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Arxiu/ARXIU 2010/ENTREVISTES 2010/


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Juan Luis Galiardo, muy buenos días.
Muy buenos días.
Estamos en estos momentos, para que los oyentes lo sepan,
al lado de la Puerta del Sol de Madrid,
preparando mi viaje a Tarragona
y si hay algún ruido, es el ruido de la vida.
El ruido de la vida y del calor que debe hacer en este momento
en la Puerta del Sol, ¿no?
Hace mucho calor y la reflexión frente a las oficinas
de Esperanza Aguirre da mucho más calor todavía.
Suben los vapores.
Suben los vapores.
Los vapores del nepotismo,
que tiene que ver mucho con el avaro.
Por eso, bien, estamos haciendo una reflexión interesante.
Es una gran parábola que viene a esta entrevista muy oportuna.
Es que Molière sabía mucho, ¿eh?
Cómo retratar la condición humana a través de su gran comedia
y a través de la risa y del humor, y muchas veces muy ácido, ¿eh?
Pues yo pienso que Molière, que trabajó mucho
en todas sus obras en una situación política
que era el absolutismo monárquico,
tuvo la habilidad de hacer una crítica interesante,
inteligente, a través del humor, como bien dice usted,
de la sociedad que vivía, de la burguesía y de aquellos hábitos y costumbres.
Pero sobre todo centra la historia en algo que a mí me interesó
y que me parece que es una de las grandes lacras de la sociedad.
La destrucción de la familia por un arpagón viudo.
Curiosamente la gente olvida que a ese hombre le faltaba el soporte de la mujer,
que yo también creo que es básico en la vida.
Y aquel viudo avariento, codicioso y nepotista, porque no es avaro de dinero,
es codicioso de poder y ocupar espacios que no le corresponden.
Y eso es la destrucción, no solo de la familia, sino de la vida.
Cuando alguien quiere ocupar más espacios y sale de la cadena natural de vida y muerte
y no soporta la ley de la gravedad y las leyes de la naturaleza,
el ser humano se destruye y destruye a los demás.
¿Crees realmente, Juan Luis, que si arpagón no hubiera sido viudo,
esta relación, por llamarle alguna cosa, con su hijo y con su hija y con su entorno,
hubiera sido diferente?
Yo creo que sí. De hecho, yo soy víctima de alguna forma o mi karma vital
es que perdí a mi madre cuando yo tenía 15 años, mi familia se desestructuró
y hemos tenido que recorrer un camino, todos mis hermanos y yo,
con mi pobre padre, que fue el séptimo huérfano.
Lo que pasa es que lo he entendido tarde.
La presencia de la mujer en la familia es básico para mantener las estructuras
de la inteligencia emocional.
Luego los padres pueden dar salidas económicas.
A veces el hombre, cuando desarrolla su inteligencia emocional y su feminidad,
se convierte en un ser completo.
Conozco a pocos hombres completos.
Me encantaría conocer a más, pero no conozco a muchos.
De todas maneras, digamos que las virtudes y los defectos no tienen género,
o mejor que no lo tuvieran, ¿eh?
Y pudiéramos repartir virtudes y defectos entre hombres y entre mujeres.
Sí, no tienen género, pero mire usted, hay un componente biológico que condiciona mucho,
por eso hay que hacer un gran esfuerzo.
La mujer es la verdadera continuidad de la especie.
La mujer tiene un soporte biológico, su sexo y su menstruación,
que le recuerda permanentemente su utilidad en la vida.
A veces el hombre tiene que inventar trágicamente su utilidad
a través de distorsionar el poder, el uso del dinero, el uso de los signos externos,
porque su autoestima biológicamente no es tan poderosa como de la mujer.
Perdóneme que le haya hecho esta pequeña rectificación.
En absoluto, es aportar más información, que eso siempre es interesante.
Juan Luis, a ver, Molière, un auténtico revolucionario en su tiempo,
no ha perdido vigencia en absoluto.
No.
Y Jorge Labelli, aquellos que hemos tenido la fortuna y el privilegio
de conocer su trayectoria y ver sus trabajos en el escenario,
un actor de experiencia como Juan Luis Galiardo
y otros compañeros que van detrás, 15 actores en el escenario.
Claro, aunque no hayamos visto el espectáculo, no somos tontos para darnos cuenta
que estamos ante una combinación que el resultado puede ser realmente extraordinario.
