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Un tío blanco hetero ha sido el último youtuber en anunciar que se marcha de España por razones
fiscales. ¿Se trata de una decisión legítima y moralmente aceptable o de algo que deberíamos
criticar y repudiar? ¡Veámoslo!
Sergio, un tío blanco hetero, se marcha de España y se marcha de España por razones fiscales.
Pero sí, a ver, me voy a ir de España 100%, 100%. Ya está decidido, el domingo fue como la gota que
colmó el vaso. La situación de España, en manos de quien está en estos momentos, no parece que
en un futuro a corto medio plazo vaya a poder aplicar políticas para que personas como yo
no estemos literalmente siendo exprimidas de forma sistemática para mantener un puto
chiringuito, una fucking fiesta que no me sale de los huevos de pagar. Es muy sencillo.
Y, como os podéis imaginar, después de estas declaraciones se ha viralizado la noticia tanto
en los medios de comunicación tradicionales como en las redes sociales y, en muchos casos,
para ridiculizar, para desdeñar o para criticar la decisión de un tío blanco hetero de marcharse
de España por razones fiscales. Aunque ya hemos hablado en otras ocasiones sobre este tema,
básicamente cada vez que un youtuber más o menos conocido se marcha de España y todos los medios
de comunicación y todas las redes sociales se le echan encima, dada la calidad no demasiado
elevada de muchos de los argumentos críticos que estamos oyendo o que estamos leyendo,
creo que conviene volver a repetir algunas obviedades. Cuando una persona decide marcharse
de un país, hay tres partes implicadas. En primer lugar y de manera principal,
la propia persona que decide marcharse de un país. En segundo lugar, aquella sociedad,
aquella comunidad a la que esa persona decide marcharse. Y en tercer lugar, la sociedad,
la comunidad de la que esa persona se marcha. En el caso que nos ocupa, si Sergio decidiera
marcharse finalmente a Portugal, estaríamos hablando de Sergio, la persona que decide marcharse,
Portugal, la sociedad a la que decide marcharse, y España, la sociedad que abandona. Vamos a hacer
un breve comentario sobre cada una de estas tres partes implicadas. En primer lugar,
la persona que decide marcharse de una determinada sociedad. Los individuos no somos ni debemos ser
propiedad privada de las sociedades en las que vivimos, no somos esclavos de esas sociedades,
por tanto ninguna persona tiene por qué estar atada a una determinada sociedad. Si una persona
quiere marcharse de esa sociedad, quiere abandonar esa sociedad y encuentra otra sociedad que lo
acoja, es perfectamente legítimo, es perfectamente lícito que esa persona abandone una sociedad y
se marche a otra. Que una persona, por ejemplo, nazca católica o nazca musulmana, no significa
que esa persona siempre deba integrar esa comunidad de creyentes, porque esa persona no
es propiedad, no es mobiliario de esa comunidad de creyentes. Las personas tenemos nuestros
propios proyectos de vida que pueden coincidir o pueden no coincidir con las de otras personas
con las que convivimos, y en la medida en que nuestros proyectos de vida se distancien mucho,
incluso se vuelvan incompatibles con los proyectos de vida de aquellos con los que convivimos,
una decisión perfectamente razonable es abandonar esa comunidad en la que vivimos y en la que no
podemos desarrollar plenamente nuestros proyectos de vida porque son incompatibles con los proyectos
de vida de aquellos que nos rodean. Por supuesto, también existiría la alternativa de quedarte en
esa comunidad y tratar de cambiarla desde dentro para que los proyectos de vida de las personas que
te rodean se vuelvan compatibles con los tuyos. Pero si las posiciones entre unos y otros están
tremendamente alejadas y consideras que es prácticamente imposible reformar esa sociedad
desde dentro, al menos en el corto-medio plazo, no tienes por qué martirizarte quedándote dentro y
renunciando a tus proyectos de vida. Lo que haces es simplemente buscar otras sociedades que sean
más compatibles con tu estilo de vida o con tus expectativas vitales. Y eso es esencialmente lo
que está diciendo Sergio. La sociedad española desde mi punto de vista es incorregible a corto
medio plazo. En lugar de quedarme dentro para intentar cambiarla, que va a ser un esfuerzo
ingente condenado a fracasar, pues me busco acomodo en otra sociedad que no sea tan incompatible
conmigo como lo es la sociedad española. Y puede haber muchos motivos por los cuales consideres que
