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Nadie sabe nada

Andreu Buenafuente y Berto Romero se sientan frente a frente, micro a micro, e improvisan. ¿Qué puede salir mal? El humor de estos dos genios es oro para tus orejas. Ábrelas bien que, en el fondo, nadie sabe nada. Andreu Buenafuente y Berto Romero se sientan frente a frente, micro a micro, e improvisan. ¿Qué puede salir mal? El humor de estos dos genios es oro para tus orejas. Ábrelas bien que, en el fondo, nadie sabe nada.

Transcribed podcasts: 753
Time transcribed: 6d 14h 7m 47s

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Llegó la nevera. Llega la nevera.
¿Qué hiciste con la vieja? ¿Se la llevaron ellos?
En cuanto llegó la nevera nueva,
hace la vieja, pum, y se pone a funcionar.
¡Madre de cariño!
Como los ordenadores, cuando no vas y llamas al informático,
y viene a tu lado y se pone a funcionar el suelo, el hijo de puta.
Claro. No el informático.
Yo, por despecho, pensé que se la lleven.
Que se la lleven, aunque funcione. Claro.
Si ha jugado conmigo... No la quiero.
Si me ha hecho esto una vez, me la puedo hacer otra.
Y mi mujer dijo, no, esta nevera se queda.
¿Pero dónde se va a quedar? En el garaje.
Y ahora en el garaje... Tu mujer no tira ni la basura.
Mi mujer. En el sentido de que conserva todo.
Mi mujer... Esto no le va a gustar que lo diga por la radio.
Pero me ha revisado basura. Sí, sí, ya me lo contaste.
Me lo contaste.
Yo tiro cosas y luego ella va a revisar.
Dice, esto no lo deberías tirar.
Digo, esto es lo peor que me puedes hacer.
Bueno, la nevera ahora está en mi garaje y la nevera ahora.
Tú puedes hacer vida en mi garaje. Bueno.
Oye, no va mal, porque es nevera de apoyo
para, yo que sé, tener bebidas o cosas que te colapsan.
Ahora es la nevera de apoyo. Muy bien.
Entonces, la nevera nueva que traen, empieza a funcionar muy bien
y... la comida huele.
La comida empieza a oler.
En un olor que en casa le llamamos olor a cuco.
Olía a cuco.
¿Sabéis lo que es como humedad?
Entonces yo empiezo a llamar, empieza una reclamación.
Oiga, la nevera huele. Reclamación.
¡Súbelo a la música! ¿Reclamación?
Gracias. Baja la música. Baja la música.
Como no me ve el técnico, lo voy a hacer con la voz, ¿vale?
Vale. Nueva radio, nueva radio.
Me dicen, es que es un sistema especial el que usted compró.
Que es una nevera que mantiene la humedad,
mantiene más la humedad en la caja de las verduras,
porque se ve que así se mantienen más.
Y yo le digo, pero esto no está funcionando,
porque no se mantienen más, están oliendo mal.
Bueno, bueno, y ellos me dicen,
acostúmbrese.
Me vienen a decir, acostúmbrese.
Los tiempos han cambiado, señor. Sí, sí.
Usted ha apostado por un sistema de nevera
que mantiene la humedad, conviva usted con la humedad.
Y yo le digo, esta humedad huele a casa del señor o mayor.
Ya. No, o señor mayor, eh.
No quiero ser con esto machista.
¿La humedad es vida? ¿No te dijo eso?
Me viene a la cabeza la casa de mi abuela,
que era una señora y había un...
Había como un... Sí, un remanente.
Había como un...
Y esto va avanzando, va avanzando,
yo voy aumentando la presión.
Aumento la presión. Sí, sube música.
Baja música. Baja música.
Y al final logro que venga un técnico
de la marca de la nevera. ¡Hostia!
Entra un técnico a comprobar el olor.
Un sommelier. ¿Llevaba un mono o una chaquetilla con el logo?
¿Eh? ¿Llevaba una chaquetilla con el logo, por ejemplo?
Por supuesto. Eso me encanta.
Un sommelier con el que se habla,
que me convoca... Sommelier del frío.
Sommelier del olor.
Sommelier de olor y el frío. Frío no lo hueles.
Frío lo notas. ¿Vale? Sí.
Bueno, tú, tú a lo mejor,
con el... con la tocha que tienes,
tú hueles el verano, ¿no?
Tú el verano que todavía no está llegando
ya lo estás oliendo, ¿no?
Yo huelo a los imbéciles y me está viniendo
un olor muy fuerte.
Vale, vale, vale.
Gracias.
No, no, no. Última vez que lo hago.
¿Y entonces? ¿Llegas a sommelier?
Sí.
¿Con un olor a tabaco?
¡Buh! O sea...
Olía tabaco como en mi vida olido.
Bueno, porque habría pegado dos caladas antes de entrar.
Pero olía muchísimo tabaco.
Entonces llevaba todavía el aroma de la última calada.
Y entra, abre la nevera y dice, pues yo no huelo nada.
Y mi mujer y yo mirándonos pensando,
¿cómo va a oler?
Sí, sí, tiene todo el sistema obturado de Winston.
Ya, ya, ya. Vale.
Entonces, bueno, continuábamos, continuábamos.
Al final se cambió la nevera. Sí.
Tengo una que ahora ya no huele,
con lo cual el problema no era mío, era la nevera.
No, no. Pero todo esto a qué venía.
Volvemos atrás.
Cuando llegó la nevera, la primera vez,
el repartidor entran por la calle.
Me ven, me detectan.
Y veo que su cara cambia y hace...
Hay reconocimiento. Reconocimiento facial.
Reconocimiento facial. Muy bien.
Vale. Y entonces baja
con dos más que venían a ayudarle atrás a la nevera,
entre el gran regocijo,
los otros dos no parecían reconocerme,
pero él sí,
y entonces le extiende la mano
y le aclara a los otros dos mi identidad.
Les dice, mira, este es Bertín Ordóñez.
¿En serio?
¡Vale, te lo juro!
¡Una música!
Me encanta, tío.
Bertín Ordóñez.
Bertín Ordóñez.
Es otra persona.
De entrada,
mi cuerpo intenta revelarse y decir,
no, claro que no.
Pero al mismo tiempo hago la lectura y digo,
este nombre es de puta madre porque ha mezclado muchas cosas.
Claro, claro.
Ha mezclado varios personajes y ha hecho un personaje nuevo.
Y entonces yo digo, sí, lo soy.
Muy bien. Soy Bertín Ordóñez.
Muy bien, muy bien.
¿En el albarán entregándome a ver a Bertín Ordóñez?
No lo sé.
Me dice unas fotos como Bertín Ordóñez.
Sí. Pues esto tracanó.
Bueno, como más de haberme hinchado jamón.
Ya, ya.
Sí.
Y desear una española mejor.
Sí. Muy bien.
Y ya está. Y aquí acaba la historia.
Hostia, que va muy interesante.
Muchas gracias.
Hasta aquí la epopeya de la nevera de Bertín Ordóñez.
Un aplauso.