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Finalmente, el siglo XX caracterizado como el siglo de los extremos,
maravilloso y abominable al mismo tiempo,
capaz por una parte de generar unos avances culturales, científicos y tecnológicos inimaginables en su inicio
y por otra parte de registrar la vergonzante cifra de más de 200 millones de víctimas de la locura
y de la ambición humana.
Tras la desaparición de los regímenes dictatoriales que tanto ustedes como nosotros hemos padecido
y olvidada en el pasado la Europa de los súbditos, entramos plenamente en la Europa de los ciudadanos.
De las cenizas renacía una nueva Europa.
En este punto, no puedo dejar de hacer referencia a Ingeborg Bachmann,
poeta, ensayista y narradora nacida en Clangford en 1926,
tal vez la escritora que más ha influido en la literatura en lengua alemana de la posguera.
En sus poesías se manifiesta la preocupación por la bestia apocalíptica que significaba la Guerra Fría.
En el mismo sentido, en esta nueva Europa valoramos la figura del filósofo Karl Popper,
que con su crítica a las ideologías pronosticó el derrumbe de los regímenes totalitarios europeos.
En Clangford, en homenaje a este filósofo, se encuentra el Museo Biblioteca dedicado a promocionar el estudio de su obra.
Una figura de gran relevancia del pensamiento contemporáneo que ha sido reconocido también por la Generalitat de Cataluña
con el Premio Internacional Cataluña, el amado Nobel Catalán.
Tras el desastre de la Guerra Mundial, las relaciones diplomáticas entre España y Austria no se restablecieron hasta 1956.
A pesar de todo, no será hasta 1977 cuando el canciller Bruno Kraeski visitará España
para asistir a la reunión de la Internacional Socialista y al mismo tiempo adherirse a la joven democracia española.
Desde entonces hasta la actualidad se han registrado numerosas visitas oficiales de jefes de Estado
y primeros ministros austríacos al Estado español.
En sentido inverso, tanto los reyes de España como los presidentes del gobierno han viajado a mi país en diversas ocasiones.
Más allá de la presencia en un u otro país de distintas personalidades
y una vez ingresada a España en la Europa de los 12 y a Austria en la Europa de los 15,
¿hacia dónde vamos ahora que contamos con 25 miembros?
En el año 1993, en Viena se reunieron los jefes de Estado y de gobierno de los países miembros del Consejo de Europa
que por primera vez centraron exclusivamente el tema de la cumbre en la construcción de una nueva Europa,
en la protección de los derechos de las minorías y en la movilización de la tolerancia y el pluralismo en Europa.
A pesar de estas reuniones de alto nivel y de los avances que se han conseguido en los últimos años,
desgraciadamente la participación de los ciudadanos en las últimas elecciones europeas del 13 de junio fue muy baja.
En un mundo globalizado a inicios del siglo XXI, es cierto que la política tradicional
cada día se encuentra con más dificultades para gobernar la vida económica y social.
También es cierto que el burocratismo de Bruselas y la complejidad legal del texto constitucional europeo
se alejan cada vez más de los intereses cotidianos de los ciudadanos.
Otra parte, contra este proceso largo, costoso y tímido de construcción europea,
se levantan voces antieuropeístas, opiniones contrarias a las que debemos responder
con más o menos entusiasmo, pero con convicción, con nuestra tenacidad europea
y una actitud optimista.
La supranacionalidad de la Unión Europea y la inmigración no tienen que ser percibidas
como una amenaza para las diferentes identidades nacionales, sino que, dentro del respeto de la pluralidad,
tienen que ser consideradas como elementos enriquecedores.
Como ilustración, Claudio Magris, en su obra El Danubio, cita una composición poética
de mediados del siglo XVI, en la cual se compara Viena con Pavel.
Pues en sus calles se oía hablar hebreo, griego, latín, alemán, francés, turco, español, poemio,
esloveno, italiano, húngaro, holandés, sirio, croata, serbio y polaco.
