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Si vols veure la vida amb esperança
Escolta Porta a l'Esperança
Tots els diumenges a dos quarts de deu del matí a Tarragona Ràdio
Un programa de l'Església Protestant de Tarragona
situada al carrer Joan Ajugant
Porta a l'Esperança
Obre la teva porta a l'Esperança
En el cielo pude ver a la noche de tu sonrisa
Me dijiste todo estará bien
Yo te mostraré la salida
Cuando siento tu amor
De cada vez que oigo tu voz
Sé que yo podré enfrentar el mañana otra vez
Yo te mostraré la salida
Muy buenos días, amigos oyentes, bienvenidos un domingo más al programa Puerta a la Esperanza.
Como siempre, nuestro deseo es poder compartir con todos vosotros esta media hora aproximadamente que tenemos por delante,
hablando de aquellas cosas que Dios aún hoy tiene que decir a cada uno de nosotros.
Él siempre tiene palabras de consuelo, de paz, de esperanza y consejos para que podamos vivir vidas victoriosas en él.
Por eso él también dice que a los que a Dios aman, todas las cosas ayudan para bien.
¿Tú le amas?
Nos gustaría que así fuera.
En esta mañana, amigos, os quiero presentar o darle la bienvenida a mis compañeros.
Fernanda Mat, buenos días.
Buenos días.
Buenos días a Vicente Torrova, ¿qué tal?
Hola, buenos días.
A nuestra compañera en el control, Silvia. Buenos días, Silvia, ¿qué tal?
Y bueno, nosotros quisiéramos abordar en esta mañana un tema que no es desconocido, pero para nadie, para nadie, seguro que para nadie,
y que desgraciadamente probablemente muchos de nosotros o la mayoría de la gente de nuestra época,
en algún momento de nuestra vida hemos pasado por ello.
Y me estoy refiriendo al tema de la depresión.
El tema de la depresión es algo muy conocido por todos, ¿verdad?
y desgraciadamente puede llevar a las personas a cometer errores y a veces errores irreversibles.
Y en esta mañana es lo que queremos compartir con vosotros durante este tiempo que tenemos.
Pero vamos a escuchar otra canción que es muy bonita antes de seguir adelante.
Un ave no podrás volar sin dejarse caer, tampoco tú sin fe podrás acceder al eterno Dios,
no conseguirás acercarte a él sin fe.
Nunca le verás ni conocerás sin fe, busca de corazón y agarrarás a Dios,
busca de corazón y él vendrá a ti.
Yo también correré junto a ti la carrera de la fe
y pondré en Jesús mi mirada y corazón.
Pues como decíamos, en el mundo occidental se está viviendo un fenómeno que aparece
con inusitada frecuencia, con mucha frecuencia yo diría.
Es la depresión.
Es un síndrome caracterizado por una tristeza profunda.
La persona deprimida ve casi siempre de color oscuro todas las cosas.
Nada la motiva, todo le es indiferente.
Lo mismo le da vivir que morir.
En los casos extremos, incluso cuando la depresión adquiere un carácter marcadamente patológico,
pues incluso la idea del suicidio se presenta como una posibilidad no descartable.
En estos casos la ayuda del especialista es, la verdad, del todo aconsejable.
Pero son muchos los casos en que sin llegar a tales extremos
se cae en la indiferencia hacia todo, todo le es igual al deprimido.
Su situación es comparable a la de alguien que cae en un pozo oscuro, en un pozo profundo.
Yo no sé si hay alguna posibilidad de salir de él y quizás como introducción, si me permites,
Fernando, pues a mí me gustaría leer, es en uno de los libros de la Palabra de Dios,
es en Primera de Reyes 19 porque vamos a hablar del profeta Elías, ¿verdad?
Y vamos a leer el capítulo 19 para entrar un poquito en el tema, para que nos enteremos bien del tema.
Dice así.
Acab dio a Jezabel la nueva de todo lo que Elías había hecho y de cómo había matado a espada a todos los profetas.
Entonces envió a Jezabel a Elías un mensajero diciendo,
así me hagan los dioses y aún me añadan si mañana a estas horas yo no he puesto tu persona como la de uno de ellos.