Como han dicho otros espectadores que lo han visto en Madrid
y en otras ciudades donde han ido.
Y fuera de España.
Lo que pasa es que yo tengo una ventaja al hablar con usted,
que tengo la estadística del récord histórico en el Teatro María Guerrero,
en el Centro Dramático Nacional,
de la historia del Centro Dramático Nacional,
desde que se tiene estadística,
un 92, casi 93% de aforo en los 48 días de permanencia en Madrid.
Llenos diarios porque no se conseguían entradas buenas.
La gente ha esperado y nos han pedido.
Tuvimos que prorrogar una semana y volvemos a Madrid.
Se ha quedado mucha gente.
Madrid capital, porque haremos también.
Pero es que el Festival de Nápoles se consiguió un éxito tan grande en Nápoles
que nos pidieron otro día más.
No podíamos, por problemas, ya hay que trasladar, como usted bien decía,
una compañía de 15 actores, 14 actores, diría 15 con un técnico
que nos hace servicios colaterales y seis técnicos.
No pudimos quedarnos.
Pero es que además Almagro ha llenado diariamente los cuatro días,
Alcalá de Henares en su festival, el Festival de Cáceres.
Tenemos una estadística de casi llenos diarios
y de una satisfacción plena de públicos que van de los 12, 14 años.
La estadística, me queda todavía el espíritu de ingeniero agrónomo
que pude haber sido.
Yo hago estadísticas con mis espectáculos.
Y la estadística es impresionante en cuanto a aquiescencia del espectáculo,
a satisfacción y sobre todo a llenos permanentes.
Así que juego con ventaja.
En esta ocasión, ustedes esperan algo que yo ya sé que es bueno.
Nosotros estamos convencidos.
La apuesta era seria y era arriesgada porque, como acaba de decir,
mover una compañía con todo lo que implica.
Un avaro de Molière que, precisamente, por ser tan universal y tan conocida,
el público exige cada vez más de estos personajes ya históricos del teatro.
Pero entonces lo que añaden es un dispositivo escénico que también resulta innovador.
Es innovador porque yo pienso que esto es lo que se ha aportado a este espectáculo.
La visión innovadora y actualizante que tiene...
Es muy visual el espectáculo.
La luz, el sonido, en todos sus aspectos, con una música muy oportuna
y un vestuario que permite un trabajo de cooperación internacional.
Francesco Chito, el vestuarista de la Escala de Milán,
el músico Sigmund Krausser, el propio Jorge Adabelli, franco-argentino,
Transferri, el director de luces, un hombre que viene del cine
y que ha hecho cosas portentosas, no solo en cine, sino en teatro también,
pues hace que este espectáculo de cooperación, además, tenga...
Y los catalanes lo van a entender muy bien y a apreciar.
Esto es un impulso de una empresa privada, de Galeardo Producciones.
No hemos vivido en esa especie de subvencionismo patético
que a veces nuestro país ha tenido que soportar para crear clientelismo.
Creo que me he expresado bien, ¿no?
Sí, y además eso da muchísima credibilidad a la gente de teatro
y a la gente que apuesta y arriesga realmente por el oficio en el que cree, ¿no?
Porque yo diría que un espectáculo o un actor sin público es un bulto sospechoso.
Me parece peligrosísimo, ¿no?, ser del mundo del espectáculo y no tener público,
que sea una idea de apoyo de realidad virtual sociopolítica
la que permita que haya un clientelismo manipulado, ¿no?
Juan Luis, en una carrera larga, dilatada, como dicen los cursis,
¿alguna vez había afrontado un personaje de Moliere o este en particular?
¿O es la primera vez?
No, es la primera vez.
La primera vez que afronto un personaje de Moliere
y me pareció... lo elegí porque me parecía que su género,
el género del humor, la actualidad de todo lo que trata, la función
y la campaña escolar, que creía yo que esto podría llegar a los jóvenes,
ese público entre 12, 14 años a 18 me inquieta, me preocupa.
Tengo nietos en esa edad que me decían, cuando les preguntaba
¿por qué no vais al teatro? Es muy aburrido.
Yo creo que es culpa de los señores del espectáculo, de nosotros,
el no saber actualizar los contextos y acercarse a la ciudadanía
con la humildad suficiente de entender que no es una cosa egocéntrica
y de artistas, que se trata de un fluido de la sociedad
a los artistas de ida y vuelta.
