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Nadie sabe nada

Andreu Buenafuente y Berto Romero se sientan frente a frente, micro a micro, e improvisan. ¿Qué puede salir mal? El humor de estos dos genios es oro para tus orejas. Ábrelas bien que, en el fondo, nadie sabe nada. Andreu Buenafuente y Berto Romero se sientan frente a frente, micro a micro, e improvisan. ¿Qué puede salir mal? El humor de estos dos genios es oro para tus orejas. Ábrelas bien que, en el fondo, nadie sabe nada.

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Time transcribed: 6d 0h 26m 18s

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Te respeto, pero no te aplaudo. Sí.
¿Eso es una imitación? No, no, no.
No voy a entrar a imitar acentos, porque nos va a caer una hostia.
Eso es de primero de radio, hombre, y de televisión,
no puedes ir a un sitio. Eso lo hacía mi padre.
¿Te lo contó alguna vez? Probablemente, pero...
Mi padre tenía una empatía.
Mi padre era gente comercial.
Como ya ha contado alguna vez y que tenía desarrollada la empatía
a unos límites estratosféricos.
¿Por qué? Porque tenía que vender.
¿Vendía mucho? No.
Pero eso ya laboraremos otro día.
Pero el rato que echaba ese hombre, la vida que echó por los sitios...
Entonces, él era muy conocido en mi casa,
que cuando llamaban al teléfono, siempre hacía una cosa.
Si quieres, puedes meter a Nankdotar Medievales,
porque es de mi infancia.
No, es Vibekdota. Yo creo que es Vibekdota.
Sí, claro. Bueno, hay un ruido como una moto colgando,
eso es una cámara, ¿no?
Es un dron, tenemos un dron para que nos grave...
Nos interesa tener una imagen. Sí.
Le he pedido yo. Que nos grave desde tan lejos
que no se nos vea la cara, porque yo creo que a mí,
cuanto más lejos, mejor. Vale, perfecto.
Para la parte televisiva del programa. Perfecto, perfecto.
A veces dice, no es que lo vamos a grabar en cuatro cadios.
Yo, cuanto menos definición, mejor, coño.
Es verdad, verdad.
Grabarlo en cinexine. Ya, vale.
Que no se me vea bien la cara. Bueno, a Nankdota, Vibekdota.
Mi padre, cuando llamaba a la casa,
que hay una cosa que se llama teléfono fijo,
o sea, mejor suena,
que ahora llaman solo para cambiarte de compañía de teléfonos,
que siempre he pensado, si ya estás en la compañía,
¿cómo tiene tu teléfono? Otra compañía.
¿No lo pensáis eso o qué?
Ya. ¿Estás contento con esta compañía?
Claro, te estoy hablando desde ella.
Bueno, no soy directivo, pero quiero decir, ¿me entiendes o no?
Te entiendo perfectamente y he recordado a alguien
que me contó que lo que hacía era dar,
cuando daba los datos, daba un pequeño error
para saber luego quién se lo había vendido a quién.
Por ejemplo, tú eras buena fuente.
Pues para una empresa te ponías Buesna Fuente.
Y así, si le llegaba una carta de otro sitio
que ponía Buesna Fuente, dice, mira, esto viene de allí.
¡Uy, qué listo!
Y así se entretenía, pues tampoco puedes hacer nada más.
A verme lo dicho, haberme lo dicho, hombre, bueno, es igual.
Pues mi padre hacía eso.
Igual te vas camino de datos, el número de datos al final llega...
Jorge Rodríguez, ¿sabes?
Ya no eres tú, ¿no?
Tenía como una liturgía.
Cuando llamaba el teléfono, nunca lo cogía él.
Sí, nunca supe por qué.
Mi padre trabajaba la legalidad, no era traficante ni nada.
Pero él entendía que coger el teléfono
era algo que no funcionaba bien en el trato con el cliente.
¿En serio? Sí, sí.
Y la casa era pequeña, porque vivíamos 5 en una casa de 60 metros cuadrados.
A él le interesaba esa liturgia de ahora se pone,
como que pensaran que tenían como un secretario, como un buen niño.
¿Pensaran que era esclavista?
No, men, ojo, esclavista no.
Siempre se lo pregunté, pero nunca lo acordé.
¿Ahora se pone el patrón? No, no, no, no, no.
Llamaban y él decía una de las frases más obvias de la historia,
están llamando. ¿Sabes?
Era rin, que los teléfonos sonaban, que se descolgaban solos.