Viendo pues el peligro, se levantó y se fue para salvar su vida y vino a ver Seba que está en Judá y dejó allí a su criado.
Y él, Elías, se fue por el desierto un día de camino y vino y se sentó debajo de un enebro y deseando morirse dijo,
basta ya, oh Jehová, quítame la vida, pues no soy yo mejor que mis padres.
Y echándose debajo del enebro se quedó dormido y aquí luego un ángel le tocó y le dijo, levántate, come.
Entonces él miró y aquí a su cabecera una torta cocida sobre las ascuas y una vasija de agua y comió y bebió y volvió a dormirse.
Y volviendo el ángel del Señor la segunda vez le tocó diciendo, levántate y come porque el largo camino te resta.
Se levantó pues y comió y bebió y fortalecido con aquella comida caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta Oreb, el monte de Dios.
Y allí se metió en una cueva donde pasó la noche.
Y vino a él palabra de Dios el cual le dijo, ¿qué haces aquí, Elías?
Él respondió, he sentido un vivo celo por el Señor de los ejércitos porque los hijos de Israel han dejado tu pacto,
han derribado tus altares y han matado a espada a tus profetas y solo yo he quedado y me buscan para quitarme la vida.
Él le dijo, sal fuera y ponte en el monte delante del Señor.
Y aquí el Señor que pasaba y un grande y poderoso viento que rompía los montes y quebraba las peñas delante del Señor.
Pero el Señor no estaba en el viento. Y tras el viento un terremoto, pero el Señor no estaba en el terremoto.
Y tras el terremoto un fuego, pero el Señor no estaba en el fuego.
Y tras el fuego un silbo apacible y delicado.
Y cuando lo oyó Elías cubrió su rostro con su manto y salió y se puso a la puerta de la cueva.
Y de aquí vino a él una voz diciendo, ¿qué haces aquí, Elías?
Él respondió, he sentido un vivo celo por el Señor, Dios de los ejércitos,
porque los hijos de Israel han dejado tu pacto, han derribado tus altares y han matado a espada a tus profetas
y solo yo he quedado y me buscan para quitarme la vida.
Y le dijo el Señor, ve, vuélvete por tu camino, por el desierto de Damasco
y ungirás a Azael por rey de Siria.
A Jehú, hijo de Nimsi, ungirás por rey sobre Israel.
Y a Eliseo, hijo de Zafat, de Bealmón, ungirás para que sea profeta en tu lugar.
Y el que escapare de la espada de Azael, Jehú lo matará.
Y el que escapare de la espada de Jehú, Eliseo lo matará.
Y yo haré que queden en Israel siete mil cuyas rodillas no se doblarán ante Beal
y cuyas bocas no lo besaron.
Partiendo él de allí, halló a Eliseo, hijo de Zafat, que haraba con doce yuntas delante de sí
y él tenía la última.
Y pasando Elías por delante de él, echó sobre él su manto.
Entonces, dejando él los bueyes, vino corriendo en pos de Elías y dijo,
te ruego que me dejes besar a mi padre y a mi madre y luego te seguiré.
Y él le dijo, ve, vuelve, que te he hecho yo.
Y se volvió y tomó un par de bueyes y los mató.
Y con el arado de los bueyes coció la carne y la dio al pueblo para que comiesen.
Después se levantó y fue tras Elías y le servía.
¿Hay alguna posibilidad de salir de él, de este pozo?
¿No? Habíamos quedado en la primera pregunta.
El profeta Elías, en su experiencia, nos ayuda a encontrar esta respuesta a esta pregunta.
Elías, como hemos visto a lo largo de otros libros de la palabra,
es uno de los más grandes profetas en uno de los periodos más difíciles de la historia de Israel.
Aparece súbitamente, como pudiera parecer un rayo en la oscuridad,
como una flecha de Dios dirigida a la conciencia de Acap y de todo el pueblo de Israel.
La situación del reino era, y es, en aquello, como hemos visto en la lectura, deplorable.
