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Arxiu/ARXIU 2008/ENTREVISTES 2008/


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Mara Diersen, muy buenos días.
Hola, buenos días.
El amor es una emoción tan compleja que los científicos os habéis tenido que poner manos a la obra
porque ni los poetas ni los psicólogos, digamos, más clásicos han podido llegar a ninguna conclusión definitiva.
Bueno, yo creo que cada uno en su campo puede dar respuestas diferentes, ¿no?
Lo que pasa es que sí que, pues, gracias al desarrollo de las nuevas técnicas en neurobiología,
y en genética, pues, se han podido encontrar respuestas que quizá desde otros ámbitos es difícil encontrar o buscar incluso, ¿no?
Claro, una cosa es querer a alguien porque siempre se ha dicho que se puede querer a mucha gente y de muchas maneras,
pero estar enamorado solo se puede estar enamorado o enamorada de una persona.
Eso parece, sí.
Que el amor es una emoción que requiere la selección de una pareja concreta, sí.
Y desde la neurobiología, ¿qué argumentos se dan?
¿Por qué nos enamoramos de una persona y no de otra?
¿Qué mecanismos actúan en nuestro cerebro para que se produzca ese fenómeno?
Pues, esas son de complejo.
De hecho, se mezclan a veces un poco los términos.
Es decir, el amor no es una emoción que tenga una única fase, sino que tiene varias fases.
Y en cada una de estas fases los mecanismos neuroquímicos que subyacen a lo que es la emoción concreta son diferentes.
En lo que es la selección de pareja parece que actúan hormonas como la oxitocina o la vasopresina,
que de hecho en el modelo de los animales, pero también en el ser humano,
se ha relacionado con la capacidad de establecer un vínculo afectivo específico con una persona, ¿no?
Y eso yo me imagino que provoca una serie de reacciones y unos cambios de actitud que modifican nuestro comportamiento.
No hay más que ver a alguien que esté enamorado, ¿no?
No, eso está clarísimo.
Está tonto o está tonta. Déjalo, es que está enamorado.
A ver, ¿tanto decae nuestra capacidad cerebral cuando estamos enamorados?
Yo creo que no, que es al revés. Lo que sucede es que hay un cambio cualitativo.
Y hablamos de estudios de neuroimagen que se han hecho en diversos países y por diversos grupos de investigación.
Y hablamos también de estudios a nivel neuroquímico en modelos animales.
O sea, tanto en una especie como en la otra, pues lo que se ve es que hay un cambio cualitativo
en lo que son las áreas de activación y de inactivación dentro del cerebro, ¿no?
Básicamente lo que se ha comentado es que, de hecho, aumenta la tensión selectiva, que eso sería una ventaja,
pero claro, se focaliza mucho en una persona concreta, con lo cual nos distrae, digamos, de las demás cosas, ¿no?
Por otra parte, parece que se inactivan también estructuras relacionadas con el miedo, por ejemplo,
de forma que nos hacemos en cierta medida más valientes, ¿no?
Más capaces de afrontar las cosas. También áreas que tienen que ver con el placer, con la energía.
En conjunto, cambia lo que es la actitud general y el comportamiento, como tú dices,
pero es un cambio que supone ventajas en cierto sentido y desventajas en otros.
En principio parece que saca una parte mejor de nosotros, pero aquello que popularmente decimos, pues,
pierde el mundo de vista o mira, solo le ve todas las gracias porque también pierdes la capacidad crítica que hacía esa persona, ¿no?
Cuando estamos enamorados le vemos todas las gracias al otro.
Y seguramente no es así. Ahí está actuando el cerebro un poquito restringiendo lo que sería un pensamiento racional, ¿no?
Claro. Bueno, es porque en la primera fase de enamoramiento, que es la más inicial, ¿no?
De hecho, lo que sucede es que, digamos, los neurotransmisores que están actuando,
la química que en ese momento está actuando en nuestro cerebro, funciona un poco como la adicción a las drogas.
En esas primeras fases se activa el sistema que se llama dopaminérgico,
que es un sistema que proporciona placer, emociones positivas,
y se inactivan otros sistemas que se encargan, pues, del juicio social, etc.
