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Es hora de dejar de separar fatiga física y mental. Ciclismo Evolutivo, episodio 5.
Hola, bienvenido y bienvenida al nuevo podcast de Ciclismo Evolutivo, el podcast donde compartimos información
útil de verdad y libre de vender humo, donde no te cuento las cosas que quieras escuchar,
sino tal como son. Vamos a interpretar de forma crítica la ciencia y unirla con la práctica real
y experiencia de los mejores deportistas del mundo para conseguir avanzar en la comprensión
del proceso de entrenamiento. Y bueno, el podcast de hoy lo voy a dedicar a la respuesta de una
duda que de todas las que me había hecho llegar, que me parece bastante interesante y útil para
estos primeros capítulos, y es cómo hacer para que el stress del día a día no te limite en las
competiciones. Este deportista me hablaba de estrés laboral, pero puede ser estrés por estudios,
por tener que hacer muchas cosas en tu día a día, por los hijos o como en este caso por
mucha carga de trabajo. La cuestión es que él me contaba que en periodos de alta carga laboral,
como le está pasando ahora, su rendimiento en carrera se ve muy afectado y además necesitaba
una respuesta urgente porque este es el fin de una competición muy importante para él, los
campeonatos de Andalucía, y necesitaba buscar de qué forma podía solucionar que este estrés que
tiene el trabajo no le afecte. Así que voy a intentar responderle tanto a él como a los demás
porque creo que es un tema que interesa al 99% de los que escucháis este podcast. Para dar solución
a esta pregunta voy a estructurar el podcast en tres apartados, el primero y el principal, es saber
qué es el estrés, cómo nos afecta, qué sentido tiene, por qué se produce, todo esto. Luego en el segundo
vamos a ver qué formas hay de prevenir o reducir el estrés. Y en el tercer punto, ya en última instancia,
qué podemos hacer es que una vez que lo tenemos no nos afecte tanto. Y la primera parte es saber qué
es el estrés. Para esto empezaremos con un poco de historia. Ya los griegos hacían la distinción de
cuerpo y mente, pero esta distinción no era tan grande como cuando llegó el cristianismo y empezó
a separar cuerpo y alma. Desde entonces hemos tenido una visión muy polarizada del cuerpo,
donde siempre hemos creído que el aspecto mental, entendiendo alma como cerebro, está muy separado
del aspecto físico, como que no estaban tan relacionados como ahora se piensa. Y siempre
había dos visiones de estrés. La primera visión de estrés la definió el científico Hans Sely,
quien haciendo experimentos, pues inyectaba a las ratas diferentes soluciones de sustancias y
descubrió que los efectos que tenía esta sustancia en ellas siempre eran los mismos. Y eso lo denominó
la triada del estrés. Siempre sufrían atrofia del timo, una fatiga adrenal y úlceras gástricas.
Para Sely el estrés era puramente físico. Al cuerpo se le generaba un daño, que eran estas
sustancias bioquímicas y respondía también de forma física. Él no veía el estrés como algo
mental o en ningún aspecto psicológico, o al menos era así en su juventud, porque al contrario de
algunos de los científicos que tenemos ahora, Sely era un incansable buscador de la verdad y él no
estaba seguro de que lo que había descubierto tuviese todo el fundamento. Veía que algo
rechinaba y lo que rechinaba era que, pese a que inyectaba diferentes sustancias, la respuesta de
la rata era siempre la misma. Entonces lo que él no encontró fue cuál era el principal mediador o
la señal que instigaba todo ese proceso de daños degenerativos en las ratas. O sea, cuál era la
causa de que estas ratas sufriese los mismos síntomas de estrés. También en esos momentos, unos años
después de los primeros descubrimientos de Sely, ya había científicos más orientados a la psicología,
que ponían en duda lo del primer mediador de Sely y decían que esta causa, la causa de que
empezase el cuerpo a tener reacciones de estrés, era psicológica. Siguiendo a estos autores, Sely
pensó que quizá el iniciador de la cascada de estrés no era la sustancia que estaba en la aguja,
lo que se le inyectaba a la rata, sino que era la aguja en sí misma. Entonces hizo experimentos
inyectándole a las ratas soluciones inocuas, por ejemplo azúcar o solamente agua, y comprobó que
la respuesta de la rata era la misma. Por tanto, lo que estaba estresando a las ratas, lo que les
provocaba estas reacciones de estrés, no era la sustancia que se inyectaba, sino la inyección en
sí misma. Las ratas se asustaban de ver la aguja y tenían esta reacción de estrés. Por tanto,
a partir de entonces, el estrés dejó de verse como algo puramente físico y se vio como una
amenaza para la cual nuestro organismo se prepara. Pese a que han pasado más de 70 años de la
aparición de estas teorías, aún la mayoría de la gente sigue pensando que nuestro cuerpo tiene
una estabilidad fisiológica llamada homeostasis, que trata de mantener a toda costa. Esto es lo
que nos siguen enseñando en las facultades y en los libros de fisiología. Sin embargo,
el cuerpo no se puede permitir defenderse estando quieto. El cuerpo se defiende de los
estresores actuando de forma anticipada, realizando cambios para anticipar las necesidades futuras
antes de que ésta se manifieste, realizando adaptaciones neurológicas y biológicas para
contrarrestar los desafíos que están por llegar. Creo que esto, con un ejemplo, se va a entender
mucho mejor. Por ejemplo, cuando nos vamos a dar un golpe, cuando estamos a punto de recibir una
caída en la bici, todos nuestros músculos se contraen antes de recibir golpe para amortiguar
el daño. Si no te lo crees, habrás descubierto que cuando te dan un golpe o recibes un impacto
sin estar preparado, el daño es muchísimo mayor. Pero hay muchos más ejemplos. Por ejemplo,
te has dado cuenta de que cuando piensas en una situación estresante, aunque no estés en ella,
el pulso te sube un montón. Puedes empezar a sudar, a hiperventilar. El cuerpo entiende que
esta situación que estamos imaginando está ocurriendo en realidad y destina recursos para
contrarrestar estas amenazas. Por ejemplo, eso, sudas, te pones nervioso, puedes temblar aunque
estés en tu casa. Más o menos pasa muchas veces, te estás pensando en una carrera y se te sube el
pulso cuando estás viendo un sprint en el pelotón en la tele y te sube el pulso también. Y luego
también en situaciones reales donde las respuestas no deberían ocurrir pero ocurren. Por ejemplo,
cuando vamos a dar un discurso en público, si no lo hemos hecho nunca, igual nos ponemos nerviosos
y podemos empezar a sudar. ¿Por qué ocurre esto? Porque para nuestro organismo hablar en público es
una amenaza a su estabilidad. Es un estrés que ahora mismo no es útil en nuestra sociedad actual
pero que tiene todo el sentido del mundo evolutivamente. Ya que tener que enfrentarse
al resto de la tribu, ya sea para hablar o para otra cosa, suponía para nosotros una gran importancia
ya que si no lo hacíamos bien nos podrían desterrar de la tribu y nuestra supervivencia
pues se pondría en un gran compromiso. ¿Y cómo sabe el cuerpo o nuestro organismo cuánta cantidad
de recursos tiene que destinar para contrarrestar los desafíos o las amenazas antes de que ésta se
produzca? Bueno, pues nuestro cerebro se basa en un mecanismo de feedback. Se basa en nuestras
experiencias pasadas y en nuestras expectativas y conocimientos aprendidos para conocer con antelación
el efecto.