no le gusta o que prefiere otro buscador.
Google Shopping podría haber tenido cierto éxito,
ya es dudoso de por sí, pero podría haberlo tenido
frente a Amazon o Facebook apoyándose en esa base de datos
o en esa plataforma que es el buscador Google.
No lo permiten y, por tanto, se cargan un modelo específico de negocio
y, por tanto, le impiden a Google competir
con sus ventajas competitivas frente a Amazon y Facebook.
Lo mejor que podríamos hacer con la política de defensa de la competencia
es o bien eliminarla o bien mantenerla,
pero únicamente para eliminar aquellas trabas reales a la competencia,
licencias, regulaciones arbitrarias del poder político
para favorecer a unos frente a otros,
impuestos que graban más a unas empresas que a otras, etcétera.
No para cargarnos aquellos modelos de negocio
que los consumidores escogen día a día porque son mejores.
Y esto es, por desgracia, lo que acaba de hacer la Comisión Europea contra Google.