Los ciudadanos europeos no conocen ni tienen por qué conocer los complejos procedimientos
de las comisiones o el funcionamiento del Parlamento Europeo, pero saben que quieren
una Europa más respetuosa con la pluralidad y las diferencias, una Europa que reconoce
y potencia la lengua y la cultura catalana, así como la lengua y la cultura eslovena,
un continente más fuerte y potente para fomentar la cohesión social y mejorar la convivencia.
Los ciudadanos europeos, como la escritora de mi ciudad, Ingeborg Bachmann, necesitan y quieren creer
que vendrán un día mejor.
Para conseguirlo, paralelamente al trabajo que se realiza a nivel de Estados
y más allá de banderas, fronteras, embajadores y ideologías políticas,
están las ciudades, las naciones, las regiones y las relaciones directas, sin filtros entre los ciudadanos.
Hay muchos ejemplos de estas relaciones recíprocas que fluyen en otra dimensión diferente a la de los Estados.
En este sentido, es oportuno mencionar el programa Sócrates-Erasmus que facilita el intercambio de alumnos
entre las universidades europeas, como se está registrando actualmente entre la Universidad de Tarragona
y la Universidad de Klagenfurt.
Una experiencia positiva que proporciona a los jóvenes, los hombres y mujeres del futuro
una visión más abierta de Europa.
Podría citar muchos más ejemplos de relaciones económicas y culturales,
pero centrémonos en el nivel local, el hermanamiento o antihermanamiento
de las ciudades y de sus ciudadanos, Tarragona y Klagenfurt, Klagenfurt y Tarragona.
Tarragona, una ciudad en la cual todo el año es primavera y cuya luminosidad impresiona
al visitante como bien manifestaban hace siglos los autores clásicos.
Klagenfurt, refugio de felicidad y de paz en palabras del escritor norteamericano
Julien Grin, enterado en Klagenfurt.
Todo empezó en 1974 cuando representantes de la Asociación Amigos de Austria,
fundada por el señor Montanera, se desplazaron a distintas ciudades de mi país
para el intercambio de palmas durante los actos de Semana Santa.
Bajo el lema, raíces de amistad a través de las fronteras,
durante 30 años los Amigos de Austria han desarrollado sus actividades
para fomentar los lazos fraternales que hoy nos unen.
Desde Tarragona trasladaron el agua de Sant Maggi para regar el roble
que la asociación plantó en el Stadtpark de Viena.
En Klagenfurt, a instancias de los contactos iniciados en mi ciudad por el señor Retana,
un año más tarde, en 1983, se creaba la asociación
Freundes Tarragona, Amigos de Tarragona,
presidida por el señor Vega,
entidad que en 1994 patronizó el mosaico del Paseo de Sant Antoni.
Desde entonces, el escudo de la ciudad del Dragón
forma parte del paisaje urbano de Tarragona.
Poco después, y durante 11 años,
se han realizado numerosos intercambios intrafamiliares
entre las dos ciudades,
protagonizados por jóvenes de entre 14 y 18 años.
Posteriormente, entre los años 1997 y 2000,
jóvenes universitarios de Tarragona
han participado en los seminarios juveniles internacionales de Klagenfurt.
¿Qué mejor puente de unión podía haber entre nosotros?
Las visitas mutuas de carácter cultural
también han contribuido decisivamente
a consolidar nuestro ayer manamento.
Hemos tenido el placer de recibir y admirar
a los chiquetes de Saraglio,
la SPAC Dancer de Tarragona,
la Oquestra del Instituto Martí Franquez,
o las exposiciones de sus pintores,
especialmente de Mariano Rubio.
Por nuestra parte,
los integrantes de la choral Sincra y Seltna
y los músicos del grupo Blues Breakers,
de los jóvenes deportistas
o de nuestros artistas,
siempre guardarán en el recuerdo
como una experiencia positiva
su estancia en Tarragona.
Sentimiento que nosotros compartimos ahora.
Que tengan unas felices fiestas de Santa Tecla
y muchas gracias por su atención.
Muchas gracias.
Aplausos.
Aplausos.
Aplausos.
Aplausos.
Aplausos.
Aplausos.
Aplausos.
Aplausos.
Aplausos.
Aplausos.
Aplausos.
Aplausos.
Aplausos.
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Aplausos.
Aplausos.
Aplausos.
Aplausos.