Es lo que Semir Zeki en su trabajo definía como la explicación en términos neurológicos de por qué el amor es ciego, ¿no?
Claro. En esta fase de enamoramiento, que ahí está, bueno, este esplendor en nuestra vida,
el proceso de desenamoramiento que también se produce, o las siguientes fases posteriores a ese enamoramiento,
que también se estudia desde el punto de vista de la neurobiología,
¿qué fenómeno sucede en nuestro cerebro para que eso vaya pasando, para pasar a la siguiente fase?
Bueno, lo que se ha propuesto, de hecho, en el paso entre esa primera fase de enamoramiento romántico
a la segunda fase de establecimiento de un enlazo afectivo ya más sólido y más maduro,
es que hay un cambio de un sistema emocional más primario a una elaboración más cognitiva,
es decir, de alguna forma nos volvemos más racionales.
Entonces ahí, esa fase, ese paso a la segunda fase, lo que se sugiere es que requiere algo más de esfuerzo,
es decir, hay que poner un poco más de nuestra parte, ya no es que, bueno, pues nuestro cerebro por sí mismo
encuentre esa emoción, sino que realmente hay que trabajárselo, por así decirlo, ¿no?,
por utilizar términos coloquiales.
Entonces, lo que básicamente sucede es que hay muchas personas que, por un lado,
no tienen muchas ganas de hacer ese esfuerzo, por otro lado, echan de menos ese primer subidón dopaminérgico,
podríamos llamarlo, y entonces es este tipo de patrón que son personas que siempre andan buscando sentir otra vez
esa primera emoción, ¿no?, es lo que José Antonio Martín define como monogamia sucesiva.
Pero, vamos, con la ingesta de dopamina al margen, ¿sí hemos superado la primera fase o nos esforzamos?
Aquí no hay sustancia que nos alegre el cerebro, ¿no?
Sí que la puede haber, pero hay que poner un poquito de nuestra parte, lógicamente, además,
porque no tendría sentido, biológicamente, no tendría sentido el gasto de energía que supone,
pues esa primera emoción, ¿no?, quiero decirte, está muy bien, pero claro,
no tendría mucho sentido que después de 15 años se te siguieran temblando las piernas
o haciéndote mariposas en el estómago cuando ves a tu marido, ¿no?
Sería muy estresante.
Llegaría un momento que dirás, bueno, es que ya no puedo más, ¿no?
Sería muy cansado, ¿no?
Sí, agotador.
La naturaleza es sabia, ¿eh?
Desde luego no hay duda de eso.
Y dinos una cosa, Mara, estos fenómenos, lógicamente,
no se deben producir exactamente igual en el cerebro masculino que en el femenino.
No, claro.
No somos diferentes, claro.
Hay diferencias.
Lo que pasa es que sí que es verdad que, a ver, hay diferencias cualitativas.
Tampoco te creas que están tan bien delimitadas a nivel neuroquímico, por ejemplo.
O sea, sí que en estudios de neuroimagen, que es lo que más se ha hecho en los últimos tiempos,
porque es más fácil, básicamente, pues sí que se han visto cambios en los patrones de activación.
Los hombres tienen una mayor tendencia a, digamos, a estimularse sexualmente a través del cerebro visual.
En las mujeres es un poco diferente.
Pero después, en la segunda fase, la verdad es que nos igualamos bastante.
Es bastante similar entre unos y otros.
Pero sí que es verdad que en las primeras fases hay unas ciertas diferencias, ¿no?
Bueno, luego, digamos que la cronología también es un poco diferente.
En el varón, en el apetito sexual y la líbido y tal, es algo mucho más estable.
En la mujer parece que es más periódico, ¿no?
Tiene más oscilaciones.
O sea, que a ellos les dura más tiempo todo esto, ¿no?
O por lo menos están siempre en un estado un poco más receptivo que nosotras.
Nosotras dependemos mucho de los cambios hormonales, lógicamente, ¿no?
¿Por qué ocurre que se relaciona determinadas etapas de la vida de las personas
que también corresponden con el desarrollo de su cerebro y de su personalidad
a determinados periodos de enamoramiento?
