Mi padre un día compró un gato
No compres, adopta. Bueno, en aquella época compras.
Eso ahora, entonces sí.
Y dice traigo un gatico, traigo un gatico, hay que ilusión, hay que ilusión.
Corte a 48 horas después.
¿Dónde está el gato? No está.
Resulta que compró un gato, adoptó, compró, que no estaba bien de la cabeza
¿Cómo?
Y entonces, ese gato...
¿Quién no estaba bien de la cabeza?
Los dos, ni mi padre ni el gato.
Ese gato trepaba por las cortinas, rasgándolas todas
y un día oímos, la madre que me parió
y el gato atacó a mi padre
y se le clavó en la espalda y mi padre...
Ay, porque era brazo y corto, como yo.
Sí.
Sí, yo tengo el brazo como dos centímetros más cortos.
De lo normal.
Sí, te lo han dicho algún especialista.
Sí, un brazólogo.
Me lo midió, me lo midió, a mí todas las camisas beban...
Sí, hombre. Sí, lo sabía, qué gracia.
No mucho, pero un poquito, sí.
Mi padre también, era reguardete y además...
Brazo corto.
Y ese padre corriendo...
Como Humpty Dumpty.
Sí, corriendo, como si fuera, aterrizaba como puedas.
Por los pasillos, intentando.
Con su gato detrás que no lo graba.
Socorrme al gato, socorrme al gato.
Y ese gato...
Tengo grabado, ese gato rasgándole toda la camisa de imperio
y, por eso, el día siguiente dice, el gato se ha ido.
Nadie sabe lo que ha ocurrido con él.
Nadie pregunta, ¿eh?