El pueblo estaba siendo seducido por el politeísmo, las divinidades paganas de Baal y Aserá,
que regulaban la fertilidad y atraían de modo creciente la fe de los israelitas.
Elías combate esta apostasía con toda su fuerza, con todo su coraje.
Es un reto impresionante que desafía a los sacerdotes de Baal a participar en una prueba decisiva en el monte Carmelo.
El profeta de Yahvé triunfa, clamorosamente, y el pueblo esclava que Yahvé es el dios de Israel.
Esta prueba era preparar un holocausto y a ver quién, si ve los profetas de Baal o Elías,
podía conseguir fuego del cielo que encendiera este holocausto.
Yahvé envía fuego desde el cielo que prende este holocausto y por eso el pueblo de Israel vuelve su mirada
hacia ese dios que había vencido en el monte Carmelo.
Lo acallecido, este combate, se puede decir, entre dos fes, este combate que pasó,
desata las iras de la corte real, de la corte del rey Acap.
Y Elías, dominado por el temor y esta amenaza que sufre sobre su vida, decide huir.
Y hemos visto la huida en la lectura.
Su valentía de pronto se convierte en depresión, una depresión irreprimible, brillante.
En muchos aspectos, Elías también tuvo sus puntos oscuros.
Fue, como dice Santiago, un hombre de pasiones semejantes a las nuestras
y por lo tanto también de errores semejantes a los nuestros.
Parece mentira que un hombre que ha vivido la victoria a través de su dios,
la victoria de su fe con respecto a otros que proclamaban otra fe,
parece mentira que se vuelva a una depresión irrefrenable
y se vuelva hacia esa huida por miedo de una fe que ya había sido dominada.
El fugitivo, por lo tanto, el fugitivo Elías, llega al desierto del sur de Berseba,
como hemos leído, y acurrucado, que es una palabra muy aclaridora,
se dice, muy expresiva, acurrucado a la sombra de un elebro,
parece que nos expresa su sensación de depresión, de soledad, de temor, de miedo.
En esa expresión de acurrucado podemos expresar todo esto.
Y se compadece de sí mismo, como todo el que se siente solo y deprimido.
Se deseó la muerte y dijo, basta ya, señor, quítame la vida.
Una curiosa contradicción.
Alguien que huye de la muerte pide la muerte para acabar toda esa problemática.
Parece una contradicción.
Pero a veces en la vida llegamos a puntos en los que no encontramos otra salida.
Y buscamos a veces la solución en contradicciones.
Desea la muerte que uno que desea la muerte, una persona que, como hemos dicho, huye de ella.
Pero ¿quién era él para decir, basta ya? Le dice el Señor.
Nuestra vida y nuestra muerte están siempre en las manos de Dios.
Solo él sabe cuándo llega nuestra hora.
Antes de esa hora, nada ni nadie podrá estorbar los planes que el Altísimo, nuestro Señor,
tiene para la vida de cada uno de sus hijos.
Jezabel era poderosa y malvada.
Pero Dios era infinitamente más poderoso.
Nuestra mayor preocupación debería ser siempre la misma que tuvo nuestro Maestro, el Señor Jesucristo.
Me es necesario, decía él, hacer las cosas del que me envió mientras dura el día.
En ese quehacer diario hemos de perseverar nosotros también sin huidas ni deserciones.
Todos los acontecimientos de nuestra vida están bajo el control o deberían estar bajo el control del Todopoderoso nuestro Dios.
Y todos responden a una finalidad positiva, sabia y buena.
Así pudo comprobarlo Elías tras su experiencia en el desierto.
Pues normalmente, bueno, todo deprimido hay errores, de los cuales tú ya has dado el primer punto, ¿verdad?
Que es uno de los errores que cometió Elías fue el de olvidar precisamente la soberanía de Dios.
De ese Dios que hizo ese milagro cuando encendió, después de haber echado agua sobre el holocausto, mojado todo, pues fue capaz de producir fuego.
Y fue uno de los errores de Elías el olvidar la soberanía de Dios, pero después comete otro error.
Y es que infravalora su obra, la obra suya misma.
