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¿Cuál es el objetivo político a largo plazo de Javier Milley? El poder, la riqueza, el
estatus, la fama. Según él mismo ha declarado, su objetivo político a largo plazo es acabar
completamente con el Estado, es decir, establecer la anarquía. Veámoslo.
Javier Milley dice ser el primer presidente liberal libertario de la historia de la humanidad.
Y, sin embargo, hay muchos, no liberales, pero también liberales, que cuestionan que esto sea
realmente así. Son muchos los que afirman que Javier Milley es un político más, en el fondo
equiparable a otras figuras políticas, como pueda ser Donald Trump en Estados Unidos,
Giorgia Meloni en Italia, o incluso Santiago Abascal de Vox en España, y que, por tanto,
habría más bien que calificarlo y englobarlo dentro de lo que podríamos llamar el derechismo
conservador nacionalista. Milley podrá denominarse a sí mismo liberal libertario, pero en el fondo
no lo sería, porque si lo fuera, ya habría comenzado a desmantelar y a destruir el hiperestado
argentino sobre el que ahora gobierna. Y bueno, como me gusta afirmar, sólo el tiempo nos dirá si
Javier Milley es un político más o se convierte en un político más y, por tanto, termina renegando
en la práctica de todos los ideales liberales libertarios que ahora mismo dice abrazar. Pero
siendo lo anterior cierto, que hay que esperar para ver, que los políticos mienten, y Javier Milley ahora
quizá un político muy atípico, pero un político que no podemos saber con certeza, por tanto,
qué era Javier Milley en el futuro, siendo todo lo anterior cierto, sí creo que en estos momentos
existe un hecho diferencial muy claro entre Javier Milley y cualquier otro político con el que se lo
quiera comparar. Y es que Javier Milley no duda, siempre que tiene ocasión, de exhibir sus profundas
convicciones liberales libertarias. Javier Milley siempre que coloca las luces largas, es decir, siempre
que nos invita a mirar a largo plazo en el horizonte, coloca en ese horizonte la deslegitimación de raíz
de la autoridad política del Estado y el progresivo desmembramiento de esa estructura
mafiosa y parasitaria que es el Estado, hasta el punto incluso de abogar por su supresión completa.
Y esto es, de hecho, lo que ha vuelto a hacer Javier Milley en una reciente entrevista con el
periodista argentino Alejandro Fantino. Escuchemos cómo el actual presidente de Argentina, no cualquier
estado, es el enemigo y que a largo plazo hay que aspirar a su eliminación.
Y el Estado es un, es un, es una organización criminal, o sea, digamos, es el, es el, es la
máquina de la coacción, es la máquina de la represión.
Ahí necesito que me respondas esto. ¿Vos odiás el Estado? ¿Tenés algo contra el
Estado?
Sí, obvio, claro, el Estado es nuestro enemigo.
Pero pensá esa respuesta, Javier, pensala, pero pensala, porque el Estado...
Pero como, a ver, es algo que pienso hace más de 10 años.
Está bien, pero Javi, escuchá, el Estado puede ser tu enemigo, pero no puede ser todo el
Estado es el enemigo.
No, el Estado es el enemigo.
Pero no todo.
El Estado es una organización criminal violenta que se, que se financia con una fuente coactiva
de ingresos llamada impuestos. Sí, el Estado es el enemigo.
El Estado es el enemigo. Declaraciones del presidente de Argentina no son las declaraciones más típicas,
más comunes, ya no entre presidentes de Estados y, por tanto, entre líderes de organizaciones
criminales, sino ni siquiera entre políticos que aspiren a convertirse en presidentes de
esos Estados. Pero la conversación no termina aquí. Cuando Fantino le plantea, bueno, tú
dices, mi ley, que todo el Estado es el enemigo, pero aquí tenemos a policías que están cuidando
por nuestra seguridad. También esos policías que son parte del Estado son el enemigo. Y
atención a lo que responde Javier Milei apelando, claro está, a su ideal de sociedad a largo
plazo. Ahora mismo el Estado existe y es difícilmente reemplazable en el corto plazo, pero ¿a qué
tipo de sociedad deberíamos aspirar? ¿Y a qué tipo de sociedad dice Javier Milei que
aspira? Escuchémoslo. Hay una frase que de hecho dice, por ejemplo, el que no sabe lo que busca no
entiende lo que encuentra. El que no sabe lo que busca no entiende lo que encuentra. Entonces yo
tengo un ideal de sociedad. Yo tengo un marco normativo. Mira, hay un libro maravilloso de Arrow y
Hank de 1971, previo a que le dieron el Nobel de Economía a Arrow, que se lo dieron junto a Hicks.
Arrow y Hank en ese libro dice, se llama Análisis General Competitivo, es un libro de equilibrio
general. De los tipos dicen, nosotros no escribimos este libro porque creemos que sea una correcta
representación de la realidad. Nosotros escribimos este libro por las propiedades normativas que
tienen como norte a donde queremos ir. Entonces mi norte, mi norte es Rothbard, mi norte es Jope.