Con lo cual, todo esto me ha permitido abordar el proyecto.
Estoy muy contento y, como usted sabe, yo tengo más años que el canalillo.
El canalillo lo conoce usted, ¿no?
Sí, sí, sí, pero tantos, tantos no serán, caray.
Los romanos, casi, ¿no? Entonces, me encanta hacer clásicos
desde lo clásico que soy yo.
De todas maneras, este personaje, Arpagón, como todos los de Molier
o los grandes clásicos que ahora usted mencionaba,
son personajes que tienen tantos matices, porque Arpagón nos hace reír,
pero es un personaje que no tiene ninguna gracia, aunque nos haga reír.
Evidentemente, como la vida de mi gran amigo Rafael Azcona,
el que interpreté tantos personajes, me enseñó, en esta profunda tutela
de amistad y de cariño, me dijo, mira, Juan Luis,
el género para llegar a las gentes es la tragicomedia, que es la vida.
La vida no es eso, tragicomedia.
Y la obra, el avaro, es una tragicomedia.
Arranca en una tragedia que el exceso provoca la risa
y, evidentemente, detrás de la risa, la reflexión.
Estoy muy contento.
¿Le gustan los finales felices en el teatro?
En la ficción hablo.
Bueno, esto es una idea maravillosa de Molière,
que consiguió sacarse de la manga para gratificar al rey Sol,
sacarse de la manga al señor Anselmo, el personaje que representaba
la solución de todos los males, que era el Estado, el poder.
Y entonces, eso es un final feliz.
Y yo creo que la vida tiene finales felices cuando tú aceptas
que lo que te da la vida es un tono gris.
Si pides demasiados movimientos falleros, mucha traca,
evidentemente vas a frustrarte.
Yo creo que la felicidad, el final feliz, es aceptar
que la muerte es una solución hermosa también a la vida.
Con lo cual, no hay frustración.
Para mí, la muerte también es un final feliz.
Depende de la capacidad de aceptación que tengas de tus limitaciones.
Pues nosotros tenemos garantizadas prácticamente dos horas,
me imagino, de felicidad este viernes en Tarragona.
¿Estamos seguros de ello?
De seguro de entretenimiento.
Sí, sí, sí.
La felicidad será plena.
Eso ya es muy difícil.
Depende del estado anímico de los ciudadanos que asistan.
Pero yo tengo un placer enorme, además,
en acercarme a Cataluña y a Tarragona.
Es lo que le iba a preguntar, si había estado alguna vez en Tarragona
aunque fuera de turista.
No, no he estado en Tarragona.
De paso he estado.
Ni siquiera de turista.
He estado en eso que se llama en mi confusión transitoria en tránsito.
En una época de mi vida.
Pero sí me parece muy interesante.
Yo vivo, estoy casado con una mujer catalana.
Vivo muchos temas del bilingüismo.
Vivo muchos temas cercanos que me sorprenden la manipulación de los políticos
a la realidad social de uno de los países más hermosos del mundo.
Yo mis vacaciones, después de Tarragona, las paso en Barcelona.
Me dicen, pero en Barcelona sí, en Barcelona capital.
Hace ya diez años que todo el mes de agosto lo paso.
Y me permito esta plataforma que me da su emisora
para decir que la confusión no la crea la ciudadanía.
La crean unos señores que están manipulando la realidad social hermosa
de un país culto, próspero y entrañable.
¿Sabe, Juan Luis, que nos gusta muchísimo a los catalanes
cuando a veces oímos cosas que no entendemos de qué sitio están hablando?
Porque en nuestra realidad del día a día no vemos eso que dicen que pasa aquí.
Que vengan y que se estén unos días y nos conozcan.
Yo creo que no escuchen a aquellos que no nos conocen.
Yo soy un portavoz de la riqueza del pueblo catalán.
Estoy casado con una mujer catalana.
He asumido a su hijo, un magnífico ingeniero de telecomunicación
que no quiere salir de Cataluña porque considera que tiene muchas ofertas.
Y yo lo... Hablan en catalán delante mía.
Mis amigos del Arsenal hablan en catalán.
Cuando no entiendo algo me dicen, ¿has entendido?
Y vivo ese bilingüismo como un acto de riqueza,
no como un arma arrojadiza.
Y por eso me permito desde esta plataforma explicar si alguna vez me han manipulado.