No soy yo mejor que mis padres, dice Elías, amargamente decepcionado.
Así, en su foro interno, él anulaba los efectos de su espectacular victoria que él había logrado en el Monte de Carmelo.
¿Piensa que no ha tenido más éxito que sus predecesores?
Pese al triunfo sobre los sacerdotes de Baal, la persecución desatada contra el profeta, pues le hace pensar que el resultado final es un fracaso.
¿Qué sentido tenía ya su vida?
Yo creo que esto suele ser frecuente en un deprimido, ese sentimiento de baja autoestima, una baja autoestima, la verdad, injustificada.
¿No crees, Vicente?
Bueno, sí, la verdad es que Elías, durante su depresión, tenía como una visión muy incompleta de su ministerio.
Yo creo que esto es lo que realmente nos pasa a todos.
Y como consecuencia de su amonestación, pues no vio la conversión del pueblo en masa.
Pero su labor, pues también contribuyó a fortalecer la fe de una importante minoría que se mantendría en estas circunstancias fiel a Dios.
También nosotros nos ocurre que caemos en el mismo error, como antes he dicho.
Y valoramos nuestra obra por los resultados, más que por otras cosas.
Y no por nuestra sumisión, por ejemplo, al propósito de Dios, que es una de las fundamentales.
Olvidamos que el Señor no nos pide éxito.
Olvidamos que el Señor tampoco nos pide triunfos.
Lo que realmente nos pide es fidelidad a Él y a sus propósitos.
En realidad, nuestra obra sabemos que no es nuestra, es de Dios.
Y Él siempre la dirige conforme a su voluntad.
En esta ocasión, afortunadamente para Elías, mientras que estaba llamando a la muerte,
hizo acto de presencia lo que podríamos llamar, entre comillas, el primo de la muerte, que es el sueño.
Y echándose, como dice la palabra de Dios, echándose debajo del enebro, se quedó dormido.
Y lo cierto es que el sueño tiene unas excelentes reparaciones en el deprimido.
Son unos efectos terapéuticos en el deprimido.
Y por eso Dios le hace dormir y por eso Dios le da de comer.
Y una vez que ya está repuesto, incluso le manda a caminar hasta Ored, en el monte Sinaí.
Este lugar, la verdad es que era un lugar donde evocaba el ministerio no siempre exitoso de Moisés.
Y allí Elías encontró a Dios, que no le había abandonado.
Sus errores no hicieron que Dios lo desechase como alguien ineficaz para sus propósitos,
como alguien para el que no tuviese sentido su vida.
Hay otro error que comete Elías y es el de aislarse totalmente.
Él se metió en una cueva.
¿Seguía acaso temiendo que los soldados de Acap le dieran alcance?
Sí, al anochecer vemos que añadió o se tiró prácticamente piedras sobre su propio tejado.
Una persona deprimida que encima busca una zona tan resguardada como una cueva.
Tan en principio que se siente protegido, pero lo único que hace es devolverle más oscuridad a su oscuridad interior.
Esa depresión que no la deja ni salir ni la deja comprender todo lo que, como ha dicho Vicente, había hecho Dios.
Había sido un toque muy importante para el pueblo y había vuelto el pueblo a adorar a Yahvé, su Dios.
Quizá si se hubiera quedado fuera, las noches ahí en Palestina no son tan frías como puedan ser las de aquí.
Y posiblemente viendo la luna o las estrellas, la creación de Dios, quizá la amplitud y el espacio abierto, la brisa que nos golpea la cara y a veces nos despeja y nos aviva en nuestro entendimiento,
quizá habrían enfundido serenidad a ese espíritu tan roto, tan destrozado, tan deprimido que tenía el profeta Elías.
Pero no, Elías se mantuvo en el interior de la cueva sin más compañía, como está, claro está, sin más compañía que su amargura y su frustración.
En un estado de incontrolable, por lo tanto, ansiedad.
No veía ninguna salida.
Por eso se metió quizá en aquella cueva que le impedía a veces también salir hacia el exterior.
