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Amb Andrés i Andrés, durant aquesta setmana estem posant el nostre granet de sorra a la diada de Sant Jordi,
que la vam passar dissabte passat, concretament, i estem resseguint els mateixos camins que Don Quixot.
Bona tarda, Andrés.
Molt bona tarda.
Uns camins que, en fi, és un Don Quixot, com passava a la novel·la de Cervantes, desestructurat,
que no viu a la seva època, però no només això, sinó que està...
O sigui, la realitat amb què contrasta és la realitat actual, podríem dir.
De moment ha xocat amb una noia que anava amb vespa...
Exacte. Això és la fantasmagoria, es diu i així fantasmagoria,
que Orson Welles va intentar crear per fer un Don Quixote de la Manxa,
però que fos un Don Quixote d'Orson Welles.
Ja ens hem trobat la primera cosa rara, i és que Don Quixote,
no solament no ataca amb els vents pensant que són un exèrcit que va contra ell,
sinó que ataca amb una vespa, i esclar, si ens la situem a l'època d'ell,
és lògic que consideri que és un monstru que ha reptat amb la noia que porta la vespa a dalt.
Llavors, aquí ja comença el primer topatasso amb la història i amb les idees aixís fantasmagòriques d'Orson Welles.
Ara vam parar ahir que dins de la literatura real, Orson Welles, això també ho va posar perfectament bé i definit,
Don Quixote té una aventura de lluitar contra un exèrcit,
clar, lògicament imaginari, amb la mentalitat malalta del Don Quixote,
i resulta que no és res més que uns pastors que estan per allà portant uns vents i ell els ataca.
Lògicament, els pastors es defensen, omplint a pedrades el cap i el cos del Don Quixote,
i així vam acabar. Seguirem escoltant.
¡Eh, tú!
¡Espárense!
¡Y otra más!
¡Ya!
¡Vamos! ¡Carao!
¡No quieres ir!
¡El hueco! ¡El hueco!
¡El hueco! ¡El hueco!
¡El hueco!
¡El hueco!
¡El hueco!
¡El hueco!
¡El hueco!
¡El hueco!
Pero no se ha dado cuenta de que eran omejas.
¡Ande! ¡Ande!
¡Ande!
¡Ande!
¡Ande!
¡Ande!
¡Ande!
¡Ande!
¡Ande!
¡Ande!
¡Ande!
Yo de acuerdo haber leído que un caballero español llamado Diego Pérez Valgas,
habiéndosele en una batalla roto la espada,
desgajó de una encina un pesado tronco
y machacó tantos moros con él
que se quedó por su renombre machuca.
¡Levante la... eso!
Te digo esto porque de la primera encina que topemos
yo también desgajaré una rama.
Le he enganchado la...
Así está mejor.
Y será tal mi venganza que serás testigo de cosas
que apenas podrán ser creídas.
¿Qué diablo de venganza ha de tomarse?
Ellos son siempre muchos y nosotros uno y medio.
¡Uy!
Yo valgo por cien.
¿Cierto, señor? Por cien apaleados.
Dime un poco de mi valor.
¿Para qué? ¿Cómo que pasa qué? ¿Lenguará sin dómito?
Mi señor, a mí nadie me ha de poner la mano encima.
Soy pacífico y enemigo de pendencias.
Os amarraré a un árbol y desnudo como os padió vuestra madre.
¡Mil veces os apalearé!
¡Eso ni lo soñáis!
Escucha, Sancho.
La libertad es uno de los más preciosos dones
que a los hombres dieron los cielos.
No ideé contra tu voluntad.
Al menos hasta que conozcan las reglas.
Me muero por conocerlas, señor Don Quijote.
Sancho, escúchame.
Soy todo oídos cuando se muestra razonable.
Según el código andantesco,
hasta que no haya sido armado, caballero,
no se te permite ayudarme.
Así pues, aunque me veas en la más grave dificultad,
no debes defenderme.
No dudes, señor, que será bien obedecido.
Cataré ese mandamiento como las fiestas de guarda.
Me equivoqué luchando contra hombres que no eran de mi condición.
Perdón, ven acá, buen Sancho.
Inspeccióname la boca.
La boca.
Que se le inspeccione, ¿eh?
De acuerdo, abra.
Vaya, vaya.
Un momento.
Espere.
Dígame, señor, ¿cuántas vuelas tenía usted en este lado?
Cuatro.
