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Nadie sabe nada

Andreu Buenafuente y Berto Romero se sientan frente a frente, micro a micro, e improvisan. ¿Qué puede salir mal? El humor de estos dos genios es oro para tus orejas. Ábrelas bien que, en el fondo, nadie sabe nada. Andreu Buenafuente y Berto Romero se sientan frente a frente, micro a micro, e improvisan. ¿Qué puede salir mal? El humor de estos dos genios es oro para tus orejas. Ábrelas bien que, en el fondo, nadie sabe nada.

Transcribed podcasts: 694
Time transcribed: 6d 0h 26m 18s

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Yo te conto alguna vez que mi padre ejerció muchos trabajos.
Él tenía uno, que era el principal, mi padre era minero,
en unas minas de potasa en mi pueblo, en Cardona.
Potasa es sal, ¿no? ¿Eh?
Es sal. Sí, pero queda más chique decir potasa.
Pues si dices minas de sal,
la gente cree que mi padre rellenaba saleros.
Y siempre... De verdad.
No, él extraía grandes rocas de potasa.
Claro, las cargaba sobre su espalda.
El corazón de la tierra. ¡Guau!
No, no, era increíble. Salía fuera y decía, tomar la sal de la vida.
Pero mi padre... Hijos de puta, ¿no?
No, ¿eh?
Me imagino a tu padre como un titán, como un guerrero.
Sí, sí, y un faltón, ¿no?
No.
¿Qué te quería contar?
No, que tu padre era minero.
Bueno, era minero, pero él acabó su vida siendo el ascensorista.
Pero estoy hablando de un ascensor de...
¿Cómo? ¿Pusieron un hotel en la mina?
No, los mineros bajaban en un ascensor por un agujero.
Claro, claro.
En la tierra de 1.200 metros hacia abajo.
Un trabajo súper preciso, porque si mi padre, por lo que sea,
estornudaba y le daba un golpe a la palanca,
el ascensor se meneaba y moría la gente.
Era un trabajo de precisión, ¿vale?
Era el cirujano de la minería.
Madre mía.
El que metía la sonda en la tierra con una mano.
Estamos escuchando la música que nos sitúa, ¿no?
A los mandos del...
El ascensor para abajo, el ascensor para arriba.
Gracias.
Y tu padre en un ascensor. Bueno...
No...
Una forma muy ignorante de entender lo que te estoy tratando.
Es verdad.
Pero bueno, a lo que te voy es que él combinaba...
Toda su vida combinó su trabajo con muchos otros.
Se sacaba pequeños sobresueldos haciendo otros trabajos.
Y entonces, lo que me he dado cuenta es que trabajó
como preparando todos los medios de comunicación
en los que yo, su hijo, iba a trabajar más tarde.
Porque fue tramollista en teatros,
colocaba antenas de televisión en los tejados del pueblo.
Fue acomodador en el cine.
Qué bonito, ¿no te parece bonito? Muy bien.
Ahora, en el momento era una putada,
porque yo iba al cine con mis amigos
con intenciones a veces lúbricas,
a veces lúdicas.
Y mi padre era el acomodador,
que le llamaban en la linterna.
Claro. Porque iba con una linterna.
Entonces, lo que estaría haciendo cachondío y escuchar...
¡Silencio, por favor! Y es tu propio padre en el cine.
¡Wow! No sabía eso, no sabía.
Bueno, pero lo superaste bien, ¿no? Sí, lo superé bien.
Y por suerte no seguí la línea
que él me ofrecía en cuanto al criterio cinematográfico.
Mi padre solo recuerdo que me llevara dos veces al cine.
Sí. Y fue las dos a ver unas películas de Bruce Lee.
Creo que las... No debía ser ni Bruce Lee.
Sabes estas que hacía un tal Bruce Lee, solo le quitaban una E.
¡Oh! Una marca blanca, ¿no?
Sí, malísimas, malísimas en el cine de mi pueblo.
El grito de Bruce Lee, ¿no te pareció siempre muy gracioso?
Hombre, muy poco adecuado para un tío que te puede reventar la cara.
Sí, ¿no? Sí, muy poco coherente.
Nadie se lo contó. Mira, Bruce, está bien, no lo necesitas.
Sí, sí. No necesitas ir...
El cantael.
Y luego te sacaba los ojos.
Tenía que hacer algo así como...
Bueno, más acorde con la violencia.