Solo hacía mi padre con la puerta, con la puerta,
llamaba a Timbre y decía, el timbre.
Y mi casa era minúscula,
mi padre estaba sentado en el sofá viendo la tele
y estaba al lado de la puerta, o sea, tenía la puerta aquí al lado.
Dicía, el timbre, porque él no tenía los santos huevos de levantarse.
No, no, pues mi padre...
Tenía que venir mi madre en la cocina.
Padres paralelos. Sí, sí.
Era una época oscura para el feminismo. De almodobas, joder, si oscura.
Total, que él decía, suena el teléfono,
cogerlo y todo el mundo miraba más pequeño la familia, ¿que era yo?
Bueno, mi abuela era más pequeña, pero de estatura, ¿no?
Y no estaba por ti. Y no estaba por ti.
Y no estaba por ti, se los elevaban.
Yo me iba a levantar y ahora una mierda para ti, era muy así.
Y yo iba, cogía, está Juanillo, se llamaba Juanillo mi padre.
Si mi padre se llamaba Juan. Sí, también, ¿eh?
Sí. No lo sabías.
A ver si íbamos a ser hermanos, si no me acordaba.
Sí, y Juan. No me acordaba.
Me llamaban Juanito. Sí, a mí o Juanillo.
Debiase ser más bajito que el tuyo, ¿no?
Hombre, entre Juanito y Juanillo no creo que vayan a jugar a básquetes.
No, no, no, no, no. Ya te digo yo que no.
A fútbol, sí.
Bueno, que viene Juanito y Juanillo, los más gigantones.
El pollo es el teléfono, ¿vale? Vale.
Y entonces yo cogí al teléfono, sí, dígame, ¿está Juanillo?
Sí, que se ponga, ¿quién es? Y él decía, todo con signos ininteligible, ¿eh?
Sí.
En la boca, ¿cómo...? ¿Pero qué signos es ese?
Yo qué sé. Pues yo iba intentando...
¿Qué quería decir? ¿Quién es o...
¿Quién es? ¿Quién es?
Para que dije yo en voz alta. Sí.
Sí.
Yo decía, ¡ah, señor Miralles! Y él...
No, no, no.
¿Ah, sí, eh? O no, no, no, no.
Había dos opciones, no, no, no.
Y... Sí, sí, sí, ¿no? Que el otro se daba cuenta.
La respuesta binaria, lo que se conoce como respuesta binaria.
Escúchame, el otro se daba cuenta.
Claro. ¿Quién? ¿Quién, señor Miralles?
¡Ah, pues no!
¡Ah, no, no, no!
No está, no está. ¿Qué presión? No, por niño.
Pues sí, así estoy yo.
Y si era así, atención, que era bien lo bueno.
Dicía así, decía...
Ve, como... calma.
Déjalo el teléfono.
Y él me hacía dejar el teléfono.
Sí. Allí, a un lado, porque si lo colgaba,
pues se colgaba la llamada, claro.
Y entonces, él pasaba un ratito.
No me digas.
Pero llamábamos la entesa de la del infierno.
Sí.
Todos le mirábamos, y él, en su cabeza,
nunca supe por qué, creía que dilatar el tiempo,
yo que se le daba más importancia, más rango, no lo sé.
Y el otro se imaginaba que teníais una casa enorme.
Claro. Y luego hacía otra cosa.
Cuando llegaba al auricular, le daba siempre tres o cuatro golpecitos.
Sí. Siempre.
No hacía un levantamiento limpio de... Sí, dígame.
No, hacía...
Bueno, sí me simpito, porque esto es muy bueno.
Son hacia.
Sí, dime, dime.
Usted, si que lo tenía estudiado. Uy, uy, uy.
Y luego, segunda parte,
como trabajaba mucho el perímetro de Cataluña,
bueno, por toda España, muchas cosas,
se ponía el acento de él por empatía del que hablaba.
Hostia. Sí.
Llevaba un vasco, y ya ya ha venido,
pues que yo hable también ausquera, ¿no?
Sí, que pañaki, ¿qué pasa, hostia?
¿Cómo estás? No se da cuenta, ¿eh?
¿Qué me estabas?
¿Joder, señal, pues nada?
Pues subo a Pamplona, subi...
Hacía la cosa, y nosotros en casa.
No, no, pero... ¿Qué hace?
Es que me está... ¿Qué hace?
Estás describiendo exactamente el comportamiento de mi padre.
Hacía lo mismo. ¿También?
Hostia, me estoy empezando a preocupar. Sí, sí, sí.
Si era Valencia, que lo dominaba mucho,
le tocaba más por cercanía geográfica de Cataluña de Valencia.
¡Che, qué dios!
¡Más valenciano!
Qué bueno, bueno.
Que lo carrojó. ¡Joder!
Bueno, pues es exagerada. Es exagerada.
No me la supo por qué. No vendía más, por eso, ¿eh?
Somos puestos nostálgicos...
Mmm...
Bueno, bueno, el mío murió, no sería tan listo.
¡Joder, no tengas eso!
Big eye.