Llegados a este punto, yo me pregunto si nosotros no pasamos gran parte de nuestra vida en alguna de nuestras cuevas,
inmersos tal vez en una sombría introspección, viendo fantasmas donde no habríamos de verlos, sino de ver ángeles,
desastres inminentes donde está a punto de manifestarse la soberanía y el poder de Dios.
Yo creo que esto también podría pasarnos, ¿verdad?
Sí, la verdad es que el aislamiento nunca puede ser total.
Dios siempre puede revelar de modo inconfundible su presencia alentadora.
Así fue realmente la experiencia de Jacob en Betel y la de Moisés en el desierto.
Ahora el Señor penetra en la soledad del profeta y le hace una pregunta que va a sacarlo de su ensimismamiento.
Le pregunta, ¿qué haces aquí?
Y la pregunta podemos entenderla como una represión o podemos entenderla como una incitación a la reflexión.
O podemos entenderla posiblemente como ambas cosas.
Elías se había distinguido por ser un hombre de acción, por ser un hombre valeroso, por ser un hombre incansable.
Y ahora, ¿realmente qué es lo que estaba haciendo?
Pues lo único que hacía era hundir su cabeza en el pecho y deplorar su fracaso como profeta.
Sin embargo, Dios, con la pregunta, quiere librarlo de su introspección,
de que esté mirando hacia adentro constantemente,
y quiere que su siervo vea su situación y su ministerio con nuevos ojos.
Aunque la verdad es que aún le quedaban a Elías muchos errores que tenía que corregir y que Dios les mostraría.
Pues hay otro error típico también de la depresión, ¿verdad?
Y en el que cayó Elías y es en el de distorsionar los hechos.
La declaración del versículo 10, los hijos de Israel han dejado tu pacto,
han derribado tus altares, han matado a espada a tus profetas.
Solo yo he quedado y me buscan para quitarme la vida.
¿Qué creéis? ¿Esto es una verdad a medias? ¿Es una verdad completa?
Bueno, en todo caso, era una verdad para Elías, porque él se lo creía.
Pero si analizamos la frase, sí que en las tres primeras aseveraciones podría tener razón.
Pero jamás podría tener razón en la última, que es que se había quedado solo.
Primero porque la presencia del Señor siempre había estado a su lado.
Sin el poder de Dios, él nunca podría haber vencido a los profetas de Baal en el Monte Carmelo.
Esa quizá es la mejor presencia para una persona que está deprimida.
El saber que hay un ser superior que le cuida, que le dirige y que le ayuda cuando tiene esa necesidad.
Pero no solamente no se había quedado solo porque tenía a su lado a su Dios,
sino que también había un personaje que era Abdias, que había arriesgado su vida para esconder a 100 profetas de Dios en una cueva.
Él también había arriesgado su vida. No era el único que luchaba en esta batalla.
Por lo tanto, sí que distorsionaba la realidad.
A veces es innoble exaltar hasta medidas inalcanzables nuestros méritos y virtudes
y, por lo tanto, a veces también subestimamos las personas próximas a nosotros los hechos que ellos realizan.
Olvidamos lo positivo de la obra de Dios en manos de nuestros hermanos
y también perdemos de vista la posibilidad de que incluso nuestras virtudes estén mezcladas con móviles poco santos.
Yo creo que siempre será saludable orar como el salmista y pedir a Dios
¿Quién puede discernir sus propios errores?
Líbrame, dice el salmista, de los que me son ocultos.
Pues vamos a buscar otro error de los que se cometió en este caso, que es el de creer que Dios le estaba fallando.
Las palabras de Elías en Primera de Reyes 19 a 10 que hemos leído suenan a reproche,
como si Dios hubiese perdido el control de la situación.
¿Por qué Dios no había destruido a Jezabel?
¿Por qué no había inflamado el celo del pueblo de modo que se hubiese amotinado y que hubiese destrozado a Caps?
Bueno, es que cuando Israel, siglo antes, había estado en este lugar, ya había visto prodigios obrados por Dios.
También Elías los había visto en el Monte Carmelo, pero sin embargo parece como si lo hubiese olvidado.
Él ahora ve a un Dios paralizado.