Mi norte es Rothbard, mi nombre es Jope. Para quienes no conozcan a estos dos autores,
Murray Rothbard y Hans-Hermann Hoppe, Javier Milei está citando a dos de los pensadores
anarcocapitalistas contemporáneos más importantes y más influyentes. En algunos puntos importantes yo
tengo serias discrepancias con ambos, pero esto no es ahora lo relevante. Lo relevante es que Javier
Milei está diciendo que su norte, la dirección hacia la que quiere avanzar progresivamente, es la de la
eliminación completa del Estado. Porque estos dos autores, Rothbard y Jope, aspiraban a eliminar por
entero el Estado. De hecho, Rothbard, en uno de sus libros más importantes, La ética de la libertad,
plantea el siguiente experimento mental. Imaginemos que delante de nosotros tenemos un botón rojo. Si
apretamos ese botón rojo, el Estado, todo el Estado, es decir, toda la burocracia estatal, todas las
regulaciones, todos los impuestos, todos los servicios estatales, absolutamente todo lo que
entendemos por Estado, desaparece ipso facto. Por tanto, si el Estado es la coacción generalizada e
institucionalizada sobre una sociedad, apretando ese botón rojo, toda esa coacción general e
institucionalizada desaparecería al instante. Y Rothbard se pregunta, ¿ustedes apretarían ahora
mismo ese botón rojo para que el Estado, todo el Estado, desapareciera ipso facto? Y Rothbard dice que
sí, que él apretaría, si tuviese la oportunidad, ese botón rojo para que el Estado desaparezca. Pues
bien, esos son los referentes radicales, en el buen sentido de la palabra, es decir, que van a las
raíces de las ideas o de los principios, esos son los referentes radicales que tiene Javier Milei, que
Javier Milei coloca en el horizonte de Argentina. Y para mí, como decía, esto constituye una diferencia
absoluta con cualquier otro líder político que haya existido o que exista en estos momentos. Ni
Trump, ni Meloni, ni, por supuesto, Santiago Abascal nunca van a decir que su objetivo, que su norte,
que su horizonte es la destrucción del Estado. Jamás van a calificar a cualquier Estado, no al Estado
existente y que no se haya bajo su poder, sino a cualquier estructura estatal que pueda existir,
como una mafia, como una organización criminal, como una maquinaria inherentemente parasitaria y
explotadora. Jamás lo van a definir así porque no tienen la convicción, ni profunda, ni siquiera
superficial de que eso sea así. Puede que todos ellos quieran reorganizar internamente el Estado,
que quieran adelgazarlo en algunas áreas, que consideren que el llamado Estado profundo sí es
el enemigo a abatir. Pero ninguno de ellos ve en el Estado, en la estructura política soberana sobre el
territorio y sobre la población que habita en ese territorio, ninguno de ellos ve al Estado como el
enemigo a abatir. Ni lo han dicho nunca, ni lo dirán nunca, porque simplemente ni lo creen, ni lo
entienden. Por supuesto, Javier Milei podría estar diciendo todo esto como ejercicio retórico y
propagandístico para ganarse el favor de los liberales libertarios más radicales dentro de
Argentina y fuera de Argentina. Tal vez Javier Milei no cree en todo esto aunque lo diga, o tal vez,
aunque Javier Milei crea en todo esto, no está dispuesto a sacrificar su presidencia y su poder
político con tal de conseguir desmembrar el Estado. A saber, y como suele decirse en castellano,
obras son amores y no buenas razones. De momento, Javier Milei ha ofrecido muy buenas razones,
algunas obras muy bien encaminadas, el decreto de necesidad y urgencia, la ley de bases, es decir,
liberalizaciones muy importantes de la actividad económica en Argentina que han sido bloqueadas en
todo o en parte por el Congreso argentino, pero en cualquier caso sí ha intentado impulsar algunas
obras, pero son obras que no pretenden destruir el Estado, sino en todo caso racionalizarlo, reducirlo,
ajustarlo, moderarlo, pero no eliminarlo. Puede ser muy sencillo decir que yo tengo como horizonte
destruir, acabar con el Estado, pero luego no tomas ninguna medida efectiva para acabar suprimiendo
el Estado. Javier Milei, de hecho, no ha pulsado el botón rojo que Rothbard, uno de sus referentes
intelectuales, uno de los referentes intelectuales que coloca en el horizonte, en el norte, hacia el
que quiere dirigirse, el botón rojo que Rothbard dice que él sí pulsaría y que todo liberal libertario
debería pulsar. Vamos que Javier Milei, con su discurso liberal libertario, podría estar engañándonos,
como suelen hacer los políticos, a todos aquellos liberales libertarios que sí confiamos en sus
convicciones profundas. Por eso, como decía al principio del vídeo, sólo el tiempo nos dirá si Javier
Milei de verdad es un liberal libertario consecuente o tan sólo está empleando la propaganda liberal
libertaria para granjearse ciertos apoyos sociales e intelectuales. Sin embargo, creo que a estas alturas