El enamoramiento de la adolescencia, socialmente, pues no es que no se conciba,
pero no es habitual que los enamoramientos pues lleguen a edades más tardías.
¿Tiene alguna cosa que ver también con el desarrollo de nuestro cerebro?
Sí, sí, absolutamente.
Es decir, no solamente por el desarrollo biológico, sino por la interacción entre este desarrollo
y el entorno.
Nuestras experiencias, la manera de afrontar las cosas y, desde luego, la propia biología,
la propia genética, influyen en la manera de enamorarnos.
Un cerebro de un adolescente en el cual están produciéndose cambios constantemente.
Es lógico que sea menos estable también a nivel emocional y esto no solamente lo vemos
en el enamoramiento, sino en general en sus relaciones con el mundo exterior.
Pero también es verdad que en esa fase, después de estabilidad, de un amor más maduro,
hay muchísimos niveles y cada persona es un mundo.
Y ahí se nota mucho, no solamente lo que es la adaptación genética, sino, desde luego,
las experiencias, el ambiente, etcétera, que ha influido en esa persona, claro.
¿Y el deseo sexual qué papel cumple en todo esto?
Pues es muy importante.
¿Va en paralelo, ligado con esa primera fase del enamoramiento?
Claro. De hecho, es un poco el motor.
Quiero decir, biológicamente, el enamoramiento existe como una emoción destinada a mantener
la supervivencia de la especie.
Y, por lo tanto, el objetivo biológico final sería el apareamiento.
Por lo tanto, tiene que haber deseo sexual.
Quiero decir, el deseo sexual es un poco el gatillo, el iniciador de toda la emoción.
Parece, Mara, que en estos últimos tiempos queremos que desde la neurobiología
se nos explique todo, como si la sociedad buscara determinadas coartadas
para justificar determinados comportamientos.
La neurobiología podrá explicar muchas cosas, pero en este momento tampoco puede explicarlo todo, ¿no?
No, y aunque lo pudiera explicar, no nos sirve de coartada tampoco, ¿eh?
Es decir, no, no, estoy así porque mis niveles de dopamina...
No, sí, pero a ver, seguro que lo has oído más de una vez esto.
No es que tengo la serotonina baja, no, no.
A ver, usted perdone esta acción que ha cometido, no le eche la culpa a la serotonina o a la dopamina, ¿no?
No, porque además dentro de que evidentemente hay personas con una mayor tendencia a unos comportamientos de otros
y a ver, si hablamos ya de patología, evidentemente ahí sí que necesitan ayuda externa
para poder restablecer los patrones conductuales normales, ¿no?
Pero de ahí a decir que dependemos de los niveles de sedotamina, como tú dices, desde luego que no, ¿eh?
Y ni de los genes. Yo es que tengo el gen de la infidelidad, ¿no?
Como parece que quería decir mucha gente, pues no, eso no es así.
Es decir, sí, puedes tener un gen de susceptibilidad para tener una mayor tendencia a determinados comportamientos,
pero eso no quiere decir que no tengas más remedio que comportarte de esa manera, ¿no?
Ni que ese gen justifique cómo te has comportado.
Si la neurobiología, si la biología realmente ha de determinarlo todo, ¿qué usaríamos de nuestra libertad, no?
Por lo tanto está muy bien que los científicos se ocupen de nuestro cerebro,
pero tampoco tenemos que olvidar las ideas que genera nuestro propio cerebro y que nos sirven luego un poco pues para marcarnos nuestro camino, ¿no?
Yo es que creo que son dos cosas absolutamente, digamos, compatibles.
Y eso es decir, evidentemente nuestra mente, nuestro pensamiento surge, tiene una base biológica y surge del funcionamiento del cerebro.
Eso es así.
Pero eso no quiere decir que nosotros no tengamos unos grados de libertad, ¿no?
Y desde luego para nada quiere decir que nuestras ideas dependan de la dopamina o de la química de nuestro cerebro,
sino que se generan a partir del movimiento de esas neurotransmisores, pero evidentemente nosotros estamos influyendo ahí.
¿Cómo estructurarás la conferencia de esta tarde en el CaixaForum?