El Dios de los ejércitos parecía que en este momento era el Dios de los silencios, el Dios quien actuaba.
Entonces, este es un momento crítico y Dios necesita darle a Elías una gran lección,
porque Dios no solo es el Dios del poder y del juicio, Dios también es el Dios de la gracia y el Dios de la misericordia.
Y esta lección la vemos que está ilustrada por el Señor.
Dice en Primera de Reyes 19, el 11 y el 12, y lo leo literalmente,
dice, un viento grande y poderoso que rompía los montes y quebraba las peñas,
sopló sobre el monte Oreb, pero Dios no estaba en el viento.
Tras el viento hubo un terremoto, pero Dios no estaba en el terremoto.
Tras el terremoto un fuego, pero Dios no estaba en el fuego.
Y tras el fuego se oyó un silbo apacible y delicado en el original hebreo,
literalmente, un sonido de suave silencio.
Quizá Dios, en otros momentos, y lo vemos en su palabra,
había actuado como fuerza potente, como un ciclón o como una temible tempestad.
Pero ahora lo que necesitaba Elías, y con la comprensión que Dios tiene de cada uno de nuestros problemas,
le ofrece aquello que en ese momento Elías necesitaba.
Era el silbo apacible, esa voz suave, tranquilizadora,
esa voz que da ánimos, que saca fuerzas de aquel que no tiene ninguna,
esa voz que te hace levantar, esa voz que te hace mover,
esa voz que te hace salir o sacar todas tus energías de tu interior.
El susurro de una voz que calmara su espíritu atormentado
y pusiera fin a las voces tristes de su alma sumida en la depresión.
Ese era lo que necesitaba Elías en ese momento.
Ese era el silbo apacible de Dios.
Era lo que muchos de nosotros necesitamos cuando la oscuridad nos envuelve
y nuestro espíritu se hunde en el desaliento y la depresión.
Dios sabe cuándo ha de actuar con el furor de su justicia
y cuándo ha de templar sus juicios con su misericordia.
La verdad es que Dios no defrauda a Elías, no le falla.
Por el contrario, amorosamente lo restaura y le abre una perspectiva de un ministerio renovado
básico en la realización de sus planes divinos.
Y podemos aprender las lecciones derivadas de los errores de Elías.
Las lecciones son, primero, que Dios es soberano.
Segundo, que la obra que nos ha encomendado tendrá fruto.
Tercero, que nuestras circunstancias oscuras no son tan terribles como nos parece.
Cuarto, que Dios jamás nos falla.
Y quinto, y por último, que Dios no es solo Dios de juicio y poder,
puesto que también lo es de gracia y misericordia.
Bien, amigos, hemos llegado al final de nuestro programa.
Nosotros os invitamos en esta mañana a que salgáis de vuestras cuevas,
que volváis a vuestros puestos de servicio en la familia, en la iglesia, en la sociedad.
Solo de ese modo seremos librados de la depresión para vivir en las alturas de la comunión
con Dios y de servicio para su gloria.
Dice su palabra,
Pues con este pensamiento del salmista queremos despedirnos de todos vosotros,
daros las gracias por vuestra escucha y hasta el próximo domingo,
si Dios quiere, que Dios os bendiga.
Adiós.
Adiós.
Adiós.
Adiós.
Adiós.
Adiós.
Fins demà!
Cada estrella conoce bien
Al llorar tus lágrimas ver
Su amor es fiel
Vivo hasta el fin
Si demuestra al mundo realidad
Y en sus brazos no hay soledad
Nos promete a ti y a mí
Con todo ángel un amor hay que a tu lado va
Más alto que los montes, más profundo que la mar
Hay esperanza muy dentro de ti
Si escuchas con el corazón sé que lo irás decir
De día en día estoy yo hijo mío junto a ti
Él es quien ve tu corazón
Cada estrella conoce bien
Al llorar tus lágrimas ver
Su amor es fiel
Vivo hasta el fin
Si demuestra al mundo realidad
En sus brazos no hay soledad
Nos promete a ti y a mí
Nos promete a ti y a mí
¡Gracias!
¡Gracias!
¡Gracias!