Esto ya ha prescrito lo que voy a decir, ¿eh?
Pero yo tenía la costumbre de...
El perro soltar lo que no se puede.
¿No se puede soltar al perro? No, al principio, no.
Pero yo soy un negacionista de eso.
O sea, yo creo que el perro ya está en la naturaleza,
árbol, estal, y aquí atado, joder.
Pero también entiendo la legislación que...
Yo soy un... Bueno...
Yo puedo ser negacionista de muchas cosas,
pero soy un afirmacionista de la ley.
Yo lo que soy negacionista es de poder ir a la cárcel
por ser sancionado.
¡Selo! ¡Ah, eh! ¡Selo!
¿Y quién le llama cobardía?
Yo no, yo le llamo un marco mental constitucional.
Buen día. ¿Adiós?
Soy constitucionalista. Sí.
De mí. Bueno, tú eres un gilipollas también, ¿eh?
Bueno, no, bueno... No fama de verlo.
Con cariño, te lo digo.
El caso es que yo sabía que influencía la ley.
¡Qué calor hace, pero...! ¿Me vas a escuchar o no?
No pasa nada. Es que no me escuchas ni una anécdota.
No lo quiero que lo sepas. No lo quiero hablar más.
Soltaste al perro.
Ahora me molesta. ¿Soltaste al perro qué quieres?
Hay muchos estímulos de aquí.
Me molesta. Venga, no te enfades.
Ahora me molesta.
Oye, que he tenido que empezar más solo
porque llegaba tarde vestido de fallera.
No, pero a favor de obra, era a favor de obra.
Cuéntame. ¡Italia!
A favor de obra.
Es un tituliano.
¿Usted es un tituliano? ¿Entendido para arriba?
¿Italiano? Sí.
Además, los médicos dicen que no es bueno,
porque su dolor se te va pegando a la piel,
se te enfrie... ¿Ah, sí? Sí.
Ah, bueno, claro, luego coges frío.
No es especial. ¿Y quién eres?
Alberto.
Cuéntamelo del perro.
Lo soltaste pese a no pese a estar prohibido.
Lo soltaba, porque cuando veía que no había gente, más o menos,
y es un perro que necesita acción.
Hostia, si necesita acción.
Era especialista, se llamaba Bic.
Especialista. Como la ciudad como el bolígrafo.
Como la película.
¡Tú! Hostia.
¡Wow!
Bic de Bickel, y era muy pequeño, entonces Bic, la gente...
Y la ciudad y la ciudad se verán ratorado y Bic, que grande.
El caso, yo lo soltaba,
digo, venga, Bic, vamos, vamos, y el tío hacía...
¡Riii!
¿Sabes ese correr de perro a toda hostia?
¿Tá luego?
Ves, esa persona me gusta.
Elegante, ¿no?
Porque va a caminar, pero elegante, con su pañuelo al cuello.
O sea, que no sabes si está caminando o tiene una reunión
aquí con otros lords. Sí.
¿Verdad? A mí me gusta eso.
Lo viene de su castillo, ¿no? Sí, sale por aquí, camina.
Pero tú tienes, cuando lo ves, la sensación de camino.
Sí. Pero no lo hace falta.
No acaba lo de perro, ¿eh? Vale.
Pero no te interesa, ¿no? No, sí que...
Dímelo, dímelo.
No, me guardo lo del señor, hasta que ya no nos acordemos de su imagen.
Ah, bueno.
El caso, y por cada lado del perro,
que se me escapaba cada momento,
todos los días se escapaba,
y yo no aprendía porque soy tonto, y siempre lo soltaba.
Nunca me acordaba de la escapada anterior,
y se soltaba, y yo vi que a mí, y yo era famoso en este barrio,
porque por los caminos iba diciendo, vi, y yo...
¿Tú eres famoso en este barrio? ¿Por qué eres amigo de buena fuente?
No, y la impotencia de estar en una curva
y ver todo el recorrido de tu perro,
y perderse en la lejanía, y no volver.
Claro, claro.
Y llevaba una chapa, también llevaba, no, hay un perro aquí,
me tuve que... No te digo más.
Me tuve que hacer socio de la perrera municipal.
¿Y uno lo haéis entendido vosotros?
Porque se escapaba tanto, que lo llevaban a la perrera,
y cuando a la cuarta vez me dijeron, este socio.
Pero es que te metes mucho, te pasa mucho,
te metes en líos, que te lo buscas tú,
y luego te parecen incomprensibles.
Bueno.