de la partida constituye un reproche muy injusto el criticarle a Javier Milei que no haya conseguido
sus objetivos finales de destruir el Estado. Personalmente, el experimento mental del botón
rojo de Rothbard nunca me ha resultado persuasivo. Nunca me ha resultado persuasivo que haya que apretar
el botón rojo y suprimir ipso facto toda forma de Estado. Porque, por desgracia, el Estado ha colonizado,
ha monopolizado las instituciones sociales de carácter voluntario y espontáneo que servirían
para coordinar a los seres humanos y esas instituciones que han sido absorbidas, controladas,
monopolizadas, integradas en el Estado y que las ha convertido en instituciones de tipo coactivo,
no van a surgir de la noche a la mañana si desaparece el Estado. Y, por tanto, si la sociedad
necesita de instituciones para coexistir pacíficamente, hoy esas instituciones están copadas por el Estado
y apretamos el botón rojo para destruir inmediatamente al Estado, lo que tendremos no es una sociedad
armoniosa, pacífica y cooperativa. Lo que muy probablemente tendremos será el caos social a
partir del cual aparecerá un nuevo Estado que se legitimará a sí mismo como el gran pacificador y
ordenador y organizador de esa sociedad caótica y, por tanto, lo que tendremos es una sociedad aún más
estatalizada que la previa a apretar ese botón rojo. Por eso, la desaparición del Estado, desde mi punto
de vista, tiene que ser gradual. Hay que dar, por un lado, la batalla cultural para deslegitimar
socialmente al Estado y hay que avanzar en la reforma política para ir devolviéndole esferas
de libertad a los ciudadanos y, conforme los ciudadanos se vayan empoderando... No es un verbo
que me guste mucho, pero creo que aquí es ilustrativo. Conforme los ciudadanos se vayan
empoderando en su propia vida, ir ampliando esas esferas de libertad y de responsabilidad hasta que
el Estado vaya marchitando. Y creo que esa es la acertada reflexión que hace a continuación Javier
Miley cuando, más o menos, le preguntan si usted es anarquista, si usted odia al Estado, si usted
quiere acabar con el Estado, ¿por qué no acaba ya con el Estado? No sólo eso, porque está tomando
algunas medidas que parecen, a corto plazo, incompatibles con ese objetivo de largo plazo
de eliminar el Estado.
¿Es aplicable, Javier?
Bueno, esa es la otra discusión. Entonces, lo primero que vos tenés que entender es cuál
es tu visión del mundo. Entonces, yo tengo una visión, ¿sí? Ahora, si yo creyera, suponete
yo tengo, yo estoy parado en este micrófono, tengo que ir hasta aquel. Obvio que hay un camino
que es el más eficiente de todos, ¿sabes? Que esto sea una línea recta. O sea, que yo tenga
que moverme con un movimiento rectilíneo, uniforme, en condiciones, digamos, normales
de presión y temperatura.
Sí, bueno, claro, sí, es genial, pero la vida, bueno, fíjate, tengo acá un hueco.
De hecho, no lo puedo hacer porque este conjunto, sobre donde iría el camino, no es convexo,
porque la unión de estos dos puntos, la línea no está contemplada dentro del conjunto.
Tendría que ser un círculo para que, o algo cuadrado para que la línea, fíjate que no hay,
ahí hay un hueco. O sea, si yo vengo caminando así, el tipo se caería, ¿ok? Entonces, ok,
ese camino, bueno, ¿viste? Cuando hablo de los utópicos, de los imbéciles, son eso, ¿no?
Anda derecho, idiota, porque sos un no sé qué cosa, sos un ineficiente. No, no, sos un ineficiente.
O sea, se está dando cuenta que si vos vas caminando por acá te caes.
Entonces, ¿qué es lo interesante? Yo sé que tengo que llegar allá.
Ahora, digo, cuando vos estás tomando decisiones, te da cuenta que está el precipicio acá.
Tengo que hacerlo, esquivas. Y te vas a encontrar con un montón de problemas en el medio.
¿Sabes qué? Un montón. Todos los que te imaginás, ¿sabes qué te va a pasar? Te quedas corto.
Es decir, que la desestatalización de la sociedad no es un camino recto, asfaltado y sin obstáculos,
sino, al contrario, un camino sinuoso, lleno de rocas y con miles de obstáculos y resistencias
por parte de aquellos que no quieren desestatalizar a la sociedad porque viven de parasitar a la sociedad.
Y eso, que por desgracia es así, constituye la batalla política que cualquier gobernante
liberal libertario tiene o tendrá que librar si quiere avanzar hacia la desestatalización de la
sociedad. Y eso es lo que Javier Milei dice que está haciendo en estos momentos. Dar esa batalla
política para avanzar hacia el norte de la desestatalización completa de la sociedad.
Ojalá sea así y ojalá no nos esté engañando. Pero, de momento, este discurso respecto a los
fines y a los medios de su acción política ya lo diferencian radicalmente de cualquier otro
político que haya existido, que exista y, por desgracia, me temo que vaya a existir en el corto plazo.
¡Gracias!