¿Cuatro?
Cuatro.
¿Está usted seguro, señor?
Cuatro.
Tal vez son cinco.
No he perdido un solo diente en toda mi vida.
Abra otra vez.
Veamos.
Déjeme contarnos.
En la quejada de abajo apenas le quedan dos muelas.
Y en la de arriba...
No queda ninguna.
Mire, señor, está lista como la palma de mi mano.
Oh, alma entudecida, oh, palma al empleado.
¿Ves cómo me adepatan los dientes y te quedas usado de brazo?
Señor, no empiece de nuevo.
Antes preferiría haber perdido un brazo.
Vaya, otra vez.
Si vosotros sabéis que Don Quijote defiende de algo
en nombre de Dulcinea del Toboso contra quien queda manchando.
Señor, si no anda con más cuidado, se va a matar.
Espero que no le hayan oído.
De don duelo a quien sostenga que hay once llamas hermosas que la Cimardo.
Dulcinea.
A ver más bajo que como le oigo al de la torre estamos perdidos, ¿eh?
He dicho.
Estupendo.
Ahora, venga conmigo.
Afortunado eres, Sancho, en poderme acompañar en este regreso a la edad de oro
de la sabiduría y del honor de la idolguía.
Afortunado por ver cómo se renueva en mí la caballería andante.
Afortunado también porque te has dado contemplar la belleza de estas ciudades egregias como
Montiel, cuna de los duques de Abrantes.
O como Alfabro, ciudad emurallada y de soberbio pasado.
Apenas había el rubicundo Apolo tendido por la paz de la ancha y espaciosa tierra,
las doradas hebras de sus hermosos cabellos.
Y apenas los pequeños pajarillos habían saludado la venida de la aurora
cuando el famoso caballero, Don Quijote de la Mancha,
dejando las ociosas plumas de su lecho, subió sobre su famoso caballo rocinante
y comenzó a caminar por el antiguo y conocido campo de Montiel.
Así hablarán Sancho sin duda las páginas que relatarán mis aventuras
y que una sabia pluma hará famosas y narrarán también momentos de serenidad como este
cuando el héroe contempla las históricas murallas de Calatrava y de Almagro.
Señor, poca insula podré ganar en estas tierras de arrieros y carreteros.
Señor, poca insula podré ganar en estas tierras de arrieros y carreteros.
No tengas cuidado alguno, que aunque faltare insula, ahí está el reino de Dinamarca
o de Sobradiza, que te vendrán como anillo al dedo.
Pero dejemos eso y busquemos un castillo donde alojarnos, como ese, por ejemplo.
Conozco bien al castellano y sé que nos recibirá de buen grado.
¿Castillo, dice usted?
Castillo es Sancho y no de los peores.
Y bien te puede llamar dichosa o bella Dulcinea por tener sujeto y rendido a tan nombrado caballero.
¿Te has quedado dormido, buen Sanchuquillo?
Que va.
Algo ha debido pasar esta noche porque estoy más molido que si me hubieran dado una paliza.
Vamos, como si mil diablos la hubieran tramado conmigo destrozándome con sus hocicos.
Desde que estoy con usted, no puedo ni pegar ojo y antes me bastaba con acostarme para roncar a piernas sueltas.
No te extrañes, seguro que este castillo está encantado.
Encantado, sí, desde luego, tan cantado que ni siquiera parece un castillo.
Diría que no pasa de pajar y con eso lleno de pulgas.
Esta noche he vivido una rara aventura.
Lo raro sería que no la hubiera vivido, porque con usted ni el dormir es normal.
Tan malas obras te hago que hasta reniegas de mí.
No, señor Don Quijote, lo que me parece es que tiene usted demasiada fantasía en esa cabeza.
¿No crees en los encantamientos?
Pues, la verdad, no, señor.
Ni en los malos presagios.
Tampoco, pero mire usted, prefiero tentar al diablo.
Bé, bé, ja anem coneixent.
Bé, ja els coneixíem, no?
Sí, sí.
Però aquí el Sancho ja s'ha acabat de retratar.
Vaja, estan tots dos claríssims, eh?
Són la nit i el dia.
Totalment oposats.
Molt bé, doncs Andrés, marxem de cap de setmana,
però les aventures d'aquest quixot tan particular ens acompanyaran durant la setmana que ve, també.
Si ja ho vol.
Bé, bé, bé, bé, bé.