una determinada sociedad, una determinada comunidad política es incompatible con tu estilo de vida o
con tus expectativas vitales. Una persona que haya nacido en un país musulmán, por ejemplo,
quizá quiera abandonarlo porque considere que esa comunidad es tremendamente opresiva para el modo
de vida que quiere vivir. O una persona cuyos hijos hayan nacido en una región que lleve a
cabo políticas de inmersión lingüística y que considere que esa lengua no es la que le gustaría
que aprendan sus hijos puede marcharse de esa región a otra para poder educar a sus hijos en
mayor libertad. Todo esto son razones perfectamente válidas, comprensibles, por las cuales unas
personas pueden querer trasladarse a otras sociedades. Y otra razón, igualmente legítima,
es porque una persona considere que la comunidad política en la que vive lo está parasitando y
expoliando económicamente. Si una persona considera subjetivamente que está tributando
muchísimo más que aquello que luego recibe de ese estado que le obliga a tributar exageradamente,
pues entonces esa persona puede juzgar subjetivamente que está siendo parasitado,
expoliado, rapiñado por ese estado y por aquellas redes clientelares y lobísticas que viven de ese
estado. Y si uno juzga que está siendo expoliado, parasitado, maltratado económicamente,
es del todo legítimo que esa persona quiera marcharse. Imaginemos un trabajador que lleva
cinco años trabajando en una empresa, cobra 1100 euros y trabaja diez horas al día. El
jefe además es un déspota y lo desprecia. Y resulta que a esa persona que no está especialmente
cómodo dentro de esa empresa le aparece una oferta de trabajo en la que va a cobrar 3000 euros al
mes trabajando cinco horas al día y donde además los jefes son bellísimas personas.
¿Qué le diríamos? No, no, es que tú llevas aquí cinco años, te has criado profesionalmente en esta
empresa y por tanto te tienes que quedar. No te puedes marchar a la otra empresa. Claramente no,
todos le diríamos no pierdas ni un solo segundo quedándote en esa mala empresa,
vete a esa otra empresa que te va a tratar mucho mejor. Pues lo mismo si en lugar de hablar de
empresas hablamos de estados. Si consideras que tu estado te maltrata y encuentras que hay otros
estados vecinos que te acogen y que crees que te van a tratar mejor, es tan legítimo abandonar
una empresa que te maltrata para irte a otra que te va a tratar mejor, como lo es abandonar un
estado que te maltrata para irte a otro que te va a tratar mejor. Bien, ya hemos hablado de la
persona que decide marcharse, hablemos ahora de la sociedad a la que se marcha. Esa sociedad
extranjera a la que una persona se marcha no tiene por qué regirse, no tiene por qué regularse,
no tiene por qué organizarse según las mismas reglas que la sociedad que esa persona está
abandonando. Si un musulmán se va a una sociedad laica o a una sociedad cristiana sería absurdo
que la sociedad musulmana protestara y dijera es que hay sociedades laicas, hay sociedades
cristianas y claro entonces se me escapan los musulmanes que no quieren vivir como musulmanes
dentro de mi país. Si hay sociedades extranjeras que, por ejemplo, no quieren organizarse como
teocracias musulmanas, obviamente es del todo legítimo que esas sociedades extranjeras no
se organicen como teocracias musulmanas. Y exactamente igual sucede con el resto de
principios organizativos de una comunidad política. Si una comunidad política quiere
organizarse con un bajo nivel de fiscalidad y de redistribución estatal de la renta,
es perfectamente legítimo que esa comunidad política se organize con un bajo nivel de fiscalidad
y de baja redistribución estatal de la renta. ¡Cuidado! Ni siquiera estoy diciendo que organizarse
con alta fiscalidad y con alta redistribución estatal de la renta sea ilegítimo. ¡Que lo es!
Porque los impuestos son un robo. Pero no estoy entrando ni siquiera en ese debate. Solo estoy
diciendo que puede haber sociedades que quieran estados gigantescos y muy redistributivos y otras
que quieran estados más pequeños y menos redistributivos. Y si lo primero es legítimo,
desde luego lo segundo también lo es. A ver si ahora va a ser legítimo robar a los ciudadanos y
va a ser ilegítimo no robar a los ciudadanos. En ocasiones se intenta descalificar a esas sociedades
extranjeras caracterizadas por una baja fiscalidad como paraísos fiscales, como si fuera un modelo
de comunidad política de raíz ilegítimo. Pero ¿por qué va a ser ilegítimo que una
sociedad se organize con bajos impuestos y con un nivel de intervención estatal muy reducido?
