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Nadie sabe nada

Andreu Buenafuente y Berto Romero se sientan frente a frente, micro a micro, e improvisan. ¿Qué puede salir mal? El humor de estos dos genios es oro para tus orejas. Ábrelas bien que, en el fondo, nadie sabe nada. Andreu Buenafuente y Berto Romero se sientan frente a frente, micro a micro, e improvisan. ¿Qué puede salir mal? El humor de estos dos genios es oro para tus orejas. Ábrelas bien que, en el fondo, nadie sabe nada.

Transcribed podcasts: 753
Time transcribed: 6d 14h 7m 47s

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Me peleé un poco con una señora en el corte inglés.
¿Motivo?
La fama.
Entre el 31 y el Día de Reyes,
pensé que buenos días son estos para ir al corte inglés
a comprar un regalo.
Qué buenos días son.
Seis días.
Pensé, porque soy tonto, no me acuerdo nunca,
pensé, estará tranquilo.
Sí, claro, claro.
Yo tranquilo.
Son los días que la gente ya no va a comprar nada.
Y fui a comprar un secador,
que queríamos tener un secador bueno,
porque tenemos secadores en casa, tenemos dos, y no están bien.
Entonces, yo cojo mi número y me quedo allí,
y veo que hay una pila de secadores de estos Dyson,
y cojo uno.
Y yo me lo agarro y con mi número digo, ya está.
Y entonces se me acerca una dependiente y me dice,
por favor, te lo voy a buscar al almacén.
Digo, no, ya lo tengo yo aquí.
Y yo, dice, no, no, pero te lo voy a buscar al almacén.
Porque queremos que esta pirámide se vea siempre así, ¿no?
Que la gente va quitando, que la pirámide me ya...
Y yo detecto ya a una señora que ya me está mirando con mala cara.
En plan, ¿por qué le han ido a hablar?
Seguro que le ha ido a hablar a esta dependiente porque es famosa.
Y dice, acompáñame.
Acompáñame y llévame y como que te paso.
Ya le está colando.
Y digo yo, no, no, no, levantando la voz, no, no, no, no,
yo me espero, yo me espero.
Y la señora, la mirada ya era de puto odio.
La señora era... Y ya empezaba a hacer así con la cara,
como a sentir en plan, ya veo la mierda que se está conciendo aquí.
Le voy a meter el secador por el culo.
Y yo, que no, no, no, que no voy.
Dice, no, no, acompáñame, acompáñame.
Y la señora le dice a la chica,
¿por qué que haga cola como los demás?
Y yo digo, efectivamente, estoy haciendo cola como los demás.
Le enseño el papel, tengo aquí el papelito.
¿Le contaste para que sirva un tiquete?
La señora me odiaba tanto ya, que ya ni me miraba a mí,
solo le hablaba con la dependienta.
Dice, ¿por qué, por qué tiene que pasar?
Y la dependienta dice, no, es que los de Dyson van aparte.
Es una mentira, es una mentira.
Un nuevo argumento.
Era mentira y le estaba colando una mentira tremenda.
Roleta rusa de argumento.
Los de Dyson van aparte.
Evidentemente eso no estaba ocurriendo allí.
Entonces la señora, además, viendo que le habían metido una mentira,
que era lista, era mala, pero era lista.
Yo tengo mala follada, pero es tonta, no soy.
Se creen que soy tonta.
Dice, pasa, pasa, yo, obligado por la situación...
Y una vez me enteré de una cosa y por ello voy de cara.
O sea, usted no tiene mucho nada que decir, ¿no?
Con sus pensamientos.
No, solo tengo rabia.
Vale. Y entonces... Me comen las rabias.
...avanzo, paso delante de ella, y cuando paso delante de ella dice...
Aquí los famosos.
Los famosos, los privilegios de los famosos.
Y entonces yo me enfadé.
Con razón.
Y le dije, en su cara...
Pues, señora, eso es lo que no quería escuchar yo.
Eso es precisamente lo que no quería escuchar.
Yo estoy haciendo cola porque no quiero escuchar ese tipo de cosas.
La otra tira de mí y entonces la señora dice...
Sí, pero mira...
Como diciendo, como diciendo.
Sí, mira. Sí, sí.
Mira, mira.
Mira, mira.
Que no lo querías escuchar, pero bien que estás pasando, hijo de puta.
Una tensión con la señora.
Yo me fui enfadado mirándola enfadado.
Pero es que su atención no resuelta, ¿no?
Todo esto estaba ocurriendo como a dos metros del gran mostrador,
donde cuatro o cinco dependientes estaban...
El gran mostrador, ya lo entiendo.
Estaban atendiendo a la gran cantidad de gente que estaba comprando.
Y ella me dice, ven, ven, que te paso aparte.
Yo pensaba que nos íbamos a ir lejos. ¿Sabes dónde fuimos?
¿Dónde? Al mostrador ese que estaba...
O sea, el viaje acabó a dos metros de la misma señora.
¡Oh!
Entonces yo quedo ahí, la señora mirándome con odio,
más gente ya mirándome y digo, ¿qué puede salir más?
¿Qué puede salir peor ya que esta situación?
La señora desde lejos mirándome, asintiendo así con la cara, diciendo...
Muy bien, muy bien, yo aquí toda la tarde...
Estás contenta, ¿eh?
Yo me giraba para mirarla, pero giraba la cabeza en plan...
No está pasando, si no me ve, no está pasando.
¿Y qué hacen las cinco o seis dependientes que hay allí?
Dejan de cobrarle a la gente y vienen a hacerse fotos conmigo.
¡Oh!
¡Ay, qué bien! ¡Ay, qué bien!
¡Cómo te...! ¡Ay, Vento, qué gracioso!
Yo, claro, agradecido, porque ¿qué le voy a decir en ese momento?
No, no, yo no me hago fotos aquí,
porque tengo un contencioso aquí con una señora.
Pues no, eso la irritó aún más...
Claro, claro...
Y te juro que no sé cómo acabó,
porque de los nervios me quedé como paradizado, embotado,
no sé cómo acabó eso, solo sé que me hice las fotos,
con las orejas rojas, me cobraron y salí corriendo,
sudando, pero corriendo.
¡Como si hubiera robado el Dyson! ¡Como si hubiera robado!