Bueno, primero explicaré lo que sabemos de las bases químicas, de esas tres bases del enamoramiento.
Después contaré algunos experimentos, algunos estudios que hay de neuroimagen.
Y luego hablaré también del tema que normalmente es el que más les preocupa a todo el mundo,
que es el tema de la infidelidad, de dónde han salido todos estos estudios, de los modelos animales, lo que se ha hecho.
Y a partir de ahí cómo se ha llegado a los estudios en humano, ¿no?
La infidelidad es una de las cuestiones que preocupan más, por lo menos, a las personas que van a estas conferencias o que llaman más la atención.
Mira, yo creo que al menos es de las cosas que más te preguntan, ¿no?
¿Y en qué sentido te preguntan? Aquello que decías antes, si tenemos el gen de la infidelidad.
¿Sabes lo que pasa? Que ha habido, yo creo, un cierto sesgo en cómo se han dado las informaciones.
Entonces, pues la gente lo que le preocupa es saber hasta qué punto lo que se ha dicho en la prensa y tal, pues es verdad o no es verdad.
Luego hay gente que te pregunta, ¿y por qué se estudia esto? Yo en concreto no lo estudio, yo estudio enfermedad mental, ¿no?
No, claro, y esto son consecuencias de estudios que, bueno, que se pueden hablar,
pero me imagino que los científicos os ocupáis de temas bastante más trascendentes, seguramente.
El tema es que las emociones es un tema muy trascendente y además tiene toda una patología alrededor que es muy prevalente y muy importante.
Nosotros, por ejemplo, estudiamos la emoción contraria, el miedo, la ansiedad y tal, ¿no?
Y en concreto lo que estudiamos es el trastorno de pánico, aparte del retraso mental.
Pero yo creo que en los estudios, por ejemplo, los que hace Semirzecki, que se encarga de todas estas emociones humanas, ¿no?
Pues el abordar estudios científicos en los que se trata la emoción humana, la emoción más humana, quizás el amor, ¿no?
Sí.
Realmente son estudios muy complejos y que desde el punto de vista científico, pero también desde el punto de vista de la vida real,
tienen muchísimo valor y muchísima trascendencia.
El problema es que tendemos a banalizarlos porque asociamos el amor con la prensa rosa y todas estas historias, ¿no?
Pero en sí mismo nos está dando claves de lo que es el comportamiento o el componente humano, ¿no?
De la emoción, el componente más humano. Y ojalá que hubiera más gente que estudiara ese tipo de emociones porque a lo mejor nos dábamos cuenta de muchas cosas
y dejábamos de lado actitudes violentas y actitudes poco productivas desde el punto de vista humano.
Y seguramente según y como cada uno de nosotros gestionamos nuestras emociones también repercute muchísimo en nuestra salud y en nuestro estado mental.
Hablabas del estudio de enfermedades mentales. ¿Cuántas de ellas no vendrán precisamente por una mala gestión de nuestras emociones?
Absolutamente. Y de hecho, fíjate que cuando estamos enamorados, somos mucho más, bien, podemos estar más despistados,
pero somos mucho más capaces de abordar los problemas, de resolverlos, nos sentimos más fuertes.
O sea, todo lo que es la emoción positiva, la parte positiva de ese comportamiento, la verdad es que es absolutamente gratificante.
Y de hecho, yo creo que sería estupendo que pudiéramos canalizar y controlar esa emoción
y poderla después derivar hacia otras conductas, hacia otros ámbitos, no solamente al ámbito del deseo sexual.
Claro. Sobre todo por lo que dices, que nos hace más creativos, nos hace más valientes y más optimistas.
Tres virtudes que tendríamos que aplicar bastante más en nuestra vida cotidiana.
Bueno, pues muchísimas gracias de verdad, Mara Diersen, recordamos que es neurobióloga,
investigadora del Centro de Regulación Genómica de Barcelona, por atender nuestra llamada
y desde luego no nos vamos a perder la conferencia esta tarde en el Caixa Forum de Tarragona.
Muchísimas gracias, muy amable.
Muchas gracias a vosotros.
Adiós, buenos días.
Adiós, buenos días.
Gracias.
Gracias.
Gracias.
Gracias.
Gracias.