Es como si una comunidad de vecinos decidiera instalar una piscina y cobrar de ramas extraordinarias
para financiar la piscina y, en cambio, otra comunidad de vecinos decidiera no instalar
una piscina y, por tanto, no cobrar de ramas extraordinarias y la comunidad de vecinos que
quiere instalar la piscina le dijera a la comunidad de vecinos que no quiere instalar piscina en su
comunidad que hace muy mal y que su modelo de comunidad de vecinos no es legítimo,
que tienen que instalar sí o sí una piscina y cobrar sí o sí de ramas extraordinarias a los
vecinos. Pues no. Por tanto, si una persona libremente decide marcharse a una sociedad
extranjera que libremente se organiza a través de unos principios que no tienen por qué ser los
mismos que la sociedad que ese individuo está abandonando, pues entonces lo único que ha
ocurrido es que esa persona ha encontrado un sitio donde vivir que se ajusta, que es más
compatible al modo de vida que quiere vivir. Y si hay estados extranjeros a los que puede
marcharse que desde su perspectiva encajan en esa visión, pues perfectamente lógico,
razonable y legítimo que se marche. Esta comunidad política se organiza de este modo.
Esta comunidad política está dispuesta a acogerme. Yo prefiero vivir en esa comunidad
política que en la que estoy viviendo ahora mismo. Pues me traslado y punto,
tampoco hay mucho más que hablar. ¿O sí hay más que hablar? Porque hay una tercera parte
implicada en esta decisión de abandonar una comunidad política para marcharse a otra,
y es la comunidad política abandonada. La comunidad política abandonada, en este caso
España, puede adoptar tres actitudes frente a la decisión de uno de sus ciudadanos de marcharse
del país y residir en otro estado extranjero. La primera es mostrarse indiferentes o incluso
jalear que una determinada persona se marche al extranjero. Básicamente sería la actitud de
a nosotros nos gusta este modelo de estado, por tanto no vamos a cambiar el modelo de estado por
mucho que tú te marches. Es más, incluso puede alegrarnos que te marches porque tú eres una
persona que está en contra de este modelo de estado y que, por tanto, rompes de alguna manera
la cohesión ideológica alrededor de la defensa de este modelo de estado. Por tanto, nos da igual
que te marches o incluso mejor que te marches. Bueno, si la sociedad abandonada adopta esta
actitud, a medio o largo plazo lo que sucederá es que los que se queden dentro serán las personas
más ideologizadas a favor del statu quo, porque las personas contrarias a ese statu quo ya se
habrán marchado al extranjero y, por tanto, como consecuencia de esta autoselección ideológica,
los que estamos de acuerdo con el modelo de estado nos quedamos, los que no estamos de acuerdo nos
marchamos. Como consecuencia de esta autoselección ideológica, lo que sucederá es que el modelo de
estado actual, el statu quo, saldrá reforzado, saldrá apuntalado, aun cuando pueda ser un
modelo de estado suboptimo o deficiente. Si se quedan los fanáticos, los ciegos, los hinchas con
ese modelo de estado, ya podrá ser malo ese modelo de estado, pero perdurará en el tiempo,
porque los que se queden dentro así lo querrán. En lugar de cambiar de rumbo para mejorarlo,
nos quedaremos mediocrementes como estamos. Una segunda actitud que puede adoptar la
sociedad abandonada es reflexionar, es plantearse por qué hay determinadas personas que no están
cómodas residiendo dentro de esa comunidad política y se trasladan a vivir a otras
comunidades políticas extranjeras. Y puede ser una reflexión sincera, honesta, dirigida a reformar
la comunidad política para buscar un acomodo a esas personas que hoy se están marchando y que
quizá no queremos que se marchen. Por ejemplo, podría ser vamos a buscar una fiscalidad especial
para los autónomos, o vamos a dejar de subir masivamente los impuestos y vamos a empezar a
bajarlos un poquito, o vamos a permitir determinados descuelgues fiscales. Por ejemplo,
si yo no quiero cotizar a la Seguridad Social, tengo el derecho a no cotizar a la Seguridad
Social a cambio de no recibir pensión en el futuro. Bueno, todo esto son reformas que
se podrían ir haciendo si la sociedad, si la comunidad política abandonada tiene cierto
interés en que no la sigan abandonando aquellas personas que hoy no están conformes con ese
modelo y busca, por tanto, un encaje en el que todas las partes se puedan sentir más o menos
cómodas. Es decir, que en lugar de ser indiferente hacia el ostracismo o en lugar de promover el
ostracismo de los discolos, buscas la convivencia. Y una tercera actitud, que a mi juicio es la
peor de todas, es, por un lado, no querer que las personas que se están marchando se marchen. Es
decir, no ser ni indiferente, ni siquiera jalear que esas personas se marchen. Pero a la vez,
tampoco tratar de buscarles un acomodo dentro de tu sociedad. No queremos que os marchéis,
pero tampoco queremos cambiar nosotros para que tengáis interés e incentivos a quedaros.