Que siempre los medios de comunicación como el ser humano tiende a la manipulación.
Han tergiversado mi discurso.
Que es el discurso de que qué riqueza quien puede tener dos lenguas,
qué maravilla, porque a mí me hubiera gustado ser bilingüe.
Y yo soy un ser más limitado.
Cuando un pueblo es tan rico en su posibilidad de comunicarse,
es un pueblo que debe ser generoso.
Y los políticos tergiversan la generosidad de ese pueblo.
Los seres humanos nos tenemos que comunicar sin intermediarios,
que siempre complican mucho las cosas.
Bueno, ellos pagarán su radicalidad.
Quien aplica la radicalidad, aunque la estemos viviendo ahora con dolor,
en el devenir de la historia la radicalidad se paga.
Mire, el teatro, la interpretación es un lenguaje universal.
Molière la escribió en francés, nosotros la disfrutaremos muchísimo en castellano
o en cualquier manera o cualquier instrumento para podernos comunicar.
Y eso es lo mejor que puede pasar.
Yo tengo que deciros una cosa.
Mi carrera como actor la dinamizó Cataluña hace muchos años.
Soy un ser muy querido y muy respetado por el pueblo catalán.
Y como decía un amigo, dice, las mujeres te aman, los hombres te odian un poco.
Bueno, bien, está bien, forma parte de la competitividad machista, ¿no?
Pero, como usted comprenderá, yo me siento muy bien en Cataluña.
Es una prueba hermosa para mí ir a Tarragona
y creo que estoy en estos momentos con la misma inquietud que cuando estrené en Madrid.
Le aseguro que...
Con la misma cuando estrené en Nápoles.
Son tres estrenos para mí.
El que hice en Nápoles, fuera de España, el que hice en Madrid
y ahora para mí es un nuevo estreno Tarragona
con el que estoy absolutamente inquieto y apasionado.
Sé que haré una función portentosa.
Como decía un amigo mío, me esparramaré del escenario
e inundaré con la absoluta extroversión que yo tengo al público.
Y el público se caerá rendido a los pies de Arpagón, de este avaro de Molière.
Se lo aseguro que sí.
Y, por favor, solo una cosita.
Robé un poquito de tiempo para darse un paseíto por la ciudad,
que es que le va a gustar mucho, se lo digo yo.
Lo haré.
Me acompaña mi mujer.
Por poquito que sea.
Mi mujer María Elías, catalana de pro, Mayoret, en su día,
pues me va a acompañar, con lo cual yo me daré un paseo
y seguramente descubriré, como siempre, cosas hermosas.
Y si no es suficiente, como yo desde el 24 estoy pasando mis vacaciones en Barcelona,
si me atrapa, como creo que me atrapará,
nos haremos un monográfico ya sin trabajar, monográfico Tarragona.
Pues es perfecto.
Y haga una cosa, para finalizar,
haga una cosa que tiene que hacer cualquier persona,
que viva o que venga a Tarragona,
que es lo que llamamos Tucaferro.
Tiene que ir al final de la Rambla,
se encontrará delante de un mar maravilloso,
toque la barandilla y siga con su vida.
Eso le traerá suerte.
Tucaferro.
Tucaferro.
Usted le dirá, ¿dónde irán a Tucaferro?
Le dirán, al balcón.
Se va al balcón.
Iré a Tucaferro al balcón.
A Tucaferro, sí, señor.
¿D'acord?
Yo entén el catalán, ¿eh?
O sea que entén, no parlo el catalán,
porque tengo una timidez.
Me parece que las lenguas hay que aprenderlas muy bien
para no hacer el ridículo, sino para expresarse bien.
Pero yo entén el catalán.
Me puedo hablar en catalán.
Muy bien, Juan Luis Engaliardo,
gran actor, gran persona,
porque lo ha demostrado a través de su trayectoria,
paralela como actor, como persona, como ser humano.
Es un placer, de verdad, tenerle aquí en nuestra ciudad
y ha sido un placer conversar este ratito
desde la Puerta del Sol de Madrid.
Muchísimas gracias.
Y mucha mierda.
No puedo decir buena suerte.
Y a Tucaferro, ¿eh?
Sobre todo.
A Tucaferro y buen día, ¿eh?
Adiós.
Adiós y a un muy buen día.
Adiós.
Adiós.
Adiós.
Adiós.
Adiós.