Por tanto, ¿cómo vamos a conseguir que no os marchéis sin cambiar nosotros? Pues utilizando
la represión contra vosotros. Y hay muchas formas de articular esas sanciones dirigidas
a desincentivar que las personas que no están cómodas dentro de esta sociedad decidan marcharse
al extranjero. Una forma bastante blanda puede ser las campañas de desprestigio y de cancelación
social contra aquellos individuos que públicamente dicen que se marchan al extranjero porque no están
cómodos dentro de la sociedad, ya sea por motivos fiscales o por otras razones. Se trata de
estigmatizar a los ciudadanos que decidan exiliarse para que no haya otros ciudadanos en el futuro que
puedan tener esa misma tentación. Si no quieres que montemos una campaña de desprestigio contra ti,
quédate aunque no estés a gusto. Pero luego también hay otras formas más opresivas de
sancionar a una persona para evitar que se marche al extranjero. Por ejemplo, en materia fiscal se le
podría llegar a obligar a tributar en este mismo país aunque resida en otro. ¿Tú eres español?
Pues a menos que renuncies a la ciudadanía española, vas a tener que pagar impuestos al
estado español vivas donde vivas. Y formas aún más opresivas, por supuesto, sería directamente
colocar un muro y prohibir que la gente salga del país. Este último tipo de actitud, al margen de
ser un ataque directo contra la libertad de las personas, es básicamente considerar a las personas
ganado propiedad de la comunidad política en la que han nacido, al margen de esto,
genera incentivos institucionales muy perversos para esas sociedades. Imaginate un estado que,
por muy salvaje, por muy represivo, por muy deficiente que fuera, no pudiese experimentar
fugas de sus ciudadanos. Es decir, todos sus ciudadanos estuviesen obligados a quedarse dentro
de ese estado como si fuera una cárcel. Si a tu ciudadanía le arrebatas el derecho a votar con
los pies, básicamente el derecho a protegerse de tus dislates marchándose al extranjero,
entonces ¿qué freno institucional tiene esa comunidad política, tiene ese estado,
para corregir el rumbo, para rectificar sus políticas más calamitosas? Las sociedades
que dificultan o que prohíben la salida de aquellos ciudadanos disconformes con esas
sociedades son sociedades que tienden a encerrarse en sí mismas y a volverse mucho más opresivas.
No digo que sea el único freno. La rebelión interna contra las oligarquías gobernantes también
puede ser otro freno. Es decir, ¿por qué las oligarquías gobernantes no abusan todo lo que
podrían llegar a abusar de su poder? Pues en muchos casos porque temen que si abusan demasiado,
no es que no abusen nada, sino si abusan exageradamente, pueden llegar a experimentar
una rebelión interna que les corte la cabeza. Ese es otro freno a los abusos de poder. Pero,
desde luego, la posibilidad de salir de esa comunidad política es otro de esos frenos.
Y cargarte o dificultar ese freno al abuso de poder lo que trae es mucho más abuso de poder
interno. La gente que se marcha o que amenaza con marcharse contribuye a mejorar internamente
la sociedad. Porque les está dando un toque de atención a aquellos que están creando una
mala sociedad. Y les está diciendo, si tenéis el más mínimo interés en que no nos marchemos,
no abuséis tanto. Que oye, si os da absolutamente igual, seguid abusando o incluso aumentad el
abuso. Pero si tenéis el más mínimo interés en que no nos marchemos, limitad el grado de ese abuso.
Y por tanto, si se impide la salida, si se impide ese toque de atención, si se impide esa amenaza
creíble contra los que abusan de su poder, entonces lo que tendremos es una sociedad más
opresiva, con más abuso de poder y con mayor degeneración institucional. Si ante los síntomas
de una enfermedad lo que hago es maquillar los síntomas y no tratar las causas profundas de
la misma, lo que puede suceder es que siga enfermando y que cada vez esté peor. Así pues,
en primer lugar y ante todo, deberíamos respetar que un ciudadano español decida marcharse a
residir al extranjero por el motivo que sea, incluyendo también, por supuesto, pagar menos
impuestos. Y en segundo lugar, creo que deberíamos aprovechar estos casos para reflexionar si no
deberíamos cambiar socialmente de rumbo, si no deberíamos aplicar determinadas reformas,
aunque sean pequeñitas reformas, para tratar de minimizar los incentivos a que determinados
ciudadanos españoles se marchen al extranjero porque no soportan vivir en la sociedad estatalizada
español actual. Y si nos obstinamos en no reflexionar y en no cambiar de rumbo,
al menos entendamos que cada vez más gente diga, basta.